Job 9:25 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Job se vuelve más y más quejumbroso. Cuando nos hallamos en un aprieto, podemos quejarnos a Dios, como vemos frecuentemente en los Salmos, pero no debemos quejarnos de Dios, como lo hace aquí Job.

I. Su queja de que los días de prosperidad pasaron velozmente no es censurable (vv. Job 9:25, Job 9:26). Nótese el clímax; primero, la rapidez del correo; más rápida se desliza la lancha; pero el águila se precipita mucho más velozmente sobre la presa.

II. Su queja de la situación en que se halla es también excusable (vv. Job 9:27, Job 9:28). Si alguien dice que podría haberse olvidado de su dolor y haber orado y alabado a Dios, que se ponga en el caso de Job. Como dice el refrán español: «Es muy fácil ver los toros desde la barrera».

III. Su queja de la inexorabilidad de Dios en la forma de tratarle no tiene ya tanta excusa. Él sabía muy bien que Dios no era como lo describe aquí y, en situación de calma, no habría hablado así. Las personas buenas no siempre hablan bien; pero Dios que conoce nuestra condición (Sal 103:14), les da después oportunidades para desdecirse y corregir mediante el arrepentimiento lo que se dijo en un momento de ofuscación.

1. Job parece hablar aquí: (A) Como si desesperase de obtener de Dios ningún alivio en sus dolores (v. Job 9:28): «Sé que no me tendrás por inocente. Mis aflicciones duran demasiado tiempo. ¿Para qué trabajaré en vano?» (v. Job 9:29). Es cierto que, cuando se trabaja para los hombres, se trabaja muchas veces en vano, pero el trabajo para Dios no es en vano (1Co 15:58). (B) Como si Dios no tuviese en cuenta que Job era intachable (vv. Job 9:30, Job 9:31). No se daba cuenta de que, aun cuando las manos estuviesen limpias con la limpieza más esmerada, Dios ve el corazón engañoso del hombre, donde anidan pecados ocultos, suficientes para despojarnos de toda pretensión de limpieza moral. Pablo, cuando era fariseo, tenía las manos limpias; era irreprensible (Flp 3:6), pero también se reconoce como el primero de los pecadores (1Ti 1:15). (C) Como si fuese imposible llegar a una conciliación con Dios (vv. Job 9:32, Job 9:33), ya que no hay árbitro que, según la costumbre de la época, pueda poner una mano sobre él y otra sobre Dios. Job no podía imaginarse que llegaría el tiempo en que tal árbitro había de existir: el único Mediador entre Dios y los hombres (1Ti 2:5). (D) Como si el terror que Dios le infunde le sacase de sus casillas, de forma que de nada le sirve hablar, pues no puede hacerlo con la serenidad y confianza de antaño (vv. Job 9:34, Job 9:35).

2. De todo esto hemos de sacar un sentimiento de honda compasión hacia quienes están profundamente heridos en su ánimo, y un firme propósito de albergar siempre buenos pensamientos acerca del carácter de Dios, porque pensar duramente de Él conduce siempre a desatinos de palabra y de obra.

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