Juan 11:17 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

Estudio Bíblico | Explicación de Juan 11:17 | Comentario Bíblico Online

al haber Cristo resuelto ir a Betania, y sus discípulos con Él se ponen en camino hacia el lugar, del que se hallarían a una distancia de treinta y cinco o cuarenta kilómetros; lo cual se llevaría un día de viaje; sumado al día en que Jesús recibió el recado de la enfermedad de Lázaro y a los dos días más (v. Jua 11:6) que Cristo demoró el viaje, era ya el cuarto día desde que Lázaro había muerto (vv. Jua 11:17 y Jua 11:39). Llegan, pues, a Betania, que «estaba cerca de Jerusalén (nótese el detalle), como a quince estadios» (v. Jua 11:18), es decir, a tres kilómetros de la capital.

I. En qué situación encontró Jesús a sus amigos allí. Siempre que nos separamos de nuestros amigos, no sabemos qué cambios habrán ocurrido cuando los volvamos a ver.

1. Halló a su amigo Lázaro en el sepulcro: «Vino, pues, Jesús y halló que hacía ya cuatro días que Lázaro estaba en el sepulcro» (v. Jua 11:17). Las bendiciones prometidas, aunque siempre vienen con seguridad, no siempre vienen con celeridad.

2. Halló a los amigos sobrevivientes sumidos en hondo pesar: «Y muchos de los judíos habían venido a Marta y a María para consolarlas por su hermano» (v. Jua 11:19). De ordinario, donde hay muerte hay duelo. Aquí estaba la casa de Marta, una casa donde había temor de Dios, una casa favorecida por las bendiciones de Dios y por las visitas de Jesús, y, sin embargo, era «una casa en duelo» (Ecl 7:2). La gracia ahuyenta el duelo del corazón (Jua 14:1), pero no de la casa. Con todo, donde hay quienes están de duelo, puede haber quienes den consuelo, y es nuestro deber hacia los que lloran acompañarles en el duelo y prestarles consuelo (Rom 12:15). Estos amigos habían llegado para consolarlas por su hermano, como es costumbre en los países orientales y aun entre algunos de los occidentales. Esto no significa que fuesen creyentes o amigos de Jesús. Muchos, o casi todos, vendrían por rutina, aunque algunos de ellos creyeron después (v. Jua 11:45). El hecho de que vinieran a compartir el duelo de las hermanas es una prueba más de que Lázaro estaba realmente muerto, como hace notar Lightfoot. La cantidad de visitantes nos da también a entender la distinción social de esta familia. Fue una providencia especial el que viniese tanta gente en esta ocasión, para que tuvieran la oportunidad de presenciar un milagro tan portentoso y ser así testigos de excepción de lo ocurrido.

II. La conversación que mantuvo Jesús con las hermanas de Lázaro. Cuando Cristo se ha ausentado, es cuando más se echa en falta su presencia y mejor se valora su persona.

1. El diálogo de Cristo con Marta.

(A) Se nos dice que «Marta, cuando oyó que Jesús venía, salió a su encuentro» (v. Jua 11:20). A la vista de todas las porciones que nos hablan de estas dos hermanas, se percibe claramente que Marta era activa y extravertida, al estilo de Pedro, mientras que María era introvertida y contemplativa, al estilo de Juan. Así, tan pronto como Marta se enteró de que Cristo venía, salió a su encuentro sin esperar a que el Señor llegara, «mientras María se quedaba sentada en casa». Hay quienes opinan que Marta, más atenta a lo que ocurría en su derredor, se enteró de la noticia antes que su hermana, y por eso salió antes a recibir al Señor. Otros piensan que María estaba más abrumada por la muerte de su hermano que Marta, y por eso estaba sentada en casa, que es la actitud de los que hacen duelo (comp. con Job 2:13). Pero la única razón válida es la que hemos expuesto al describir compendiosamente el temperamento de la una y de la otra. Y, aun cuando, en otra ocasión, el talante contemplativo de María le valió llevarse la mejor parte de la visita de Jesús (v. Luc 10:38.), en el episodio que comentamos fue Marta la que se llevó la mejor parte, precisamente por su temperamento impulsivo. Esto muestra que, entre los sinceros creyentes, puede haber temperamentos muy diferentes y hemos de tenerlo en cuenta para aprender a «soportarnos con paciencia los unos a los otros en amor» (Efe 4:2), pues para todos es «la gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios el Padre y la comunión del Espíritu Santo» (2Co 13:13). Si todos los instrumentos de una orquesta tocasen la misma melodía, no habría concierto (comp. con 1Co 12:12-27). Y así como en el episodio de Luc 10:38., Marta fue víctima de su propio temperamento, así lo fue aquí María del suyo, con lo que se nos muestra cuán avisados hemos de andar del lado flaco por el que nos ataca el enemigo, quien precisamente por eso, da vueltas para ver por dónde nos puede entrar (v. 1Pe 5:8).

(B) A continuación se nos refiere el diálogo mismo de Jesús con Marta.

(a) Sin otro saludo por delante, Marta se apresura a decir a Jesús: «Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto» (v. Jua 11:21). Parece como si se quejase de la demora de Jesús en venir. Aquí vemos, por una parte, una evidencia de la fe de Marta, pues creía firmemente en el poder de Jesús para preservar de la muerte a su hermano. También estaba segura del afecto y de la compasión del Señor, y sabía que si Él hubiese visto a Lázaro en el extremo de su enfermedad, habría hecho que se recuperase prontamente de ella. Pero, por otra parte, la fe de Marta estaba mezclada con algo de incredulidad. Su fe era genuina, pero era pequeña, débil como una caña cascada (v. Isa 42:3), ya que ponía límites al poder de Cristo al decir: «si hubieses estado aquí», como si el Señor no pudiese curar a distancia. A pesar de estas frases, quizá dichas con demasiada precipitación, Marta parece corregirse a sí misma y añade: «Mas también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará» (v. Jua 11:22). Por fin, parece querellarse ahora contra sí misma tras haberse querellado implícitamente de la demora del Maestro al dar a entender que había llegado demasiado tarde. Ahora muestra: Primero, la fortaleza de su esperanza, pues se limita a exponer a Jesús el caso con humildad y confianza. Cuando no estamos seguros de cómo y qué hemos de pedir al Señor, dejemos que el Espíritu Santo pida en nosotros conforme a la voluntad de Dios (v. Rom 8:26-27). Segundo, la debilidad de su fe, pues dice a Jesús: «Sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará», cuando debería haberle dicho: «sé que puedes hacer todo cuanto quieras». Es cierto que la intercesión de Jesús siempre prevalece, pero también es cierto que su poder siempre predomina.

(b) La palabra de consuelo que Jesús dio a Marta: «Jesús le dijo: Tu hermano resucitará» (v. Jua 11:23). Marta, en su querella, miraba hacia el pasado. En casos similares, estamos inclinados a incrementar nuestra tristeza mediante la imaginación de lo que podría haber sido … Pero Cristo instruye a Marta, y a nosotros, a mirar hacia el futuro y pensar, no en lo que pudo haber sido, sino en lo que será. Por eso le dice: «Tu hermano resucitará». Esto era cierto con respecto a Lázaro, en aquella ocasión, de una manera peculiar, pues iba a ser resucitado de inmediato, aun cuando para volver a morir algún tiempo después. Pero es aplicable a todos los creyentes, y en un sentido más elevado, pues resucitarán para no volver a morir jamás (Jua 6:51, Jua 6:58; Jua 8:51). Junto al lecho de su esposa difunta, lloraba de rodillas su apesadumbrado esposo. Ambos eran creyentes. El médico de la casa, que también era cristiano, puso su mano sobre la cabeza del hombre y se limitó a decirle: «No se aflija demasiado. Volverá a verla». Esto mismo es lo que Jesús dice tácitamente a todo creyente, cuando la muerte se cierne sobre una familia cristiana: «No llores; volverás a ver a tu marido, a tu esposa, a tu hijo, a tu hija, etc.».

(c) La fe con que mezcló Marta la palabra de Cristo (v. Heb 4:2), y la parte de incredulidad que quedaba todavía mezclada con su fe: «Marta le dijo: Ya sé que resucitará en la resurrección, en el último día» (v. Jua 11:24). Da por palabra fiel que habrá resurrección en el último día, pero parece que esto le da poco consuelo en el momento presente (nótese, sin embargo, que ese «ya» no se halla, en ningún MSS, en el original. Nota del traductor). Lo cierto es que Marta presta así poco aprecio a las palabras de Jesús. A causa de nuestro descontento bajo las cruces que nos agobian, también nosotros subestimamos nuestras futuras esperanzas.

(d) La instrucción ulterior y el mayor ánimo que Jesús da a Marta diciéndole: «Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá» (v. Jua 11:25). Aquí tenemos el quinto «YO SOY» de Jesús en Juan, de los que van seguidos de algún predicado, aparte de los que aparecen sueltos, como en Jua 8:24, Jua 8:58. Los otros seis son: Jua 6:35; Jua 8:12; Jua 10:9; Jua 10:11; Jua 14:6 y Jua 15:5. Como hace notar Hendriksen, «sujeto y predicado son intercambiables». En efecto lo mismo se puede decir que «Jesús es la vida» y que «La vida es Jesús en persona» (comp. Jua 1:3-4 con Jua 8:12; Jua 16:4), con lo que se nos da a entender la deidad de Jesús, en la que las perfecciones divinas se identifican con la esencia, lo cual no sucede en nosotros; de nosotros se puede decir que estamos vivos, pero no que somos la vida, puesto que sólo Dios posee, como en su raíz y fuente, la vida inmortal (v. 1Ti 6:16). En esta instrucción de Jesús a Marta vemos:

Primero, el poder soberano de Cristo. Marta creía que Jesús, por medio de su intercesión eficaz, podía obtener de Dios cuanto le pidiera, pero Jesús quiere hacerle saber que con sola su palabra, puede hacer cuanto quiera, ya que, al ser el autor de la vida (Hch 3:15), puede restaurarla mediante la resurrección. Es un consuelo inefable para todos los creyentes saber que el Señor Jesucristo es la resurrección y la vida, y lo será para cada uno de ellos.

Segundo, la gran promesa para todo creyente: «El que cree en mí (nótese el presente, que indica una fe viva), aunque haya muerto (físicamente ha de entenderse, pues sólo cabe este sentido), vivirá» (v. Jua 11:25); es decir, volverá a la vida. Percatémonos de que Jesús se está dirigiendo a Marta, y es como si le dijera: «El que es creyente, aunque su cuerpo se halle en la tumba, como se halla el de tu hermano, puede volver a la vida en virtud del poder que yo tengo para resucitarle». Y, a continuación, Jesús se refiere a todo creyente que vive todavía en este mundo, y añade: «Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente» (v. Jua 11:26). Nótese que en el versículo anterior, la muerte física precede a la vida eterna, la vida de la resurrección; en el versículo presente, la vida presente precede a la muerte provisional que ha de desembocar en la vida eterna. Por otra parte, en el versículo anterior, el creer va delante del vivir, mientras que en el versículo actual, el vivir va delante del creer aun cuando (sin negar que se está refiriendo a la vida presente) es muy probable, como advierte Hendriksen, que se trate de una endíadis (del griego hen dia dis = una misma cosa mediante dos palabras) y que el Señor quiera decir: «todo aquel que vive por fe en mí» no verá la muerte eterna (comp. con Apo 20:6). Efectivamente el que cree de veras, «ha pasado de muerte a vida» (Jua 5:24; 1Jn 3:14). La actual mortalidad de nuestro cuerpo será un día sorbida por la vida victoriosamente (v. 1Co 15:54-55), mientras que la vida física sin fe será sorbida por la muerte miserablemente (v. Apo 20:10; Apo 21:8).

(e) Tras esta solemne declaración, Jesús pregunta a Marta: «¿Crees esto?» (v. Jua 11:26). A lo que Marta responde con una confesión clara, firme y valiente de su fe en el Señor: «Sí, Señor, yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios (comp. con Mat 16:16), que has venido al mundo» (v. Jua 11:27. Lit. «el que viene al mundo»). En esta declaración, vemos que la palabra de Cristo sirve de guía a la fe de Marta, pues da inmediatamente por seguro lo que Cristo acaba de decir: «Sí, Señor». Podemos decir que la fe es como un eco de la revelación divina, pues devuelve con exactitud las palabras que se le envían. También vemos que la autoridad de Cristo es la base de la fe de Marta. Como soporte de toda la estructura de sus creencias, Marta ve en la persona de Cristo la base de su fe: «Yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios». Es de notar que, aunque el griego (como otros idiomas) no exige el uso de los pronombres personales, tanto el «yo» como el «tú» del versículo Jua 11:27 aparecen enfáticos en el original. Vemos, pues, que Marta creía y confesaba que Jesús era el Mesías y el Hijo de Dios y, con estos supuestos, no le resultaba difícil admitir que Cristo es «la resurrección y la vida» (v. Jua 11:25). Así como, por ser la fuente de la luz y de la verdad, hay garantía de que sus palabras son fieles y verdaderas, así también, por ser la fuente de la vida feliz, podemos depender confiadamente de su poder divino.

3. El diálogo de Cristo con María, la otra hermana de Lázaro.

(A) La noticia que Marta comunicó a su hermana acerca de la llegada de Cristo: «Habiendo dicho esto, fue y llamó a María su hermana» (v. Jua 11:28). En otra ocasión, Marta quería retirar de Cristo a María, para que viniese a ayudarla en sus «muchos quehaceres» (Luc 10:40); pero ahora, pone toda diligencia en atraerla hacia Cristo. Le comunicó la noticia «en secreto». «Podemos imaginárnosla dice Hendriksen corriendo a casa y susurrándole a su hermana al oído. ¿Por qué se lo dijo en secreto ? ¿Fue porque no quería que los judíos (hostiles, en general, a Jesús) se enteraran de la cercanía de Jesús? ¿O, quizá, porque, de no ser así, se habría entablado alguna disputa entre los judíos y Jesús, y ella deseaba que también María tuviese una oportunidad de conversar con el Maestro en privado? Es probable.» Lo cierto es que Marta fue a comunicar a su hermana la llegada de Jesús por orden del propio Maestro: «El Maestro está aquí y te llama» (v. Jua 11:28). Se nota en las palabras de Marta una nota de triunfo: «El Maestro está aquí». ¡Ha llegado Jesús! ¡Ha llegado el tan deseado y tan esperado! Éste era el mejor refrigerio en medio de esta aflicción: «Y te llama». ¡De seguro que no hay otra invitación que presagie mejores bendiciones! Siempre que Jesucristo viene a nosotros, nos llama. Y nos llama por nuestro propio nombre, personalmente. Si Él te llama, Él te sanará, Él te confortará Él te consolará.

(B) La prisa con que acudió María a la llamada de Cristo: «Ella, en cuanto lo oyó, se levantó de prisa y vino a Él» (v. Jua 11:29). El griego dice literalmente «venía»; el pretérito imperfecto es aquí muy gráfico, pues describe la continua, aunque rápida, marcha de María hacia Jesús. Podríamos preguntar por qué se había detenido Jesús allí (v. Jua 11:30), en vez de llegarse a la casa de Betania. Una de las razones que los comentaristas aducen es que, de esta forma, tenía mejor oportunidad de conversar en privado con las hermanas de Lázaro. Es, sin embargo, más probable, como apunta Hendriksen, que Cristo se detuviese cerca de la tumba de Lázaro, que era un lugar de duelo más adecuado que la casa, en la que se hallaban los que hacían el duelo de rutina. Aunque el Señor está siempre cerca de quienes le buscan, una llamada suya para una mayor cercanía de comunión es siempre una especial bendición. Por eso, la menor insinuación de una llamada similar es suficiente para una fe viva siempre presta a vislumbrar una alusión y a responder al primer toque en la puerta del corazón. María no dijo palabra a los judíos que la consolaban en casa, sino que los dejó en seguida para llegarse a Jesús. Y le halló «en el lugar donde Marta había salido a recibirle» (v. Jua 11:30). En aquel lugar permanecía Cristo, presto a llevar a cabo su obra. Y en aquel lugar le halló María, presta a beneficiarse de la presencia del Maestro.

(C) Vemos a continuación los equivocados pensamientos de los judíos que estaban en la casa: «Entonces los judíos que estaban en casa con ella y la consolaban, al ver que María se había levantado de prisa y había salido, la siguieron, diciendo: Va al sepulcro a llorar allí» (v. Jua 11:31). Notemos, de paso, que Marta era más entera de ánimo que su hermana para soportar las aflicciones. María era de corazón más tierno y, por ello, de espíritu más pesaroso; como ya dijimos, los temperamentos de estas hermanas eran muy distintos. Los judíos que se hallaban en la casa con María, al verla salir tan deprisa, al conocerla, sacaron en consecuencia que se iba al sepulcro para llorar allí a sus anchas. Por aquí vemos: (a) Cuán necias son las suposiciones de los falsos consoladores, ya que, faltos de verdadera compasión, sólo se imaginan cosas que, en lugar de ayudar a conformarse con la voluntad de Dios, sirven más bien para incrementar el dolor y pintar de colores más repugnantes las cosas que ya los tienen feos de suyo. (b) Cuál es el deber de los que tratan de ayudar y cuál es la prudencia de los verdaderos consoladores: hacer que los que están afligidos levanten los ojos al Cielo y se distraigan del dolor presente. De todos modos, esos judíos que siguieron a María, al pensar que iba al sepulcro a llorar, fueron conducidos de este modo a Cristo y llegaron a ser testigos de primera mano de uno de los más gloriosos milagros del Señor. Por aquí podemos entender el buen resultado que se obtiene de acompañar en sus aflicciones a los amigos de Cristo, porque de este modo podemos llegar a conocer mejor al Señor mismo.

(D) Las palabras de María a Jesús, tan pronto como llegó al lugar en que Él estaba: «María, cuando llegó a donde estaba Jesús, al verle, se arrojó a sus pies, diciéndole: Señor, si hubieses estado aquí, no habría muerto mi hermano» (v. Jua 11:32). Son exactamente las mismas palabras que su hermana había dicho al Señor, pero no se nos dice de Marta (aunque tampoco se niega) que se arrojase a los pies de Jesús. Es cierto que Marta dominaba sus emociones mejor que su hermana y, además, era María quien se había sentado a los pies de Jesús para oír su palabra (Luc 10:39), y la hallamos aquí en la misma postura. Quienes, en días tranquilos, se ponen a los pies de Jesús para recibir sus instrucciones, hallarán también a sus pies el consuelo y la bendición que se necesitan en los días adversos. Aunque María no hizo (no tuvo la ocasión de hacer) la brillante confesión de Marta (v. Jua 11:27), también es cierto como nota Hendriksen, que no añadió las frases de Marta en el versículo Jua 11:22 (ni la insinuación de incredulidad del versículo Jua 11:39. Nota del traductor), con lo que la puntuación respectiva de cada hermana alcanza cierto equilibrio. Ambas hermanas dirigen a Jesús la misma implícita querella: «Si hubieses estado aquí …». Vemos, pues, que María habló menos que Marta, pero lloró más que ella; y las lágrimas de piedad y afecto tienen su voz peculiar para los oídos y el corazón de Cristo, pues no hay oratoria tan eficaz como la de las lágrimas.

Juan 11:17 explicación
Juan 11:17 reflexión para meditar
Juan 11:17 resumen corto para entender
Juan 11:17 explicación teológica para estudiar
Juan 11:17 resumen para niños
Juan 11:17 interpretación bíblica del texto

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí