Juan 13:36 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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En estos versículos tenemos:

I. La curiosidad de Pedro.

1. La pregunta de Pedro fue directa y atrevida: «Le dijo Simón Pedro: Señor, ¿adónde vas?» (v. Jua 13:36), refiriéndose a las palabras de Jesús en el versículo Jua 13:33: «Adonde yo voy, vosotros no podéis ir». Es defecto corriente entre nosotros tener mayor deseo de satisfacer nuestra curiosidad que de alertar nuestra conciencia. Se puede observar fácilmente en las conversaciones de los cristianos cuán pronto se despacha un tema de edificación para entrar en asuntos banales o en interminables discusiones de palabras.

2. La respuesta del Señor. No satisfizo la curiosidad de Pedro, sino que repitió para él en particular lo que había dicho en general a todos: «Adonde yo voy, no me puedes seguir ahora, me seguirás empero después» (v. Jua 13:36). Con esto le ha de bastar, y por ello ha de entender que le seguirá después hasta la cruz, pues es tradición que Pedro murió también crucificado, aunque la misma tradición (o leyenda) añade que pidió ser crucificado boca abajo, por no ser digno de morir como su Maestro. Cuando arrestaron a Cristo, Él exigió que dejasen marchar incólumes a los discípulos: «Pues si me buscáis a mí, dejad ir a éstos» (Jua 18:8), ya que entonces no estaban en condiciones de seguirle. Cristo tiene en cuenta que somos polvo; «Él conoce nuestra condición» (Sal 103:14). A su tiempo nos será dada la fortaleza para superar el conflicto. Aunque Pedro estaba destinado al martirio (Jua 21:18-19), no puede seguir al Maestro ahora; le seguirá después. ¡Que no piense que, porque ahora va a escapar sin un rasguño, va a escapar de todo sufrimiento más tarde! Es posible que nos sean reservadas pruebas más duras que las que hemos pasado, ya que no hemos de ser coronados sin haber antes peleado la buena batalla (comp. con 1Ti 6:12; 2Ti 2:3; 2Ti 4:7-8). Entre el mar Rojo de nuestra salvación y el Canaán de nuestra posesión, media el Desierto de nuestra peregrinación.

II. La autoconfianza de Pedro.

1. Pedro pronuncia la más osada protesta de constancia en su fidelidad al Maestro: «Le dijo Pedro: Señor, ¿por qué no te puedo seguir ahora? Mi vida pondré por ti» (v. Jua 13:37). Al haber oído al Maestro hablar tantas veces de sus propios sufrimientos, estaba seguro ahora de que Jesús se refería a la muerte al declarar que se iba, y dice, como Tomás en otra ocasión (Jua 11:16): «vaya yo y muera con Él»; prefiere morir con Él a vivir sin Él. Con esto, Pedro mostraba su sincero amor hacia el Señor Jesús, y no cabe duda de que era sincera la expresión de su amor y de su disposición a seguir al Maestro hasta la muerte, pues incluso parece tomar a mal lo que Jesús acaba de decirle y por eso le pregunta: «¿Por qué no te puedo seguir ahora?» Como si dijese: «¿Acaso sospechas de mi fidelidad?» Los corazones sinceros sienten pesar de que su amor y su fidelidad parezcan ser puestos en duda, ya que somos propensos a pensar que podemos hacerlo todo, y a tomar a mal que se nos diga que no podemos hacer esto o lo otro, cuando habríamos de tener siempre en cuenta que «aparte de Cristo, no podemos hacer nada» (Jua 15:5).

2. A estas protestas de fidelidad por parte de Pedro, contesta Jesús prediciéndole su inconstancia (v. Jua 13:38). Le reprende por su extrema confianza en sí mismo: «¿Tu vida pondrás por mí?» Con esto, le invita a que piense dos veces sobre lo que antes ha prometido y a que intercale en su protesta la condición necesaria para llevarla a cabo: «Señor, si tu gracia me capacita para ello, pondré mi vida por ti». El Señor le reconviene, como diciéndole: «¿Cómo? ¿Que te atreverás a morir por mí? ¿Tú, que temblabas al caminar hacia mí sobre las aguas? No te fue difícil dejar la barca y las redes para seguirme, pero no te será tan fácil poner tu vida por mí». ¡Cómo nos conviene avergonzarnos de la excesiva confianza que tenemos en nosotros mismos! ¡Qué necedad es hablar tan alto cuando somos tan bajos! A continuación, Jesús le predice a Pedro su cobardía en la hora crítica de la prueba, diciéndole con la solemnidad acostumbrada: «De cierto, de cierto te digo: No cantará el gallo, antes que me hayas negado tres veces». «Tus negaciones viene a decirle irán siempre por delante del canto del gallo» (v. Mar 14:30). Fue precisamente el segundo canto del gallo, junto con la mirada de Jesús, lo que despertó el arrepentimiento y las lágrimas de Pedro (Jua 18:27, comp. con Mar 14:72). Cristo previó y predijo, tanto la traición de Judas como las negaciones de Pedro, aunque no fue la causa de lo uno ni de lo otro. Jesús conoce la perversidad de los pecadores tanto como la debilidad de los santos. Le predijo a Pedro que le negaría, no solamente una vez por un desliz de la lengua, sino repetida y deliberadamente. Podemos imaginarnos lo mal que le sentaría a Pedro el que Jesús le echase por tierra la confianza que tenía en su propia bravura. Los que se sienten más seguros suelen ser los que menos están a salvo; y los que con mayor confianza presumen de sus propias fuerzas son los que más vergonzosamente descubren su debilidad (v. 1Co 10:12).

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