Juan 5:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Esta curación milagrosa no es referida por ningún otro evangelista, pues los sinópticos se limitan casi por completo a informarnos de los milagros que Jesús llevó a cabo en Galilea, mientras que Juan refiere éstos que fueron realizados en Judea.

I. El tiempo en que fue realizado el milagro: Durante una fiesta de los judíos (v. Jua 5:1). Discuten los exegetas de qué fiesta se trata aquí. Unos opinan que era Pentecostés, otros que la fiesta de los Tabernáculos. Hendriksen aduce, a favor de la Pascua, el testimonio de Ireneo. Pero es extraño que Juan omita aquí el artículo, el cual aparece en Jua 6:4; Jua 7:2. Es cierto que la Pascua era la única fiesta a la que los judíos tenían la obligación de asistir, pero Jesús observaba también las otras dos fiestas principales: Pentecostés y Tabernáculos. No se puede, pues, determinar de fijo qué fiesta era. «Subió.» A Jerusalén siempre se «subía», espiritualmente al menos, por estar el templo del Dios Altísimo ubicado sobre los montes Sion y Moria. Era una oportunidad de hacer el bien, y Jesús no la iba a desaprovechar, especialmente si era la fiesta de Pascua, pues en ella se reunían grandes multitudes de todo el país.

II. El lugar en que se llevó a cabo el milagro: En el estanque llamado Betesda (v. Jua 5:2). Bethesda significa en hebreo «casa de misericordia». El estanque estaba situado «cerca de la puerta de las ovejas» (comp. con Jua 10:7) de Jerusalén. Hay quienes opinan que se llamaba así porque, por aquella puerta, eran conducidas las ovejas que habían de ser sacrificadas en el cercano atrio del templo. El nombre mismo de «casa de misericordia» se presta muy bien para una aplicación devocional; pero la lectura Bethzatha = «casa del olivo», está mejor atestiguada. Se añade que tenía cinco pórticos donde podían cobijarse los enfermos, al resguardo de las inclemencias del tiempo. De esta forma, la caridad de los hombres se conjugaba con la misericordia de Dios para alivio de los afligidos. La naturaleza provee remedios, pero los hombres deben proveer hospitales. Cinco es símbolo del Pentateuco (comp. con Jua 4:18), pero no se debe forzar la acomodación como pretexto para evadirse del sentido literal.

III. Quiénes se hallaban allí: «Una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos» (v. Jua 5:3). ¡Cuántas son las aflicciones de este mundo! Es conveniente visitar, de vez en cuando los hospitales, no sólo para confortar a los enfermos y heridos, sino también para ser agradecidos a Dios por la salud que nos conserva, la cual sólo se aprecia de veras cuando se pierde. En aquel estanque esperaban la salud con avidez estos enfermos. ¡Oh, si los hombres fuesen tan diligentes en buscar remedios para la condición de su alma como lo son para la del cuerpo!

IV. Qué virtud especial tenía el agua de aquel estanque: Aunque los mejores MSS omiten la última parte del versículo Jua 5:3 y todo el versículo Jua 5:4, no es desdeñable la lectura de muchos otros MSS; y por otra parte, es muy provechoso el contenido en el aspecto devocional. Según estos últimos MSS, vemos que «un ángel descendía de tiempo en tiempo al estanque y agitaba el agua» (v. Jua 5:4 a). Por aquí vemos los oficios tan provechosos que los santos ángeles de Dios desempeñan (v. Heb 1:14). Las aguas del santuario tienen poder de curar cuando se hallan en movimiento, y a los ministros de Dios compete el oficio y la responsabilidad de poner en movimiento las gracias que la Palabra de Dios y las ordenanzas contienen; si se muestran fríos y sin celo en su ministerio, las aguas se estancan y no son aptas para curar. El ángel descendía para agitar el agua. Pero sólo «el que primero entraba en el estanque después del movimiento del agua quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviese» (v. Jua 5:4). Así, el poder del milagro triunfa donde el poder de la naturaleza sucumbe. Sólo el primero que descendía al estanque obtenía la curación. Esto nos enseña a ser diligentes en observar y aprovechar las oportunidades, para no perder una ocasión que quizá no vuelva a presentarse. Con este milagro, Dios ofrecía a su pueblo elegido una prueba de Su buena voluntad, e indicaba que aun cuando había estado por largo tiempo sin profetas ni milagros, Él no los había desheredado; era un indicio del Mesías que había de venir con «curación en sus alas» (Mal 4:2, lit.).

V. El paciente en quien fue llevada a cabo esta curación «hacía treinta y ocho años que estaba enfermo» (v. Jua 5:5). Su enfermedad era grave, pues había perdido el uso de sus miembros. Triste cosa es que el cuerpo, que ha sido hecho para servir de instrumento al alma, se convierta en casos como éste en un impedimento. Demos gracias a Dios por las fuerzas físicas y la posibilidad de usar los miembros de nuestro cuerpo. La duración de la enfermedad era prolongada: treinta y ocho años; la flor de la vida se le pasó en esta enfermedad. ¿Y nos quejaremos de una mala noche, de un dolor de muelas, de un día de sufrimiento, cuando hay quienes apenas han conocido un día de bienestar?

VI. Breve relato de la curación y de sus circunstancias (vv. Jua 5:6-9).

1. «Jesús lo vio tendido» (v. Jua 5:6). Obsérvese que, cuando Cristo vino a Jerusalén, no fue a visitar los palacios, sino los hospitales, con lo que dio así a entender su gran objetivo al venir al mundo: curar y salvar a los enfermos y heridos por el pecado. Había allí muchos enfermos, pero Jesús fijó sus ojos con tierna compasión en éste. Jesús «supo que llevaba ya mucho tiempo así» y le plugo acudir en ayuda de este hombre. ¿Cómo lo supo Jesús? Pudo ser por información ajena, por revelación del Padre o por comunicación de la divina naturaleza de Jesús a su naturaleza humana por obra del Espíritu Santo. Lo que importa es que Jesús se conmovió ante el caso de este pobre inválido.

2. Y le preguntó: «¿Quieres quedar sano?» A primera vista, esta pregunta no sólo parece superflua, sino casi insultante. ¿Es que acaso había perdido el deseo de estar sano? La razón es, sin duda, para que tomase conciencia más honda del miserable estado en que se hallaba, al no poder ayudarse a sí mismo de ninguna manera, y a desear con mayor anhelo su propia curación. También podría así ser dispuesto para apreciar su curación. Es un hecho experimentable que, a veces, es peligroso ofrecer limosna o ayuda a quien no la pide. En el terreno espiritual, hay muchos que no quieren ser sanados de sus pecados. Otros parecen resignarse a su enfermedad como excusa para no hacer nada. Recuérdese que Juan llama a los milagros de Jesús «señales» que comportan un mensaje. En este caso, la parálisis de este enfermo es un símbolo de la inacción del ser humano, y Cristo va a aprovechar esta ocasión (¡y curar en sábado!) para poner de relieve posteriormente que ni el Padre ni Él mismo guardan «vacación», en la obra de la salvación, ni en «día de reposo».

3. El pobre hombre aprovechó la ocasión para exponer a Jesús lo miserable de su caso: «Señor, no tengo quien me meta en el estanque cuando se agita el agua» (v. Jua 5:7). Este versículo nos pone ante los ojos el egoísmo connatural al hombre. Cualquiera pensaría que, al menos, alguno de los que habían sido sanados vendría a echarle una mano a este hombre. Pero «todos buscan lo suyo» (Flp 2:21). ¡Aun entre creyentes! Si la caridad es flor nacida del seno del cristianismo, y aun así hay tanto egoísmo, ¿qué podría esperarse en este caso? Contrasta esta actitud general con la de Cristo, quien nunca buscó su propia satisfacción, sino que siempre se interesó por los problemas ajenos, nunca desatendió ni despreció a nadie. También aquí tiene aplicación Jer 17:5-8: sólo en Dios hay salvación segura.

4. Jesús sana a este enfermo con sola su palabra: «Levántate, toma tu camilla y anda» (v. Jua 5:8). ¡Extraña orden a un inválido! Pero el mandato de Jesús comportaba la fuerza para ponerlo por obra; la obediencia es el gran remedio contra la impotencia, pues nos pone en contacto con la omnipotencia. Y, para demostrar que tendría fuerzas suficientes, Jesús le ordena no sólo que se levante, sino que eche a andar con su camilla a cuestas; no fue una recuperación gradual, sino total y repentina, del extremo de una invalidez completa e inveterada, se levantó a una salud perfecta y robusta; el que hacía un minuto no podía revolverse en su camilla, al minuto siguiente tiene fuerza para levantarse y cargar con ella. Era un caso de necesidad por parte del enfermo; de misericordia, por parte de Jesús; y de piedad por parte del mismo enfermo al obedecer el mandato del Señor: Tres razones para hacer algo en sábado. Con todo, el hecho iba a suscitar el encono de los judíos. El enfermo hizo lo que Jesús le ordenaba, «y al instante quedó sano …» (v. Jua 5:9). ¡Qué sorpresa para el pobre lisiado encontrarse de repente sano, fuerte y capaz de valerse en todo por sí mismo después de treinta y ocho años de invalidez! ¡Todo un nuevo mundo, una nueva vida! «Tomó su camilla y echó a andar», sin importarle los insultos ni las amenazas de la gente.

VII. Lo que le sucedió al pobre hombre después de su curación:

1. Lo que pasó entre él y los judíos que le vieron acarrear su camilla: Le decían: «Es sábado; no te es lícito llevar la camilla» (v. Jua 5:10). Se referían, a no dudar, a pasajes como Éxo 20:10; Jer 17:19-27 y aun Neh 13:15. Pero todos estos lugares tienen que ver con el trabajo que se lleva a cabo con las labores que se hacen para ganar algún dinero; pero éste no era el caso ahora. Por eso él respondió con toda razón: «El que me sanó, él mismo me dijo: Toma tu camilla y anda» (v. Jua 5:11). Como si dijese: «Quien tuvo tal poder para curarme, de seguro tiene autoridad suficiente para ordenarme que lleve mi camilla; y si tan compasivo ha sido conmigo, no iba a ser tan impío como para ordenarme cometer un pecado». Los judíos le preguntaron entonces: «¿Quién es el que te dijo: Toma tu camilla y anda?» (v. Jua 5:12). No les interesa el poder ni la compasión de Jesús, sino que preguntan por el «hombre» que, según ellos ha cometido tal desacato contra la Ley para tildarle de peligroso delincuente. Pero el hombre no sabía quién era el que le había sanado, porque Jesús se había escabullido de la gente (v. Jua 5:13). ¿Por qué lo hizo? ¿Fue por huir del aplauso popular? ¿Fue para encararse más tarde con los líderes mismos de los judíos? ¿O para que el hombre recién sanado mostrase, no sólo su salud física recuperada, sino también la fuerza de sus convicciones al tener que expresarlas sin ayuda ajena? Sea como sea, hay un detalle que no debe pasar desapercibido: Los judíos no le preguntan a este hombre quién le ha curado como sería obvio, sino quién le ha ordenado que lleve la camilla o colchoneta.

2. Lo que pasó entre el recién sanado y Jesús después del incidente con los judíos: «Después le halló Jesús en el templo» (v. Jua 5:14). Cristo fue al templo. También este hombre fue al templo y Cristo le halló allí en el atrio, adonde no le había sido posible al hombre acudir durante treinta y ocho años. No se nos dice que fuese allí precisamente para ofrecer un sacrificio de acción de gracias. En cambio, el contexto posterior da a entender que el hombre no había sido sanado aún espiritualmente. Ésta es una buena razón para que Jesús le buscase y le dijese: «Mira, ya estás sano; no peques más, para que no te suceda alguna cosa peor». Hay quienes piensan que este hombre había cometido algún pecado especial por el cual le había sobrevenido la enfermedad. Pero Jesús se refiere sólo a su actual condición espiritual, bien expresada en el griego por el presente de imperativo con el cual viene a decirle: «No continúes en pecado». Con ello, le estimulaba a ponerse en correcta relación con Dios y cambiar de vida. «Para que no te suceda alguna cosa peor»; ¿Qué peor cosa que la condenación eterna? Volver al pecado después de una salvación tan grande de cuerpo y alma, ya sería una ofensa tremenda y una horrible ingratitud hacia el que tan compasivamente se había apiadado precisamente de él entre tantos otros. No está de más comparar el caso con Jua 8:11 y Jua 9:3.

VIII. El informe que este hombre fue a dar: «El hombre se fue y les contó a los judíos que era Jesús el que le había sanado» (v. Jua 5:15). El hombre marchó con la gratitud en el corazón y sin mala intención. Como comenta Ryle, «al hombre se le había enseñado a respetar a los gobernantes y ancianos y es natural que desease darles la información que le habían pedido, sin razón para suponer, por lo que podemos ver, que ello resultaría en perjuicio de su bienhechor». En efecto, los judíos no le habían dicho a este hombre lo que después le dijeron al recién curado ciego de nacimiento: «Sabemos que ese hombre es pecador» (Jua 9:24). Hendriksen hace notar un detalle muy interesante: Mientras los judíos le habían preguntado hombre: «¿Quién es el que te dijo: Toma tu camilla y anda» (v. Jua 5:12), el hombre «les contó a los judíos que era Jesús, no el que le había dicho: Toma tu camilla y anda, sino el que le había sanado». Y el evangelista concluye la narración con esta triste observación: «Por esto, los judíos perseguían a Jesús, y procuraban matarle, porque hacía estas cosas en sábado» (v. Jua 5:16). Por aquí vemos: 1. Cuán absurda e irracional era la enemistad que los judíos le tenían a Cristo: «Por esto»; precisamente por sanar a un enfermo en sábado, por hacer el bien, tal bien, y por medio de un milagro, quieren perseguirle, y perseguirle hasta darle muerte; 2. Cómo querían cubrir su perversidad bajo capa de celo por la Ley: «porque hacía estas cosas en sábado». Así cubren los hipócritas con capa de forma de piedad su total carencia de la eficacia de ella. Los verbos de este versículo Jua 5:16 están en imperfecto, de tal forma que, como observa Ryle, podría hacerse la siguiente paráfrasis: «Desde este momento, los judíos comenzaron a perseguir a Jesús y estaban buscando la ocasión de poder darle muerte, porque Él se había habituado a hacer estas cosas en sábado»; y aduce en confirmación de esto el que, mucho después, Jesús se refiera a este milagro cuando dijo: «¿Os enojáis conmigo porque sané completamente a un hombre en sábado?» (Jua 7:23).

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