Jueces 11:12 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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I. Al hallarse ya en posición de mando, Jefté envía a decir al rey de Amón, que en este caso era el agresor, qué razones tenía para invadir el país de Israel. Este modo de proceder de Jefté muestra: 1. Que Jefté no deseaba la guerra, aunque era valiente y fuerte, sino que quería impedirla mediante pacífica avenencia La guerra debería ser siempre el último recurso después que todos los medios de asegurar la paz se han agotado. Lo mismo hay que decir con respecto a los tribunales de justicia. A la espada de la justicia como a la de la guerra, no se debería apelar sin que las partes contendientes trataran primero de entenderse pacíficamente y concertar un arreglo equitativo (1Co 6:1). 2. Que a Jefté le gustaba la equidad y no tenía otro propósito que hacer justicia.

II. Ahora el rey de Amón expone sus demandas, cosa que debería haber hecho antes de invadir Israel (v. Jue 11:13). Exige que se le devuelva la tierra que, según él, le arrebató Israel cuando subió de Egipto.

III. Jefté da a esta demandas una respuesta cumplida y satisfactoria, y muestra que los amonitas no tenían derecho alguno sobre la tierra que va desde Arnón hasta Jaboc y el Jordán, la cual estaba ahora en poder de las tribus de Rubén y Gad. Le dice:

1. Que Israel nunca les tomó territorio alguno a los moabitas ni a los amonitas. Los menciona juntos porque eran hermanos, descendientes ambos de Lot, vivían vecinos, tenían los mismos intereses, adoraban al mismo dios, Quemós, y quizá tenían, a veces, un mismo rey. Las tierras en cuestión se las habían tomado los israelitas a Sehón, rey de los amorreos. Si los amorreos las habían arrebatado a los moabitas y a los amonitas, como parece ser (Núm 21:26; Jos 13:25), antes de que Israel llegase allá, eso era un asunto que a Israel no le concernía investigar ni tenía por qué responder de ello.

2. Que estaban tan lejos de invadir territorios ajenos que no fuesen los de la posteridad del Canaán maldecido (una de cuyas ramas eran los amorreos Gén 10:16 ), que ni siquiera había forzado el paso a través de los edomitas, descendientes de Esaú, ni de los moabitas, que descendían de Lot.

3. Que en la guerra en que arrebataron el territorio de los amorreos, su rey Sehón había sido el agresor no Israel (vv. Jue 11:19, Jue 11:20), ya que ellos le habían hecho modestamente un ruego de que les permitiera pasar por su país, dándole seguridades de que se comportarían bien durante la marcha; pero Sehón, no sólo les negó el paso, sino que reunió todas sus fuerzas y presentó batalla a Israel (v. Jue 11:20). Por consiguiente, en aquella guerra Israel actuó en legítima defensa y, por ello, al haber derrotado al enemigo, bien pudo tomar la tierra, ya abandonada, como despojo. Era, pues, de todo punto puesto fuera de razón el que los amonitas discutieran ahora los derechos de Israel y exigieran la devolución de tales territorios.

4. Apela al poder supremo de Dios, que garantizó de aquel modo la toma de posesión del territorio en litigio (vv. Jue 11:23, Jue 11:24). Dios les había conferido los derechos sobre la tierra que estaban dispuestos a defender contra el mundo entero (Deu 2:24): «He aquí he entregado en tu mano a Sehón … amorreo y a su tierra». Corrobora su apelación con un argumento ad hominem (= directo al hombre), como poniéndose en el lugar del contendiente: «Lo que te hiciere poseer Quemós tu dios, ¿no lo poseerías tú?» No es que Jefté tuviese a Quemós por verdadero dios, sino que dice «tu dios» porque los adoradores de tales deidades falsas, que no podían hacer beneficio ni perjuicio, pensaban, no obstante, que a ellas les debían todo lo que tenían (Ose 2:12).

5. Apela también a la prescripción (que hace ley). (A) El derecho a tal territorio no les había sido discutido desde que entraron allí (v. Jue 11:25). (B) Su posesión de la tierra nunca había sido perturbada (v. Jue 11:26). Ya hacía 300 años que la poseían y, en todo este tiempo, nunca habían intentado los amonitas quitársela. Así que, en el caso de que sus derechos no hubiesen sido al principio legítimos (y lo eran), al no haberse interpuesto ninguna reclamación durante tres siglos, los amonitas no tenían ahora ningún derecho para reclamarla.

6. Con estos argumentos vindica Jefté su propia causa y condena el proceder de los amonitas (v. Jue 11:27): «Así que, yo nada he pecado contra ti, mas tú haces mal conmigo peleando contra mí». Los hijos de Israel, en sus tiempos de paz y prosperidad (como había sido el caso durante muchos años en la época de los Jueces), se habían comportado pacíficamente con todos sus vecinos. Así que el rey de Amón, para buscar una ocasión de querellarse contra Israel, tenía que volver la vista atrás hasta no menos de 300 años.

7. Para decidir la controversia, Jefté apela al juicio de Dios (v. Jue 11:27): Jahveh, que es el juez, juzgue hoy entre los hijos de Israel y los hijos de Amón. Pero ni la paz que Jefté proponía, ni las razones que alegó en favor de los derechos de la tierra que el rey de Amón demandaba, hicieron mella en éste. Los hijos de Amón habían gustado durante dieciocho años de las dulzuras que les proporcionaban los despojos de Israel (Jue 10:8) y esperaban apoderarse ahora del árbol cuyos frutos tan dulces le resultaban, y con los que se habían enriquecido.

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