Jueces 11:4 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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I. El apuro en que se hallaban los hijos de Israel a causa de la invasión de los amonitas (v. Jue 11:4).

II. La invitación que hicieron los ancianos de Galaad a Jefté para que viniese a ayudarles. No le enviaron un recado, sino que fueron personalmente a verle. Sabían que era valiente y acostumbrado a manejar la espada, por lo que éste era el hombre que les convenía. Así es como Dios prepara con frecuencia a los hombres a quienes destina para un servicio importante, y hace que los apuros por los que pasan les sirvan de provecho. Si Jefté no hubiese sido objeto de mal trato por parte de sus hermanos, no habría tenido la oportunidad de ejercitar su genio militar y, con ello, de señalarse y hacerse famoso. Una tropa sin general es como un cuerpo sin cabeza. Toda comunidad debería rogar humildemente el favor de ser bien gobernada, más bien que hacer cada uno lo que le venga en gana. Demos gracias a Dios por un buen gobierno.

III. Las objeciones que puso Jefté a esta oferta (v. Jue 11:7): ¿No me aborrecisteis vosotros y me echasteis? Jefté estaba bien dispuesto a servir a su país, pero creyó oportuno reprocharles el mal trato que anteriormente le habían dado a fin de que se diesen cuenta del mal que habían obrado y se arrepintiesen de su pecado. De modo similar, humilló José a sus hermanos antes de darse a conocer a ellos. Hay muchos que menosprecian a Dios y a los hombres buenos hasta que se encuentran en grave aprieto, y entonces apelan a la misericordia de Dios y a la ayuda y oraciones de los hombres justos y santos.

IV. Ellos le urgen a que acepte el mando que le ofrecen (v. Jue 11:8). Esto debe servirnos: 1. De aviso para no despreciar ni tratar mal a nadie por su baja condición social o familiar. No hagamos de nadie un enemigo nuestro, pues no sabemos si, a no tardar mucho, nos veremos en algún aprieto del que precisamente tal persona es la que podría venir en nuestra ayuda. 2. De ánimo para hombres de valer que son despreciados o tratados de mala manera. Súfranlo con mansedumbre y calma y dejen que Dios se encargue de sacarlos a la luz desde su actual oscuridad.

V. El trato que hace con ellos. Dios había perdonado a Israel las afrentas que el pueblo le había hecho (Jue 10:16). También Jefté les iba a perdonar. 1. Les hace una pregunta muy apropiada (v. Jue 11:9): «Si vuelvo vencedor, ¿seré yo vuestro caudillo?» Como si dijera: «Si, con la bendición de Dios, os libro de la opresión de los enemigos, ¿me dejaréis que os reforme?» La misma pregunta se hace a quienes desean ser salvos por Cristo: «Si Él os ha de salvar, ¿dejaréis que Él os gobierne? Pues no podéis ser salvos sin someteros a Él. El que da salvación, exige santificación. Si Él es vuestro ayudador, ¿será vuestro caudillo?» Ellos le responden afirmativamente de inmediato (v. Jue 11:10): «Jehová sea testigo entre nosotros, si no hacemos como tú dices. Dirígenos en la guerra, y mándanos en la paz». Éste fue el contrato ratificado entre Jefté y los de Galaad, con el consentimiento posterior, según parece, de todo Israel, pues leemos que juzgó a Israel (Jue 12:7). Así pues, fue con ellos (v. Jue 11:11) al lugar donde estaban todos reunidos (Jue 10:17) y allí el pueblo lo eligió por su caudillo y jefe. Para obtener este honor, Jefté estaba dispuesto a arriesgar su vida por ellos (Jue 12:3). ¿Y nos dejaremos nosotros desanimar en nuestra milicia cristiana por cualquier dificultad que nos salga al paso, cuando Cristo ha prometido a sus fieles seguidores la corona de la vida? (Apo 2:10).

VI. Jefté reconoció a Dios y lo puso por testigo del trato que había hecho con los de Galaad (v. Jue 11:11): Repitió todas sus condiciones delante de Jehová en Mizpá. Sin duda, fue allá con los ancianos para solemnizar en algún santuario lo que había de pactar. De esta manera: 1. Jefté comprometía solemnemente al pueblo en lo que le habían prometido. 2. Comenzaba la campaña con la bendición de Dios. Era seguro que acabaría gloriosamente lo que había comenzado piadosamente.

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