Jueces 16:4 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Un niño que sufre una quemadura, teme al fuego y huye de él, pero Sansón, a pesar de ser un hombre de fuerza extraordinaria, carece hasta de la prudencia de un niño pequeño porque a pesar de haberse visto en tantos apuros por su inclinación sexual hacia las mujeres, no escarmienta, sino que lo tenemos de nuevo prendido en la misma trampa; y esta tercera vez no va a tener escape. Esta mala mujer, que causó la ruina de Sansón, se llama Dalila. El significado de su nombre es incierto (¿pobre?, ¿delicada?), pero el nombre mismo nos ha llegado como epíteto de infamia, apto para describir a toda mujer que siembra la destrucción por medio de halagos y falsedades.

I. La afición que Sansón cobró a esta mujer: se enamoró de ella (v. Jue 16:4). Es casi seguro que esta mujer era también filistea. En todo caso, tenía corazón de filistea.

II. El interés que los cinco príncipes de los filisteos tuvieron en que Dalila les entregase a Sansón (v. Jue 16:5). 1. Lo que deseaban de ella es que se enterase del secreto de su fuerza; así, prometieron no matarlo, sino dominarlo y tenerlo a raya. Como sugiere L. Wood, esto nos hace sospechar que Sansón se había jactado imprudentemente en alguna ocasión, de que su fuerza consistía en algún poder secreto. 2. Por eso, deseaban conocer dónde radicaba esa fuerza secreta para cegar la fuente de tal poder. Convencieron, pues, a la mujer de que, con ese descubrimiento, haría un enorme beneficio a todo el país, sin que ella sufriera ninguna mala consecuencia por ello. 3. Por este favor le ofrecían una suma cuantiosa: mil cien siclos de plata por cabeza; es decir, 5.500 siclos en total.

III. Las artes que Sansón desplegó para no descubrir su secreto. Ella le preguntó en qué consistía su fuerza y cómo podría ser sujetado (v. Jue 16:6).

1. Al urgirle ella Sansón respondió: (A) Que perdería su fuerza si le ataban con siete cuerdas de mimbres verdes sin secar (v. Jue 16:7). El experimento fracasó pues las rompió como estopa quemada (vv. Jue 16:8, Jue 16:9). (B) Como ella seguía importunándole, le dijo que perdería su poder si le ataban con cuerdas nuevas no usadas (vv. Jue 16:10, Jue 16:11). También esto fracasó, pues las rompió como si fuesen un hilo delgado (v. Jue 16:12). (C) Importunado de nuevo por Dalila, dijo que perdería su fuerza si tejía siete quedejas de su cabeza con la tela y las aseguraba con la estaca (v. Jue 16:13). Esto ya se acercaba un poco a la verdad, pues el secreto de su fuerza estaba en el pelo, pero el método fracasó como en las ocasiones anteriores, pues arrancó la estaca del telar con la tela. (v. Jue 16:14).

2. En el decurso de todos estos experimentos no se sabe qué es más de admirar, si la debilidad de Sansón o la perversidad de Dalila. (A) ¿Puede haber algo más perverso que la pertinacia e importunidad con que esta ramera trataba de arrancarle a Sansón un secreto, con cuyo descubrimiento ella sabía que la vida de Sansón corría peligro? ¿Qué traición más vil que la de hacer que Sansón se durmiese sobre las rodillas de ella como alguien a quien se ama para entregarle a los que le odiaban a muerte? (B) ¿Y puede imaginarse mayor debilidad que la de este hombre, al continuar este peligroso juego con una mujer de la que sabía con toda certeza que planeaba entregarle a sus mayores enemigos?

IV. El descubrimiento, por fin, de su gran secreto. 1. La presión de Dalila fue en aumento. Su astucia femenina llegó al colmo: ¿Cómo dices: Yo te amo, cuando tu corazón no está conmigo? (v. Jue 16:15). Aunque no se nos dice, podemos sospechar que a las palabras (v. Jue 16:16) añadiría lágrimas, hasta que él sucumbió a la tortura psicológica: Su alma fue reducida a mortal angustia. 2. Así que, esta vez, Sansón le descubrió todo su corazón, cosa que Dios permitió para castigarle por su pecado. No cabe duda de que Sansón había perdido su comunión con Dios, al no observar su voto de nazareo con tanta contaminación. Su dedicación a Dios era la fuente de su fuerza. Descubrir el secreto de su nazareato equivalía a menospreciar su condición de nazareo: «Si fuere rapado, perderé mi condición de nazareo y mi fuerza se apartará de mí». El que la fuerza de este hombre consistiese en su cabellera nos enseña a esperar el favor de Dios en la observancia de los medios de gracia que Él ha tenido a bien instituir: la Palabra, las ordenanzas y la oración.

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