Lamentaciones 2:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

Estudio Bíblico | Explicación de Lamentaciones 2:1 | Comentario Bíblico Online

Vemos aquí un cuadro muy triste de la situación del pueblo de Dios, de Jacob e Israel, de Sion y Jerusalén; pero lo que estos versículos ponen especialmente de relieve es la mano de Dios. Lo que causa la tristeza es que Dios está enfadado con ellos; los está castigando, y los castiga en Su desagrado.

1. Hubo un tiempo en que Dios se deleitaba en Su pueblo y se manifestaba a él como amigo. Pero ahora está enfadado con él y se porta como enemigo. Para quienes saben apreciar el favor de Dios, no hay nada que les parezca tan terrible como Su dedo amenazador; las correcciones hechas con amor se soportan fácilmente, pero los reproches en amor hieren profundamente. Es la ira de Dios la que (v. Lam 2:3) «ha encendido en Jacob como una llama de fuego que devora todo alrededor», pero era el pecado de Jacob lo que había encendido aquel fuego. Dios es un Padre tan tierno con Sus hijos, que podemos estar seguros de que nunca se enfada con ellos, a menos que ellos le den motivo para enfadarse. Ahora es como enemigo (v. Lam 2:5); «entesó (v. Lam 2:4) su arco como enemigo, afirmó su mano derecha como adversario»; contra ellos se mantuvo con la derecha alzada y extendida y con la espada desenvainada. No dice que sea enemigo ni aun cuando les castiga con enojo, sino que es como enemigo cuando todas Sus providencias concernientes a ellos llevan las apariencias de tender a arruinarles.

2. Hubo un tiempo en que el pueblo de Dios aparecía muy ilustre y de gran prestigio entre las naciones; pero ahora el Señor (hebr. Adonay) ha cubierto con una nube a la hija de Sion (v. Lam 2:1, lit.), la ha oscurecido con una negra, densa, nube, a través de la cual ella no puede ver el rostro de Dios; no es la nube con que los condujo por el desierto, ni la que se posaba sobre el tabernáculo y el templo llenándolos de Su gloria; no, el lado de esa nube que ahora está vuelto hacia ellos es el mismo que estaba vuelto hacia los egipcios en el mar Rojo. «Retiró (v. Lam 2:3) de él (de Israel) su diestra frente al enemigo», de forma que no pudieron ponerse en guardia frente al golpe que se les venía encima. ¿Qué puede hacer la mano derecha del mayor ejército del mundo contra cualquier enemigo si Dios les retira a sus amigos Su mano protectora?

3. Hubo un tiempo en que Jerusalén y las ciudades de Judá eran fuertes y estaban bien fortificadas. Pero ahora (v. Lam 2:2) Dios … ha derruido las fortalezas de la hija de Judá»; y, de nuevo (v. Lam 2:5), «destruyó todos sus palacios, derribó sus fortalezas y, de este modo, multiplicó en la hija de Judá la tristeza y el lamento, cuando vieron que todas sus defensas habían desaparecido». En esto se insiste otra vez en los versículos Lam 2:7-9: «Ha entregado (v. Lam 2:7) en manos del enemigo los muros de sus palacios». Los muros de los palacios no pueden protegerles, a menos que Dios mismo sea para ellos un muro de fuego en derredor. Pero toda desolación que Dios envía a los Suyos es de acuerdo con Sus propósitos santos y con medida: «Extendió el cordel (v. Lam 2:8), no retrajo su mano de la destrucción», para obrar con exactitud, como si dijese: «Hasta aquí llegará, y de aquí no pasará». Dice Goldman: «Con su habitual fuerte sentido de trágico contraste, Jeremías describe al Omnipotente mostrando tanta precisión en la destrucción como la que muestra un albañil en la construcción».

4. Hubo un tiempo en que su gobierno prosperaba y el volante del poder estaba en su mano; pero ahora no es así (v. Lam 2:2): «Ha echado por tierra (Dios) y profanado el reino y a sus príncipes». Primero, se habían profanado ellos a sí mismos con sus idolatrías y, después, Dios los trató como cosas profanadas, inmundas. No es extraño que el rey y el sacerdote (v. Lam 2:6, al final), cuyas personas siempre parecían venerables e inviolables, sean despreciados por todos, cuando Dios, en el ardor de Su ira, los ha desechado. La corona se les ha caído de la cabeza, porque (v. Lam 2:9) «su rey y sus príncipes están entre los gentiles», es decir, prisioneros de ellos y en el exilio, y tratados como lo más bajo del mundo, sin consideración alguna a su condición regia. Es justo que Dios rebaje con Sus juicios a los que se han rebajado a sí mismos con sus pecados.

5. Hubo un tiempo en que las ordenanzas de Dios eran administradas en toda su pureza y comportaban las señales de la presencia de Dios en medio de ellos; pero ahora esa parte de la hermosura de Israel que era su mayor belleza, ha desaparecido.

(A) El Arca era el escabel de los pies de Dios, debajo del kapporeth o propiciatorio, entre los querubines; éste era, entre todos los demás, el más sagrado símbolo de la presencia de Dios. Es llamada «el estrado de Sus pies» (1Cr 28:2; Sal 99:5; Sal 132:7); allí reposaba la shekinah; pero ahora (v. Lam 2:2) «no se acordó del estrado de sus pies». El Arca misma cayó en manos de los caldeos, como otrora había caído en manos de los filisteos. ¡Qué poco valor tienen las señales de la presencia de Dios cuando ha cesado Su presencia! Dios y Su reino pueden subsistir sin tal estrado.

(B) Los que ministraban en las cosas sagradas, y aun sus nobles: todos sus distinguidos (lit.) eran más puros que la nieve, más blancos que la leche (Lam 4:7), pero ahora habían sido asesinados y su sangre había sido mezclada con la de los sacrificios (Luc 13:1). El templo era el tabernáculo de Dios pero el mismo Dios había destruido (v. Lam 2:6) el lugar donde se congregaban, ha arrancado las estacas y ha roto las cuerdas, para que no vuelva a ser tabernáculo, ni Suyo ni de nadie. Cuando los hombres profanan el tabernáculo de Dios, justo es que Él se lo lleve. Ahora (v. Lam 2:7), «desechó el Señor su altar, menospreció su santuario». Ha sido profanado por el pecado, la única cosa que Él odia y, por esa causa, aborrece ahora hasta su santuario en el cual se deleitaba y lo llamaba el lugar de su reposo para siempre (Sal 132:14).

(C) Las fiestas solemnes y los sábados habían sido cuidadosamente recordados, pero ahora Jehová (v. Lam 2:6) los ha hecho olvidar incluso en Sion. Ahora que la ciudad estaba en ruinas, no se hacía diferencia entre días de reposo y otros días, entre días festivos y días ordinarios; cada día era día de duelo y de lamentación.

(D) El altar que santificaba las ofrendas está ahora desechado por Dios (v. Lam 2:7), pues Él no quiere ya aceptar más sus ofrendas ni ser honrado con sus sacrificios. El altar no era la mesa de Jehová, pero Dios no quiere ya ser comensal de ellos.

(E) Habían sido bendecidos con profetas y maestros de la Ley, pero ahora (v. Lam 2:9) «¡Ya no hay Ley! (hebr. torah, la ley como instrucción). Ya no la lee el pueblo, ya no la exponen los escribas, ya no la enseñan los sacerdotes. Además, las tablas de la Ley han desaparecido con el Arca; les ha sido quitado el libro de la Ley. Sus profetas tampoco reciben ya visión de Jehová, porque la mayoría de ellos no habían cumplido con las obligaciones de su oficio». «No es, pues, el profetismo lo que se condena aquí, sino su defectuoso desempeño de los deberes de ese oficio» (Goldman).

Lamentaciones 2:1 explicación
Lamentaciones 2:1 reflexión para meditar
Lamentaciones 2:1 resumen corto para entender
Lamentaciones 2:1 explicación teológica para estudiar
Lamentaciones 2:1 resumen para niños
Lamentaciones 2:1 interpretación bíblica del texto

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí