Levítico 10:3 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Podemos suponer que cuando Nadab y Abiú fueron presa de la muerte, todos los que estaban presentes fueron presa del terror. Moisés guardó su calma, aunque le afectaba el hecho en lo más íntimo. Tuvo suficiente dominio propio.

I. Moisés hace lo posible para calmar a Aarón en este triste trance (v. Lev 10:3).

1. Lo que sugirió Moisés a su pobre hermano en esta ocasión fue: Esto es lo que habló Jehová. ¿Y qué es lo que Dios habló? (y lo habla a todos nosotros): En los que a mí se acercan me santificaré, quienesquiera que sean, y en presencia de todo el pueblo seré glorificado. ¿Qué había en estas Palabras que pudiera calmar a Aarón? Dos cosas: (A) Debe dejarle sin queja el que sus hijos merecían morir, pues fueron cortados de su pueblo por el hecho de no haber santificado ni glorificado a Dios. (B) Debe dejarle satisfecho el que la muerte de sus hijos haya redundado en honor de Dios, y que su Justicia imparcial vaya a ser adorada por esto a través de todas las edades.

2. El buen efecto que estas palabras hicieron en él: Aarón calló, esto es, se sometió pacientemente a la santa voluntad de Dios en esta triste ocasión. Cuando Dios nos corrige a nosotros o a los nuestros por algún pecado, es nuestro deber permanecer en silencio bajo la corrección, sin altercar con Dios, ni denunciar su injusticia o acusarle de insensatez, sino asintiendo a todo lo que dice y hace; no sólo soportar, sino aceptar, el castigo de la iniquidad. Los argumentos más eficaces para calmar el espíritu de un hijo de Dios en medio de la aflicción son los que están derivados de la gloria de Dios. Lejos esté de cada uno de nosotros honrar a los hijos más que a Dios, o desear que el nombre de Dios, su casa o su ley se vean expuestos a la ofensa o al desprecio por el afán de preservar la reputación de nuestras familias.

II. Moisés da órdenes acerca de los cadáveres. No estaba bien que se quedasen donde habían caído. Por eso, Moisés se hizo cargo de este asunto, pues aunque habían muerto a manos de la justicia en el acto de su pecado, debían ser no obstante sepultados decentemente, y así lo fueron (vv. Lev 10:4-5). Se los llevaron fuera del campamento para enterrarlos. Debió de ser un espectáculo imponente e impresionante para el pueblo. Los nombres de Nadab y Abiú habían llegado a ser muy grandes y honorables entre ellos. Nadab y Abiú (que habían estado en el monte con Dios. Éxo 24:1) eran considerados como los grandes favoritos del Cielo, y como las esperanzas de su pueblo; y ahora, de repente, cuando apenas habían llegado a sus oídos las noticias del suceso, al ver a ambos llevados ya muertos, con las señales visibles de la venganza divina sobre ellos, sacrificados a la justicia de Dios, no podrían decir otra cosa que lo que dijeron después los de Bet-semes: ¿Quién podrá estar delante de Jehová el Dios santo? (1Sa 6:20).

III. Moisés da órdenes acerca del duelo.

1. Los sacerdotes no debían hacer duelo. Aquí era prohibido a Aarón y sus restantes hijos: (A) Porque estaban a la sazón oficiando, haciendo una gran obra, que de ninguna manera debía cesar (Neh 6:3); y el honor de Dios requería que el servicio que estaban realizando prevaleciese sobre la consideración debida a sus familiares, y que todas las demás tareas cediesen su puesto a la tarea de su ministerio. Precisamente por esto, hubieron de ser encargados de retirar los cadáveres dos primos de Aarón, los parientes más próximos que no pertenecían a la casta sacerdotal, porque si los sacerdotes hubiesen tocado los cadáveres, habrían quedado ceremonialmente inmundos para continuar ejerciendo sus funciones sagradas. (B) Sus hermanos habían sido ejecutados directamente por la mano de Dios a causa de su transgresión y, por consiguiente, no debían hacer duelo por ellos, para que no pareciese que defendían el pecado o recriminaban a la justicia de Dios por haberles castigado. No cabe duda de que resultó muy duro para Aarón y sus hijos reprimir su dolor en esta circunstancia tan dolorosa, pero la razón y la gracia se impusieron a la emoción, y soportaron la aflicción con una paciencia obediente. Dichosos los que se ponen así bajo el gobierno de Dios, y tienen sus pasiones bajo su propio control.

2. El pueblo debe hacer duelo: Vuestros hermanos, toda la casa de Israel, sí lamentarán por el incendio que Jehová ha hecho. La congregación debe lamentarse, no sólo por la pérdida de sus sacerdotes, sino especialmente por el desagrado de Dios a causa del pecado que ellos habían cometido.

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