Levítico 14:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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I. Se tiene por cierto que la plaga de la lepra no es una enfermedad incurable. El rey Uzías continuó leproso hasta el día de su muerte, pero María sólo lo estuvo durante siete días; podemos suponer que, muchas veces, desaparecía por sí sola con el tiempo.

II. El dictamen de la curación, como el del diagnóstico, estaba reservado al sacerdote, quien debía salir al campo en busca del leproso, para ver si se le había curado la lepra (v. Lev 14:3). Era una medida de compasión hacia los pobres leprosos el que los sacerdotes tuviesen especiales órdenes para atenderles. Al estar el leproso apartado de la sociedad, y no poder ir a los sacerdotes, estaba puesto en razón que los sacerdotes fuesen a él. ¿Está enfermo alguno de vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, los ministros de Dios (Stg 5:14). Si lo aplicamos a la lepra espiritual del pecado esto insinúa que, cuando nos retiramos de los que andan desordenadamente para que sean avergonzados, no debemos tenerlos por enemigos, sino amonestarlos como a hermanos (2Ts 3:15). Y también, que, cuando Dios por medio de su gracia, ha traído de nuevo al arrepentimiento a quienes estaban fuera de comunión por escándalo, hay que recibirlos de nuevo con ternura, gozo y afecto sincero. Así Pablo ordena acerca del corintio puesto fuera de comunión que, cuando había dado señales evidentes de su arrepentimiento, debían perdonarle y consolarle, y reafirmar su amor hacia él (2Co 2:7-8).

III. Cuando se veía que la lepra estaba curada, el sacerdote debía declararlo con especial solemnidad. El leproso o sus amigos tenían que presentar dos avecillas vivas, cazadas con este objetivo (cualquier clase de aves que fuesen limpias), y madera de cedro, grana e hisopo. 1. Había de hacerse un preparado de sangre y agua, con el que se rociaba al leproso. Una de las aves había de ser inmolada sobre un vaso de barro que contuviese agua viva (agua de manantial). 2. La avecilla viva, con el cedro, la grana y el hisopo, eran mojados en la sangre vertida sobre el agua, con la que había que rociar siete veces sobre el que se purificaba de la lepra (vv. Lev 14:6-7). Parece ser que la madera de cedro significaba la restauración del leproso a su salud y fuerza, porque es la clase de madera que mejor resiste a la putrefacción. La grana significaba que el leproso había recuperado su color sano, pues la lepra le había vuelto blanco como la nieve. Y el hisopo, que absorbe fácilmente el líquido y lo suelta después cuando se rocía con él, perfumándolo con su buen olor indicaba que se había retirado del leproso el mal olor que suele acompañar a esa enfermedad. El cedro, que es el árbol más noble y majestuoso, se usaba en este servicio junto con el hisopo, que es la más ruin de las plantas (1Re 4:33). El leproso tenía que ser rociado siete veces, para significar una purificación perfecta, en alusión a lo cual ora David, diciendo: Lávame a fondo de mi maldad (Sal 51:2). A Naamán se le ordenó que se lavara siete veces (2Re 5:10). 3. La avecilla viva tenía que ser suelta entonces a campo abierto, para significar que el leproso, una vez purificado, no sólo volvía a la vida normal, sino que, al no estar ya bajo restricción ni confinamiento, podía dirigirse libremente a donde mejor le pareciese. Pero, como el vuelo del ave viva era hacia arriba, eso le sugería que, de allí en adelante, había de buscar las cosas de arriba (Col 3:1-2), y no emplear esta nueva vida que Dios le había otorgado, meramente en la búsqueda de las cosas terrenales. Aquellos cuyas almas estaban hundidas hasta el polvo (Sal 44:25), en aflicción y miedo, ahora vuelan por el amplio firmamento de los cielos y se remontan con las alas de la fe, la esperanza, el gozo y el amor. 4. El sacerdote debía, con esto, declararlos limpios. Limpios son en verdad los que Cristo declara tales, y no necesitan tener en cuenta lo que los hombres digan de ellos. Pero, aunque Cristo era el fin de la ley para justicia (Rom 10:4), en los días de su carne fue puesto bajo la ley (Gál 4:4) que todavía estaba en vigor, y, por eso, ordenó a los leprosos que había curado milagrosamente que fueran a mostrarse al sacerdote y presentar la ofrenda que ordenó Moisés (Mat 8:4; Luc 5:14). 5. Cuando el leproso era declarado limpio, debía lavarse el cuerpo y los vestidos y raerse todo el pelo (v. Lev 14:8), y permanecer todavía otros siete días fuera del campamento, y al séptimo día debía repetir el lavado y el rapado (v. Lev 14:9). Una vez que el sacerdote le había declarado limpio de la enfermedad, él debía limpiarse lo mejor posible de todos los restos de ella y de cualquier otra contaminación.

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