Levítico 16:20 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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1. La siguiente ceremonia que tenía que realizar el sumo sacerdote, después de presentar al Señor los sacrificios expiatorios mediante el rociamiento de su sangre, era confesar los pecados de Israel y poner ambas manos sobre la cabeza del macho cabrío que había quedado vivo (vv. Lev 16:20-21); y cuandoquiera que se ponían las manos sobre la cabeza de cualquier sacrificio, siempre se hacía confesión. En tiempos posteriores, esta confesión improvisada degeneró en una fórmula ya fija para uso del sumo sacerdote. Con esta confesión, ponía los pecados de Israel sobre la cabeza del macho cabrío (v. Lev 16:21). 2. Entonces el macho cabrío era enviado inmediatamente al desierto por una mano diestra para ello, a una tierra no habitada; y Dios les permitió dramatizar mediante este despido del macho cabrío el despido de sus pecados mediante una remisión libre y plena: Llevará sobre sí todas las iniquidades de ellos (v. Lev 16:22). Los judíos posteriores tenían la costumbre de atar un hilo de ropa de color escarlata a los cuernos del macho cabrío y otro a la puerta del Templo o a la cima de la roca por donde fue costumbre después precipitar al macho cabrío (ya que no era posible encontrar lugar deshabitado del que no pudiese volver), y concluían que si se volvía blanco (según dicen ellos que acostumbraba ocurrir), los pecados de Israel quedaban perdonados como está escrito: Aunque sean rojos (vuestros pecados) como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana (Isa 1:18). Y añaden que, durante los cuarenta años anteriores a la destrucción de Jerusalén por los romanos, el hilo escarlata nunca más cambió de color lo cual es una franca confesión de que al haber rechazado la realidad, no hallaban sustitución en la sombra. 3. Después el sumo sacerdote tenía que quitarse las vestiduras de lino en el tabernáculo, y dejarlas allí, para no volver a ponérselas ni él ni ningún otro, según dicen los judíos, pues las hacían nuevas cada año; debía luego lavar su cuerpo con agua, ponerse las vestiduras ricas, y entonces ofrecer su holocausto y el del pueblo (vv. Lev 16:23-24). Una vez que tenemos el consuelo del perdón, debemos dar a Dios la gloria que le corresponde por ello. 4. La carne de los sacrificios de expiación, cuya sangre había sido introducida en el lugar santísimo, tenía que ser quemada a cierta distancia fuera del campamento, para significar, por una parte, el despojarnos del pecado por medio de un sincero arrepentimiento y un espíritu ferviente, y, por otra, la remisión completa del pecado por la gracia de Dios, alejando para siempre de nosotros el pecado, de modo que nunca pueda volver a levantarse contra nosotros en el juicio. 5. La persona que se llevó el macho cabrío vivo al desierto, y los que quemaron el sacrificio de expiación, habían de ser considerados como ceremonialmente inmundos y no podían entrar en el campamento hasta que se hubiesen lavado las ropas y el cuerpo con agua, lo cual simbolizaba la naturaleza contaminadora del pecado. 6. Hecho todo esto, el sumo sacerdote entraba de nuevo en el lugar santísimo para recoger su incensario, y así se volvía a su casa con gozo, porque había realizado su servicio y no había muerto.

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