Lucas 10:38 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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I. Visita que Jesús hizo a las hermanas de Lázaro: «Aconteció que yendo ellos de camino (Jesús y los Doce), entró Él (Él solo, no los Apóstoles) en una aldea, y una mujer llamada María le recibió en su casa» (v. Luc 10:38). Vemos, pues, que:

1. Jesús, y Él solo, como se ve claramente en el original, entró en la aldea, mientras los discípulos proseguirían su camino. Aunque Lucas no nos da el nombre de la aldea, es seguro que se trata de Betania, pues es allí donde las hermanas vivían con su hermano Lázaro, a quien tampoco se nombra aquí, porque no hace al caso en la lección del episodio. Jesús recorría ciudades y aldeas, y tanto en unas como en otras tenía amigos, lo mismo que enemigos.

2. Marta fue la que le salió a recibir (comp. con Jua 11:20), lo que denota su temperamento activo y extravertido. Jesús amaba a esta familia (Jua 11:5) y parece ser que les visitaba con alguna frecuencia. Por lo de «su casa», algunos autores opinan que era la esposa de Simón el leproso (comp. con Mar 14:3); otros, que era viuda. Pero el texto no da indicios ni de lo uno ni de lo otro. Aunque por este tiempo era muy peligroso tener mucha amistad con Jesús, esta mujer (toda la familia) tenía para Jesús un aprecio tal, que no les importaba el peligro que estas visitas les pudieran acarrear. Esta buena disposición de estos amigos era, sin duda, un consuelo para Jesús, cuando eran tantos los que le rechazaban.

II. La atención con que María, la hermana de Marta, escuchaba la palabra de Cristo (v. Luc 10:39). 1. «Oía su palabra.» Parece ser que Jesús, tan pronto como entró en casa de Marta, se dedicó a Su gran obra de predicar el Evangelio. Un buen sermón nunca se hace malo por el mero hecho de ser predicado en una casa. Y, puesto que Cristo está presto para hablar, nosotros debemos estar prestos para oír. María se sentó para oír, lo que denota su interés en prestar atención. Su mente estaba dispuesta y su corazón estaba resuelto, no sólo a captar alguna palabra que otra, sino a recibir todo cuanto Cristo pronunciara. Si nos sentamos ahora a los pies de Cristo para oír, también nos sentaremos en breve con Él en Su trono para reinar.

III. La preocupación de Marta por los quehaceres de la casa. «Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres» (v. Luc 10:40), y por esta razón no estaba a los pies de Cristo como María. Las amas de casa conocen el cuidado y el afán que debe haber cuando se trata de atender a un invitado de alto rango. Obsérvese:

1. Algo digno de encomio, que no debe ser pasado por alto pues indica un gran respeto hacia el Señor Jesús. Marta se preocupaba, no precisamente por ostentación, sino por mostrar, del mejor modo posible, su afecto hacia el Maestro. Es un deber de las amas de casa atender debidamente a las faenas de la casa. La afectación exterior y el afán de comodidad son la causa de que los asuntos familiares sean tratados con negligencia o totalmente descuidados.

2. Algo digno de reprensión, porque la preocupación de Marta era excesiva. Tenía tanto interés en que el servicio material al Señor fuese espléndido, que esto le distraía de cosas más importantes. La ocupación es prudente y obligatoria, pero la preocupación es necia y hasta pecaminosa, pues denota agitación interior y falta de confianza en la providencia de Dios. Si hubiese disminuido algo del «mucho servicio» (lit.), pronto habría estado a los pies de Jesús como su hermana.

IV. La queja de Marta a Jesús acerca de la actitud de su hermana: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude» (v. Luc 10:40). Aquí podemos ver:

1. Que este modo de hablar de Marta mostraba su exceso de preocupación por las cosas materiales. Este exceso de preocupación sobre cosas del mundo es con frecuencia la causa de disturbios familiares y de contiendas entre parientes. Al estar enfadada con su hermana Marta apelaba a Cristo con el deseo de que también Jesús estuviese de acuerdo con ella y justificase su enfado. Es como si deseara que todos, tanto su hermana como Jesús, participaran de su preocupación. La disposición constante a apelar a Dios no significa que la persona tenga siempre razón; por consiguiente, hemos de estar sobre aviso, no sea que en algún momento esperemos que Cristo tenga por buenas nuestras querellas injustas e infundadas. Cuando Dios nos impone alguna carga, hemos de echar toda nuestra preocupación sobre Él (v. 1Pe 5:7), pero no las necias preocupaciones que nosotros mismos nos creamos.

2. Que este modo de hablar mostraba también un gran desprecio de la piedad y devoción de María. En vez de recibir alabanza de Marta por su actitud piadosa, María recibe reproche. Y no sólo María, sino el mismo Señor es también implicado en el reproche de Marta. No es un caso raro el que quienes son celosos por las cosas de Dios encuentren, no sólo oposición de parte de sus enemigos, sino también reproche y censura de parte de sus amigos y familiares.

V. La reprensión que Jesús dio a Marta por su excesiva preocupación: «Marta, Marta, estás preocupada y acongojada con muchas cosas. Pero sólo una cosa es necesaria» (vv. Luc 10:41-42). Vemos:

1. Que Jesús, a pesar de ser el huésped de Marta, la reprende: «Yo reprendo y corrijo a todos los que amo» (Apo 3:19). Los más amados de Cristo, si hacen algo impropio, pronto escucharán Su voz de reproche.

2. Que, al reprender a Marta, Jesús la llamó dos veces por su nombre. Siete veces ocurre esto en las Escrituras, cuatro veces en el Antiguo Testamento (Gén 22:11; Gén 46:2; Éxo 3:4; 1Sa 3:10) y tres en el Nuevo (Luc 10:41; Luc 22:31; Hch 9:4); y siempre va acompañada de un mensaje solemne dicha repetición. Aquí indica la justa y honda preocupación de Jesús por la injusta y excesiva preocupación de Marta, ya que tal actitud de Marta no era buena para su salud espiritual. Quienes se dejan atrapar por los cuidados de esta vida, difícilmente se dejan desligar de tal peligro.

3. Que Cristo reprocha a Marta, no sólo por la intensidad de su afán («estás preocupada y acongojada»), sino también por la extensión de su afán («con muchas cosas»). ¡Pobre Marta! La excesiva preocupación le ocasiona congoja, y la congoja le ocasiona enfado y mal humor. Un poco menos de servicio habría sido mucho mejor para la paz de su alma. Por desgracia, es un defecto común de los discípulos de Cristo el afán desordenado de activismo, tanto con respecto a cosas materiales como a las cosas mismas del Señor. El precio que pagan por ello es, a veces, muy alto, puesto que dañan su propia salud física y mental, con lo que se incapacitan para servir al Señor y a los hermanos como es debido.

4. Lo que agravaba el pecado y la necedad de Marta es que «sólo una cosa es necesaria» (v. Luc 10:42). Lo único necesario no es «un solo plato», como algunos opinan sin razón alguna, sino precisamente lo que María había escogido: sentarse a los pies de Cristo para escuchar Su palabra. La comunión con el Señor es lo único necesario, sin lo cual nada hay suficiente. Las «muchas cosas» tienden a dividir el corazón, mientras que la piedad tiene un poder unificante. El caso es que las muchas cosas que turbaban a Marta no eran necesarias, mientras que descuidaba lo único necesario. El cuidado de Marta era justo y bueno en su propia sazón y medida; pero su actual preocupación, no sólo era desmedida, sino también inoportuna. Esperaba Marta que Jesús reprendiera a María por no hacer lo que ella hacía, pero Jesús la reprendió por no hacer lo que María hacía. Día vendrá en que Marta deseará haber hecho lo que hizo su hermana. Aprendamos nosotros la lección ahora, pues aún estamos a tiempo.

VI. Finalmente tenemos la aprobación de Cristo a la devoción de María: «María ha escogido la parte buena». En efecto:

1. María había dado preferencia a lo que realmente la merecía, porque sólo una cosa es necesaria, y ella había preferido precisamente esa única cosa necesaria. La piedad sincera es una cosa necesaria; más aún, es la única cosa necesaria, pues es la única que nos acompañará hasta la otra vida.

2. Por consiguiente, María había obrado prudentemente con respecto a sí misma, y Cristo la vindica contra las querellas de su hermana. Tarde o temprano la elección de María quedará justificada, como lo será la de todos aquellos que escojan lo mismo que ella escogió. No sólo vindicó Jesús a María, sino que la aplaudió por su sabiduría al escoger la parte buena, ya que escogió, al recibir en su corazón la palabra de Jesús, un camino mejor de honrar y agradar a Cristo que el que escogió Marta proveyendo para el sustento material del Señor. Por donde vemos que: (A) Una parte con Cristo es una buena parte, porque es buena para el alma por toda la eternidad. (B) Es una parte que «no le será quitada», porque nada puede separarnos del amor de Cristo (Rom 8:39), y de nuestra parte en ese amor. Ni hombres ni demonios pueden arrebatárnosla, y Dios y Cristo no quieren quitárnosla. (C) Es señal de sabiduría, y cumplimiento de obligación, de parte de cada uno de nosotros escoger esa buena parte. María tuvo en su mano el escoger entre ser partícipe de la preocupación de Marta y adquirir reputación de una excelente ama de casa, o sentarse a los pies de Cristo y mostrar su condición de celosa discípula, y, de la elección que hizo en este punto, Cristo encomia su actitud fundamental constante.

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