Lucas 19:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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No hay duda de que hubo muchas conversiones a la fe de Cristo de las que no se nos dice nada en los Evangelios; pero Lucas nos ha conservado el caso de una conversión extraordinaria como es la de Zaqueo. Cristo pasaba a través de Jericó (v. Luc 19:1). Esta ciudad había sido edificada bajo maldición, pero Cristo la honró con su presencia, porque su Evangelio quita la maldición (v. Gál 3:13). Veamos:

I. Quién era este Zaqueo. Su nombre (hebreo, de una raíz que significa puro) da a entender claramente que era judío (v. el Zacay de Esd 2:9; Neh 7:14).

1. En cuanto al oficio que desempeñaba, se nos dice «que era un jefe de los cobradores de impuestos» (v. Luc 19:2). Ya sabemos que Jesús se relacionaba con los cobradores de impuestos, pero aquí es uno de los jefes de tal profesión. Así vemos que Jesús vino a salvar al jefe de los publicanos del mismo modo que vino a salvar al primero de los pecadores (1Ti 1:15).

2. En cuanto a su posición económica, se nos dice que era «rico». Cristo había declarado recientemente cuán difícil es que un rico entre en el reino de los cielos, pero aquí vemos el caso de un rico que se había perdido y fue encontrado, y no precisamente como el hijo pródigo, quien volvió en sí después de verse reducido a la mayor necesidad.

II. Cómo llegó a encontrarse con Cristo:

1. Tenía gran curiosidad por «ver quién era Jesús» (v. Luc 19:3). Es cosa natural que los hombres deseen ver, si les es posible, a aquellos cuya fama han oído; así pueden decir después que conocen personalmente a tal y tal señor. Pero a quien debemos desear ver, más que a nadie, es a Jesús. Como los griegos aquellos de Jua 12:21, hemos de decir: «Señor, queremos ver a Jesús». Si ahora procuramos verle con los ojos de la fe, después podremos disfrutar de su presencia, con cuya vista seremos inmensa y eternamente felices (v. 1Jn 3:2).

2. No podía satisfacer esta curiosidad por los medios normales, «pues era pequeño de estatura», y la multitud era grande. Cristo no hacía milagros para mostrarse, sino que, como uno de nosotros, iba mezclado con la multitud. Pero muchos que son pequeños de estatura son grandes de corazón y altos de miras.

3. Para no quedar defraudado en su curiosidad, Zaqueo como si fuese un niño, «corriendo delante, subió a un sicómoro para verle» (v. Luc 19:4). Quienes sinceramente quieren ver a Cristo, usarán los medios apropiados para obtener alguna visión de Él. Quienes se ven a sí mismos pequeños han de aprovechar todas las oportunidades posibles para levantarse, por medio de la meditación y de la oración, a las alturas desde las que se divisa la persona de nuestro amado Salvador.

III. Cómo se percató Cristo de él, hasta llamarle por su nombre (v. Luc 19:5) y la eficacia de este llamamiento (v. Luc 19:6). Vemos que:

1. Cristo se invitó a Sí mismo a casa de Zaqueo: «Mirando hacia arriba, le vio y le dijo: Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy tengo que hospedarme en tu casa». Zaqueo se había subido al sicómoro para ver a Jesús, pero poco se podía figurar que Jesús se anticipó a Zaqueo con las bendiciones de su bondad, sobrepujó la expectación que Zaqueo tenía de verle y le animó en los pequeños comienzos que en él veía. El que albergue algún deseo de conocer a Cristo, será conocido de Él (comp. con 1Co 8:3). El que sólo deseaba ver a Cristo, fue admitido a conversar familiarmente con Él. A veces, aquellos que vienen a oír la Palabra de Dios sólo por curiosidad, sienten que su conciencia es despertada y se marchan con el corazón cambiado. Cristo le llama por su nombre: «Zaqueo», y le pide que se apresure a descender del árbol; no debe dudar ni quedarse parado, sino darse prisa, porque Cristo desea hospedarse en su casa y pasar algunas horas con él.

2. Zaqueo se sintió inundado de alegría al recibir tal honor de hospedar a Jesús en su casa: «Entonces él descendió aprisa, y le recibió gozoso» (v. Luc 19:6). Y la recepción que le tributó a Jesús en su casa era buen presagio de la que le iba a tributar en su corazón. ¡Cuántas veces nos ha dicho Jesús: Ábreme (Cnt 5:2), y nosotros sólo hemos buscado excusas para no abrirle! La presteza de Zaqueo debería llenarnos de vergüenza.

IV. La ofensa que el pueblo recibió por esta invitación de Jesús a Zaqueo. Aquellos judíos prontos siempre a censurar a Jesús «murmuraban, diciendo: Ha entrado a hospedarse con un hombre pecador» (v. Luc 19:7). ¿Acaso no eran ellos pecadores? ¿No era el objetivo de Cristo buscar y salvar a los perdidos pecadores? Estos murmuradores no tenían ninguna razón para hablar así: 1. Porque, aun cuando Zaqueo era publicano, y muchos de los cobradores de impuestos eran malos, no se seguía que todos lo fueran; 2. Aun cuando había sido pecador, no se podía asegurar que todavía lo fuera. Sólo Dios conoce el corazón y puede juzgar; nosotros no podemos ni debemos juzgar (Mat 7:1). Además, Dios ofrece a todos lugar y tiempo para arrepentirse (v. Hch 17:30) y también nosotros debemos orar y esperar que otros lleguen al arrepentimiento. 3. Aun cuando todavía fuera pecador, no podían reprochar a Jesús por ir a casa de él, pues ¿adónde ha de ir el médico sino a casa del enfermo?

V. Las pruebas que Zaqueo dio públicamente de que ya estaba sinceramente arrepentido (v. Luc 19:8). Por sus buenas obras podemos juzgar de la sinceridad de su fe y de su arrepentimiento. «Puesto de pie», como quien quiere dar a sus palabras firmeza y solemnidad, pronuncia como si fuera un voto a Dios y dirigiéndose al Señor, no a la gente, dio evidencia del cambio que se había producido en su corazón, a juzgar por el cambio que anuncia en su conducta para el futuro.

1. Zaqueo había amasado una buena fortuna (v. Luc 19:2), lo que no es de extrañar siendo jefe en un negocio de suyo próspero, pero resuelve emplear su fortuna conforme a la voluntad de Dios, y hacer el bien a sus semejantes: «Mira, Señor dice Zaqueo , voy a dar a los pobres la mitad de mis bienes» (v. Luc 19:8. «Doy …», dice el original con un presente ingresivo, como es obvio, no como algo que ya venía haciendo). Como si dijese: «Desde este momento, hago firme propósito de dar la mitad de los bienes a los pobres a quienes hasta ahora había tratado sin compasión; de esta forma quiero compensarles por haber descuidado durante tanto tiempo mi deber de amar al prójimo como a mí mismo». Zaqueo promete así dar a los pobres la mitad de su fortuna, lo que le obligaría a privarse de dispendios innecesarios. Esto lo menciona como fruto de su arrepentimiento.

2. Zaqueo es consciente de que no todo lo que tiene lo ha adquirido por medios honestos; por eso, promete restituir lo mal obtenido: «Y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado». Así:

(A) Viene a confesar paladinamente que ha obrado mal. Los que están arrepentidos de veras, han de reconocerse culpables, no sólo ante Dios en general, sino también en particular, por lo que han defraudado, perjudicado o injuriado al prójimo en el desempeño de sus oficios y en la forma como han llevado los negocios de este mundo con desdoro de la honradez y de la justicia.

(B) Admite que ha defraudado, seguramente mediante falsa acusación, puesto que tenían de su parte el poder al que servían lo cual les daba la oportunidad de satisfacer sus deseos de revancha mediante falsas acusaciones (v. Luc 3:13).

(C) Promete restituir el cuádruplo, yendo mucho más allá de lo que la Ley demandaba en tales casos (v. Núm 5:6-7). Notemos que no dice: «Si me obligan ante los tribunales, haré restitución» (hay quienes parecen honrados cuando no tienen escape), sino que lo hará espontánea y libremente. Todos cuantos están convencidos de que han causado perjuicio en la persona o en los bienes del prójimo, no pueden demostrar la sinceridad de su arrepentimiento de otro modo que haciendo restitución. Zaqueo no piensa que ya estará perdonado su pecado de extorsión con su promesa de dar a los pobres la mitad de sus bienes; dar de lo que no es nuestro no es caridad, sino hipocresía. Y no es nuestro lo que no ha llegado a nuestras manos por medios honestos.

VI. Cristo da por buena la conversión de Zaqueo (vv. Luc 19:9-10).

1. Cristo declara que Zaqueo es ahora un hombre dichoso: «Hoy ha venido la salvación a esta casa». Una vez convertido, es ya salvo. Cristo ha venido a esta casa y con sola su venida ha traído salvación consigo. Pero esto no es todo: «Hoy ha venido la salvación a esta casa». (A) Al convertirse Zaqueo, va a ser, más que nunca, bendición para su casa, pues va a traer a su casa los medios de gracia; al ser caritativo con los pobres va a atraer bendiciones a toda su familia. (B) Al ser Zaqueo llevado a Cristo, su familia entra también en relación con el Salvador, «por cuanto también Él es ahora, con toda propiedad, hijo de Abraham»; así que la bendición otorgada al gran patriarca de los creyentes, la cual se extiende incluso a los gentiles (v. Gál 3:6-9), se extiende, en primer lugar, a los creyentes hijos de Israel (v. Hch 2:39; Hch 13:46; etc.), y este Zaqueo, aunque publicano, es israelita. Ya era, por nacimiento, hijo de Abraham según la carne; pero, al ser cobrador de impuestos, era tenido por gentil (comp. con Mat 18:17). Sin embargo, al hacerse creyente con sincero arrepentimiento se hace tan verdadero hijo de Abraham como si nunca hubiese sido publicano.

2. Lo que Cristo ha hecho, al entrar en casa de Zaqueo, estaba muy en consonancia con el objetivo que le había traído a este mundo (v. Luc 19:10). Es la misma razón que había expresado para justificar su trato con los publicanos en otra ocasión (Mat 9:13). Allí dice: «No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento». Aquí dice: «Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido» (v. Luc 19:10). Por donde vemos: (A) El deplorable estado de los humanos: estábamos perdidos. Todo el mundo, tras la caída original, es un mundo perdido, como se pierde un viajero al errar su camino en un desierto o como se pierde un enfermo cuya enfermedad es incurable. (B) El misericordioso designio del Hijo de Dios: vino a buscar y a salvar; es decir, a buscar para salvar; pues una cosa se puede perder de dos maneras: cuando está fuera de su lugar, y cuando se echa a perder en el lugar donde está. De las dos maneras estábamos perdidos: fuera de nuestro lugar (v. Gén 3:9; Isa 53:6; Luc 15:17 «volviendo …») y echados a perder (v. Gén 3:6-7; Isa 53:5; Efe 2:1.). Por eso, Jesús emprendió, para salvarnos, un largo viaje (Mat 18:11-12) en tres largas etapas: del cielo, a la tierra; de este anonadamiento, a la humillación más profunda de la Cruz (Flp 2:6-8); de la Cruz, a la gloria (Flp 2:9-11). Cuando nuestra causa estaba perdida sin remedio, el Gran Abogado intervino para ganarnos el pleito (1Ti 2:5; 1Jn 2:1-2). Cuando nuestra enfermedad estaba desahuciada de todos los médicos, el Gran Especialista en Medicina General y en Cirugía Personal entró en el quirófano. Su designio, desde el principio, fue salvar (JESÚS = JEHOVÁ SALVA. V. Mat 1:21); y, para salvar, vino a buscar lo que necesitaba ser salvo, Y empleó todos los medios posibles y necesarios para tal objetivo. Y, como en el caso presente de Zaqueo, vino a buscar y a manifestarse a los que no le buscaban ni preguntaban por Él (Rom 10:20). De modo que, si alguno no se salva, no puede achacarlo a negligencia o desamor por parte de Cristo, pues Jesús podría decirle, como dijo Dios a Israel: «¿Qué más se podía haber hecho a mi viña, que yo no lo haya hecho en ella?» (Isa 5:4).

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