Lucas 21:29 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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I. En esta porción Cristo exhorta a sus discípulos a que observen «las señales de los tiempos» (Mat 16:3), para que disciernan el tiempo de la Segunda Venida. Lo hace mediante la exposición de una parábola: Del mismo modo que los brotes de los árboles indican que el invierno ha pasado y que ya ha venido la primavera, así también las señales que acaba de predecir serán el anuncio claro de que «está cerca el reino de Dios» (vv. Luc 21:29-31). Así como en el reino de la naturaleza hay un encadenamiento de causas y efectos, así también el reino de la divina providencia está regido por una secuencia de acontecimientos que se siguen unos a otros. Cuando vemos que la ruina de los perseguidores se apresura, podemos inferir que el reino de Dios se apresura también.

II. Jesús encarga a sus discípulos a que tengan por seguras y cercanas estas cosas: seguras porque «el cielo y la tierra pasarán (v. Apo 21:1), pero mis palabras de ningún modo pasarán» (v. Luc 21:33); cercanas: «De cierto os digo, que no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca» (v. Luc 21:32). (No estará de más, sin embargo, advertir que el sentido más probable de «esta generación» es que se refiere a la raza judía, no a una generación de 40 años. Nota del traductor.)

III. Jesús alerta a sus discípulos contra la falsa seguridad y la sensualidad (vv. Luc 21:34-35). Ésta es una advertencia aplicable a todos los creyentes de todas las épocas. Sólo podemos estar seguros cuando estamos a salvo del pecado. En todo tiempo hemos de velar para ello, pero hay tiempos que requieren una especial vigilancia. Jesús especifica aquí estos peligros:

1. El peligro de no estar alertados para la venida de aquel gran día. Es lamentable que ese día pueda venir de improviso sobre una persona, cazándole por sorpresa «como un lazo», sin esperarlo ni prepararse para él.

2. El peligro de entregarse a satisfacer los deseos de la carne y permitir que el corazón se cargue de libertinaje (v. Luc 21:34. Lit. se vuelva pesado con la crápula) y embriaguez, etc. Atinadamente señala Lenski: «En todos los alborotos y convulsiones del mundo, tanto como en todas las dificultades ordinarias, los hombres recurren a la bebida para ahogar sus dificultades». En Aragón se dice: «ahogar las penas en vino». ¡Qué triste es que los seres humanos busquen en las sombras de la inconsciencia un falso remedio para los males de que les acusa la conciencia! Cuando más alerta deberían estar, se sumen en el sopor; cuando más preocupados deberían estar por la salvación, se cargan de libertinaje y de las preocupaciones de esta vida. Este último suele ser el lazo peculiar de los hombres de negocios que no se preocupan de lo único necesario.

IV. Les aconseja que se preparen y estén listos para el gran día (v. Luc 21:36). Vemos:

1. Cuál debe ser el objetivo principal que han de tener en mente: «que sean tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre» (v. Luc 21:36). Así escaparán de todas esas calamidades y, especialmente de los pecados que causan dichas calamidades; así también podrán estar en pie, es decir, sin confusión e incólumes ante el tribunal del Hijo del Hombre. Para lo de «dignos», véase el comentario a 20:35. El mejor modo de ser tenidos por dignos es ser conscientes de nuestra propia indignidad.

2. Cuál debe ser el comportamiento con que han de conducirse: «Velad, pues, en todo tiempo orando …». Cuantos deseen disfrutar de gozo en aquel día, han de velar y orar: (A) Para estar en guardia contra el pecado y el peligro. (B) Para mantenerse en íntima comunión con el Señor. Sólo los que vivan una vida de oración en este mundo tendrán una vida de gloria y alabanza en el otro.

V. En los últimos versículos de este capítulo (vv. Luc 21:37-38), se nos refiere brevemente cómo pasó el Señor los tres o cuatro días que mediaron entre su entrada triunfal en Jerusalén y la noche en que fue entregado:

1. «Enseñaba de día en el templo.» Jesús era un predicador infatigable; contra viento y marea, frente al cansancio físico y la oposición de sus adversarios que le acechaban para echarle mano Él no cesaba de proclamar el Evangelio.

2. «Y salía a pasar las noches en el monte que se llama de los Olivos.» Aunque en el griego clásico, el verbo «pasar la noche» significaba «dormir a la intemperie», lo más probable es que Jesús pasase la noche, no precisamente orando toda la noche, sino hospedado en Betania, ya que esta villa estaba un poco más allá de la cima del Olivete.

3. Por las mañanas temprano, Jesús estaba de nuevo enseñando en el atrio del templo, adonde «el pueblo venía para oírle» (v. Luc 21:38). Era el pueblo sencillo, no los jefes, los que venían a oír las enseñanzas de Jesús. Muchas veces, el llamado despectivamente «vulgo» tiene, para las cosas de Dios, la mente más receptiva y el gusto más refinado que los distinguidos «expertos» en los conocimientos de este mundo.

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