Lucas 22:54 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Triste episodio de las negaciones de Pedro. Por la forma en que Lucas se expresa, parece ser que los que arrestaron a Jesús, aprensivos por el milagro que acababan de presenciar y con prisa de tenerle a buen recaudo, se apresuraron con cierta confusión a llevarle al tribunal del sumo sacerdote. Juan aporta más detalles que los sinópticos a este respecto. Parece ser que Anás y Caifás vivían en la misma casa, de modo que era fácil llevar al Señor de un aposento a otro sin salir a la calle. «Y Pedro seguía de lejos.»

I. Caída de Pedro.

1. Ya comenzó mal, por seguir a Cristo de lejos. Pensó quizá que, con este método, satisfacía a su conciencia siguiendo a Jesús, a la vez que salvaba su reputación siguiéndole de lejos.

2. Siguió peor pues se juntó con los enemigos de Jesús, los criados del sumo sacerdote: «Y después de encender fuego en medio del patio, y de sentarse juntos, Pedro se sentó entre ellos» (v. Luc 22:55), como si fuera uno de ellos. En tales circunstancias, el peligro de caída era inminente y previsible, pues al adverso ambiente se unía la cobardía y la depresión interior de Pedro.

3. Acabó pésimamente. A la simple observación de una criada, Pedro negó abiertamente a Jesús, pues declaró que no le conocía (vv. Luc 22:56-57). Poco después uno de los hombres que allí estaban dijo: «Tú también eres de ellos». Pedro volvió a negar (v. Luc 22:58). Por tercera vez, «Pasada como una hora, otro insistía diciendo: Verdaderamente también éste estaba con Él, porque también es galileo» (v. Luc 22:59). Pedro negó por tercera vez (v. Luc 22:60). Por Mat 26:73 sabemos que «su manera de hablar le descubría». Pedro no pudo ocultar su acento galileo. Mateo y Marcos añaden que esta tercera vez, Pedro añadió maldiciones y juramentos a su negación, en su esfuerzo desesperado por convencer a los presentes que no le ligaba ninguna relación con Jesús.

II. Recuperación de Pedro. Véase también cuán rápida y dichosa fue la forma en que Pedro se recobró de su caída:

1. El gallo cantó (por segunda vez), «mientras él todavía estaba hablando» (v. Luc 22:60), como Cristo le había predicho. Esto despertó a Pedro de su letargo espiritual y le hizo reflexionar. Es admirable cómo la providencia de Dios se sirve muchas veces de circunstancias al parecer insignificantes para hacer que los creyentes vuelvan en sí.

2. «El Señor se volvió y miró a Pedro» (v. Luc 22:61). Sólo Lucas nos ha conservado este precioso detalle. Aunque Pedro acababa de negarle tres veces, y Él mismo se hallaba como reo ante el tribunal del sumo sacerdote, Jesús, olvidado de sí como siempre, y al pensar solamente en Pedro, se dignó dirigirle una mirada de tristeza y de ternura, lo suficiente para llegarle a Pedro al corazón. Aunque Pedro acababa de negar a Jesús, Jesús no iba a negar a Pedro. ¡Qué consuelo es para nosotros saber que, aun cuando nosotros seamos infieles, Él permanece fiel (2Ti 2:13). Bastó una mirada de Jesús para enternecer a Pedro. Sólo Pedro podía conocer el alcance de esta mirada:

(A) Era una mirada de reconvención, como si dijese: «¿De veras que no me conoces, Pedro? Pues yo sí te conozco a ti. ¿Y cómo has podido negarme, precisamente tú, que fuiste el primero en confesarme como a Mesías e Hijo de Dios, y que prometiste, antes y más solemnemente que los otros, que no me negarías?

(B) Era una mirada de compasión, como si dijese: «¡Pobre Pedro! ¡Cómo has caído! ¿Qué sería de ti si no te ayudase yo a levantarte?»

(C) Era una mirada de dirección, pues así guiaba Jesús con la vista a Pedro para que se retirase a reflexionar por unos momentos sobre lo que acababa de hacer.

(D) Era una mirada de gracia. El canto del gallo no habría sido suficiente para suscitar el arrepentimiento de Pedro, a no ser por la gracia que Cristo podía conferir para que el corazón de Pedro se diese completamente la vuelta.

3. «Pedro se acordó de la palabra del Señor, como le había dicho: Antes que el gallo cante, me negarás tres veces» (v. Luc 22:61). Todo buen arrepentimiento comienza por un recuerdo (comp. con Luc 15:17; Apo 2:5, etc.). Este recuerdo será, cuando no haya remedio, uno de los mayores tormentos del Infierno (v. Luc 16:25).

4. «Y saliendo afuera, lloró amargamente» (v. Luc 22:62. V. el comentario a Mr. 14:72, para mayor detalle). Una sola mirada de Cristo hizo que el corazón de Pedro se derritiera en lágrimas de arrepentimiento por su pecado.

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