Lucas 5:17 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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I. Un informe general de la enseñanza y los milagros de Cristo (v. Luc 5:17). Era «un día» de la semana, no un sábado cuando Jesús «estaba enseñando». Predicar y oír la Palabra de Dios es cosa muy buena, si se hace bien, en cualquier día de la semana. Esto era en una casa (v. Luc 5:19), porque nada tiene de impropio el dar y recibir buena instrucción en los mismos lugares en que acostumbramos a hablar con nuestros familiares y amigos. «Y el poder del Señor estaba presente para sanarles.» Había poder para sanar cuerpos y almas, para impartir nueva luz y nueva vida, nueva naturaleza. Y este poder estaba presente, pues Cristo no tenía que ir a buscarlo, ya que lo llevaba siempre consigo. «Y estaban sentados allí unos fariseos y maestros de la ley»; no sentados a los pies de Él como para aprender de Él, sino, por lo que se deduce del contexto posterior, para espiarle y sorprenderle en algo por donde poder acusarle. ¡Cuántos hay en medio de nuestras asambleas que no están sentados bajo la Palabra, aunque estén sentados junto a la Palabra! Para ellos, es como un cuento que les entretiene, no como un mensaje que les sane. No tienen inconveniente en que se predique ante ellos, con tal de que no se les predique a ellos. Estos fariseos y escribas «habían venido de todas las aldeas de Galilea, y de Judea y de Jerusalén», es decir, de todas las partes del país. Cristo siguió con su obra de predicar y sanar, a pesar de que veía ante Sí aquellos fariseos que, como Él sabía muy bien, despreciaban sus enseñanzas y procuraban tenderle un lazo.

II. A continuación (vv. Luc 5:18-26), se nos refiere la curación de un paralítico. Veamos:

1. Las verdades que se nos enseñan y se nos confirman mediante el relato de esta curación:

(A) Que el pecado es la fuente de toda enfermedad, y que el perdón de los pecados es el único remedio para que se obtenga una verdadera recuperación de la enfermedad. Le presentan a Jesús un enfermo, y Él dice: «Hombre, tus pecados te quedan perdonados» (v. Luc 5:20). Como si dijese: «Ésta es la bendición que debes buscar y estimar más que ninguna otra». Las cuerdas de la iniquidad son las ligaduras de nuestra aflicción.

(B) Que Jesucristo tiene poder en la tierra para perdonar los pecados. Este era el punto central que quería Él demostrar: «Para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados» (v. Luc 5:24). Cristo se arroga la prerrogativa de perdonar los pecados, que es exclusiva de Dios, y a quien le pida una prueba, le dirá: «Muy bien; aquí está este hombre paralítico y con pecados; si no soy capaz de curar su enfermedad con mi palabra, podéis decir que tampoco tengo poder para perdonar sus pecados; pero, si puedo curarle, debéis reconocer que también puedo perdonar sus pecados». Y al aceptar el reto, implícito en la secreta murmuración de los fariseos y escribas (vv. Luc 5:21-22), «dijo al paralítico: levántate, toma tu camilla y vete a tu casa» (v. Luc 5:24). Deben, pues, admitir que no había falacia en su demanda, ni trampa en su demostración.

(C) Que Jesucristo es Dios. Esto se echa de ver, (a) por el conocimiento que tenía de los pensamientos íntimos de los fariseos y escribas (v. Luc 5:22); (b) por hacer aquello que los mismos fariseos confesaban que sólo Dios podía hacer. Ellos decían: «¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios?» (v. Luc 5:21). Y Jesús responde: «Para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene autoridad … para perdonar pecados» (v. Luc 5:24); ¿qué otra conclusión se deduce, sino que Él es Dios?

2. Los deberes que se nos enseñan y se nos ordenan mediante este relato:

(A) Cuando acudimos al Señor, debemos actuar con diligencia, con urgencia y hasta con importunidad. Los amigos de este paralítico hicieron todo lo posible por «introducirlo y colocarlo delante de Jesús» (v. Luc 5:18). Y, aunque parecía que los obstáculos eran insuperables, no cejaron en su empeño, sino que, al no poder entrar por la puerta, se las arreglaron para entrar por el techo, así, levantaron algunas losas de la azotea, descolgaron por allí al enfermo en su camilla, «y lo pusieron en medio, delante de Jesús» (v. Luc 5:19). En esto echó de ver Jesús la fe de ellos (v. Luc 5:20). Cuando el centurión y la mujer cananea, al creer que Jesús podía curar a distancia, no le trajeron sus pacientes, el Señor encomió la fe de ellos. Estos hombres, por el contrario, parecían temer que si no llevaban al enfermo a la presencia misma de Jesús, no le curaría. Con todo, Cristo no les censuró por incrédulos ni por débiles sino que, aun así, «vio la fe de ellos». Es un consuelo saber que nuestro Maestro está dispuesto a aceptarnos como somos, por poca fe que tengamos, con tal de que sea genuina.

(B) Cuando estamos enfermos, debemos poner mayor interés en que nuestros pecados sean perdonados, que en que se curen nuestras enfermedades.

(C) Debemos ser agradecidos a Dios por las continuas mercedes que de Él recibimos, como este enfermo, quien «se fue a su casa, glorificando a Dios» (v. Luc 5:25).

(D) Los milagros que Jesús obraba causaban el estupor de quienes los presenciaban (v. Luc 5:26), y nosotros debemos glorificar a Dios por ellos. Aquellas personas decían: «Hoy hemos visto cosas increíbles» (v. Luc 5:26. Lit. «paradojas»). «Glorificaban a Dios», que había enviado tal bienhechor a su país, y estaban «llenos de temor», es decir, de respeto y reverencia ante un poder claramente sobrenatural.

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