Lucas 7:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Entre esta porción y el relato paralelo de Mat 8:5. se hallan algunas diferencias fáciles de conciliar. En Mateo, por ejemplo, se dice que el propio centurión vino a Jesús, pero Lucas nos dice que el centurión hizo su petición por medio de unos «ancianos de los judíos» (v. Luc 7:3) y, después, por medio de «unos amigos» (v. Luc 7:6). Para un caso similar, puede verse Mat 20:20., compárse con Mar 10:35.

Se nos dice aquí que Jesús obró este milagro «después que acabó de dirigir todas estas palabras a los oídos del pueblo» (v. Luc 7:1). Cristo predicaba en público. Por eso, pudo responder a Anás: «Nada he hablado en oculto» (Jua 18:20).

I. El siervo (lit. esclavo) del centurión, del que se nos dice que «estaba enfermo y a punto de morir», era tenido por su amo en gran aprecio (v. Luc 7:2). La fidelidad, la diligencia, la obediencia y, probablemente, la competencia de este siervo le habían granjeado la alta estima del centurión. Esto dice mucho a favor de este siervo, y todos los siervos deberían procurar hacerse así de estimar por parte de sus dueños. Pero también dice mucho a favor del centurión, no sólo porque sabía apreciar la valía de su siervo, sino también por la pronta y fiel obediencia de los otros criados y de los soldados que tenía bajo sus órdenes, lo cual demuestra que su carácter era tan amable y generoso, que resultaba un placer obedecer sus órdenes, lo cual es, a su vez, un buen ejemplo para los amos, quienes deberían conocer aquel refrán castellano que dice: «Más moscas se cazan con una gota de miel que con un barril de vinagre». Los amos generosos merecen, y suelen tener, criados también generosos.

II. El centurión, «habiendo oído hablar de Jesús», envió a rogarle «que viniese a sanar a su siervo» (v. Luc 7:3). Esto lo hizo por medio de unos ancianos del pueblo, es decir, algo así como cabezas de la sinagoga y magistrados religiosos del lugar. Dice Bliss: «Éstos podían ser mensajeros más persuasivos que los sirvientes ordinarios; y ellos, al tomar en cuenta su amistad personal, estaban listos para hacer por él lo que ordinariamente habrían rehusado hacer por un centurión». Este centurión, por su parte, enviaría a Jesús estos ancianos, no sólo por ser judíos, sino también por ser personas importantes entre los judíos, ya que él se tenía por indigno de acudir en persona a Cristo. Por lo que se deduce del contexto, el centurión era lo que se llamaba «prosélito de la puerta», lo que comportaba aceptar las principales creencias y costumbres de los judíos, no «prosélito de la justicia», lo cual incluía además, y principalmente, la circuncisión.

III. Los ancianos a quienes el centurión había encargado esta comisión fueron buenos intercesores ante Jesús, pues «le rogaban con insistencia», suplicándole como el centurión no se habría atrevido a hacerlo y recomendando al peticionario con las palabras siguientes: «Es digno de que le concedas esto» (v. Luc 7:4). El centurión se tenía a sí mismo por indigno de recibir a Jesús (Mat 8:8), pero los ancianos estimaban que era digno, no sólo de recibir a Jesús, sino también de que Jesús sanase al siervo. Pero el motivo por el que más insistieron ante Cristo es que, aun cuando era gentil, esto es, no del pueblo judío, amaba al pueblo judío (lo que pocos gentiles hacían) y se preocupaba por la religión judía, puesto que les había edificado la sinagoga del lugar (v. Luc 7:5). De esta forma mostraba su interés por el Dios de Israel, y por las oraciones que habían de elevarse en la sinagoga al Dios de Israel. Contribuir a la construcción de lugares de culto es una buena obra, y los que hacen buenas obras de esta clase son dignos de doble honor.

IV. Jesús estaba presto a realizar lo que se le pedía a favor del centurión. Acompañó a los ancianos que el centurión le había enviado y se dirigía a su encuentro, a pesar de que el centurión era gentil. El centurión no se tenía por digno de que Cristo le visitase, pero Cristo creyó digno de sí el visitar al centurión. Como ha escrito muy bien el doctor Kevan: «El hombre no era digno de ser salvo, pero era digno de Dios salvar al hombre».

V. El centurión dio más pruebas de su humildad y de su fe: «Iba Jesús con ellos [con los ancianos], y cuando ya no estaba lejos de la casa, el centurión envió a Él unos amigos» con expresiones: 1. De humildad: «Señor, no te molestes más, porque no merezco el honor de que vengas a mí» (vv. Luc 7:6-7); lo cual indica el bajo concepto que tenía de sí mismo, a pesar de lo elevado de su posición militar, y además el alto concepto que tenía de Jesús, a pesar de que el Señor se hallaba en estado de humillación en el mundo. 2. De fe: «Dilo de palabra, y mi siervo será sano» (v. Luc 7:7). Y, a continuación ilustra su fe con la comparación, tomada de su misma profesión, de la obediencia pronta que los soldados y criados le prestaban a él, con la obediencia que las enfermedades habían de prestar a Cristo, como a Señor de la vida y de la muerte.

VI. «Al oír esto, Jesús se quedó maravillado de él» (v. Luc 7:9), es decir, de la fe del centurión, al ser éste un gentil. Y, ya que la fe del centurión honraba así al Señor, véase cómo el Señor honró la fe del centurión: «Volviéndose, dijo a la multitud que le seguía: Os digo que ni aun en Israel he hallado una fe tan grande». Cristo quería que los que le seguían se percatasen de los grandes ejemplos de fe, especialmente cuando los que tal fe muestran no se hallan tan ligados exteriormente a Jesús como los que profesan seguirle. De esta manera, los que nos gloriamos del nombre de cristianos quedamos, a veces, avergonzados por la fe de quienes no aparecen con el rótulo de creyentes. La fuerza de la fe de ellos confunde la debilidad de nuestra fe.

VII. La sanación del siervo fue rápida y completa: «Y cuando los que habían sido enviados regresaron a la casa, hallaron sano al siervo que había estado enfermo» (v. Luc 7:10). Cristo mostraba así que no hay favoritismos con Él (Rom 2:11), «sino que en toda nación, el que le teme y practica lo que es justo, le es acepto» (Hch 10:34-35). Es muy probable que, mediante este milagro, el centurión llegase a creer en el Señor como Salvador personal. Aunque esto no se nos dice expresamente, parece deducirse de Mat 8:11.

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