Lucas 8:40 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

Estudio Bíblico | Explicación de Lucas 8:40 | Comentario Bíblico Online

Cristo había sido despachado de la región de los gadarenos por los habitantes de aquella comarca, pero «cuando regresó a Galilea, le dio la bienvenida la multitud, porque todos le esperaban» (v. Luc 8:40). Así que, al regresar, se encontró con nuevas tareas que llevar a cabo. Siempre tenemos con nosotros a los necesitados. Tenemos ahora dos milagros entretejidos, de la misma manera que se nos narran en Mateo y en Marcos.

I. En esto, se presentó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, suplicando Su ayuda a favor de una hija suya, «única, de unos doce años, que se estaba muriendo» (vv. Luc 8:41-42). Jairo, «cayendo a los pies de Jesús, le suplicaba que entrara en su casa» (v. Luc 8:41), ya que no tenía una fe tan grande como el centurión, quien se contentaba con que Jesús pronunciase a distancia una palabra curativa. Pero Cristo accedió a ello y marchó en compañía de Jairo. Aunque Jesús aplaude la fe grande, no por eso rechaza la fe débil. Y, «mientras Él iba, la gente le apretujaba». No nos quejemos de la gente ni de sus modales, con tal que nos hallemos en el lugar de nuestro deber y al hacer el bien; pero si no es así, el mezclarse demasiado con la gente ruda no está exento de peligros. Con alguna exageración, decía el filósofo Séneca: «Cada vez que estoy con los hombres, vuelvo menos hombre».

II. Pero mientras Jesús marchaba con Jairo y continuaba apretujado por las turbas, «una mujer que padecía de una hemorragia desde hacía doce años, se acercó por detrás y tocó el borde de su manto» (vv. Luc 8:43-44). A pesar de ser médico él mismo, Lucas muestra su honradez al añadir (cosa que Mateo no hace) que esta mujer «había gastado en médicos todo cuanto tenía (aunque esta frase falta en algunos MSS) y no había podido ser curada por nadie». Marcos es mucho más fuerte en sus expresiones (v. Mar 5:25-26). La naturaleza de la enfermedad, de la que ni el propio Lucas da más detalles, era tal que la mujer prefirió acercarse ocultamente a Jesús, mezclada con la multitud, y tocar la orla de su manto. Su fe era fuerte, pues estaba segura de que, con sólo tocar la orla del manto de Jesús, quedaría curada (v. Mar 5:28), pues veía en el Señor una fuente de salud tan abundante, que aunque le robase, por decirlo así, algo de su virtud curativa, Él no se daría cuenta. Así es como, a veces, personas perdidas entre una gran multitud son tocadas por la gracia de Dios, curadas de sus pecados y salvadas de la condenación eterna. La mujer se sintió inmediatamente curada: «y al instante se detuvo su hemorragia» (v. Luc 8:44). Muchas veces, los creyentes sienten el consuelo de la comunión con el Señor, aun cuando pasen cerca de Él de incógnito.

III. Pero esta curación secreta pronto es descubierta:

1. Cristo se percata de la curación llevada a cabo: «Alguien me ha tocado, porque yo he notado que ha salido de mí un poder» (v. Luc 8:46). Los que han sido curados por la virtud que se deriva de Cristo tienen que reconocerlo, pues Él lo conoce. No dijo estas palabras en tono de reprensión, pues era para Él una satisfacción el que saliese de Sí mismo el poder para sanar. Quienes acudían a Él en busca de salud, eran tan bien acogidos como lo son por el sol quienes se deleitan en la luz.

2. La pobre mujer confesó su caso y el beneficio que había recibido: «Viendo la mujer que no había pasado inadvertida, vino temblando y cayó delante de Él» (v. Luc 8:47), aun cuando su fe la había sanado (v. Luc 8:48). Un sagrado temblor no es incompatible con una verdadera fe. La mujer «declaró en presencia de todo el pueblo por qué causa le había tocado, y cómo había sido sanada al instante» (v. Luc 8:47). Creyó que iba a ser sanada, y así lo fue conforme a su fe.

3. El gran Médico de cuerpos y almas le confirmó la curación que había recibido y la despidió con palabras de consuelo: «Hija, tu fe te ha sanado, vete en paz» (v. Luc 8:48). El modo de alcanzar la curación parecía subrepticio y solapado, pero el hecho de su curación fue público, confirmado y alabado; su curación había sido instantánea y completa.

IV. En esto, alguien viene a dar a Jairo la triste noticia de que su hija había muerto y que no molestase más al Maestro (v. Luc 8:49). Pero Jesús le anima y le dice: «No temas, cree solamente, y será sanada» (v. Luc 8:50). Nuestra fe en Cristo ha de ser atrevida y sin miedo. Aunque las dificultades parezcan imposibles de resolver, Él tiene poder omnímodo.

V. Los preparativos para devolver la vida a la niña:

1. Vemos cómo escogió Cristo a los que iban a ser testigos del milagro: «No permitió a nadie entrar con Él, excepto a Pedro, a Juan y a Jacobo, y al padre y a la madre de la muchacha» (v. Luc 8:51). Quizá le seguía aún la multitud, o parte de ella, pero era gente ruidosa y ruda, poco a propósito para una ocasión de duelo; así que no les dejó entrar. Sólo los padres de la muchacha y los tres Apóstoles que habían sido testigos de Su transfiguración y lo serían de Su agonía en Getsemaní, entraron con Él a la cámara donde yacía la muchacha.

2. Vemos cómo puso freno al llanto de quienes hacían el duelo: «Todos estaban llorando y lamentándose por ella, pero Él dijo: No lloréis más; no ha muerto, sino que duerme» (v. Luc 8:52). Jesús daba a entender en este caso particular que la niña iba a volver a la vida y, por tanto, para sus familiares y amigos, era como si hubiese estado durmiendo por poco tiempo. Pero esto tiene aplicación general a todos los que «duermen en el Señor», por tanto, no habríamos de entristecernos por ellos como los que no tienen esperanza en la vida eterna, pues el sepulcro es para el creyente lo que la palabra cementerio significa, es decir dormitorio. Sin embargo, aunque las palabras de Jesús tendían a consolar a los que se lamentaban, ellos «se burlaban de Él, sabiendo que estaba muerta» (v. Luc 8:53). Con esto demostraban: (A) Que no tenían fe en el poder de Jesús. (B) Que no había sinceridad en su llanto; estaban pagados para llorar y cumplían con lágrimas de cocodrilo. Por eso, Jesús los echó fuera a todos (v. Mar 5:40), ya que eran indignos de presenciar el milagro.

VI. La muchacha volvió a la vida: «Pero Él, tomándola de la mano, le dio voces, diciendo: Niña, levántate» (v. Luc 8:54). «Entonces su espíritu volvió» (v. Luc 8:55), detalle que sólo Lucas menciona. ¿Dónde estaba en ese intervalo el espíritu de la muchacha? No se nos dice pero podemos colegir que estaba en las manos del Padre de los espíritus (comp. con Ecl 12:7; Luc 23:46; Hch 7:59). Había la opinión entre los judíos de que el alma humana, al salir del cuerpo en el momento de la muerte, se queda cerca del cadáver durante tres días, marchándose definitivamente de él al cuarto día. Esto nos explicaría el que Jesús esperase hasta el cuarto día para resucitar a Lázaro (v. Jua 11:39), con lo que los enemigos de Jesús no tendrían ningún pretexto para alegar que dicha resurrección entraba dentro de los límites de lo naturalmente posible. Tan pronto como su espíritu volvió, «se levantó», y mostró con este movimiento que estaba real y completamente viva, como lo mostraba también por su apetito, pues Jesús «mandó que se le diese de comer» (v. Luc 8:55). A nadie ha de extrañar que «sus padres quedaran asombrados» (v. Luc 8:56).

Lucas 8:40 explicación
Lucas 8:40 reflexión para meditar
Lucas 8:40 resumen corto para entender
Lucas 8:40 explicación teológica para estudiar
Lucas 8:40 resumen para niños
Lucas 8:40 interpretación bíblica del texto

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí