Lucas 9:10 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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I. Tenemos ahora el informe que los Doce rindieron al Maestro sobre el éxito que habían tenido en la comisión que les había encomendado: «Vueltos los apóstoles, le contaron todo lo que habían hecho» (v. Luc 9:10).

II. El retiro que tuvieron, para tomarse algún respiro: «Y tomándolos, se retiró aparte a un lugar desierto» (v. Luc 9:10). Quien quiso que a los criados y criadas se les diese descanso, quiso también que Sus siervos descansaran de sus fatigas. Quienes tienen ministerios absorbentes, necesitan con frecuencia un poco de retiro no sólo para descanso del cuerpo, sino también para meditación y reflexión, con miras a ulteriores tareas ministeriales.

III. Poco duró el retiro, pues «la gente lo supo, y le siguió; y Él les recibió» (v. Luc 9:11). Aun cuando podría parecer que esta inesperada visita era, en estas circunstancias, inoportuna, Cristo les recibió. De Cristo hemos de aprender a excusar la rudeza de quienes vienen a nosotros en busca de ayuda, consejo o instrucción, aun cuando la hora pueda parecernos intempestiva. Bien se ha dicho que Jesús fue «el hombre para los demás». Es cierto; Jesús nunca se preocupó de Sí mismo: fue para los demás, porque Su alimento era hacer la voluntad del Padre (Jua 4:34), quien le había enviado a buscar y salvar lo perdido (Luc 19:10). «Y les hablaba del reino de Dios, y sanaba a los que necesitaban ser sanados» (v. Luc 9:11). Cristo tiene todavía este poder, pero sabe que muchas veces necesitamos la enfermedad para bien de nuestra alma, más que la sanidad física para bien de nuestro cuerpo. No olvidemos que también la muerte es el siervo que cura todas las enfermedades de los santos.

IV. La provisión abundante que para esta numerosa multitud preparó el Señor: A cinco mil hombres, sin contar las mujeres ni los niños (como sabemos por Mat 14:21), alimentó con cinco panes y dos peces (vv. Luc 9:16-17). Los cuatro evangelistas nos refieren este episodio, y es el único milagro que nos es referido por los cuatro. Respecto de Él, observemos aquí solamente:

1. Que quienes siguen diligentemente a Cristo en el camino del deber, negándose y exponiéndose así ellos mismos, son atendidos por Él de un modo especial, pues no permitirá que a quienes le temen y le sirven fielmente, les falte nada de lo necesario.

2. Nuestro Señor Jesucristo era de espíritu sumamente generoso. Los discípulos decían: «Despide a la gente, para que … encuentren alimentos» (v. Luc 9:12). Pero Cristo les replicó: «No, sino dadles vosotros de comer; que tengan también ellos de lo que nosotros podamos disponer». De esta forma, Cristo enseñaba a los Suyos, tanto ministros como creyentes ordinarios, a practicar la hospitalidad (v. Rom 12:13; 1Ti 5:10; Tit 1:8; Heb 13:2; 1Pe 4:9). Quienes sólo tienen un poco, que compartan ese poco y tendrán más (comp. con 1Re 17:12-16).

3. Jesucristo provee, no sólo de medicina, sino también de alimento. No sólo sana a los que necesitaban ser sanados, sino que también alimentaba a los que necesitaban ser alimentados. Y en el orden espiritual, no sólo nos sana con el perdón de los pecados, sino que nos alimenta con provisión de vida eterna (Jua 6:35-58).

4. Todos los dones del Señor han de ser recibidos y usados de manera ordenada: «Hacedlos sentar en grupos, de cincuenta en cincuenta» (v. Luc 9:14). Así distribuidos, era fácil contar los 5.000 hombres en 100 grupos de a 50 cada uno.

5. Cristo bendijo los panes y los peces levantando los ojos al cielo (v. Luc 9:16). Ante los beneficios recibidos de arriba (v. Stg 1:17), hemos de alzar nuestros ojos al cielo, como Cristo lo hizo, para mostrar nuestra gratitud a Dios y expresar nuestra dependencia de Él en todo; todo lo recibimos de Él, para servirle a Él en todo.

6. La bendición de Cristo hace que aun lo poco sobreabunde. Lo que produce la tierra es fruto de Su bendición, mediante la lluvia y el sol que Él envía sobre todos, y lo que produce de bueno nuestra alma es también producto de Su gracia, pues «somos hechura Suya, creados en Cristo Jesús para obras buenas, que Él preparó de antemano para que anduviésemos en ellas» (Efe 2:10). Estas mismas obras son llamadas «fruto del Espíritu Santo» (Gál 5:22-23).

7. Vemos también que Cristo sacia a quienes alimenta (v. Luc 9:17). Así como en Él hay suficiente para todos, así también hay bastante para cada uno, y no sólo bastante, sino sobrante. Las doce cestas de pedazos testifican de la sobreabundancia de la Mesa del Señor.

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