Marcos 10:17 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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I. Encuentro esperanzador entre Cristo y un joven. Marcos solamente dice: «uno». Mateo le llama «joven» (Mat 19:20, Mat 19:22); Lucas (Luc 18:18) le llama «príncipe» o «gobernante» (gr. arkhon).

1. Marcos añade el detalle de que vino hacia Jesús «corriendo»; echó a un lado la gravedad y la majestad de un príncipe para manifestar su prisa y anhelo; «corrió» como quien se apresura a obtener algo, a pedir un favor o suplicar socorro en una necesidad. Tenía la gran oportunidad de consultar a este gran profeta sobre algo de sumo interés y no quería desperdiciar la ocasión.

2. Vino hacia Jesús cuando éste «salía para ponerse en camino» en compañía de otras personas; al menos, de Sus discípulos; «y cayó de rodillas ante Él», en señal de la gran estima y veneración en que le tenía, y del anhelo que abrigaba de oír Sus enseñanzas.

3. La pregunta que hizo a Jesús era seria y de suma importancia: «Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?» Considera posible heredar la vida eterna, como algo que está frente a nosotros y que nos es ofrecido. La mayoría de los hombres se interesa por el bien que se puede tener en este mundo, pero él pregunta por el bien que se debe hacer en este mundo; en otras palabras, pregunta sobre una felicidad que se obtiene por la vía del deber. Ahora bien, ésta era:

(A) Una pregunta muy seria. Cuando una persona comienza a preguntar sinceramente sobre lo que es menester para ir al Cielo, empieza también a brillar un rayo de esperanza con respecto a su salvación.

(B) Fue propuesta a la persona adecuada para poder responderla, ya que era el Camino, y la Verdad, y la Vida, y vino del Cielo para abrir el camino del Cielo y mostrarlo después a los hombres. Mostrar este camino a los hombres es lo que todo predicador del Evangelio debe hacer.

(C) Fue propuesta con buena intención: para ser instruido sobre una materia de la mayor importancia. En Luc 10:25 hallamos la misma pregunta, hecha a Jesús por un «intérprete de la ley», pero con mala intención, pues era «para ponerle a prueba». No son buenas palabras lo que Cristo requiere, sino sincera intención.

4. Cristo le animó a proseguir, inquiriendo, ayudando (y también poniendo a prueba) a la fe del joven (v. Mar 10:18). Éste había llamado a Jesús «Maestro bueno». Cristo le hace ver que, en tal caso, está dando a entender que le tiene Por Dios, pues sólo Dios es absolutamente bueno, por ser la bondad infinita y en su fuente misma. Además, dirige la atención del joven hacia la práctica, al mencionar los seis mandamientos que pertenecen a la segunda tabla de la Ley, es decir los que se refieren a nuestra relación con el prójimo (v. Mar 10:19), omite el décimo del que todos los otros seis son el fruto, y pone en cambio en último lugar el quinto, el cual, por referirse al honor que debemos a los padres, está a caballo entre las dos partes del Decálogo por el contenido de piedad que incluye.

5. El joven parece bien preparado para heredar la vida eterna, ya que estaba libre de grave violación de los mandamientos divinos: «Maestro, todas estas cosas las he guardado desde mi juventud» (v. Mar 10:20). Pensaba sinceramente que había observado escrupulosamente todo ello. Y lo mismo pensaban también, sin duda, sus vecinos acerca de él.

6. «Jesús le miró y sintió afecto por él» (v. Mar 10:21). Cristo no puede menos de mirar con afecto a jóvenes que preguntan por el camino del Cielo y tratan de dirigirse rectamente hacia Él; especialmente, cuando son jóvenes ricos, más expuestos a sucumbir a la fascinación de lo terrenal, por disponer de suficientes recursos económicos para satisfacer sus deseos pecaminosos.

II. Ahora tenemos una triste retirada del joven ante las demandas que el seguimiento de Cristo impone.

1. Como cuando un dentista pone la aguja en el nervio de la muela cariada, así Cristo aplica al corazón del joven la piedra de toque. Los frutos del amor al prójimo parecían evidentes en la observancia de los mandamientos de la segunda tabla de la Ley, pero el Señor investiga la raíz: ¿está el corazón tan desprendido del afecto de Mamón (v. Mat 6:24) como para atreverse a vender cuanto tiene y darlo a los pobres para ir en seguimiento de Cristo, y heredar así la vida eterna? (v. Mar 10:21). ¿Era verdad que sinceramente anhelaba la vida eterna a toda costa? «Se veía palpablemente dice Trenchard que la quería como algo adicional a sus tesoros, pero que aún no se había visto desnudo ante la terrible realidad de la eternidad». ¿Creía realmente que hay «un tesoro en el cielo», suficientemente atractivo como para desprenderse de todos los tesoros de la tierra? ¿Estaba dispuesto a confiar en Cristo por fe, sin ver? ¿Le daría el crédito que se merece, hasta pechar con la cruz presente, en expectación de la corona futura? Aquí viene a cuento mencionar una equivocación muy frecuente entre los cristianos de que, si uno se convierte al Señor, va a tener una experiencia feliz. H. A. Sevener, presidente del American Board of Missions to the Jews escribió en un artículo (junio 1983) contra esta falsa idea. La noción de un «plan maravilloso, lleno de éxitos en tu vida, etc», es falsa. «La prosperidad material dice Sevener era una de las bendiciones condicionales de la sociedad teocrática del Antiguo Testamento y lo será en el futuro Reino mesiánico. Pero en la era presente a la Iglesia no se le ha prometido prosperidad, éxito y aceptación social … Jesús no prometió a Sus discípulos un maravilloso plan para sus vidas, sino un plan divino, que incluiría sufrimientos, aflicción, hambre, pérdida de amigos y cargos y hasta la posibilidad de una muerte cruenta … un plan que nos asegura que, aunque el mundo nos odie, Dios continuará amándonos y protegiéndonos. Vivimos en una época en que el cristianismo organizado se ha vuelto muy cómodo … Jesús dijo que hemos de ser la sal de la tierra, pero, en lugar de eso, la Iglesia ha procurado ser rica en posesiones materiales y convertirse en azúcar del mundo. El resultado es una Iglesia débil y sin poder. No debemos olvidar jamás que es Satanás quien promete a sus discípulos un plan maravilloso para sus vidas: un plan que incluye los reinos de este mundo.»

2. La espantada del joven ante el requerimiento de Jesús: «Pero él se puso triste al oír estas palabras y se marchó apesadumbrado, porque tenía muchas posesiones» (v. Mar 10:22). Se puso triste de no poder seguir a Cristo por un camino más fácil, echando mano de la vida eterna y conservando, al mismo tiempo, sus posesiones temporales. Pero, como no podía alcanzar ambas cosas a la vez, fue lo suficientemente sincero para no pretenderlo hipócritamente: «se marchó». Aquí se palpó la verdad de aquello que Cristo dijo: «No podéis servir a Dios y a Mamón» (Mat 6:24). Al adherirse a Mamón, el joven despreció automáticamente a Cristo. Ha preguntado por lo que le gusta en el mercado, pero se marcha triste y lo deja, porque no se lo puede llevar al precio que él se imaginaba.

III. A continuación, vemos el discurso de Cristo a Sus discípulos acerca de este tema. Estamos tentados a desear que el Señor hubiese endulzado Sus palabras y rebajado un poco el precio que había puesto al mandamiento de seguirle; una cruz menos pesada. Pero Él conocía a fondo el corazón humano (Jua 2:25, etc.) y no iba a rebajar del precio por el hecho de que fuese un gobernante joven y rico el postor. Las bendiciones divinas no están sometidas a vulgar regateo. Lo toma o lo deja. Si quiere marcharse, que se marche. Cristo no quiere tener consigo a nadie contra su voluntad.

1. La dificultad de la salvación de quienes poseen muchos bienes de este mundo. Quienes tienen mucho que dejar, hallan mucha dificultad en dejarse persuadir a que lo dejen por Cristo.

(A) «Entonces Jesús mirando en derredor, les dice a sus discípulos: ¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!» (v. Mar 10:23). Los ricos tienen muchas tentaciones que vencer, y muchas dificultades que superar, que los pobres no necesitan arrostrar. Pero, en el versículo Mar 10:24, Jesús explica que el peligro no está en poseer riquezas, sino en poner en ellas la confianza. Quienes tal estima otorgan a la riqueza material como para hacer de ella la base de sustentación (gr. hypóstasis, en Heb 11:1) de su vida, nunca apreciarán en su debido valor la gracia de Cristo y la gloria del Cielo. Los que tienen mucho, pero no ponen su confianza en ello, ya han obviado la gran dificultad; pueden fácilmente seguir a Cristo. Mientras que quienes tienen poco, pero ponen su corazón en eso, les apartará eso, aun siendo poco, del seguimiento de Cristo.

(B) Cristo refuerza su enseñanza con una ilustración muy fuerte: «Es más fácil que un camello pase a través del ojo de la aguja, que el que un rico entre en el reino de Dios» (v. Mar 10:25). Hay quienes opinan que Cristo se refería a un portillo de entrada en el muro de Jerusalén, llamado «el ojo de la aguja», por el que podía pasar con dificultad un camello arrodillado y descargado de parte de su peso a cuestas. Así también podría un rico entrar en el Cielo, al cumplir con algunas ceremonias de humildad religiosa y descargándose de parte de sus bienes en favor de los necesitados. Otros sugieren que el vocablo «camello» puede significar una gruesa soga, trenzada de muchas hebras, la cual sería símbolo del rico en comparación con el único hilo del pobre; esa soga no puede pasar por el ojo de la aguja, a no ser que se la destrence. Así también el rico debe soltarse y destrenzarse de sus riquezas, a fin de que hebra por hebra, pueda pasar por el ojo de la aguja, de lo contrario, sólo sirve para sujetar anclas en puertos de este mundo. Ambas opiniones son falsas en sus intentos de atenuar la dificultad, la cual ha de resolverse en una perspectiva diferente.

(C) «Los discípulos estaban atónitos ante sus palabras» (v. Mar 10:24). «Pero ellos se asombraban aún más, y decían entre ellos: Entonces, ¿quién puede ser salvo?» (v. Mar 10:26). Conocían las abundantes promesas de bienes temporales, según el Antiguo Testamento. Sabían también que los que poseen bienes materiales tienen mayores oportunidades de hacer el bien y, por eso se asombraban al oír que fuera tan difícil para los ricos entrar en el Cielo.

(D) Cristo les da la necesaria y oportuna explicación: «Con [los] hombres, imposible; pero no con Dios porque con Dios todo es posible» (v. Mar 10:27. Trad. literal). En otras palabras, para el que está en genuina comunión con Dios, confía en Él y depende de Su gracia, no hay nada imposible; por tanto, también los ricos pueden entrar en el reino de Dios si cumplen esa condición. Nótese que el original no dice que todas las cosas son posibles para Dios, lo cual no habría pasado de ser una perogrullada para la mentalidad judía, como ha mostrado con toda contundencia Martin Buber, sino que «todo es posible en compañía de Dios», ya que la obediencia a la voluntad divina implica una participación en la omnipotencia de Dios.

2. La grandeza de la salvación de los que, por poco que posean en este mundo, están dispuestos a dejarlo por seguir a Cristo. Esto lo asegura el Señor con ocasión de las palabras de Pedro (v. Mar 10:28): «Mira, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido». Dice el Crisóstomo: «¿Qué todo es ese bienaventurado Pedro? ¿La caña, la red, la barca, el oficio? ¿Eso es lo que nos quieres decir con la palabra todo? Sí, nos contesta. Pero no lo digo con vanagloria, sino que en mi pregunta quiero meter a toda la muchedumbre de los pobres. Había, en efecto, dicho el Señor: Si quieres ser perfecto vende lo que tienes y dalo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo. Ahora bien, porque ningún pobre pueda decir: ¿Luego si no tengo nada que vender no puedo ser perfecto?, pregunta Pedro al Señor, para que así te des cuenta, pobre, que nada pierdes por eso». El Señor responde a Pedro en los versículos Mar 10:29-30 y viene a decirle: «Bien hecho, Pedro; se te recompensará con abundancia, y no sólo a ti que has dejado tan poca cosa, sino también a quienes han dejado mucho, tanto como lo que ese joven posee».

(A) Se supone que la pérdida es muy grande. Cristo había hablado de riquezas materiales (gr. khrémata), y ahora especifica: en primer lugar, casa (donde habitar); en último lugar, campos (de donde mantenerse); en medio, menciona los parientes más próximos: hermanos, hermanas, madre, padre, hijos. Sin todo eso, el mundo es como un desierto; con todo, cuando nos vemos en la alternativa de despedirnos de todo eso o de Cristo, hemos de recordar que nuestro parentesco con Cristo es más cercano que el de ningún ser creado. La mayor prueba de la constancia de una buena persona tiene lugar cuando su amor a Cristo entra en competición con otro amor que, no sólo es bueno, sino también obligatorio. Para una persona así, no es difícil renunciar al placer por Cristo; pero renunciar a Padre, madre o esposa por Cristo, ya es más difícil. Y, con todo, debe hacerlo si no puede de otra manera seguir a Cristo.

(B) Pero, al mismo tiempo, la ventaja es todavía mayor que la pérdida. Recibirá «cien veces más ahora en este tiempo …, y en la era venidera, vida eterna» (v. Mar 10:30). Tendrá suficiente compensación mientras viva. Aun en medio de los sufrimientos el cristiano tendrá el ciento por uno en consuelos del Espíritu Paráclito (el «Consolador»), para compensar los frágiles y efímeros consuelos de las criaturas. Marcos es el único que registra la añadidura de Jesús: «con persecuciones». Aun cuando serán ganadores con Cristo, han de esperar no obstante, ser sufridores con Él. «Y en la era venidera, vida eterna.» Al recibir el ciento por uno en este mundo, habríamos de pensar que no se les va a estimular a esperar algo más. Pero, como si todo lo demás fuera poco, se les promete como añadidura lo principal, a la inversa de Mat 6:33, puesto que así como al que busca lo principal se le añadirá lo accesorio, así también al que deja por Cristo lo que es accesorio, se le añadirá lo principal.

(C) «Pero muchos primeros serán últimos y los últimos, primeros» (v. Mar 10:31). Esto admite dos sentidos: (a) Muchos que son «príncipes» como el joven rico, pasarán a ser «siervos», y viceversa; (b) muchos que llegaron primero, serán desbancados a favor de otros que llegarán después.

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