Marcos 12:28 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Sólo aquí tenemos el caso de un escriba que, haber escuchado a Jesús discutir con los saduceos y al ver cuán bien les había respondido, se atrevió a preguntarle con toda sinceridad acerca de algo que le preocupaba: «¿Cuál mandamiento es el más importante de todos?» (v. Mar 12:28). Mateo (Mat 22:35) dice que preguntó «por tentarlo». Algunos autores (entre ellos Trenchard) toman el vocablo en mal sentido, como si el escriba se hubiera acercado a Jesús con intención aviesa, y cambiado después al oír las sabias contestaciones del Maestro, tanto a los fariseos como a los saduceos; pero es mucho más probable, atendiendo a la construcción gramatical del original y al doble sentido del verbo, que lo hiciese, como dice Broadus por «probar el poder de Jesús para contestar preguntas difíciles). Lenski explica que la inclusión del inciso en Mateo se debe por la referencia a todo el grupo de fariseos que acompañaban al escriba. A primera vista, puede parecernos una pregunta necia o superflua la del escriba, ya que la respuesta estaba clara en el famoso shemá de Deu 6:4-9, pero hemos de tener en cuenta la posibilidad de confusión en un intérprete de la Ley con las complicadas reglas que habían inventado para determinar la categoría, mayor o menor, de los 613 preceptos de la Ley, 248 de ellos positivos, tantos decían como huesos tiene el cuerpo humano, y 365 negativos, tantos como los días del año. Así, pues, no hemos de pensar que viniese a Jesús con mala intención, sino en buscar sinceramente instrucción.

I. Al preguntar cuál era «el primer mandamiento de todos» (trad. lit.), no se refería el escriba a la prioridad de orden, sino de peso, dignidad e importancia. No es que haya mandamientos pequeños y grandes, pero es cierto que hay algunos más importantes que otros (por ejemplo, los morales son más importantes que los rituales), de la misma manera que hay pecados más graves que otros (comp. Stg 2:10 con Jua 19:11). El escriba, pues quería saber cuál era el mandamiento más importante de todos.

II. Jesús le responde directamente: «El más importante es: Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es un solo Señor, etc.» (vv. Mar 12:29-31). Notemos que Jesús no le dice: «¿Por qué me tientas?», como a los fariseos; ni tampoco: «Yerras por ignorancia», como a los saduceos; sino que reconoce la sinceridad de la pregunta, y la responde clara y sencillamente. A quienes sinceramente desean ser instruidos acerca de sus deberes, el Señor les mostrará sus caminos y les enseñará sus sendas (Sal 25:4). Jesús le dice al escriba:

1. Que el mandamiento más importante de todos, porque, en realidad, los incluye a todos, es «amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente y con todas las fuerzas» (v. Mar 12:30). Cuando este mandamiento impera en nuestro espíritu, engendra una disposición correcta para cumplir cualquier otro deber. El amor es en el corazón el afecto conductor de los demás; el amor de Dios es la gracia conductora en un alma regenerada. Cuando esto existe, todo va bien; cuando esto falta, de nada sirve lo demás (v. 1Co 13:1-3). Si amamos a Dios con todo nuestro corazón, no habrá lugar para rivales de Dios en el trono de nuestro ser. Ningún otro mandamiento será gravoso, si somos llevados en alas del amor (v. 1Jn 5:3). En Marcos, el Señor coloca delante del primer mandamiento la gran verdad doctrinal en que aquél se apoya: «el Señor Dios es UNO» (v. Mar 12:29). Si creemos esto firmemente, se seguirá como lógica consecuencia, que hemos de amarle con todo nuestro corazón, pues, al no haber otro Dios, no puede existir rival que comparta con Él el trono.

2. Que el segundo gran mandamiento es: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (v. Mar 12:31), y debemos mostrarlo haciendo a los demás lo que queremos que los demás nos hagan (Mat 7:12). Debemos amar a Dios más que a nosotros mismos, pues Él es el Señor de todos, y hemos de amar al prójimo como a nosotros mismos, porque es de la misma naturaleza que nosotros; ¿no nos ha creado un mismo Dios? Y si se trata de un hermano en la fe, la obligación es todavía más fuerte (v. Jua 13:34-35); ¿no nos ha redimido un mismo Salvador? Bien pudo añadir Jesús: «No hay otro mandamiento mayor que éstos». Más aún, así como el amor a Dios es el fundamento del amor al prójimo (v. 1Jn 5:2), así también el amor al hermano es la garantía visible de nuestro amor a Dios (v. 1Jn 4:20). Por eso, leemos que «el que ama al prójimo, ha cumplido la ley» (Rom 13:8; Gál 5:14). Si en ese mandamiento se cumple la ley, hemos de tomar conciencia de su importancia y ver de cumplirlo en cada situación, pues todas las demás situaciones de obediencia se contemplarán a la luz de esta lógica consecuencia.

III. El escriba estuvo de acuerdo con lo que Cristo decía (vv. Mar 12:32-33).

1. Vemos que encomia la forma en que Jesús ha contestado a la pregunta: «Bien, Maestro; con verdad has dicho …». Como evidencia contra los que persiguieron a Cristo y le tacharon de impostor, se levanta la confesión sincera de uno de ellos, y asegura que Cristo dijo la verdad y que la dijo bien. Así debemos suscribir nosotros todos los dichos de Jesús, y al sellar con nuestro testimonio la verdad de los mismos.

2. No sólo asiente a lo que Jesús ha dicho, sino que comenta sobre ello, y dice: «Con verdad has dicho que hay un solo Dios, y que no hay otro sino Él» (v. Mar 12:32). También comenta sobre el amor al prójimo, diciendo: «y el amar al prójimo como a sí mismo es más que todos los holocaustos y sacrificios» (v. Mar 12:33). Había quienes sostenían que la ley de los sacrificios era el mandamiento más importante de todos; pero este escriba está completamente de acuerdo con nuestro Salvador en esto: que la ley del amor a Dios y a nuestro prójimo es más importante que la del sacrificio, incluso más que la ley de los holocaustos.

IV. Cristo aprueba lo que el escriba acaba de decir y le anima a seguir adelante en su anhelo de conocer la verdad (v. Mar 12:34).

1. Jesús reconoce que el escriba ha entendido bien hasta ahora: «Y Jesús, viendo que le había contestado con sensatez …». El Señor se agradó de ello tanto más, cuanto que recientemente se había encontrado con muchos que habían contestado insensatamente; en cambio, éste había contestado como quien tiene seso, pone empeño en conocer la verdad y carece de prejuicios que le trastornen la visión.

2. Jesús reconoce también que el escriba se halla en buena disposición para hacer buenos progresos: «No estás lejos del reino de Dios»; esto es, del reino de la gracia y de la gloria. Quienes hacen buen uso de la luz que tienen y caminan tan lejos como esa luz les alumbra, es de esperar que, por la gracia de Dios, serán conducidos más cerca de la verdad completa. No se nos dice qué fue de este escriba más tarde, pero «hemos de esperar dice Trenchard que, como aquél (Nicodemo), llegaría a percibir «la puerta estrecha» que daba entrada al Reino después de la tremenda revelación de la Cruz y de la Resurrección. No se salvaría por no estar lejos , ni por comprender intelectualmente cómo era el Reino, sino por humillarse como un niño para recibir la vida eterna de Jesucristo». Si no llegó a entrar en el Reino, no nos ha de extrañar, pues hay muchos que «no están lejos del Reino de Dios» y, sin embargo, nunca entran en él (comp. con Hch 26:28).

3. La porción termina diciéndonos que, después de esto, «nadie se atrevía más a hacerle preguntas». Los que deseaban aprender, tenían vergüenza de preguntarle; y los que deseaban tenderle trampa, tenían miedo de preguntarle.

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