Marcos 2:18 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Después de eso, vemos que Jesús tiene ocasión de vindicar a Sus propios discípulos de otra acusación.

I. Les justifica primero por no ayunar ¿Por qué ayunaban los fariseos y los discípulos de Juan? Los fariseos ayunaban dos veces por semana (v. Luc 18:12) y probablemente lo hacían también los discípulos del Bautista. Así es como algunos estrictos profesantes hacen de sus prácticas una norma general, y condenan y censuran a todos cuantos no llegan al nivel del ascetismo que ellos observan. Los que aquí tenemos ante nuestros ojos, sugieren envidiosamente que, si Cristo come con los pecadores para hacerles bien los discípulos de Jesús, sin embargo, aprovechan la oportunidad para dar rienda suelta a su gula, sin saber los beneficios espirituales que trae el ayunar. Los mal pensados siempre sospechan lo peor.

Cristo alega dos excusas para sus discípulos por no ayunar:

1. Que estaban en días de fiesta y, por eso, no era el tiempo oportuno para ayunar como lo sería después (vv. Mar 2:19-20). Cada cosa requiere su tiempo (Ecl 3:1-8).

2. Que era demasiado temprano para ellos, pues no estaban preparados para los ejercicios severos de la religión como lo estarían después. Los fariseos estaban muy acostumbrados a tales actividades; y Juan el Bautista no comía ni bebía (Mat 11:18). Pero no era ese el caso de los discípulos de Jesús, pues el propio Maestro comía y bebía (Mat 11:19), y no había ejercitado aún a Sus discípulos en las prácticas difíciles de la religión. Ponerles a ayunar de inmediato les habría desanimado de seguirle, y habría sido como «poner un remiendo de paño burdo en un vestido viejo» o como «echar un vino nuevo en odres viejos» (vv. Mar 2:21-22). Dios, que conoce la fragilidad de los neófitos en la fe, pues son débiles y tiernos, los trata con paciencia y amor; y lo mismo debemos hacer nosotros. No se debe esperar más que el trabajo de cada día en su día; y, en ese día, de acuerdo con las fuerzas que se tienen. Los cristianos que son aún débiles no deben cargarse con cargas demasiado pesadas, ni hacer del yugo de Cristo lo que no es, pues su yugo es fácil, dulce y ligero.

II. Jesús justifica también a Sus discípulos por arrancar espigas de trigo en día de sábado, lo cual, con toda certeza, los discípulos de los fariseos no se habrían atrevido a hacer, puesto que era directamente contrario a la tradición de los ancianos. Consideran estos fariseos que la escuela de Jesús es demasiado fácil, puesto que, en opinión de ellos, permite tales desmanes. Es cosa muy común entre los que niegan la eficacia de la piedad el guardar celosamente la apariencia de ella (2Ti 3:5), y censurar a los que no guardan las formas de ellos. Obsérvese:

1. Qué desayuno tan frugal tenían los discípulos de Jesús en aquella mañana del sábado, cuando seguramente se dirigían a la sinagoga: «comenzaron a abrirse camino arrancando las espigas» (v. Mar 2:23), pues esto era lo único que tenían a mano. Tan atentos estaban al alimento espiritual que el Maestro les procuraba, que se olvidaban hasta del necesario sustento del cuerpo.

2. Cómo aun esto desagradó tanto a los fariseos, bajo suposición de que el arrancar espigas equivalía al oficio servil de segar, lo cual estaba prohibido en la Ley (Éxo 20:10): «Mira, ¿por qué hacen en sábado lo que no es lícito?» (v. Mar 2:24). Los ojos de los fariseos estaban puestos, más que en los discípulos de Jesús, en Jesús mismo, como recriminándole de que no reprendiese a Sus discípulos. Pero en esto, los fariseos no seguían la Ley, sino las ridículas interpretaciones de algunos rabinos estrictos, para quienes arrancar espigas era una manera de segar. Es curioso que, cuando los fariseos juzgaron que Cristo se comportaba indebidamente, se dirigieron a los discípulos; y ahora que piensan que son los discípulos los que se comportan indebidamente, no se dirigen a ellos, sino al Señor.

3. Vemos a continuación cómo les defiende Jesús: (A) Cita un notable precedente, en lo que David había hecho en una ocasión parecida, cuando comió de los panes de la proposición, que estaban reservados a los sacerdotes (vv. Mar 2:25-26): «¿Nunca habéis leído?» Los fariseos habían leído, sin duda, el relato de 1Sa 21:3-6, pero no habían acertado a relacionarlo con Éxo 20:10. Jesús les echa en cara el desconocimiento de las Escrituras, a pesar de todo el empeño que ponían en aprenderlas de memoria (Comp. con Jua 5:39-40). Aquí aprendemos que las observancias rituales deben dejar paso a las necesidades físicas lo mismo que a las obligaciones morales. (B) Da una muy buena razón: «El sábado fue instituido para el hombre, y no el hombre para el sábado» (v. Mar 2:27). El sábado es una institución sagrada y divina, pero ha de observarse como un beneficio y un privilegio, no como una carga insoportable. Dios nunca se propuso que fuera una imposición y tampoco nosotros debemos tomarlo así ni imponerlo a otros. El ser humano fue hecho para Dios, para Su honor y servicio, no para el sábado. Por eso, quiso que el sábado fuera para el hombre, para su beneficio y descanso. En ello Dios mostró su preocupación por la salud de nuestro cuerpo, y quiso que descansásemos de nuestro trabajo del resto de la semana, pero tuvo mucho más interés en la salud de nuestra alma: El sábado fue hecho día de descanso, a fin de que pudiésemos dedicarnos a una obra santa, obra de alabanza y de acción de gracias, de comunión más íntima con Dios. Véase en esto, (a) cuán bueno es el Maestro a quien servimos, ya que todas Sus instituciones son para beneficio nuestro. No es Él, sino nosotros, quienes ganamos con servirle, (b) a qué debemos dedicarnos en el sábado. Si el sábado ha sido hecho para el hombre deberíamos preguntarnos a la noche de ese día: ¿En qué he mejorado hoy? (c) cuánto hemos de cuidar de que los ejercicios religiosos no resulten una carga ni para nosotros ni para otros, cuando Dios ha ordenado que nos sean de bendición. Consideremos quién es el autor del sábado: «el Hijo del hombre es también señor del sábado» (v. Mar 2:28). Los sábados son días del Hijo del Hombre si Él es el Señor de este día, en Su honor debe ser observado. El haber pasado a ser ahora el primer día de la semana, ha sido porque todo es nuevo después de la resurrección del Señor; por eso, el sábado cristiano, esto es, el domingo, ha venido a llamarse, como indica su etimología, el día del Señor (aunque sin fundamento alguno en la Biblia, pues la referencia de Apo 1:10, como en todos los demás lugares de las Escrituras, no significa el domingo, sino el día escatológico: «el día de Jehová» nota del traductor ). Todos los días son del Señor.

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