Marcos 6:14 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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I. Ahora vemos las extrañas ideas que la gente se había formado acerca de Jesús (v. Mar 6:15). Sus propios paisanos se habían negado a creer cosas grandes acerca de Él, únicamente porque conocían la oscuridad de Su parentela; pero otros estaban dispuestos a creer cualquier otra cosa que no fuese la verdad. Unos pensaban que era Elías, a quien se esperaba como Precursor del Mesías (Mal 4:5); otros, que era un profeta surgido ahora, como los profetas de la antigüedad.

II. La opinión de Herodes acerca de Él. «Decía: Juan el Bautista ha sido resucitado de entre los muertos … al que yo decapité» (vv. Mar 6:14, Mar 6:16). Pensaba que Juan había resucitado con mayor poder que el que antes tenía: «por eso actúan en Él estos poderes milagrosos»; pues antes, «Juan, a la verdad, ninguna señal hizo» (Jua 10:41). Por aquí vemos que:

1. Donde hay una fe ociosa, suele haber una fantasía laboriosa. El pueblo creía (v. Mat 16:14) que era un profeta resucitado de entre los muertos; Herodes, que era Juan el Bautista, resucitado. Parece ser, pues, que el que un profeta resucitara y llevase a cabo milagros portentosos, no era tenido por imposible, ni siquiera por improbable, precisamente cuando no era verdad, pero después cuando Cristo resucitó verdaderamente, lo negaron obstinadamente. Esto muestra que quienes más deliberadamente se niegan a creer la verdad, suelen ser los más propensos a creer los errores y las fábulas.

2. Quienes luchan contra la causa de Dios, se verán aturdidos, incluso cuando se crean vencedores.

3. Una conciencia culpable no necesita más acusador o verdugo que a sí misma: «al que yo decapité», dice Herodes, aterrado al pensar que Jesús pueda ser Juan resucitado. Temía a Juan cuando éste vivía, y ahora le teme diez veces más cuando está muerto. El miedo a duendes y fantasmas puede acosar a la gente más de lo que su mala conciencia les puede acusar.

4. Puede haber terrores de fuerte convicción donde no hay evidencias de genuina conversión.

III. Aquí Marcos intercala el relato de la muerte del Bautista. Se nos dice:

1. La gran estima y veneración que, por algún tiempo, tuvo Herodes hacia Juan el Bautista, detalle que sólo Marcos nos ha conservado (v. Mar 6:20):

(A) «Tenía temor de Juan, sabiendo que era un hombre justo y santo.» Por aquí se ve la posibilidad de que algunas personas sientan gran respeto hacia los buenos, especialmente hacia los buenos ministros de Dios; sí, incluso por lo que en ellos ven de bueno; y, sin embargo, continúan siendo malas personas. (a) Juan era «un hombre justo y santo»; para que una persona sea perfectamente buena, es preciso que sea justa y santa; santa, para Dios; justa, para el prójimo. (b) Herodes lo sabía esto por experiencia, por la relación personal con Juan. Dios deja sin excusa a los malos, precisamente cuando éstos, a pesar de su propia maldad, son capaces de discernir la justicia y la santidad en otros. (c) Por eso, Herodes temía y honraba a Juan. Los que son justos y rectos, precisamente por su valentía en no contemporizar con los malos, se ganan, si no el aprecio, por lo menos el respeto de parte de ellos.

(B) «y le guardaba seguro», no porque temiese que Juan tratara de escaparse, sino más bien para tenerlo lejos del alcance de Herodías.

(C) «y, al oírle muchas cosas, se quedaba perplejo» (trad. literal). Le oía extensamente. Muchos MSS leen: «y al oírle, hacía muchas cosas» (por la semejanza de los vocablos griegos eporei = estaba perplejo, y epoiei = hacía). Aunque la primera lectura es la más probable, no cabe duda de que, después de oír a Juan, Herodes llevaba a cabo algunas cosas buenas; no era un mero oidor de la palabra, sino también hacedor, pero en parte. Y Santiago pone de relieve que «cualquiera que guarda toda la ley, pero ofende en un punto, se hace culpable de todos» (Stg 2:10).

(D) «Pero le escuchaba con gusto.» Era un gusto pasajero, como los que reciben la semilla en terreno pedregoso (v. Luc 8:13). Dice Lenski: «Le hubiera gustado seguir la buena senda que Juan le señalaba, pero no podía resolverse a romper con su vida pasada». Estos escrúpulos atormentaban, sin duda, a Herodes, mientras que Herodías no sentía ningún escrúpulo.

2. La fidelidad con que Juan servía a Herodes al declararle su pecado, por tomar por esposa a la mujer de su hermano Felipe: «No te es lícito tener la mujer de tu hermano» (v. Mar 6:17). Ésta era la mayor iniquidad de Herodes, de la cual no podía desprenderse, a pesar de hacer muchas cosas buenas que Juan le aconsejaba. Aunque Herodes era rey, Juan no tenía más empacho en hablarle con toda franqueza, como lo había hecho Elías con Acab. A Pesar del peligro que corría al reprender a Herodes, y más aún por la ofensa contra Herodías, Juan no dudó en correr el riesgo antes que faltar a su deber. Los ministros del Señor que son fieles en la obra de Dios, no deben temer el rostro de los hombres.

3. El resentimiento que Herodías le guardaba a Juan por ello: «Y Herodías le tenía un profundo rencor y deseaba matarle, pero no podía» (v. Mar 6:19). Ya que no podía matarle, había conseguido que «fuese encadenado en la prisión» (v. Mar 6:17). Hay gente que aparenta honrar a los profetas, con tal que no pongan el dedo en la llaga; les gusta la buena predicación, con tal que el predicador se mantenga lejos del pecado que ellos, con tanto afecto, acarician. Pero es preferible que los pecadores persigan ahora a los ministros de Dios por su fidelidad, más bien que el que les maldigan eternamente por su infidelidad.

4. El complot para decapitar al Bautista. «Pero llegó un día oportuno» (v. Mar 6:21). Oportuno para Herodías, aunque trágico para el propio Herodes, pues ya no pudo mantenerse a caballo de su perplejidad. Llegó el cumpleaños del rey y hubo baile en la corte. Para festejar la solemnidad, debía bailar en público la hija de Herodías. Anfitrión e invitados, con los ojos enrojecidos de vino y de lascivia, quedaron encantados del baile de la muchacha: «agradó a Herodes y a los que se sentaron con él a la mesa» (v. Mar 6:22). En esa turbia inconsciencia que produce el alcohol (v. Efe 5:18), el rey hizo a la muchacha la más extravagante promesa: «Cualquier cosa que pidas, te la daré, hasta la mitad de mi reino» (v. Mar 6:23). Y para que el regalo tuviese doble garantía, «le juró»: se lo prometió interponiendo juramento. La muchacha fue a pedir consejo a su madre (en Mat 14:8, debe leerse «instigada», no «instruida de antemano» nota del traductor ). Marcos nos refiere con toda claridad que la muchacha salió para consultar a su madre, aunque no cabe duda de que ésta esperaba una oportunidad para vengarse del Bautista.

5. Así que, de acuerdo con el consejo de Herodías, la muchacha «entró a toda prisa ante el rey con su petición, diciendo: Quiero que me des ahora mismo en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista» (v. Mar 6:25. Nótese, de paso la riqueza de detalles en este versículo). Para que el rey no se arrepintiese, quizá, de su descabellada promesa, la muchacha «entró a toda prisa», pidiendo que le fuese dada «ahora mismo», y «en una bandeja». Mateo (Mat 14:8) dice: «Dame aquí» lo cual indica que la muchacha llevaba ya preparada la bandeja para no perder tiempo ni desaprovechar, con dilaciones inútiles, la ocasión.

6. Herodes accedió a la petición, y la ejecución de Juan se llevó a cabo inmediatamente. Pero: (A) «el rey se puso muy triste». ¡Cómo desearía no haber prometido inconscientemente! ¡Por todo el oro del mundo no lo habría hecho, si no hubiera sido sorprendido en un instante por una necia pasión! No pudo hacerlo sin gran repugnancia. Cuando queda en el malvado un poco de conciencia, hay pecados que no se pueden cometer sin sufrimiento. (B) «pero no quiso rehusárselo, a causa de los juramentos». Se siente ligado por su propio juramento, hecho en un momento de precipitación y acerca de algo que era totalmente injusto y perverso, como era el decapitar al «justo y santo» Juan. Los votos y juramentos sobre cosas pecaminosas no obligan así que hay que arrepentirse de ellos y no llevarlos a la práctica. Éste fue, aunque en otras circunstancias, el caso de Jefté (Jue 11:30-39): malo fue su voto; y peor aún su cumplimiento, pues no hay voto alguno que pueda anular la obligación de observar el precepto de no cometer homicidio. (C) «y en atención a los comensales». Le pareció que quedaría en ridículo con los invitados, si se volvía atrás de la promesa que había hecho con juramento. Así es como los reyes se hacen esclavos de aquellos cuyo respeto y adulación codician. «El rey envió un verdugo», un soldado de su guardia «y le ordenó traer la cabeza de Juan». Los tiranos crueles tienen siempre servidores dispuestos a cumplir las órdenes más crueles y extravagantes de sus amos.

7. El resultado de todo esto fue que la perversa corte de Herodes tuvo su día de triunfo y gloria: el verdugo «trajo la cabeza en una bandeja, y se la dio a la muchacha, y la muchacha se la dio a su madre» (v. Mar 6:28). Por su parte, los entristecidos discípulos del Bautista, «cuando se enteraron vinieron a recoger su cadáver, y lo pusieron en una tumba» (v. Mar 6:29). Una vez consumado el crimen, y quitado de en medio el que estorbaba a Herodías, parece ser que nadie se preocupó en palacio del descabezado cuerpo del Bautista.

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