Marcos 8:10 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Terminada la alimentación de los cuatro mil, no por eso se pone Cristo a descansar, sino que continúa actuando y se va «a la región de Dalmanuta (v. Mar 8:10). Pero, al encontrarse allí con gente discutidora, y no con oportunidades de hacer el bien, «se embarcó de nuevo y se fue a la otra orilla» (v. Mar 8:13). Vemos que:

I. No quiso satisfacer los deseos de los fariseos, quienes le pedían «una señal del cielo» (v. Mar 8:11). Vinieron a Él para discutir con Él, a fin de «ponerle a prueba», es decir, tenderle una trampa.

1. Le piden señal del cielo, como si no fueran suficientes las que les había dado en la tierra. Y se la piden para tentarle, no con la esperanza de que vaya a acceder a su ruego, pues así podrán imaginarse que tienen excusa en su incredulidad.

2. Él rehusó hacer lo que le pedían, después de haber gemido en Su espíritu (v. Mar 8:12). El gemido expresaba el dolor del corazón de Cristo por la incredulidad de ellos. Le causa pesadumbre a Cristo el que los pecadores cierren así los ojos a la luz y levanten una barrera contra el Evangelio en sus puertas. Se queja de sus interlocutores por la dureza de sus corazones: «¿Por qué pide esta generación una señal?» «Esta generación, tan indigna de que se le traiga el Evangelio, y de que se le haga una señal para confirmarlo; esta generación, que ha tenido tal abundancia de señales palpables y misericordiosas en la curación de tantos de sus enfermos, ¿no es un absurdo el que pidan todavía una señal del cielo?» «En verdad os digo que no se dará señal a esta generación». Y los dejó, como personas de las que nada podía sacar con hablarles. Si no quieren convencerse con lo que es evidente, ¡que se queden con sus propias ilusiones!

II. Cómo amonestó a Sus discípulos para prevenirlos contra las enseñanzas de los fariseos y de los herodianos.

1. Cuál fue el encargo: «Mirad bien que os guardéis de la levadura de los fariseos» (v. Mar 8:15). Mateo (Mat 15:6) añade: «y de los saduceos». Marcos añade: «y de la levadura de Herodes». Las tres levaduras eran de la misma especie: se negaban a creer en Jesús, y por eso se sentían insatisfechos con los muchos milagros que el Señor había obrado. (Si se tiene en cuenta que los fariseos estaban aferrados a sus tradiciones, los saduceos a sus razones, y los herodianos a las cosas del mundo, el lector me permitirá una acomodación personal de las tres medidas de Mat 13:33 a las tres corrupciones de Col 2:8 nota del traductor .)

2. Qué mal entendieron los discípulos esta advertencia: Sólo pensaban en que «se habían olvidado de proveerse de panes, y no tenían consigo en la barca sino un solo pan» (v. Mar 8:14). «Razonaban entre sí» (v. Mar 8:16) qué significaban las palabras del Maestro, y sacaron como conclusión: «Es que no tenemos panes». «Razonaban», discutían; uno decía: «tú tienes la culpa»; otro decía, «no, sino que la tienes tú, de que no tengamos panes», etc. Así es como la desconfianza en Dios hace que Sus hijos se peleen entre sí.

3. La reprensión que Cristo les echó por su falta de discernimiento en esta materia, aunque fue una reprensión mezclada de ternura, pues conocía el corazón de ellos y sabía que necesitaban ser regañados de esa manera: «¿Aún no entendéis ni os dais cuenta? ¿Tenéis embotada vuestra inteligencia? (Lit. corazón). Teniendo ojos, ¿no veis? y teniendo oídos, ¿no oís?» (vv. Mar 8:17-18). ¡Qué estúpidos y sin sentido sois! «Y no recordáis …» (vv. Mar 8:19-20). Sí que lo recordaban, y podían decirle sin titubeos que en la primera multiplicación de los panes, habían recogido doce cestas llenas de fragmentos; y en la segunda, siete canastas. «Y continuaba [Jesús]: ¿Todavía no os dais cuenta?» (v. Mar 8:21). Como si el que había multiplicado cinco panes, y después siete, no pudiera multiplicar uno. Parecían imaginarse que este uno no era suficiente para sacar de él lo necesario para trece personas. Como si no fuera lo mismo para el Señor salvar con muchos que con pocos, y tan fácil alimentar con un pan lo mismo a cinco que a cinco mil. Por eso era necesario traerles a la memoria, no sólo lo que bastó en las otras dos ocasiones, sino también lo que sobró. Las experiencias que ya hemos tenido de la bondad de Dios hacia nosotros en el camino del deber agravan grandemente nuestra desconfianza en Él. El no entender el designio y el significado de los favores que Dios nos concede, equivale, por parte de nosotros, a no recordarlos. En consecuencia, nos vemos abrumados ahora con problemas, preocupaciones y desconfianza, sencillamente por no entender ni recordar lo que hemos conocido y visto del poder y de la bondad de nuestro Señor Jesucristo. Cuando de esta manera nos olvidamos de las obras de Dios y desconfiamos de Él, debemos ser severamente reprendidos por ello, como Cristo hizo aquí con Sus discípulos.

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