Mateo 12:46 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Obsérvese: I. Cómo fue interrumpido Cristo en su predicación por su madre y sus hermanos, que estaban afuera y querían hablar con Él (vv. Mat 12:46-47). Este deseo le fue comunicado por uno de la multitud.

1. Esto sucedió mientras Él estaba aún hablando a la gente. La predicación de Cristo no consistía en una declamación oratoria; era un hablar sencillo, fácil, familiar y apropiado al caso y a la capacidad de cada uno. Dejó de hablar a los fariseos, porque vio que no podía sacar nada de provecho con ellos, pero continuó hablando con la gente. La oposición que encontremos en nuestro trabajo no debe inducirnos a abandonarlo.

2. Su madre y sus hermanos estaban afuera y deseaban hablarle, cuando deberían haber estado dentro, deseando oírle. Es cierto que tenían la ventaja de conversar con Él en privado cada día, y quizás era eso lo que les hacía menos deseosos de oírle predicar en público. Pero es tristemente cierto que, muchas veces la familiaridad y la facilidad de acceso producen alguna devaluación de las ventajas que con ello se disfrutan. Hay demasiada verdad en aquel proverbio popular: «Cuanto más cerca de la iglesia, tanto más lejos de Dios». Es una pena que esto suceda.

3. No sólo no venían ellos a escucharle, sino que venían a interrumpir a los que estaban escuchándole con agrado. Por Mar 3:20-35, sabemos que los suyos (evidentemente, sus parientes, puesto que sus discípulos estaban con Él), vinieron a llevárselo, pues decían: está fuera de sí. Es probable que sus familiares, especialmente su madre, sintieran aprensión por la salud de Jesús, ya que predicaba tan continuamente y con tanta vehemencia y, a veces, como hacía poco, sin poder probar bocado (Mar 3:20). También nosotros nos encontramos, a veces con obstáculos e interrupciones en nuestro trabajo, por parte de amigos y familiares, llevados del afecto familiar más bien que del provecho espiritual. Habrá quien diga: ¿También su madre, que, por el anuncio del ángel, conocía el carácter mesiánico de Jesús, podía caer en semejante equivocación? A esto puede responderse que, si el Precursor se equivocó en la forma en que Jesús había de desempeñar su misión en su Primera Venida, ¿por qué no podía equivocarse también su madre? Esto no es hacerla de menos, sino dejarla en el lugar que la Escritura le asigna, sin privilegios antibíblicos. En otra ocasión ya le había dicho Jesús a María y a José: ¿Cómo es que me buscabais? ¿No sabíais que yo debo estar en los asuntos de mi Padre? (Luc 2:49). Si ella lo hubiese recordado ahora, quizá no le habría causado esta interrupción, ya que estaba ocupado en los asuntos de Su Padre (v. tamb. Jua 2:4). ¡Cuántas cosas buenas que nos parecía haberlas escuchado tan atentamente que nunca pensábamos que las olvidaríamos cuando llega la oportunidad vemos que se nos han marchado de la cabeza!

II. Obsérvese igualmente cómo se resintió Cristo de esta interrupción (vv. Mat 12:48-50).

1. No quiso escucharles: ¿Quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos? (v. Mat 12:48). No es que menosprecie a su madre ni que renuncie al afecto filial, sino que quiere mostrar que el parentesco espiritual va por delante del natural, y que el deber secundario debe ceder el paso al deber preferente, hasta tal punto que los vínculos familiares más estrechos han de ser dejados a un lado cuando entran en conflicto con el afecto y la dedicación que le debemos al Señor (Luc 14:26). Así que tampoco nosotros hemos de llevar a mal el que nuestros amigos prefieran agradar a Dios antes que agradarnos a nosotros. Más aún, debemos negarnos a nosotros mismos y a nuestra propia satisfacción, antes que hacer cualquier cosa por la que nuestros amigos se vean apartados o interrumpidos de cumplir con sus deberes para con Dios.

2. Cristo aprovechó esta oportunidad para declarar que sus discípulos son preferibles a sus parientes (v. Jua 7:5) y, por eso, prefiere servir de provecho a aquellos, antes que complacer a éstos. Véase:

(A) La descripción que Cristo hace de sus discípulos: Todo aquel que hace la voluntad de mi Padre (v. Mat 12:50). No sólo la conoce y habla de ella sino que la hace.

(B) La dignidad de los discípulos de Cristo: Ése es mi hermano, mi hermana y mi madre. Sus discípulos, que lo habían dejado todo para seguirle, y habían abrazado su doctrina, eran para Él más queridos que cualquier pariente, por próximo que fuese, según la carne. Dice Crisóstomo, en su comentario a este lugar: «A su madre nada le habría valido ser madre suya de no haber practicado la virtud … Porque no hay más que un parentesco auténtico: hacer la voluntad de Dios. Y este modo de parentesco es mejor y más noble que aquel» (el de la carne). Fue muy estimulante para todos el que Cristo dijese: He aquí mi madre y mis hermanos (comp. Gál 4:19; Heb 2:11, Heb 2:17). No era eso privilegio exclusivo de los que le escuchaban entonces; todos los verdaderos creyentes tienen el mismo honor de ser parientes muy cercanos del Señor. Él les ama y conversa con ellos como familiares suyos; les acoge en Su mesa, se cuida de que no les falte nada de lo que les conviene y nunca se avergüenza de Sus parientes pobres, sino que los confesará delante de los hombres, de los ángeles y de Su mismo Padre.

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