Mateo 13:24 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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I. Cristo añade otro motivo para hablar en parábolas (vv. Mat 13:34-35): Todo esto habló Jesús en parábolas a la gente, porque no había llegado aún el tiempo en que habían de ser declarados con mayor profundidad y plenitud los misterios del reino. Cristo ensaya todos los métodos posibles para hacer el bien a las almas de los hombres. Cuando éstos no están en disposición de recibir enseñanza clara, la da envuelta en parábolas sencillas, las cuales, además de atraer la atención del auditorio, estimulan a reflexionar. Los mejores profesores, como los mejores libros, no son los que dicen más cosas, sino lo que enseñan al alumno (o al lector) a reflexionar e investigar más por cuenta propia. Con estas parábolas declaraba Cristo a sus oyentes lo escondido desde la fundación del mundo (v. Mat 13:35) o, como dice la cita del Sal 78:2, «los arcanos del pasado». Todavía quedaba, para la era de la Iglesia, una clarificación más abundante (v. Efe 3:9).

II. Después de explicar la parábola del sembrador, Jesús pasa a referir la parábola de la cizaña, que más tarde había de explicar a sus discípulos.

1. Los discípulos le pidieron a Jesús que les explicase esta parábola (v. Mat 13:36); pero, antes, Jesús dejó marchar a la gente (o dejó a la gente). Es de temer que muchos de ellos quedasen tan vacíos de sabiduría como habían llegado. Da pena pensar cuántos son los que se marchan de los sermones con la palabra de la gracia en sus oídos, pero sin la obra de la gracia en su corazón. Cristo se fue a casa, no tanto para reposar como para conversar en privado con sus discípulos. Éstos aprovecharon la oportunidad, y se acercaron a Él. Quienes deseen tener sabiduría para cualquier asunto de la vida espiritual, deben ser expertos en discernir y aprovechar las oportunidades, especialmente para tener comunión con el Señor y sacar provecho de Su Palabra. Perdemos, a veces, el beneficio de un buen mensaje por entretenernos después en vanas e inútiles conversaciones. Si, en lugar de eso, hablásemos después en privado sobre el mismo tema con el predicador o con otro hermano, sacaríamos más provecho de la predicación que se hace en público.

La petición de los discípulos al Maestro fue: Explícanos la parábola de la cizaña del campo. Esto implica un reconocimiento de su ignorancia, y no les daba vergüenza confesarlo. Los que se percatan de su ignorancia y desean sinceramente aprender más, son los que están bien dispuestos para recibir las enseñanzas de Cristo. Jesús les había explicado la parábola anterior sin que se lo pidieran, pero respecto a esta otra le piden la explicación. Cuando se ha recibido con gusto una primera luz y su gracia consiguiente, se está con hambre de mayor luz y de mayor gracia, y hemos de orar al Señor diariamente para que nos aumente el apetito.

2. Sin más dilación, Cristo les explicó la parábola. El objetivo de esta parábola es poner ante nuestra vista tanto el estado presente como el futuro del reino de los cielos: El cuidado que el Hijo de Dios tiene de que el mensaje de su Palabra sea sembrado en el mundo, y la hostilidad del diablo contra dicha palabra de salvación, a fin de impedir que lleve fruto. (Es una pena que, a partir de Crisóstomo y de Agustín de Hipona principalmente prosperase, no sólo en la Iglesia de Roma, sino entre las iglesias directamente nacidas de la Reforma, la idea de que «el mundo», en esta parábola, significa «la Iglesia» y que, por tanto, buenos y malos, trigo y cizaña, pueden estar hoy juntos en la Iglesia, hasta la separación final. Sería prolijo analizar el inmenso daño que ha producido la idea de esta Iglesia-Estado. Nota del traductor.) En esta era el reino de los cielos no domina en la tierra, sino que los que nacen de nuevo son los que entran en el reino; en la era futura se hará la separación: unos saldrán para resurrección de vida, y otros para resurrección de condenación (Dan 12:2; Jua 5:29). Veamos ahora los detalles de la parábola:

(A) El que siembra buena semilla es el Hijo del Hombre (v. Mat 13:37). El Señor de la cosecha es también el Gran Sembrador de la Palabra de Dios. Toda buena semilla que hay en el mundo, viene de las manos de Cristo; las verdades que se predican, las gracias que se plantan, las almas que son santificadas, deben su origen y condición a esta semilla de Cristo. Los ministros de Dios son los instrumentos, en las manos de Cristo, para la siembra de la buena semilla.

(B) El campo es el mundo (v. Mat 13:38). No lo pudo decir el Señor más claro. Todo el mundo es el campo, y en todo él quiere Cristo que se siembre la semilla de la verdad (Mar 16:15), porque Dios desea que todos los hombres sean salvos y lleguen al conocimiento de la verdad (1Ti 2:4). Es de lamentar que, al ser mundo un campo tan grande, sean relativamente muy pocos los que producen buen fruto.

(C) La buena semilla son los hijos del reino; no sólo en profesión, como lo eran los judíos por ser el pueblo escogido, y considerarse salvos por ello (Mat 8:12), sino en sinceridad y verdad; puede haber espigas que produzcan poco fruto; puede haber granos echados a perder en la misma espiga; pero toda y sola la buena semilla representa a los verdaderos creyentes; estos tienen acceso a los privilegios del reino mesiánico, porque producen los frutos de él (Mat 21:43).

(D) La cizaña son los hijos del Maligno (v. Jua 8:44; 1Jn 3:8, 1Jn 3:10; 1Jn 5:19). Estos son los mundanos, que están bajo el dominio de Satanás, y se parecen tanto al diablo en sus tres pecados (orgullo sin límites, envidia homicida y mentira engañosa), que bien pueden llamarse hijos suyos (ya desde Gén 3:15). Éstos son cizaña en todas partes, y llegan a introducirse de matute en las iglesias (v. Hch 8:13, Hch 8:18, Hch 8:21; 1Ti 4:1.; 1Ti 6:5; 2Ti 4:3; 2Pe 2:1), y hasta llegan a escalar posiciones de autoridad en ellas, como puede verse por las citas que anteceden; pero un día se manifestará que no todos los que están con nosotros son de los nuestros (1Jn 2:19). (E) El enemigo que la sembró es el diablo (v. Mat 13:39); él es el gran enemigo de la humanidad, ya desde el principio (Gén 3:1.), y hace todo el mal que puede, no sólo en el mundo que le está sujeto, sino también entre los hijos de Dios aprovechándose de todo resquicio que se le ofrece (1Pe 5:8 «dando vueltas», para encontrar nuestro punto flaco), de toda debilidad, rencilla, discordia, etc., entre los creyentes, y hasta de todo lo que tiene apariencia de celo y de austeridad; y cuando no puede inducirnos a obrar el mal, trata de impedir por todos los medios el que obremos el bien, lo cual es también pecado (Stg 4:17).

(F) La sembró mientras dormían los hombres (v. Mat 13:25); es decir, por la noche, cuando los hombres se entregan al descanso. Satanás, como todos los malhechores, se aprovecha de las oportunidades cuando no se vigila. Por eso, hay que ser sobrios y velar, como dice Pedro (1Pe 5:8). Después de sembrar la cizaña, el enemigo se fue, para que no se supiese quién lo había hecho. Cuanto mayor daño está haciendo el diablo, más trata de pasar inadvertido. Lo terrible es que, para que prospere el mal, basta con sembrar la cizaña e irse, pues el mal se propaga por sí solo; mientras que la buena semilla necesita un cuidado constante para que no se eche a perder. Lo mismo pasa con la fruta: una pera podrida echa a perder las peras sanas del montón, mientras que una pera sana no vuelve sanas a las que están podridas.

(G) Cuando brotó la hierba y dio fruto, entonces apareció también la cizaña (v. Mat 13:26). Es tan perverso y engañoso el corazón humano, que la maldad logra esconderse durante largo tiempo en personas que parecen buenas y honestas; pero cuando llega el tiempo de la prueba, y no puede mantenerse la máscara de Ia hipocresía, las maneras «corteses» dan paso a la pasión violenta y, por el fruto, se manifiesta el carácter de la persona. «¿Cómo será el corazón de un criminal? ha dicho un escritor . He llegado a conocer el de un hombre bueno, y es horrible.» Al aparecer la cizaña dijeron los criados al amo del campo: Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? (v. Mat 13:27). No hay duda de que el Señor siembra siempre buena semilla (1Jn 3:9). Cuando vemos el mal que hay en el mundo, nos vemos tentados a preguntar: ¿De dónde viene esto? ¿Cómo consiente Dios tanto mal? (v. Job 9:22-24). Cristo responde: Un enemigo ha hecho esto (v. Mat 13:28); el enemigo que la sembró es el diablo (v. Mat 13:39). No echa la culpa a sus siervos. En este mundo, por muy fieles que sean muchos de los ministros de Dios, el mal se extiende y llega a límites inconcebibles, porque ya está en acción el misterio de la iniquidad (2Ts 2:7). Todo anticristo que surge en el mundo (1Jn 2:18), debe su poder y su autoridad al dragón (Apo 13:3). El diablo y sus huestes son los conductores, tras las bambalinas del teatro del mundo, de los más terribles males que aquejan a la humanidad (v. Efe 6:11-12). Es inevitable que haya escándalos (Mat 18:7), aunque los siervos de Dios no tengan la culpa de ello; mucho peor, si ellos son los culpables.

(H) Los siervos le dijeron: ¿Quieres, pues, que vayamos y la arranquemos? (v. Mat 13:28). Esta es la reacción espontánea de un siervo celoso por ver prosperar el negocio de su amo. ¡Cuántos son los que, a la vista de la maldad reinante, reaccionan de esta manera y emplea una violencia dictatorial con la que, al querer arrancar de cuajo el mal, arrancan también gran cantidad de trigo! Pero Dios no piensa como los hombres (Isa 55:8), sino que es rico en benignidad, paciencia y longanimidad (Rom 2:4), no queriendo que nadie perezca, sino que todos vengan al arrepentimiento (1Ti 2:4; 2Pe 3:9). Por eso dice: No, no sea que al arrancar la cizaña, arranquéis también con ella el trigo. Dejad crecer juntas las dos cosas hasta la siega (vv. Mat 13:29-30). Dios no envía castigos masivos, porque tendría que estar constantemente haciendo milagros, sino que hace salir el sol sobre malos y buenos, y hace llover sobre justos e injustos (Mat 5:45); cuando envía el granizo, no perdona el campo de un creyente entre los campos de los malvados; ya vendrá la siega (v. Mat 13:30), que es el fin del mundo (v. Mat 13:39), y vendrá la separación definitiva y eterna. Esta espera hasta la siega final, no puede aplicarse a la disciplina que la Iglesia debe ejercitar con los herejes y pecadores públicos, puesto que el campo es el mundo, no la Iglesia como replicaban, con toda razón, los donatistas cuando Agustín de Hipona sostenía, por una falsa exégesis de esta parábola, que los herejes y apóstatas deben ser amonestados dentro de la Iglesia, pero no expulsados de ella.

(I) Los segadores son los ángeles (v. Mat 13:4). Los ángeles, que son siervos del Señor (Mat 4:11; Mat 26:53), son enviados también, en esta vida, para servicio a favor de los que van a heredar la salvación (Heb 1:14); pero, al final del mundo, reunirán a los escogidos (Mat 24:31) para el Cielo, y recogerán (nótese en el original el verbo, distinto del de Mat 24:31) a los malos, la cizaña, para echarlos al horno de fuego (vv. Mat 13:41-42, comp. con Apo 19:20; Apo 20:10), que es el Infierno. Serán antes atados juntos (v. Mat 13:30), para que quienes estuvieron asociados en el pecado, lo estén también en el castigo. El que no sirve para el granero, sólo sirve para el horno; allí será el llanto y el crujir de dientes (v. Mat 13:42). Bajo la ira perpetua de Dios, el fuego inextinguible, el remordimiento incurable y la compañía indeseable. ¡Cómo no temerán los hombres al que puede echarles para siempre al Infierno! (Mat 10:28). ¿Quiénes irán allá? (v. Apo 20:10; Apo 21:8).

(J) El granjero es el cielo pues allí tienen los escogidos su ciudadanía (Flp 3:20). Nótese el posesivo mi (v. Mat 13:30), como señal de lugar doméstico (Apo 21:3, Apo 21:7), por eso, no se aplica al horno del versículo Mat 13:42 compárese con Apo 21:8. Todo el trigo de Dios será almacenado en el granero de Dios (v. 1Co 15:20-23, 1Co 15:42-49). Allí no estará ya más, como está ahora, expuesto al viento y a la tormenta, al pecado y a la aflicción (Apo 7:16-17; Apo 21:4). No estará lejos de casa, en el campo, sino en la casa del Padre (Jua 14:2), en su granero.

En la explicación de la parábola, Cristo pone de relieve esta gloriosa y feliz realidad: Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre (v. Mat 13:43). El supremo honor y la máxima gloria de los justos será participar del resplandor divino que reverberará a través de la lumbrera que es el Cordero de Dios (Apo 21:23). Ahora nuestra vida está escondida en Dios (Col 3:3) por eso, no la ve el mundo; la belleza interior del hijo de Dios está aquí eclipsada, muchas veces, por su pobreza y por la insignificancia de su condición exterior; pero entonces brillarán como el sol que sale desde el fondo de una densa nube. Brillarán como el sol, la luz más brillante de este mundo. Quienes han sido aquí luz del mundo, para gloria de Dios (Mat 5:16), serán allí soles del Cielo, para su propia gloria (v. Dan 12:3).

El Salvador concluye, como anteriormente, con la advertencia: El que tiene oídos para oír, oiga.

III. A continuación, expone simplemente el Señor la parábola del grano de mostaza (vv. Mat 13:31-32). Tanto esta parábola como la siguiente, con la que guarda mucha semejanza no fueron explicadas por Jesús. Los comentaristas difieren en la explicación, tanto de la una como de la otra, según veremos a continuación. En cuanto a la expansión del reino de los cielos aquí, a la extensión del Evangelio , obsérvese:

1. Que, de ordinario, es muy débil y pequeña al principio, semejante a un grano de mostaza, el cual a la verdad es menor que todas las semillas (v. Mat 13:31-32). En muchos lugares, el Evangelio se abre paso como la luz del alba. Los recién convertidos son como corderitos que hay que llevar en brazos (Isa 40:11).

2. Que, a pesar de su pequeñez, el grano de mostaza es una semilla al fin y al cabo y, por tanto, tiende a brotar y crecer. También el Evangelio es, al principio, como una semilla insignificante: no está hinchada de filosofía, no requiere alardes de oratoria puede ser predicada y entendida por pobres e iletrados. A los ojos del mundo parece insignificante y despreciable (v. 1Co 1:18-31), pero, como la mostaza, tiene un sabor «picante» que produce impacto en la vida entera y responde a las más perentorias necesidades de la persona humana, al par que da las únicas respuestas satisfactorias a los grandes interrogantes de la existencia. Aclara la mente, inflama el corazón y mueve la voluntad a obrar en todo sobria, justa y piadosamente (Tit 2:12).

3. Que, finalmente, llega a crecer tanto, que se hace árbol, vienen las aves del cielo y hacen nidos en sus ramas (v. Mat 13:32). Gran número de exegetas opinan que la parábola representa el crecimiento normal de la Iglesia en el mundo, hasta llegar a alcanzar vastas proporciones; en este caso, las aves del cielo vendrían a ser según los antiguos comentaristas los santos y sabios doctores que la Iglesia ha engendrado. Otros exegetas, sin embargo, ven en este crecimiento desmesurado un fenómeno de «gigantismo» como lo llama Alfred Kuen , por el que el cristianismo llegó a degenerar en una Iglesia de multitudes pero no de verdaderos creyentes; en este caso, las aves del cielo son las mismas del versículo Mat 13:4. Esto habría tenido lugar especialmente a partir del edicto constantiniano del año 313.

IV. Emparejada con la anterior el Señor expone también sin explicarla la parábola de la levadura (v. Mat 13:33). Así como la parábola del grano de mostaza tiene que ver con la cantidad (extensión del Evangelio), la de la levadura dice relación a la calidad de la masa permeada por ella. Como en la anterior, también en la interpretación de esta parábola, difieren diametralmente los exegetas. Tres detalles son dignos de consideración:

1. La levadura es interpretada por muchos como una fuerza penetrante, que todo lo invade, todo lo transforma (4:26), lo revoluciona (Hch 17:6). Así penetró el Evangelio en todas las mentes, en todas las instituciones, en todos los lugares del Imperio Romano: «Os hemos dejado los templos solos» gritaba Tertuliano a los gentiles . Un puñado de iletrados pescadores, con la palabra del Evangelio y el poder del Espíritu, conquistaron el mundo para Cristo, sin armas, sin elocuencia y sin dinero. Es una fuerza que obra de dentro afuera, y transforma al individuo al efectuar en él un cambio sustancial que afecta a todas las esferas de la vida. Y, de la misma manera que cuando el pan está leudado, se mete en horno para cocerlo, así también cuando el creyente está a punto, suele entrar en el horno de la aflicción para ser un pan apto para la mesa del Señor. Sin embargo, otros exegetas hacen ver que la levadura, en la Biblia, sin una sola excepción, es símbolo de corrupción y tiene que ver con el pecado cuando se usa en algún sacrificio. La idea del creyente como pan leudado es totalmente contraria a la enseñanza del Nuevo Testamento (Mat 16:6-12; Mar 8:15; 1Co 5:6-7; Gál 5:9).

2. La mujer, según el grupo de exegetas aludido en primer lugar, aparece aquí simplemente por el hecho de ser ella quien se ocupa en la faena de preparar el pan, sin más significación. Por eso, en el sentido espiritual, esta labor de fermentar la masa con la levadura del Evangelio sería de competencia especial de los pastores y predicadores del Evangelio. El segundo grupo de exegetas ven en la mujer un símbolo siniestro (v. Zac 5:7-8; Apo 2:20.; Apo 17:1.).

3. Las tres medidas de harina, en las que la levadura fue introducida, son para el primer grupo de exegetas una cantidad considerable, equivalente a un efá, según la costumbre de cocer de una vez el pan suficiente para varios días (v. Gén 18:6). En sentido espiritual, esta levadura representa la Palabra de Dios escondida en el interior del corazón, para impregnarlo de devoción mediante la meditación amorosa (Luc 2:51). El segundo grupo de exegetas hace ver la coincidencia de estas tres medidas con el siniestro sentido que Jesús da a la levadura como doctrina de las tres clases de opositores del Evangelio: los fariseos, los saduceos y los herodianos (v. Mat 16:6-12; Mar 8:15). ¿Cuál era la doctrina específica de estos tres grupos? La tradición, la especulación y la mundanidad respectivamente. Curiosamente, hay un paralelo sorprendente en Col 2:8Col 2:8. ¿Y no son precisamente la tradición, la filosofía y la mundanidad las tres medidas que han leudado el cristianismo oficial hasta corromperlo? Basta con una rápida ojeada a la historia de la Iglesia.

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