Mateo 19:13 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Aquí se nos narra la presentación de unos niños a Jesús. Vemos:

I. La fe de los que los trajeron a Él: Le fueron presentados unos niños, para que pusiese las manos sobre ellos, y orase (v. Mat 19:13). Así daban testimonio del respeto que sentían por Cristo, y del valor que daban a su favor y a sus bendiciones. Con esto, hacían un bien a sus pequeñuelos. Otros traían sus hijos a Cristo, para que los curase cuando estaban enfermos, pero estos no tenían actualmente ninguna enfermedad; sólo deseaban que los bendijese. Es muy buena cosa traer nuestros hijos a Jesús cuando venimos a Él antes de que sean llevados a Él en aflicción o necesidad, tanto espiritual como corporal. Deseaban que Jesús les impusiese las manos y orase. La imposición de manos se usaba en las bendiciones que los padres daban a sus hijos, y significaba, no sólo el amor familiar que extendía hacia ellos el deseo de las mismas bendiciones que los padres habían recibido de Dios, sino el poder y autoridad para impetrar eficazmente dichas bendiciones. No podemos hacer por nuestros hijos mejor cosa que ponerlos en manos del Señor Jesucristo para que Él los bendiga. Nosotros sólo podemos implorar su bendición, pues Cristo es el único que tiene poder y autoridad para dar una bendición efectiva.

II. La intolerancia de los discípulos: Los discípulos les reprendieron; se disgustaron de ello, teniéndolo por interrupción vana y frívola, pues quizás deseaban estar a solas con el Maestro, y hacerle más preguntas sobre la materia del divorcio. Hemos de dar muchas gracias a Dios, de que el Señor Jesucristo siempre muestra mayor amor y ternura que los mejores de sus discípulos. Hemos, pues, de aprender de Él a no poner mala cara a quienquiera que venga a nosotros con sinceridad y buena intención, para preguntarnos algo relacionado con las cosas espirituales, aunque la persona sea débil e ignorante. Si Jesús no quebraba la caña cascada, tampoco nosotros debemos hacerlo.

III. El favor y la ternura del Señor Jesucristo.

1. Reprendió a los discípulos: Dejad a los niños, y no les impidáis que vengan a mí (v. Mat 19:14). Y da la razón: Porque de los tales es el reino de los cielos; es decir, de los que son como niños en el sentido de Mat 18:3. Si se hubiese referido exclusivamente a los niños en edad habría dicho ellos, no los tales (tales cuales ellos). En todo caso, esta frase no implica: (a) la necesidad de bautizar a los infantes; (b) que los niños son ya salvos en la niñez ¿para qué llevarlos a Jesús? ¿Y para qué exhortarlos a nacer de nuevo? ¿Es que han perdido una salvación ya adquirida? Por naturaleza, todos somos hijos de ira (Efe 2:3), los niños nacen pecadores (Sal 51:5), pues también ellos pecaron en Adán (Rom 5:12; 1Co 15:22), aunque no se les impute como cosa voluntaria por parte de ellos, hasta que hayan llegado a la edad de discreción, que es la del conocimiento del pecado (comp. Rom 3:20 con Mat 5:13). De ahí que, si mueren antes de llegar a esa edad, no necesitan para salvarse ningún medio de gracia, sino la aplicación automática de la obra del Calvario a su favor, como automática fue para ellos la imputación del pecado de Adán por pertenecer a la familia humana caída (esto es lo que da a entender claramente todo el paralelismo antitético de Rom 5:12-21, así como Heb 2:11-17).

2. Y habiendo puesto sobre ellos las manos, se fue de allí (v. Mat 19:15). Sólo cuando el Señor nos bendice y echa mano de nosotros es cuando nosotros somos capacitados para echar mano de Cristo (v. Flp 3:12). Sólo podemos buscar al Señor cuando ya hemos sido hallados por Él (Rom 10:20).

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