Mateo 22:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Parábola de los invitados al banquete de bodas. Comienza diciendo que Jesús tomó la palabra (lit. respondiendo, no a lo que otros le dijesen, sino a lo que Él pensaba), lo cual es siempre señal de algo de mucha importancia dentro del contexto posterior. En efecto, es menester prestar atención a los detalles de la parábola para entenderla correctamente. Digamos ya de entrada que en esta parábola se trata de la invitación que Dios el Padre hace a su pueblo Israel para que reconozcan en Jesús al heredero del reino. Jehová había sido el Hacedor y el Marido de Israel (Isa 54:5), y el pueblo había sido infiel. Es significativo que el primer milagro de Jesús fuese en las bodas de Caná (Jua 2:1.) y que se diga de este milagro, no que era el primero de una serie, sino el arquetipo de los demás (v. Jua 2:11. No dice: Éste fue el primer milagro, sino: Este principio, arkhé, no proton de señales). La diferencia con Luc 14:16 es evidente en muchos detalles: En Lucas es un hombre el que hace el banquete; aquí es un rey; allí es una gran cena; aquí es banquete de bodas; allí envía una vez a llamar a los invitados; aquí, dos veces; allí, los invitados se excusan; aquí, se burlan. Todo hace ver el parentesco de esta parábola con la de los labradores malvados; de ahí que tenga aplicación directa al pueblo judío, no a la salvación en general. Si esto no se entiende, se cometen graves equivocaciones en la exégesis y en la predicación. Notemos todos los detalles:

I. La invitación a recibir al Mesías como heredero del reino es presentada bajo la semejanza de un rey que preparó un banquete de bodas para su hijo.

1. El hijo es Jesús, sin duda. Obsérvese, sin embargo, que no se nombra a la esposa (comp. con Apo 19:7-9, para notar el contraste); el énfasis se carga sobre los invitados.

2. Hay un banquete preparado primordialmente para unos determinados convidados, mas éstos no quisieron venir (v. Mat 22:3). Aquí están claramente representados los judíos a quienes primeramente había de ser anunciada la palabra de Dios (Hch 13:46).

3. Hay una nueva invitación, para hacer saber a los convidados que el banquete está ya preparado. Se ha cumplido el tiempo (Mat 3:2; Mat 4:17; Mar 1:15). ¡No había tiempo que perder!

II. La reacción final de los convidados:

1. Sin hacer caso de la invitación, se fue cada uno a su negocio; y hubo incluso algunos de ellos que, echando mano a los siervos, los maltrataron y mataron (vv. Mat 22:4-6). Así responde la malicia humana a la suma bondad de Dios.

2. Notemos tres clases de personas, aunque todas ellas malvadas: (a) los indiferentes, como son los materialistas de todos los tiempos; (b) los que se burlan y afrentan (esto es lo indicado en el término «maltrataron»): (c) los abiertos perseguidores, que no se contentan con menos que con la muerte. Las tres clases se habían dado en tiempo de los profetas y se daban en tiempos de Jesucristo.

III. La reacción del rey:

1. Se enojó (v. Mat 22:7). La ruina que se cernía sobre la nación judía está ya preparada en este enojo de Dios contra su pueblo.

2. Enviando sus ejércitos, destruyó a aquellos homicidas, y quemó su ciudad. No dice que destruyera a los que desoyeron la llamada, sino a los homicidas de sus siervos, como si Dios estuviera más celoso por las vidas de sus ministros que por la proclamación de su mensaje. La persecución de los mensajeros de Dios colma la medida del pecado y de la indignación de Dios más que ninguna otra cosa.

3. El castigo se cumplió puntualmente cuando los ejércitos romanos al mando de Tito, el hijo del emperador, sirvió a Dios de instrumento de su furor, como en otro tiempo se había servido de los ejércitos caldeos al mando del rey Nabucodonosor para causar la ruina de la nación judía, y especialmente de la capital y de su santuario.

IV. Pero los propósitos de Dios no pueden quedar frustrados. El rechazo de los judíos significó la entrada de los gentiles (vv. Mat 22:8-10). Obsérvese:

1. La queja del rey: El banquete está a punto; mas los que fueron invitados no eran dignos (v. Mat 22:8). Al rechazar al Mesías, los judíos se habían mostrado indignos del privilegio que tenían de ser los primeros destinatarios del Evangelio. No se debe a Dios el que los impíos perezcan, sino a sí mismos (v. Eze 18:23; 2Pe 3:9).

2. La comisión que da a los siervos de que vayan a invitar a otros. Los de la ciudad (v. Mat 22:7) habían rehusado venir. Ahora les envía a las encrucijadas de los caminos (v. Mat 22:9); es decir, donde los caminos que salían de la ciudad se separaban en dos o más direcciones, aquí tiene la significación de los caminos de los gentiles, a los que antes había prohibido Jesús a los apóstoles que fuesen (Mat 10:5). El ofrecimiento del Evangelio a los gentiles fue así:

(A) De momento, sorprendente e inesperado. ¡Qué sorpresa no sería para los que marchaban por su camino, encontrarse de sopetón con una invitación para acudir a un banquete de bodas reales! Para los gentiles, el Evangelio era una verdadera novedad (¡noticias de última hora! Hch 17:19-20) y, por tanto, no podían sospechar que tal invitación fuese para ellos.

(B) Universal e indiscriminado: Llamad a las bodas a cuantos halléis. Como si dijese: «Salid a las confluencias de todos los caminos, y rogad con gran urgencia (esta es la etimología de «invitar») a todos que vengan, a cualquiera y a todos juntos; que venga como es, que será bien recibido, sin excepción».

3. El éxito de esta segunda invitación: Y saliendo los siervos por los caminos, juntaron todos los que hallaron (v. Mat 22:10). Vemos:

(A) Que el objetivo del Evangelio es juntar, reunir (Jua 10:16; Jua 11:52) a todos los hijos de Dios dispersos, y juntarlos para que asistan a un banquete de bodas: a los privilegios de un nuevo pacto, pues todo pacto se sellaba con una comida.

(B) Que los invitados que acudieron eran una multitud: y el salón de bodas se llenó de convidados (v. Mat 22:10). Esta circunstancia arroja una luz decisiva sobre el sentido del versículo Mat 22:14. ¡Cuánta alegría experimentaría el rey al comprobar el éxito de esta invitación! Si hay tanto gozo en el cielo, delante de los ángeles de Dios, por un solo pecador que se arrepiente (Luc 15:7, Luc 15:10), ¡qué gozo habrá cuando se realizan conversiones en masa!

(C) Que no se trataba de una multitud selecta, sino abigarrada y mezclada: Tanto malos como buenos; no se detuvieron a hacer diferencias sociales, ni siquiera morales; más aún, los malos son mencionados primero, para poner de relieve la gracia de Dios hacia el pecador perdido. Si Jesús vino a salvar lo perdido (Luc 19:10), la medida de la perdición determinaba la urgencia del Salvador (1Ti 1:15). Muchos de los que entonces eran malos, serían después buenos cristianos: Y esto erais algunos (1Co 6:11).

V. Malos y buenos fueron invitados y aceptados, pero los hipócritas no caben en ese salón. Este es el caso del invitado que asiste al banquete sin estar vestido con traje de boda (v. Mat 22:12). Quizás hay aquí una alusión a Sof 1:7-8. Respecto de este individuo.

1. Cómo fue descubierto (v. Mat 22:11):

(A) Al entrar el rey para ver a los convidados; es la inspección del Dios omnisciente a la que debe someterse toda persona que profesa la fe cristiana. Esto nos debe servir de serio aviso contra la hipocresía, pues las máscaras y caretas no sirven delante de Dios; también sirve de estímulo a la sinceridad, al saber que Dios nos es testigo. Este individuo no habría sido jamás descubierto como lo que realmente era, si no hubiese entrado el rey a ver a los invitados. Podemos engañar a los hombres, pero no a Dios. Nótese el tono de Jesús cuando, por medio de su Espíritu, habla a las siete iglesias de Apocalipisis capítulos Apo 2:1-29 y Apo 3:1-22.

(B) Tan pronto como entró, vio el rey a un hombre que no estaba vestido con traje de boda (v. Mat 22:11). Le echó la vista encima inmediatamente; vana es la esperanza de escapar a la justicia divina escondido en medio de una multitud. No llevaba el traje de etiqueta. Si la llamada del Evangelio es la convocación a un banquete de bodas, entonces el traje de boda es una condición del corazón y una forma de vida en concordancia con el Evangelio. Este hombre no estaba desnudo, ni vestido de harapos, pero no llevaba el traje conveniente. Sólo los que están revestidos de Cristo (Gál 3:27), el cual es Jehová-Tsidkenu = «Jehová, nuestra justicia», tienen franca entrada a este banquete. Pero este hombre, como Adán y Eva, prefirió llevar su propio traje que no podía cubrirle. No tenía ninguna excusa, pues los reyes y nobles, en estas ocasiones, proveían gratis de este traje, como gratis se nos da la gracia con que nos revestimos de Cristo (v. también Gén 45:22; 2Re 5:22; Sal 45:13-14; Isa 61:10; Jer 23:6).

2. Cómo fue juzgado: Y le dijo: Amigo, ¿cómo entraste aquí, sin estar vestido con traje de boda? (v. Mat 22:12). Fue esta una pregunta desconcertante para quien creía estar allí a salvo de toda reconvención. ¡Amigo! (lit. compañero o camarada). Este saludo era un dardo penetrante, pues quien lo recibía estaba ligado con tantos vínculos y obligaciones a comportarse como amigo. ¿Cómo entraste aquí? No reprende a sus siervos por dejarle entrar, sino a él, por tener la presunción de mezclarse entre los llamados, a sabiendas de que su corazón no era recto. También nosotros deberíamos preguntarnos: «¿Cómo he venido a la Mesa del Señor, sin estar humillado, santificado, reconciliado con mi hermano y quizás he llegado tarde también? Si no he entrado por la puerta apropiada, soy un ladrón y un salteador». Si nos juzgamos así a nosotros mismos, examinando nuestro traje de boda, no seremos juzgados (1Co 11:31). Mas él enmudeció. Convicto de su ingratitud y descortesía, no sólo por la palabra del rey, sino también por su propia conciencia, no pudo pronunciar ni una sola palabra en defensa suya. Quienes no han oído nada de este banquete de bodas tendrán más excusa que quienes se atreven a entrar sin el traje de etiqueta al tener más luz y ser objeto de un mayor amor por parte de Dios.

3. Cómo fue sentenciado: Entonces el rey dijo a los sirvientes: Atadle de pies y manos, y echadle a las tinieblas de afuera; allí será el llanto y el crujir de dientes (v. Mat 22:13).

(A) El rey da orden de que sea esposado, como los criminales después de recibir la sentencia. Quienes no quieren trabajar y andar como deben, han de esperar encontrarse un día atados de pies y manos; no podrán resistir el castigo ni escapar de él.

(B) El rey ordena a sus sirvientes que le saquen del salón del banquete. Esto expresa el tremendo castigo en la otra vida; ser llevados lejos del rey («Apartaos de mí, malditos»; Mat 25:41) y del banquete de la vida eterna. Quienes no andan como es digno del cristianismo que profesan, renuncian a la felicidad a la que presuntuosamente aspiraban.

(C) El rey le sentencia a la más horrible cárcel: A las tinieblas de afuera (v. Mat 8:12). El Infierno es la más espantosa oscuridad, puesto que es la expulsión del Cielo, lugar de luz (Apo 21:23, Apo 21:25; Apo 22:5 y Apo 22:15); allí impera el dolor y la oscuridad (Efe 5:8; Col 1:13; 1Pe 2:9, etc.). El llanto expresa gran dolor, pesar y angustia; el crujir de dientes, la rabia y la desesperación.

VI. La parábola concluye con una frase que, sacada de su contexto, se presta a ser mal interpretada (v. también Mat 20:16, aunque allí no está bien atestiguada): Porque muchos son llamados, y pocos escogidos (v. Mat 22:14). La mayoría de los exegetas entienden esta frase en el sentido técnico de la elección eterna de algunos, entre los muchos que reciben la oferta general que Dios hace de buena fe a todos. Todo el contexto de la parábola va en contra de esta interpretación. En esta ocasión, el salón de boda está lleno de llamados (comp. Rom 1:6; Rom 8:28, Rom 8:30; 1Co 1:2, 1Co 1:24, 1Co 1:26, coincide aquí con escogidos del v. Mat 22:27; Gál 5:13; Efe 1:18; Efe 4:1; 1Ts 2:12; 1Ts 4:7; 2Ts 2:14; 1Pe 5:10; Apo 19:9, etc.); mientras que uno solo es desechado por no llevar el traje de boda (no significa que sólo uno de los convidados a las bodas del hijo del rey sea indigno, sino que tiene un carácter representativo). ¿Quiénes, pues, serán los «escogidos» aquí? Sin duda, los escogidos en la primera invitación (v. Mat 22:3), los cuales rehusaron venir al banquete; es decir, los pertenecientes al pueblo escogido.

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