Mateo 22:15 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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En esta porción, se nos refiere el ataque que planearon contra Jesús los fariseos y los herodianos sobre el asunto del pago del tributo.

I. Cuál era el objetivo de esta pregunta: Tenderle una trampa y sorprenderle en alguna palabra (v. Mat 22:15). Y, para ello, se fueron a deliberar. Ahora le atacan desde otro frente, para ver si pueden vencerle con el conocimiento que tienen de la Ley. Los hombres mejores y más prudentes no pueden escapar al odio y a la mala voluntad de los perversos ni verse a cubierto de lenguas pendencieras (Sal 31:20), por muy íntegros y avisados que sean, puesto que los enemigos de Cristo y del Evangelio son infatigables en su oposición.

1. Se fueron a deliberar. Cuanto mayor es la deliberación, tanto más grave es el pecado. Y cuanto mayor es la astucia con que se planea, tanto mayor es la perversidad de la voluntad en cometerlo.

2. Su objeto era sorprenderle en alguna palabra. Vieron que se expresaba con toda libertad y pensaron que era una buena ocasión para tenderle una trampa. Siempre ha sido táctica astuta de Satanás y de sus agentes hacer que una frase dicha inocentemente, pero interpretada de mala manera, haya ocasionado daño a las almas, y perjuicio al testimonio del Evangelio.

3. Dos caminos tenían los enemigos de Cristo para deshacerse de Él: la ley y la fuerza. Con la ley en la mano, nada podían hacer, a no ser que consiguiesen presentarle como reo ante los tribunales civiles. Tampoco era fácil deshacerse de Él por la fuerza, puesto que el pueblo tenía a Jesús por profeta, y podía producirse un tumulto, del que los líderes serían los más responsables ante las autoridades romanas. Por eso, el designio de ellos era presentarle un dilema ineludible, ante el que habría de granjearse, ya fuese el desagrado del pueblo o la prosecución por parte de la magistratura del Imperio, tomase el camino que tomase. Así tendrían ellos ganada la partida, al hacerle tropezar con su propia lengua.

II. Cuál fue la pregunta con la que intentaban sorprenderle (vv. Mat 22:16-17).

1. Las personas que emplearon para ello; no fueron ellos mismos, sino que le enviaron los discípulos de ellos, para que así apareciesen menos como tentadores que como aprendices. Los hombres más perversos suelen usar medios poco sospechosos para llevar a cabo sus peores designios. Con ellos, enviaron a los herodianos, un partido entre los judíos que tenía por objetivo inducir al pueblo a someterse al gobierno y pagar de buena gana el tributo exigido por el poder romano. Comoquiera que los fariseos eran opuestos al poder romano y estaban en contra del pago del tributo, ambos partidos parecían llevar el asunto a Cristo con buena intención, para que Él como maestro, decidiera lo que debía hacerse. Si aconsejaba pagar el tributo, los fariseos soliviantarían al pueblo contra Él; si aconsejaba no pagar, los herodianos le denunciarían ante el gobierno de la nación. Es cosa corriente entre los que están enemistados entre sí, oponerse conjuntamente a Cristo y a su Evangelio. Las zorras de Sansón miraban hacia lugares opuestos, pero estaban unidas por la tea entre las colas (Jue 15:4).

2. La forma respetuosa en que se presentaron a Jesús: Maestro, sabemos que eres veraz, y que enseñas con verdad el camino de Dios (v. Mat 22:16). Nótese que es cosa corriente que los proyectos más perversos vayan cubiertos con los más sospechosos respetos. Si hubiesen venido a Cristo con toda sinceridad y deseando seriamente adquirir alguna instrucción, no se habrían expresado con frases más laudatorias. Bien decían al afirmar que Jesús era veraz ya que es la Verdad misma (Jua 14:6), y que enseñaba con verdad el camino de Dios, pues enseñaba la doctrina de Dios (Jua 7:17) que conduce a la felicidad; éste era el camino recto. También es cierto que no hacía acepción de personas («no te da cuidado de nadie» = no te rindes ante sonrisas ni amenazas) no adulaba para atraerse el favor ajeno, ni se callaba para frenar el enojo injusto; no miraba la apariencia de los hombres, sino el corazón (Jua 2:24-25). Todo esto era cierto, pero ellos lo decían con adulación traicionera. Le llaman Maestro, cuando intentan tratarle como al peor de los malhechores; fingen respeto cuando sólo intentan hacerle daño; hacen afrenta a la divina sabiduría, e imaginan que pueden engañarle con tanta hipocresía.

3. La forma en que le hacen la propuesta: Dinos, pues, qué te parece (v. Mat 22:17). Como si dijeran: «Hay muchos que piensan de diferente manera en esta materia, y es un caso práctico que ocurre a diario; dinos francamente qué piensas tú de esto: ¿Es lícito dar tributo a César, o no?» Esto implica otra pregunta: ¿Tiene derecho César a demandarlo? Ahora bien, la pregunta venía a ser esta: ¿Es lícito pagar voluntariamente este tributo, o se debe insistir más bien en la antigua libertad de nuestra nación y desentenderse así de esta imposición del exterior? Lo importante del caso era, sin embargo, tender una trampa a Jesús, resolviese lo que resolviese.

III. Cómo se deshizo Jesús, con su infinita sabiduría, de la trampa en que intentaban cazarle.

1. La descubrió: Pero Jesús, conociendo la malicia de ellos (v. Mat 22:18) Una tentación conocida está ya medio vencida, pues el mayor peligro de las trampas, como de las serpientes, es que se oculten bajo la verde hierba. Les dijo: ¿Por qué me tentáis, hipócritas? Por densa que sea la máscara que el hipócrita se pone sobre el rostro, Jesús la atraviesa con su mirada. No hay quien le engañe a Él, como nos engañan a nosotros, con adulaciones y falsas apariencias. Quienes traten de engañar a Jesús, han de percatarse algún día de que sus ojos son demasiado penetrantes como para no descubrir el engaño, y demasiado puros como para no odiarlo.

2. Escapó de la trampa. Las preguntas capciosas no merecen respuesta, sino reproche; pero el Señor Jesucristo dio una respuesta completa a tan maliciosa pregunta, e introdujo un argumento eficaz para basarla, que sirviese además de principio general a los creyentes para saber cómo comportarse en los asuntos de la vida civil.

(A) Les forzó a confesar antes de que ellos se diesen cuenta, la autoridad que el César ejercía sobre ellos (vv. Mat 22:19-20). Cuando tratamos con personas capciosas, es conveniente dar razones, y si es posible, razones contundentes, antes de tomar resoluciones convincentes; así, la evidencia de la verdad puede hacer callar por sorpresa a quienes están contra la verdad misma, pero no pueden oponerse a la razón que la confirma: Mostradme la moneda del tributo (v. Mat 22:19). Los romanos demandaban el tributo en moneda romana, que era la moneda corriente entre los judíos entonces, por eso, se llamaba la moneda del tributo. Y ellos le presentaron un denario, la pieza de plata más corriente entonces que llevaba inscrita la imagen del emperador y su nombre, que servían a la gente de garantía pública acerca del valor de dicha moneda. Cristo les preguntó: ¿De quién es esta imagen, y la inscripción? Ellos reconocieron que era de César (v. Mat 22:21).

(B) Tomando pie de la respuesta de ellos, Cristo les convenció de la licitud de pagar el tributo a César: Devolved, pues, a César lo que es de César (v. Mat 22:21). Ellos habían preguntado si era lícito dar tributo a César; Él les responde que, si la moneda llevaba la imagen y la inscripción de César, le pertenecía a él y, por tanto, había que devolvérsela (ese es el verbo del original). Pablo usa el mismo verbo en Rom 13:7: «Pagad (gr. apódote) a todos los que debéis; al que tributo, tributo, etc.». Con esta respuesta, Jesús entraba profundamente en la naturaleza del dinero acuñado, pues el hecho de que reyes y emperadores acuñasen su imagen e inscripción en las monedas, implicaba que todo el dinero corriente les pertenecía a ellos; pagarles, por tanto, el tributo en dinero acuñado era devolverles una parte, en reconocimiento de la soberanía que tenían sobre él. Con esta sapientísima respuesta incluso desde el punto de vista financiero nadie podía sentirse ofendido, ya que no se erigía en árbitro de una decisión, sino que declaraba la pacífica sumisión al emperador, que los propios fariseos expresaban tácitamente al usar el dinero del emperador. Por otra parte, el gobierno de la nación no sólo no podía ofenderse de la respuesta de Jesús, sino que debía agradecerle por fortalecer ante el pueblo los intereses del emperador, ya que la gente tenía por profeta a Jesús. Así vemos que, aunque la verdad no necesita ocultarse fraudulentamente, conviene a veces que sea dicha con suma prudencia, para impedir la ofensa que una declaración abierta podría causar. Así quedaron vencidos y asombrados sus adversarios, y los discípulos recibieron una nueva instrucción. Y a Dios lo que es de Dios, pues un creyente debe siempre atenerse a la voluntad de Dios (Hch 4:19-20). Esto era algo que ni los fariseos ni los herodianos cumplían, pues no rendían a Dios el culto que Él demanda. Muchos se excusan de cumplir con su deber, al discutir si deben hacer algo o no. Veamos con más detalle la instrucción que aquí nos da Jesús:

Primero: Que la religión cristiana no es enemiga de los gobiernos civiles, sino un verdadero amigo de ellos.

Segundo: Que es un deber de los súbditos prestar a los magistrados los servicios debidos, de acuerdo con las leyes del país. Los poderes públicos, al tener una responsabilidad más amplia en razón directa de su categoría, tienen derecho a participar proporcionalmente de la riqueza pública. Sin duda, es un pecado más grave defraudar en esto al gobierno que a una persona particular. Mi chaqueta es mía por ley humana; pero el que me la roba es un ladrón de acuerdo con la ley divina.

Tercero: Al mismo tiempo, hemos de recordar dar a Dios lo que es de Dios (v. Mat 22:21). Si nuestra bolsa es de César nuestra conciencia es de Dios. Hemos de dar a Dios lo que le corresponde, tanto de nuestro tiempo como de nuestro dinero; de ello ha de participar tanto como el César; pero si las leyes de César se oponen a la ley de Dios, hemos de obedecer a Dios antes que a los hombres.

Finalmente: Obsérvese cómo quedaron confundidos con la respuesta de Jesús: Oyendo esto, se quedaron asombrados, y dejándole se fueron (v. Mat 22:22). Se asombraron de su sagacidad en descubrir y evadir la trampa que tan astutamente pensaban haberle tendido. Podría pensarse que debían maravillarse y seguirle; pero no fue así, sino que se asombraron y le dejaron. Hay muchos para quienes Jesús es maravilloso, pero no precioso («de gran valor»; 1Pe 2:7); admiran Su sabiduría, pero no se dejan guiar por ella. Se fueron, como quien se ve avergonzado y emprende una retirada poco gloriosa. Abandonaron el campo de batalla. No se gana nada contendiendo con Cristo (comp. 1Co 10:22).

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