Mateo 24:4 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Los entristecidos discípulos preguntan: ¿Cuándo? pero Cristo no responde a esto. En cambio, a la pregunta: ¿Cuál será la señal, etc.? contesta con todo detalle, Pues era de gran interés, no sólo para los discípulos, que esperaban un cumplimiento inmediato del reino mesiánico (Hch 1:6), sino para todos los creyentes a lo largo de la historia de la Iglesia. Ya hemos mencionado los distintos niveles proféticos de la escatología bíblica y así, en el trasfondo de la destrucción de Jerusalén se perfila en el horizonte de la profecía el final de los tiempos y la Segunda Venida del Señor. Lo que aquí les dice Jesús a sus discípulos está destinado primordialmente a mantenerlos en guardia y en vela, más bien que a satisfacer su curiosidad; más a prepararlos para los eventos venideros que a darles una idea detallada de los eventos mismos aunque el contexto general de la profecía nos presta abundantes aspectos complementarios.

I. Cristo comienza con una frase de precaución: Mirad que nadie os engañe (v. Mat 24:4). Ellos esperaban una respuesta inmediata a sus preguntas, al querer conocer los arcanos designios de Dios; pero Él insiste en lo que, después de su resurrección, había de decir a Pedro (Jua 21:21-22): «Vosotros seguidme a mí, y no os dejéis engañar por charlatanes y falsos profetas». Verdaderamente los falsos maestros son más dañosos a la Iglesia que los perseguidores. Tres veces en este discurso, llama Jesús la atención acerca de los falsos profetas. Respecto de ellos, obsérvese:

1. Las pretensiones con que se presentarán. Cuando más temible es Satanás, es cuando aparece como ángel de luz; bajo los colores más hermosos pueden esconderse las maldades más perversas. Estos falsos profetas (vv. Mat 24:1, Mat 24:11, Mat 24:23, Mat 24:24) pretenderán obrar bajo inspiración divina, y tratarán de engañar con los portentos que obrarán por el poder diabólico (comp. Apo 13:13-15). Estos engañadores, llamados anticristos por Juan (1Jn 2:18-19; 1Jn 4:1, 1Jn 4:3), llegarán a ocupar púlpitos en la Iglesia (1Ti 4:1.). Llegarán a decir: Yo soy el Cristo (v. Mat 24:5). No se tiene noticia de que alguien pretendiese ser el Cristo entre los años 30 70 de nuestra era, pero actualmente (1981) ya hay alguna secta cuyo jefe supremo es tenido por Cristo reencarnado, y ciertamente el Anticristo personal, descrito en 2Ts 2:1-4 y que coincide, lo más probable, con el jinete de Apocalipis Apo 6:1., está aún por manifestarse. La semejanza de cabalgadura con Apo 19:11 ha llevado a muchos comentaristas a pensar que se trata del mismo jinete lo cual es un error mayúsculo. Es lamentable que, cuando vino el verdadero Mesías, ni el mundo lo reconoció ni los suyos le recibieron; sin embargo, el diablo consigue engañar a tantos para que crean a los falsos Cristos. Y éstos, a su vez, esparcen sus emisarios por todo el orbe. El verdadero Cristo no vino gritando, ni alzando su voz, ni haciéndose oír por las calles (Isa 42:2), pero estos falsos Cristos y profetas se harán notar al llamar fuertemente la atención (v. Mat 24:23).

2. El éxito que tendrán: Engañarán a muchos (v. Mat 24:5), si fuera posible, aun a los escogidos (v. Mat 24:24). Esto indica: (A) La fuerza de tales engaños; será tal que una masa ingente de personas será arrastrada a la perdición por esta poderosa corriente de maldad, incluidos muchos de los que parecían estar firmes en la fe. Sólo la gracia omnipotente de Dios será suficiente para proteger a los escogidos según el propósito irrevocable de su beneplácito. (B) La seguridad de estos elegidos, en medio de tan enorme peligro, la cual queda garantizada en el paréntesis: si fuera posible, lo que implica que es imposible que sean engañados, porque están en las manos de Dios (Jua 10:28-30).

3. Las repetidas advertencias que Cristo hace acerca de ellos para que los creyentes estén en guardia: Mirad que os lo he predicho (v. Mat 24:25); pero aún no es el fin (v. Mat 24:6); no lo creáis (vv. Mat 24:23, Mat 24:26). Quien está sobre aviso del tiempo y lugar en que va a ser atacado, tiene medios de precaverse y defenderse. No debemos creer al que nos diga: Aquí está, o: Allí está (v. Mat 24:23), porque sabemos que el verdadero Cristo subió a los cielos (Hch 1:11) y está sentado a la diestra del Padre hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies (Heb 10:12-13), aunque se halla, por medio de su Espíritu, dondequiera que hay dos o tres reunidos en su nombre (Mat 18:20). No hay peor enemigo para la verdadera fe que la vana credulidad, y los necios muestran su simpleza en creer cualquier novedad ostentosa que les produce fascinación, especialmente si proviene de seudocientíficos charlatanes que saben orquestar una ruidosa propaganda mediante los «mass-media». Sigamos a Isaías cuando dijo: ¡A la ley y al testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido (Isa 8:20).

II. Cristo predice grandes conmociones, anteriores a su Segunda Venida (vv. Mat 24:6-7). En su Primera Venida, los ángeles anunciaron paz (Luc 2:14). Su Segunda Venida será precedida de guerras.

1. La situación politicomilitar será terrible: Oiréis hablar de guerras y de rumores de guerras (comp. Apo 6:3-4). La paz es silenciosa y tranquila, pero la guerra es tan ruidosa que hasta las más pequeñas y remotas aldeas oyen de ella y se ven obligados los hombres a intervenir con frecuencia en ella, y todos se ven condenados a sufrirla. Pero, sobre todo, ¡ay de los que rechazan el Evangelio! Quienes se niegan a recibir las buenas nuevas de paz, tendrán que oír las malas nuevas de guerras.

2. Pero eso no será motivo de alarma para los verdaderos creyentes: Mirad que no os alarméis (v. Mat 24:6). Pero, ¿es posible oír tales noticias, y no alarmarse? Todo depende de la confianza que se tenga en Dios, a mayor confianza, menor alarma; a menor confianza, mayor alarma. Los discípulos eran hombres de poca fe alarmados por la tormenta cuando llevaban consigo a Cristo en la barca. Si nuestra fe en Cristo es firme, la barquilla de nuestra alma no estará a merced de las olas. Aquí tiene perfecta aplicación lo de Isa 26:1-4, especialmente el versículo Mat 24:3: «Tú guardas en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera, porque en ti confía». Dos razones da Cristo para convencer a los suyos (también tienen aplicación para nosotros) de que no hay motivo de alarma:

(A) Porque es necesario que todo eso acontezca. Dios está llevando a cabo en ese período, a través de la maldad de los hombres, sus sabios designios. Dentro de la preparación para el perfecto reino mesiánico, es del todo inevitable el conflicto, no sólo a nivel doméstico (Mat 10:35), sino a nivel internacional, con acompañamiento de toda clase de calamidades: hambres, epidemias y terremotos (comp. Apo 6:2-8). Para que queden las cosas que no pueden ser sacudidas tienen que derrumbarse las que no han de quedar (Heb 12:26-27). Cuando una casa vieja se agrieta y amenaza ruina, su derribo no puede hacerse sin ruido ni nubes de polvo, pero después se hará la limpieza y será erigido el nuevo edificio (¡Bienaventurado el que espere! Dan 12:12).

(B) Porque hay que pasar por peores cosas antes de que venga la paz: Pero aún no es el fin (v. Mat 24:6). No es el fin de esta época terrible que aquí se describe; hay que esperar cosas peores. El contraste con el versículo Mat 24:8 es extraordinario: Mas todo esto será el principio de dolores (¡No es el fin … Será el principio!). A primera vista, el cuadro no puede ser más sombrío, pero la palabra dolores (gr. odínon) significa dolores de parto, que pueden soportarse con alegría cuando se considera que está para nacer un nuevo orden de cosas (comp. Jua 16:20-22, espec. v. Jua 16:21). Muchas veces, personas que han resistido toda clase de invitaciones ante la oferta de salvación, son sacudidas hasta lo más íntimo por una desgracia familiar, o un accidente personal o una enfermedad grave. «Doy gracias a Dios por mi lepra decía un leproso moribundo, en la China Inland Mission , porque por ella vine aquí y obtuve mi salvación eterna.»

III. Jesús predice los grandes sufrimientos de los suyos y la apostasía masiva de los últimos tiempos (vv. Mat 24:9-12).

1. Aflicción «tiempo de angustia para Jacob» (Jer 30:7), muerte, odio universal, antisemitismo radical y universal (Dan 7:25; Dan 9:27) que ya se acentúa notoriamente (la O.N.U. en bloque contra Israel). Si lo aplicamos al cristianismo, el ataque no es tan violento en nuestro tiempo, pero es más sutil no sólo de parte de la seudociencia, sino del liberalismo y de la mundanalidad de tantas iglesias que profesan ser «cristianas» cuando agoniza la verdadera fe y el auténtico amor brilla por su ausencia. Los acontecimientos que aquí se predicen, serán una criba tremenda para los que no hayan escapado de la ira (1Ts 1:10; 1Ts 5:9; Apo 11:18) y de la prueba que está para venir sobre el mundo entero (Apo 3:10).

2. Resultados de la gran prueba: Tres de signo negativo, y dos de signo positivo.

(A) Los resultados de signo negativo que se seguirán de la dureza de esta gran tribulación (v. Mat 24:21; nótese la singularidad de esta thlipsis megale, para no confundirla con la que es común a todos los seguidores de Cristo) son: (a) la apostasía de muchos: Muchos tropezarán entonces (v. Mat 24:10). Llegado el tiempo de la gran prueba, tropezarán y retrocederán, como todos los falsos profesantes (Mat 13:21; Heb 10:39). Tiempos de sacudida, tiempos de tormenta, sacuden y ahuyentan a muchos que parecían seguir a Cristo en días soleados y en calma (comp. 2Ti 1:15; 2Ti 4:16-17). (b) La malignidad de muchos: Se entregarán unos a otros, y unos a otros se aborrecerán (v. Mat 24:10). Los apóstatas suelen ser los peores perseguidores (el emperador Juliano fue educado con grandes santos de su tiempo; Stalin fue seminarista ortodoxo). Los aparentes aliados consumarán su traición (Dan 9:27; Ap. caps. Apo 17:1-18 y Apo 18:1-24), mientras la sangre de los mártires clamará al Cielo (Apo 6:9-10, Apo 20:4). (c) El enfriamiento del amor de la mayoría, debido al aumento de la iniquidad (v. Mat 24:12; el gr. no dice «muchos», como traducen algunas versiones, sino «los muchos», que siempre significa «todos los demás» o «la mayoría»). El amor a Dios y al prójimo se asienta en una fe viva (Gál 5:6) y Jesús viene a decir en Luc 18:8, mediante una pregunta retórica, que la fe escaseará en los días que precedan a su seunda Venida. Siempre que los acontecimientos parecen escapar al control de la divina providencia la fe sufre una sacudida tan tremenda, que sólo los verdaderos seguidores de Cristo pueden aguantar la prueba

(B) Los resultados de signo positivo son: (a) La perseverancia final de los verdaderos creyentes: Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo (v. Mat 24:13). Este versículo ha causado mucha confusión por falta de una hermenéutica correcta. Luc 21:19 no es paralelo, pues se refiere únicamente a la destrucción de Jerusalén el año 70 como se ve por el versículo Mat 24:24; ahí se habla de conservar la vida como les ocurrió a los creyentes que advertidos por la profecía de Jesús, se pusieron a salvo huyendo a Pella. En cambio, en Mat 24:13 se trata de la perseverancia en la fe, a pesar de los sufrimientos de la gran tribulación; no quiere decir que la perseverancia sea la causa de la salvación eterna sentido católico romano , sino que la perseverancia final será la señal evidente de la salvación adquirida; probablemente, no se trata aquí de la perseverancia hasta la muerte (sin que ésta se excluya), sino hasta el final de la tribulación. Es consolador saber, por la Palabra de Dios, que siempre queda un «resto» fiel: los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, etc. (Apo 20:4). La victoria mediante la muerte es simbolizada en la multitud salva durante la gran tribulación (Apo 7:9, Apo 7:14), ya que la palma, además de su simbolismo festivo (Lev 23:40), siempre ha simbolizado el martirio, lo cual viene a corresponderse por parte de la Iglesia, representada en el Cielo por los veinticuatro ancianos, con sus coronas de oro (Apo 4:4, Apo 4:10), que no son la diadema de rey, sino la corona (gr. stéfanos) del que venciere (Apo 2:7, etc.). Es preferible morir en la pira por causa de Cristo, que vivir en el palacio del Anticristo con todas las comodidades terrenales. (b) La proclamación del Evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones. Dentro de este contexto, adquieren especial relevancia los 144.000 sellados de las tribus de Israel (Apo 7:3-8); v. el coment. a este lugar), testigos cualificados ante los demás israelitas y ante los gentiles de Apo 7:9. que se habrán convertido mediante la predicación de estos 144.000 y de los dos testigos de Apo 11:1-19, en la primera mitad de la gran aflicción. Según los que no participan de esta opinión dispensacionalista, Mat 24:14 se refiere a la predicación del Evangelio en todo el mundo (Mar 16:15, comp. con Mat 28:19), antes del fin. Los modernos medios (radio y televisión) han contribuido en las últimas décadas a que eso sea ya prácticamente un hecho, así como la transmisión «vía satélite» hará posible que todo ojo pueda ver literalmente al Salvador cuando descienda, en su Segunda Venida, sobre el monte de los Olivos (Zac 14:4; Hch 1:11). Para nosotros, Mat 24:14 comporta una triste aplicación: Si Pablo pudo escribir Rom 10:18, Rom 15:19 ¿no es una vergüenza para la Iglesia el que haya descuidado su labor misionera (y, ante todo, lo de «al judío, primero»), hasta el punto de no haber llegado en más de 1.900 años a lo que llegaron los primeros predicadores del Evangelio en poco más de 30 años? ¿Qué interés tenemos por la salvación de esos miles y miles de almas que cada día pasan a la eternidad? ¿Estamos cumpliendo lo de Hch 1:8, o frotándonos las manos de gozo, sin más, por nuestra salvación personal?

IV. A continuación, Jesús predice la profanación y ruina de Jerusalén y de su santuario (vv. Mat 24:15-26), e incluye instrucciones que deben seguir los que entonces vivan en Judea. La interpretación de estos versículos como de todo el Discurso , depende de la opinión que se sostenga acerca de la escatología. En especial, depende de la interpretación de Dan 9:27, al que el Señor hace referencia. Expondremos las dos corrientes más numerosas de interpretación.

1. Los que aplican la abominación de la desolación (v. Mat 24:15), profetizada en Dan 9:27, al tiempo en que Jerusalén estaba cercada por los ejércitos romanos al mando de Tito, piensan que se hace referencia a algún objeto (imagen, estatua, emblema pagano, etc.), con el que los vencedores profanaban el santuario. Quienes la aplican al final de los tiempos, entienden que se trata de algo que sucederá al comienzo de la segunda mitad de la semana setenta de Dan 9:27 y durará «por un tiempo, tiempos, y la mitad de un tiempo», en expresión de Dan 7:25; Dan 2:7; es decir, tres años y medio; la expresión de Daniel se repite en Apo 12:14, y varia a sus equivalentes «42 meses» en Apo 11:2; Apo 13:5, y «1.260 días» en Apo 12:6 (v. el coment. a Dan 12:1-13, para más detalles). Jesús alude al profeta Daniel (v. Mat 24:15), el cual habló del Mesías y del reino mesiánico con más claridad que cualquier otro de los profetas del Antiguo Testamento. Jesús hace esta alusión a fin de que ellos viesen cómo la ruina de la ciudad y del santuario estaba profetizada en el Antiguo Testamento, con lo que su propia predicción quedaba confirmada. De esta manera, la Ley y los Profetas hablaban de Cristo tan claramente, que sólo los insensatos y tardos de corazón dejan de percibirlo (Luc 24:25); por otra parte, Cristo cumplía la Ley y los Profetas tan perfectamente, que con ello los establecía como Palabra de Dios (Mat 5:17; Rom 3:31). Cristo inserta el paréntesis «el que lea, entienda», por tratarse de una profecía oscura, que necesitaba mucha atención para ser entendida correctamente. Quienes leen las Escrituras, deben hacerlo con toda atención para entenderlas bien, de otro modo, de poco les servirá la lectura, pues poco se puede usar lo que se entiende mal o poco. No debemos desesperar de entender las Escrituras, por oscuras que sean pues la gran profecía con que se cierra la Biblia se llama «revelación» (gr. apokalypsis) no «secreto». Ahora bien, las cosas reveladas son para nosotros (Deu 29:29). Por consiguiente, hemos de escudriñarlas con toda humildad, sí, pero también con toda diligencia, y comparar unas porciones con otras aunque sin perder de vista el conjunto.

2. Los medios de preservación que los sensatos habían de emplear en tan graves circunstancias (vv. Mat 24:16, Mat 24:20): Entonces los que estén en Judea, huyan a los montes. Siguiendo esta dirección, ya desde el año 66, al advertir la inminencia del peligro los cristianos fueron escapando de Jerusalén, y especialmente huyeron a Pella tanto en el año 68, antes de la caída de la ciudad como mucho tiempo después cuando según testimonio de Epifanio, al ser reconstruida la ciudad por el emperador Adriano el año 135, los cristianos de los alrededores se retiraron por segunda vez a Pella. En tiempos de peligro, no sólo es lícito, sino obligatorio, buscar la propia preservación por los medios legítimos; si Dios abre una puerta de escape, debemos escapar por allí; lo contrario no es obedecer a Dios, sino tentarle. Cuando escapamos del lugar del peligro, no del lugar del deber, hemos de confiar en que Dios proveerá; entonces, la prisa en huir dará la medida de nuestra obediencia, al huir como de una casa que se derrumba o de un navío que naufraga; así salvaron sus vidas Lot y sus hijas, apresurados por los ángeles de Dios. Quizás el que huye, tenga que volver a luchar, pero eso es otra cosa. Véase en los versículos Mat 24:16-20 la prisa que han de darse, especialmente cuando se cumpla, según muchos, el nivel apocalíptico de la profecía (Apo 12:6, Apo 12:14), ante la terrible persecución del Anticristo (vv. Mat 24:21-24; Ap. caps. Apo 12:1-18 y Apo 13:1-18). Al ser tan grave el peligro, los que estén en las azoteas, no deben bajar de allí, sino huir de azotea en azotea, etc., y los que estén en el campo, no deben volver a casa, ni aun para llevarse lo más indispensable (vv. Mat 24:17-18), ya que ello les causaría retraso, por una parte, y por otra, les haría la huida más difícil al ir más cargados. Así leemos que los soldados sirios arrojaron sus vestidos y enseres por la premura en huir (2Re 7:15). Cuanto más despojado, más ligero. Quien tiene a Cristo en su corazón podrá llevarlo a cualquier lugar al que tenga que trasladarse, aunque llegue a verse despojado de todo lo demás. Sería una bendición, por la que Cristo dice que deben orar (v. Mat 24:20), el que la huida no tenga lugar en invierno, cuando resultará duro estar a la intemperie ni en día de reposo cuando los judíos estrictos no se habrían de atrever a caminar mucho. Especialmente difícil será la huida para las mujeres encinta o que estén criando (v. Mat 24:19), pues éstas no podrán prescindir de esa preciosa «carga» (comp. con Luc 23:29). El Señor nos enseña aquí a orar con especial frecuencia e intensidad cuando nos encontramos en tiempos de pública calamidad, para que, si la divina providencia quiere que hayamos de beber también nosotros la copa de la amargura, nos depare la circunstancia favorable que reste amargura a la copa, o el temple necesario para que su amargor nos conduzca a una más estrecha comunión con el Señor. Hay fases invernales en nuestra vida, en las que nos sentimos fríos y todo nos parece frío en nuestro derredor: problemas, baches espirituales, depresiones; es el tiempo apropiado para orar: ¿Está alguno entre vosotros afligido? Haga oración (Stg 5:13). Otras veces, son las enfermedades u otros motivos legítimos los que nos impiden disfrutar, en el día de reposo, del culto comunitario y de la comunión fraternal; que ello nos sirva para apreciar más las cosas espirituales y avivar el fuego espiritual del hogar, no dejando que se enfríe el corazón.

3. La grandeza de la aflicción de aquellos días. La singularidad de esta aflicción queda expresada de muchas maneras:

(A) Será una gran tribulación, cual no la ha habido ni la habrá jamás (v. Mat 24:21). Lo de cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, hace más que probable la referencia a Dan 12:1; lo de ni la habrá jamás por muy grave que fuese la tribulación del año 70, apunta más bien a Dan 12:1-2; Apo 7:14; Apo 12:12-17; Apo 13:7, etc. En todo caso, y sea cual sea la opinión que se tenga en cuanto al tiempo del cumplimiento final de esta parte del Discurso del Olivete, la aplicación para el inconverso es que aprenda a huir de la ira venidera (Mat 3:7-8; Rom 2:3-16); y para el creyente, que vele, sea sobrio y alentarse los unos a los otros con esta esperanza de la Segunda Venida del Señor (1Ts 4:13-18; 1Ts 5:4-9).

(B) Será una tribulación tan insoportable, que si aquellos días no fuesen acortados por la rápida venida del Hijo del Hombre, no se salvaría nadie (vv. Mat 24:22, Mat 24:27). Los escogidos son, con toda probabilidad, los escogidos entre los judíos (Isa 65:9), salvos entonces mediante el testimonio de los de su propia raza. Éstos tendrán que reconocer que nos les podrá salvar su espada ni su ejército, sino sólo la espada aguda que saldrá de la boca del Verbo de Dios (2Ts 2:8; Apo 19:15, Apo 19:21). En el tiempo de la angustia de Jacob, Dios se acordará de sus elegidos para acortar el tiempo. En vez de quejarnos de que nuestras aflicciones duran demasiado, debemos dar gracias a Dios de que se pasan pronto; si tenemos en cuenta nuestros defectos, y la labor de purificación refinadora que, por medio de ellas, quiere Dios nuestro Padre llevar a cabo en nosotros, no pediremos otra cosa, sino que se haga su santa voluntad, no sea que, con una oración demasiado insistente para que cese la prueba, impidamos que el divino artista lleve a la perfección esa imagen de Cristo que está dibujando en nosotros (Rom 8:29).

(C) El levantamiento de falsos Cristos y falsos profetas, que harán grandes señales y prodigios, da a entender que esto sucederá en la Segunda Venida del Señor, pues esto ya lo hemos dicho no sucedió en los años 68 70, sino que cuadra perfectamente con 2Ts 2:9, 2Ts 2:11; Apo 13:13-14; Apo 16:14.

(D) La rápida y decisiva intervención del Señor Jesús en su Segunda Venida. Vendrá como el relámpago (v. Mat 24:27), de modo que quienes le busquen en aquella hora, no tendrán que mirar hacia fuera («en el desierto»), ni hacia dentro («en las habitaciones interiores», v. Mat 24:26), sino hacia arriba, en donde todos los verdaderos creyentes hemos de esperarlo (1Ts 1:10). Es lástima que las crecientes comodidades que proporciona la moderna sociedad de consumo atraigan tanto la atención de los mismos creyentes que muchos de ellos se olviden de mirar hacia arriba. A pesar de ser su intervención tan súbita como el relámpago (y tan divina, porque sólo Dios puede producir los relámpagos), será visto por todos, lo cual está implicado en esa figura del relámpago que sale del oriente y brilla hasta el occidente. El versículo Mat 24:28, tan difícil para muchos expositores, se hace sencillo cuando se compara con Luc 17:37 y Apo 18:21. No se trata de águilas propiamente dichas (no hay referencia directa a los estandartes romanos), ya que éstas no se alimentan de carroña, sino de buitres de una clase especial, y la frase expresa la tremenda mortandad que la Segunda Venida del Señor producirá en aquella batalla (Apo 16:16; Apo 19:21).

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