Mateo 25:31 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Suele hablarse de esta porción como de una escena descriptiva del juicio final, en la que se da particular importancia a cinco aspectos de amor al prójimo y a cinco aspectos de omisión en el mismo sentido (comp. 1Jn 3:14; 1Jn 4:20). Es conocida la frase de Juan de la Cruz: «A la tarde, se nos examinará de amor». El pasaje admite, a este respecto, una aplicación devocional válida para todos. Pero, en pura hermenéutica, es más probable la opinión de quienes distinguen este juicio del que tendrá lugar ante el Gran Trono Blanco de Apo 20:11-15. Examinemos los diversos detalles de este juicio:

I. El tiempo de este juicio: Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria. Esto nos dice:

1. Que vendrá un día cuando el Señor vuelva a este mundo, no en estado de humillación como en su Primera Venida, sino en estado de exaltación y de gloria (Apo 19:11.), para hacer juicio y ejecutar la venganza de Jehová (Isa 61:2). Primero vino en oscuridad; ahora, rodeado de gloria.

2. Que este juicio es encomendado al Hijo del Hombre (Dan 7:13-14), título mesiánico, muy a propósito cuando viene a tomar posesión del reino (Apo 11:15).

II. La compañía que le hará escolta: Y todos los santos ángeles con Él (comp. Apo 19:14), dándole escolta como conviene a un Rey.

III. El lugar donde ejecutará el juicio: Entonces se sentará en su trono de gloria (v. Mat 25:31). Este trono (gr. thronos) no es el tribunal (gr. bema), en que Cristo hará el juicio de recompensas pero también parece que debe distinguirse, como hemos aludido ya del juicio de Apo 20:11-15, el cual tendrá lugar en el Cielo, después de la segunda resurrección (Apo 20:5), para dar diversos castigos según las diversas malas obras; mientras que, en Mat 25:31-46, el juicio tiene lugar en la tierra sobre ciertas obras específicas (buenas y malas), antes del Milenio («heredad el reino»; v. Mat 25:34). Ahora está sentado en el trono de gracia (Heb 4:16); entonces se sentará en su trono de gloria. El que, antes de su muerte, estuvo como reo ante el tribunal de Caifás vendrá rodeado de gloria sobre las nubes del cielo (Mat 26:57, Mat 26:64) para juzgar, no para ser juzgado.

IV. Los comparecientes ante el trono de este juicio: Y serán reunidas delante de Él todas las naciones (v. Mat 25:32). Las naciones aquí connota a los gentiles, pero éstos serán juzgados personalmente (nótese el masculino a los unos gr. autoús , mientras que naciones gr. éthne es neutro) además, las naciones como tales no acuden al trono de Dios, sino que son juzgadas a lo largo de la Historia.

V. La separación que el Juez hará entre los comparecientes a su trono: Separará a los unos de los otros, como separa el pastor las ovejas de los cabritos. Y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda (vv. Mat 25:32-33). Broadus refiere haber visto en Palestina a un pastor haciendo esto mismo que el Señor dice aquí. Serán separados como la cizaña del trigo (Mat 13:39-42). Malos y buenos se encuentran mezclados en este mundo, sin separación posible (1Co 5:10), pues, de otro modo, todos serían aquí arrancados (Mat 13:29), pero el Señor conoce los que son suyos y, Él, el Gran Pastor, los separará. Bien son comparados a las ovejas los que son buenos, pues la oveja es naturalmente mansa, inocente, dócil, paciente; mientras que los malos son comparables a las cabras, indóciles y rebeldes, como puede observarse cuando se las ata (siempre tiran a soltarse; de ahí el proverbio: «la cabra siempre tira al monte», y la palabra capricho procede del latín capra = cabra). Ovejas y cabras pueden pastar juntas durante todo el día, pero hay que recogerlas de noche en diferentes corrales o establos. Cristo, el Rey-Pastor, pone a las ovejas a su derecha, el puesto de honor (Heb 10:12; Mat 26:64), y a los cabritos a su izquierda. Todas las divisiones que ahora existen en la sociedad, carecerán entonces de importancia y desaparecerán de la escena; lo que, en este mundo, se llama «derechas e izquierdas» no tendrá relevancia; lo importante es estar a la derecha de Cristo; lo terrible, es estar a su izquierda en aquel juicio.

VI. El juicio y sentencia pronunciados sobre los de la derecha (vv. Mat 25:34-40). Obsérvese:

1. La gloria que les confiere: Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre etc. (v. Mat 25:34). Nótese que esta es la única vez en los cuatro Evangelios en que Jesús se aplica a Sí mismo este nombre, lo cual es muy significativo para centrar el episodio en su verdadero contexto. Venid comporta el cariñoso tono de Mat 11:28; Jua 6:35, Jua 6:37, e implica una cálida bienvenida. Benditos de mi Padre significa, no sólo que han recibido del Padre la gran bendición, sino que son suyos, como da a entender el original. ¿Qué importa que el mundo les maldiga y los persiga, si son benditos de Dios? Heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo (v. Mat 25:34). Respecto de esta maravillosa invitación nótese:

(A) La riqueza de esta herencia, pues se trata de:

(a) Un reino, lo cual es considerado en la tierra como la posesión más valiosa y honorable. Muchos que aquí habrán sido mendigos y prisioneros, heredarán entonces un reino.

(b) Un reino preparado; grande ha de ser la felicidad, cuando el reino ha sido preparado por el designio divino.

(c) Un reino preparado para vosotros. Esto expresa: primero, que es a propósito para la felicidad de ellos; segundo, que ha sido preparado teniéndolos a ellos personalmente en consideración: está preparado a vuestro nombre.

(d) Preparado desde la fundación del mundo. Es cierto que el designio divino acerca de esto, como acerca de todo, es desde la eternidad, pero es curioso que el original diga aquí desde, como si insinuase que, cuando Dios creó este planeta nuestro, cósmicamente insignificante, lo destinó a ser la sede futura del reino mesiánico, mientras que, en Efe 1:4 donde se habla de bendiciones celestiales, el original dice antes de, como de cosas que no pertenecen al tiempo, sino a la eternidad (no pretendemos hacer demasiada presión en dicha diferencia; sólo hacemos notar la diferencia).

(B) La forma en que habían de poseer el reino: en forma de herencia. Es Dios quien nos constituye herederos del Cielo, al adoptarnos por hijos: Y si hijos, también herederos (Rom 8:17). El título más honorífico, firme y valioso es el obtenido por herencia. Ya en este mundo, somos adoptados como hijos y herederos, con plenos derechos y poderes; tenemos las arras y primicias de la bendita herencia, pero será después cuando entraremos en la plena posesión y disfrute de la herencia.

2. La razón por la que les invita a tomar posesión del reino: Porque tuve hambre, y me disteis de comer, etc. (v. Mat 25:35). No se infiere de aquí que las buenas obras puedan merecer la herencia del reino, sino que hay promesa divina de rica recompensa a quienes hayan obedecido el gran mandamiento del amor. No es la obediencia la que consigue el título de herencia, sino la promesa del Padre y la obra del Hijo, mientras que la obediencia es sólo la cualificación necesaria de la persona beneficiada. Las buenas obras que aquí se mencionan son las comúnmente llamadas «obras de misericordia» u «obras de caridad», y la enseñanza general acerca de estas obras es que manifiestan la quintaesencia del cristianismo, según la expresa Pablo en Gál 5:6 «la fe que actúa (lit. que toma su energía) mediante el amor». Estas obras implican tres cosas que deben mostrarse en toda persona salva:

(A) Abnegación, o negación de sí mismo y desprecio de lo mundano, al juzgar las cosas de este mundo con el sano criterio de que todo su bien se halla en las oportunidades que tenemos de hacer el bien con ellas; y quienes no disponen de bienes de este mundo, han de albergar en su corazón una disposición similar y contentarse alegremente con su pobreza, sin darse por eso a la ociosidad.

(B) Sincero amor al prójimo, que es el segundo gran mandamiento. Hemos de dar muestras de este amor, y estar dispuestos siempre a obrar el bien y compartir con los necesitados; buenas palabras y buenos deseos son una mera burla sin buenas acciones (Stg 2:15-16; 1Jn 3:16-18). El que no tiene bienes de este mundo, siempre puede ayudar de algún modo, si tiene verdadero amor.

(C) Tener la mira puesta en el Señor Jesús y hacer el bien a los prójimos viendo en ellos hermanos de Jesús (no se olvide que es muy probable que haya de entenderse aquí a sus hermanos de raza: los suyos de Jua 1:11). Hay en Col 3:17Col 3:17 un principio general para obrar así, y respecto al amor que debemos a nuestros hermanos, es notable 1Jn 5:2, tras el contexto anterior. No está de más repetir que amar al prójimo por Dios no significa amarle sólo en Dios. Por desgracia, abunda una especie de «amor» al prójimo tan místicamente «espiritual» que resulta frío y desencarnado; para amar al prójimo cálida y eficazmente, hay que amarle en sí mismo, aunque el motivo fundamental sea el amor que viene de arriba (1Jn 3:1). Veamos cómo lo expresa Jesús: Tuve hambre, y me disteis de comer, etc. Como observación general, podemos decir que no es extraño que los ciudadanos del cielo pasen hambre y sed en la tierra; que al ser de la casa de Dios, sean forasteros aquí; que vestidos de Cristo (Gál 3:27) carezcan de ropas materiales; que al tener alma sana, tengan enfermo el cuerpo; y que libertados por Cristo (Jua 8:32, Jua 8:36), estén en la cárcel por la causa del Evangelio. Pero lo más importante aquí es que el Rey, Jesús, tenga por hecho a Él lo hecho a uno de sus hermanos más pequeños (v. Mat 25:40, comp. Hch 9:4-5). Esto causa a los justos una gran sorpresa, pero Jesús les da la explicación:

(a) Los justos quedan sorprendidos (vv. Mat 25:37-39); no de la herencia que van a recibir ni de las buenas acciones que habían llevado a cabo, sino de que tales acciones, hechas en beneficio de otros semejantes seres humanos como ellos, sean públicamente alabadas y ricamente premiadas como hechas al mismo Rey de la gloria: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, etc.? El verdadero creyente siente de tal forma la bajeza de su condición y las muchas faltas e imperfecciones en las mismas obras buenas que realiza que se asombrará cuando el Señor le de un premio tan excelente por un servicio tan deficiente.

(b) El Rey les da explicación: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis (v. Mat 25:40). Cuando aquel día sean publicadas las buenas obras de los justos: primero, serán recordadas, ni la más pequeña será pasada por alto, aunque no sea más que un vaso de agua fresca; segundo, serán interpretadas como hechas a Jesucristo. Así como Jesús saca el mejor partido de las aflicciones y debilidades de los suyos, también saca el mejor beneficio de sus buenas obras; tercero, nótese cómo Jesús llama a esos necesitados sus hermanos; no se avergüenza de ellos, sino que les hace partícipes de la nobleza que Él posee (comp. Heb 2:11).

VII. El juicio y la sentencia pronunciados contra los de su izquierda (vv. Mat 25:41-46). Tenemos:

1. La sentencia que pronuncia contra ellos: Apartaos de mí, malditos.

(A) Estar tan cerca del Rey, y notar su ceño fruncido. ¡Qué será oír de sus labios tan terrible sentencia! Jesús, el manso Cordero de Dios, siempre invitaba a ir a Él para encontrar descanso, alivio vida, luz, salvación. Pero los impíos se apartaron de Dios (Ose 7:13). Ahora el Rey les dice: Apartaos de mí.

(B) Pero ya que tienen que apartarse, y apartarse de Cristo, ¿no serán despedidos con alguna palabra suave? ¡No! Apartaos de mí, malditos. Los que no quieren venir ahora a Cristo para heredar una bendición, tendrán que apartarse, después, de Él, para llevarse una maldición. Los justos son llamados benditos del Padre porque su bendición se debe únicamente a la gracia de Dios, pero los impíos son llamados malditos, sin más añadidura, porque sólo a sí mismos pueden achacar su condenación.

(C) Ya que tienen que marcharse sin bendición, ¿podrán ir a algún lugar de comodidad y descanso? ¿No será para ellos suficiente miseria tener que lamentarse de su pérdida? ¡No! Tienen que ir al fuego eterno, un fuego encendido por la ira de un Dios eterno; donde su gusano no se muere, y el fuego no se apaga (Mar 9:48); y serán atormentados día y noche (sin pausa) por los siglos de los siglos, sin cesar (Apo 20:10).

(D) Pero, en medio de tantos y tales tormentos, ¿no podrán disfrutar de alguna buena compañía que les ofrezca algún consuelo? ¡No! Estarán allí con el diablo y sus ángeles, los ángeles caídos de su condición feliz por secundar a Satanás en su rebelión contra Dios. Sirvieron al diablo en vida y por eso, justamente se les condena a morar donde su amo mora, así como los que sirvieron a Cristo, estarán donde Cristo esté (Jua 12:26).

(E) Queda una consideración muy importante: El reino fue preparado para los justos, pero el fuego eterno no fue preparado para los impíos, sino para el diablo y sus ángeles. Dios no preparó para el hombre el mal, sino el bien. Por eso, todo lo que es de salvación viene de Dios, pero todo lo que es de condenación es culpa del hombre mismo.

2. La razón que da para dar esta sentencia contra ellos:

(A) Todo lo que les inculpa, lo que sirve de base a su sentencia, es omisión; así como el mal siervo de la parábola de los talentos, fue condenado, no por derrochar su talento, sino por no usarlo: Tuve hambre, y no me disteis de comer, etc. «Cuando yo estuve en necesidad, fuisteis tan egoístas que no me disteis lo que habría servido para socorrerme y aliviarme.» Los pecados de omisión son la ruina de miles de personas.

(B) No fue por omitir un artículo de doctrina, ni por dejar un acto de devoción, sino por omitir la práctica de lo que Dios requiere como necesario en Miq 6:8: Oh hombre, te ha sido declarado lo que es bueno y lo que pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, amar misericordia y caminar humildemente con tu Dios. La falta de misericordia con el necesitado es un pecado que conduce al Infierno: Porque el juicio será sin misericordia para aquel que no haga misericordia (Stg 2:13). El pecado está, pues, en aquel que sabe hacer lo bueno y no lo hace (Stg 4:17). Como en el caso de los justos, pero en la vertiente opuesta, los malos se sorprenden por la sentencia y el Rey les da la explicación:

(a) Entonces también ellos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, etc. (v. Mat 25:44). Los malos, aunque no tienen a qué apelar, tratan de inventar excusas. No repiten todos los cargos, sino simplemente añaden: «¿ … y no te asistimos?» Son, pues, conscientes de que no hicieron lo que debían; pero toman conciencia de ello demasiado tarde. Pensaban antes que eran gentes despreciables estas personas de las que ellos no habían tenido misericordia, pero ahora se les dice que era a Jesús mismo a quien despreciaban.

(b) El Rey justifica su sentencia en la misma forma que había justificado su modo de proceder con los justos: De cierto os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí me lo hicisteis (v. Mat 25:45). Lo que se hace en contra, y lo que no se hace a favor, de los hermanos y de los fieles discípulos de Jesucristo, aun de los más pequeños y despreciables, Jesús lo toma como hecho, o no hecho respectivamente, a Él: En todas las aflicciones de ellos fue Él afligido (Isa 63:9). El que los toca, toca a la niña de su ojo (Zac 2:8).

VIII. Finalmente, tenemos la ejecución de ambas sentencias (v. Mat 25:46). Los que no obraron el bien que sabían, irán al castigo eterno. En vano tratan muchos de rebajar la dureza de este castigo, al negar la eternidad de las penas del Infierno, atestiguada en otros lugares (Mat 18:8; Mar 9:48; 2Ts 1:9; Jud. v. Jud 1:13; Apo 20:10). La simetría misma del versículo pide que la palabra aionios tenga la misma extensión en el castigo que en la vida eterna. Sobre ellos Permanece la ira eterna de Dios (Jua 3:36). Si el alma humana no fuese de suyo, aunque por creación de Dios, inmortal (Dios es el único que posee la inmortalidad como en su fuente, 1Ti 6:16) parecería crueldad excesiva dar inmortalidad con el único fin de castigar eternamente; pero no es cruel mantener en castigo eterno a quien voluntaria e irrevocablemente ha rechazado la gracia de Dios. Por otra parte, los términos con que se expresa el estado de los condenados: «destrucción», «perdición» (gr. apóllymi, para el verbo; v. Jua 3:16), de ningún modo significan aniquilación, sino separación, una muerte segunda (Apo 20:14; Apo 21:8), que se caracteriza por estar siempre muriendo sin acabar de morir así como la vida eterna implica estar siempre viviendo sin acabar de vivir. Otra clave nos la proporciona Mar 9:49, compárese con Lev 2:13, y a la vista de Éxo 3:2; Sal 21:9; Heb 12:29, pues el mismo fuego que purifica al creyente (quemándolo sin consumirlo), consumirá al impío, salándolo para preservarlo eternamente de la aniquilación corporal, y aun existencial. Añadamos una razón final, pero decisiva para el que esto escribe: Quitad el infierno eterno y el impío se reirá de Dios, porque podrá procurarse en esta vida todo placer vedado y, si se cansa, pegarse un tiro en la sien, y saber que si resucita para condenación, será para caer en la nada, lo cual es mejor que padecer un tormento insufrible (los que se suicidan, no piensan en ir a otro lugar, sino en desaparecer de la existencia). Esta es una trompeta que suena demasiado fuerte para muchos, pero proclama un mensaje que pertenece a todo el consejo de Dios (Hch 20:27) y, por tanto el ministro fiel de Dios no puede callárselo. ¡Que nadie se llamé a engaño! Todas las oportunidades de salvación: gracia, tiempo y voluntad, se acaban con la muerte: Está reservado a los hombres EL MORIR UNA SOLA VEZ, Y DESPUÉS DE ESTO EL JUICIO (Heb 9:27, la misma unicidad que el sacrificio del Calvario; v. Mat 25:28). ¿Y habrá impío que no tiemble ante esta palabra inmutable de Dios?

2. Mas los justos, a la vida eterna (v. Mat 25:46), que es una herencia, y una herencia eterna. Esta vida eterna, perfectamente santa, será perfectamente feliz, porque hay una ecuación exacta entre santidad y felicidad. Si un Dios infinito nos ofrece su herencia entera para siempre, ¿podrá faltar algo para la felicidad del que participa de la felicidad misma de Dios? ¿Acaso no puede Dios satisfacer los anhelos legítimos de nuestro corazón? ¿Es acaso nuestro corazón más ancho que el suyo? Si la ausencia de todo mal (Apo 21:4), ya es bastante para dejar satisfecho a cualquiera, ¿que será la presencia de todo bien? Cosas que el ojo no vio, ni el oído oyó, ni se le han podido ocurrir a nadie (lit. ni han subido al corazón del hombre), son las que Dios ha preparado para los que le aman (1Co 2:9). Mira, yo he puesto delante de ti hoy la vida y el bien, la muerte y el mal … escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia (Deu 30:15, Deu 30:19).

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