Mateo 5:21 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Cristo pasa ahora a exponer la Ley en algunos de sus puntos particulares. No añade nada nuevo, sino que limita y restringe algunas cosas permitidas de las que se había abusado; y, en cuanto a los preceptos, muestra su extensión, la necesidad estricta de cumplirlos y su naturaleza espiritual. En otras palabras como ya dijimos al comienzo de este capítulo, ataca a las raíces del pecado. En estos versículos, explica el alcance de la ley del sexto mandamiento, de acuerdo con su verdadero objetivo y plena extensión.

I. Aquí está el mandamiento mismo (v. Mat 5:21). Las leyes de Dios no son nuevas ni advenedizas, sino que fueron dadas a los antiguos, pero son de tal naturaleza, que no se habían vuelto anticuadas ni obsoletas. Aquí se prohíbe matar: matarse, matar a otros, directa o indirectamente, o ponerse en camino de hacerlo, o perpetrar cualquier cosa que se asemeje a ello. La ley de Dios, que es Dios de vida, es una barrera de protección para nuestras vidas.

II. La exposición de este mandamiento con la que los maestros judíos se contentaban; su comentario era que cualquiera que mate será reo de juicio. Ahora bien, esta glosa que ellos hacían del mandamiento era defectuosa, ya que insinuaba que la ley del sexto mandamiento era sólo externa, y no prohibía sino el acto del asesinato sin poner freno a las pasiones de donde vienen las guerras y los pleitos (Stg 4:1). Este era, por cierto el error de los maestros judíos, error fundamental: pensar que la ley de Dios prohibía sólo el acto pecaminoso exterior, no el pensamiento pecaminoso.

III. La exposición que Cristo hizo de este mandamiento.

1. Cristo les dice que el enojo irreflexivo equivale al asesinato (v. Mat 5:22); Cualquiera que se enoje con su hermano sin causa, será reo de juicio y, por tanto, quebrantará el sexto mandamiento. El enojo es una pasión natural; hay casos en que es legítimo y laudable; pero cuando nos enojamos sin causa, es pecado. Cuando surge sin que exista provocación justa, sin causa o sin causa buena, o sin causa proporcionada; cuando nos enojamos por suposiciones sin fundamento, o por afrentas triviales que no merecen respuesta. Cuando no hay ningún objetivo bueno en perspectiva no sólo es en vano, sino que hace daño; mientras que, si en alguna ocasión nos enojamos, debería ser para incitar al ofensor a arrepentirse e impedir así que vuelva a ofender. Cuando sobrepasa los debidos límites, cuando va acompañado del ultraje y de la frase maliciosa, cuando tratamos de herir en lo vivo a quienes se van a resentir de ello. Todo esto es un quebrantamiento del sexto mandamiento pues quien se enoja de este modo, llegaría a matar si pudiese o se atreviese a ello, ya que está dando los primeros pasos en esa dirección.

2. Les dice también que usar un lenguaje oprobioso contra el hermano, llamándole imbécil y renegado es asesinato de lengua. Cuando esto se dice con mansedumbre y con buen fin, para convencer a otros de su insensatez e impiedad, no es pecado. Pero cuando con enojo indebido y malicioso, es como el humo del fuego que surge del Infierno. (A) Raca es una palabra de desprecio nacida de orgullo, y equivale a imbécil o mentecato. Una frase reveladora de esta clase de ultraje es la que enscontramos en Jua 7:49: Mas esta gente que no conoce la ley, son unos malditos. (B) Moreh, que muchas versiones traducen por loco, no es en realidad término griego, sino arameo, y significa algo así como impío o renegado; aquí el desprecio nace del odio, pues se mira al prójimo, no sólo como a despreciable e indigno de honor, sino como a vil e indigno de amor. Raca equivale a sin sentido, pero moreh equivale a sin gracia (gracia de Dios); y cuanto más atañe un reproche a la condición espiritual, tanto peor es. Las calumnias y censuras maliciosas son veneno bajo la lengua, que mata secretamente y despacio. Son como raíces de asesinato.

3. Les dice que, por muy a la ligera que se piense de estos pecados, hay que considerarlos como tales con toda seriedad. Quien se enoja con su hermano será reo de juicio; no sólo del local tribunal judío de 23 miembros, sino del juicio de Dios. Quien le llame raca, será responsable ante el sanedrín, palabra griega que los judíos usaban para designar la Corte Suprema de Jerusalén, compuesta de 71 miembros. Pero quien le diga Moreh se hace reo, no ante un tribunal humano, sino ante la misma Corte Celestial, será reo del fuego del Infierno, de ese mismo Infierno del cual él juzga digno a su hermano. Cristo quería así mostrar cuál de los pecados era más grave, e indica qué castigo era más terrible.

IV. De todo esto se infiere el deber que tenemos de preservar el amor cristiano y la paz con todos nuestros hermanos y que, si en alguna ocasión, se produce alguna ruptura, hemos de afanarnos por procurar la reconciliación.

1. Porque, mientras esto no se haga, estamos completamente indispuestos para tener comunión con Dios en sus santas ordenanzas (vv. Mat 5:23-24). Si tenéis algo contra alguien, pronto se arregla; basta con perdonar (Mar 11:25); pero si el mal ha comenzado de tu lado, de modo que tu hermano tiene algo contra ti, anda a reconciliarte con tu hermano, antes de presentar tu ofrenda ante el altar; es decir, antes de acercarte solemnemente a Dios. Siempre que nos dispongamos a efectuar cualquier acto religioso, bien nos irá con tomar de ello ocasión para reflexionar seriamente y examinar nuestro corazón, pues tales actos de religión no son aceptables a Dios, si los efectuamos cuando estamos enojados. Las oraciones pronunciadas en ira están escritas con hiel (v. Isa 1:15; Isa 58:4). El amor es mucho mejor que todos los holocaustos y sacrificios, tanto que Dios se contenta con esperar para la ofrenda, y no con que se le presente mientras somos culpables de odio y metidos en reyerta. Pero, aun cuando estemos indispuestos para la comunión con Dios a causa de alguna continua reyerta con nuestro hermano, esto no puede servirnos de excusa para omitir o descuidar nuestro deber. Muchos dan como excusa o razón de no venir a la iglesia o a la Mesa del Señor, el que no se llevan bien con algún hermano; y ¿de quién es la culpa? Un pecado no excusa el otro, sino que lo multiplica por dos. La falta de caridad no puede significar la falta de piedad. Por tanto, no debemos permitir que se ponga el sol sobre nuestro enojo (Efe 4:26) ningún día, porque debemos ir a la oración antes de ir a dormir.

2. Porque, mientras esto no se haga, estamos expuestos a gran peligro (vv. Mat 5:25-26).

(A) En el aspecto temporal. Si la ofensa que hemos cometido contra nuestro hermano, en su persona, en sus bienes o en su reputación, es tal que le ha producido un perjuicio considerable, es nuestro deber someternos humildemente a una satisfacción pacífica y equitativa; no sea que lo requiera al recurrir a los tribunales, y nos ponga en el extremo de ir a la cárcel. Es preferible llegar a un entendimiento, porque los pleitos ante los tribunales se pagan caros. Aunque debemos ser misericordiosos con los que nos causan perjuicio, debemos ser justos con aquellos a quienes hemos causado perjuicio. La cárcel es un lugar incómodo para los que son llevados allá por su orgullo, su insensatez o su despilfarro.

(B) En el aspecto espiritual. «Anda reconcíliate con tu hermano», sé justo con él, pórtate amistosamente con él, porque, mientras continúe la enemistad, así como no estás preparado para presentar tu ofrenda sobre el altar, indispuesto para llegarte a la Mesa del Señor, tampoco estás preparado para morir.

Aunque los versículos Mat 5:25 y Mat 5:26 no se refieren a la relación del hombre con Dios, sino con su prójimo, bien puede hacerse una acomodación al gran asunto de nuestra reconciliación con Dios por medio de Jesucristo: Ponte a buenas con él, entretanto que estás con él en el camino. Nótese que: (a) El gran Dios es adversario de todos los pecadores; (b) Mucho nos importa el ponernos a buenas con él; (c) Es señal de gran prudencia hacer esto de prisa, mientra «estamos en el camino; mientras estamos con vida, estamos en el camino; después de muertos, ya es demasiado tarde para ello; (d) quienes continúan en estado de enemistad con Dios, están continuamente expuestos a ser arrestados por su justicia. El Infierno es la cárcel en la que serán arrojados los que continúen en estado de enemistad con Dios. Los pecadores no arrepentidos permanecerán allí por toda la eternidad. No saldrán de allí hasta que paguen el último cuarto. En el sentido literal del texto, esto es posible, pero en el sentido acomodado a nuestra relación, esto es imposible, porque nadie puede pagar a Dios, de su peculio, por ninguno de sus pecados. Por lo que acabamos de decir, se ve cuán falso resulta aplicar esto literalmente a la relación con Dios, y más falso todavía deducir de aquí, como se ha hecho en la Iglesia de Roma, a partir de Tertuliano, nada menos que la doctrina sobre el purgatorio.

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