Mateo 5:27 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Ahora tenemos una exposición del séptimo mandamiento. Es la ley contra la impureza sexual, lo cual sigue muy apropiadamente al mandamiento anterior. El sexto mandamiento concierne al mayor de los bienes del prójimo, que es la vida; el séptimo concierne al segundo de sus bienes, que es la honra.

I. Primero aparece el mandamiento mismo: No cometerás0 adulterio (v. Mat 5:27), lo cual incluye la prohibición de todos los otros actos de impureza sexual, así como el deseo de ellos.

II. Se explica después la severidad del mandamiento en tres aspectos.

1. Se nos enseña aquí que existe un adulterio cometido en el corazón, es decir, pensamientos y deseos que nunca llegan al acto exterior del adulterio o de la fornicación. Cualquiera que mira a una mujer (ajena, se entiende) para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón (v. Mat 5:28). Este mandamiento prohíbe, pues, no sólo los actos externos de adulterio y fornicación, sino: (A) Todos los deseos de ellos. La concupiscencia supone una conciencia confusa o predispuesta por una mala inclinación; confusa, si no reacciona contra el pecado; mal inclinada, si muestra su connivencia con el pecado; en el primer caso, no prevalece en lo que dictamina; en el segundo, no dictamina como es debido. (B) Todo acercamiento a ellos; lo cual suele comenzar al alimentar los ojos con la vista del fruto prohibido. El ojo es la puerta de entrada y de salida de gran cantidad de perversidad en esta materia. ¿Para qué tenemos la «cubiertas de los ojos, que son los párpados, sino para frenar las miradas de corrupción, y dejar fuera las impresiones contaminantes? Esta ley prohíbe igualmente el uso de cualquier otro de los sentidos para avivar la concupiscencia. Si las miradas tentadoras son cosa prohibida, mucho más lo son las conversaciones sucias, las diversiones lascivas, etc.; todo cuanto sirve de pábulo y fuelles a este fuego infernal. Estos preceptos son vallas en torno a la pureza de corazón (v. Mat 5:8). Y, si el mirar es pecado, quienes se visten, se arreglan y exhiben con el propósito, más o menos consciente de ser vistas y codiciadas no son menos culpables. Los hombres pecan, pero el demonio tienta de muchas maneras a pecar.

2. Tales miradas y diversiones son tan peligrosas y nocivas para el alma, que es preferible perder un ojo o una mano antes que aceptar la ocasión de caer. El mundo dice: «Dura es esta palabra, ¿quién la puede oír?» (Jua 6:60). La carne y la sangre no pueden menos de mirar con placer a una mujer bella; y les resulta imposible dejar de codiciar y divertirse con tal objeto. Tales inclinaciones difícilmente pueden ser superadas con razones, por lo cual, es preciso oponerles los terrores del Señor.

(A) Es una operación muy seria la que aquí se prescribe para remedio de tal concupiscencia. Si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo y échalo de ti. Y si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala y échala de ti. Si no hubiese otro medio de impedir las miradas lascivas y los perversos desmanes, sería preferible tomar tan drásticas medidas; pero, gracias a Dios, hay un remedio más efectivo que toda precaución externa: la oración ferviente al Señor, para asirse del poder de su gracia, que es suficiente para superar toda tentación. Y si hemos de estar dispuestos a aplicar tales correctivos, mucho más debemos estar resueltos a mantenernos en constante vela sobre los movimientos de nuestro corazón para suprimir inmediatamente en su primer inicio el oleaje de la pasión, para evitar las ocasiones de pecado, para resistir a toda tentación en sus comienzos y huir de la compañía de quienes pueden hacernos caer en el lazo de la seducción, por muy agradable que nos resulte su amistad. ¡Guardémonos de los caminos del mal, y aun del uso de cosas de suyo permitidas, si hallamos en ellas algún motivo de tentación; y, sobre todo, busquemos el rostro del Señor y dependamos continuamente de su gracia! ¡Andemos en el Espíritu, y así no satisfaremos los deseos de la carne! (Gál 5:16). Esto será mucho más efectivo que sacarse el ojo derecho y cortarse la mano derecha, pues equivale a dejar inoperante nuestro viejo hombre.

(B) Es sobrecogedor el argumento que el Señor usa para encarecer la estricta observancia del precepto: Más te conviene que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno (vv. Mat 5:29-30). No es inconveniente para un ministro del Señor el hablar del infierno y de la condenación, sino que, por el contrario, debe hacerlo, por cuanto el Señor lo hizo; y seríamos infieles al encargo que se nos ha confiado, si no advirtiéramos a otros de la ira venidera. (a) Hay algunos pecados de los que necesitamos ser salvados con temor (Jud. v. Jud 1:23), particularmente las pasiones de la carne, que son tan brutalmente bestiales, que sólo se pueden tratar poseídos de temor. (b) Los que ponen su alma en riesgo de ruina eterna antes que privarse de las satisfacciones que proporciona el placer de los instintos brutales, no saben lo que es el infierno o no creen en él. (c) Incluso los deberes menos agradables a nuestra carne y sangre, son provechosos, pues nuestro Maestro no requiere de nosotros nada que no sea para nuestro provecho y felicidad. Más aún, podemos asegurar que el desprecio o el descuido de la virtud se deben a que la mayoría de la gente (incluso, entre creyentes) no llega a convencerse de que hay una perfecta ecuación entre santidad y felicidad.

3. El Señor dice tambien que el divorciarse de sus mujeres por cualquier causa que no sea el concubinato es una violación del séptimo mandamiento, puesto que abre de par en par las puertas al adulterio (vv. Mat 5:31-32). Observa aquí:

(A) Cómo estaba la cosa respecto del divorcio: «Cualquiera que repudie a su mujer, que le de carta de divorcio»; que no piense hacerlo de palabra, cuando está dominado por alguna pasión, sino que lo haga solemnemente. Así prevenía la Ley contra los divorcios precipitados.

(B) Cómo rectificó y enmendó el Señor este precepto, y devolvió la institución del matrimonio a su primitivo estado: Vendrán los dos a ser una sola carne (v. el comentario a Gén 2:24) y por tanto, difícil será separarlos, no debiendo ser permitida la separación, a no ser que se hallen unidos ilegítimamente, en grado prohibido por la Ley. Esta es la más probable interpretación del griego porneia, que nunca significa adulterio en el Nuevo Testamento. El que repudia a su mujer por cualquier otra causa, hace que ella adultere; y no sólo ella, sino también el hombre a quien ella se una después de ser repudiada.

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