Mateo 6:25 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

Estudio Bíblico | Explicación de Mateo 6:25 | Comentario Bíblico Online

En consecuencia con lo que acaba de decir, Jesús añade ahora algo de suma importancia para el creyente: Si hemos escogido servir a Dios, y ponemos en Él toda nuestra confianza, se sigue como una consecuencia natural que debemos desechar toda ansiedad acerca de las cosas necesarias para la vida.

I. Jesús nos invita a no sentir ansiedad ni preocupación acosante por las cosas necesarias, como el comer y el vestir: Por tanto, os digo: No os afanéis ansiosamente por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir (v. Mat 6:25). Por tanto, como consecuencia de lo que acabo de decir, os digo, como Dueño, Legislador, Salvador y Esposo de vuestras almas: No os afanéis … Pensar y ocuparse en las cosas necesarias para la vida, y trabajar para ganarse el sustento, es algo, no sólo legítimo, sino preceptuado por Dios. Pero:

1. Lo que Jesús prohíbe es la ansiedad atormentadora, que perturba el gozo en el Señor, la paz del espíritu, el sueño reparador y el disfrute de las bendiciones que recibimos de Dios.

2. Tal ansiedad tiene como fondo una falta de fe. Dios ha prometido proveer a sus hijos de todo lo necesario para la vida, no de lo superfluo, de modo que podamos decir con David: Jehová es mi pastor; nada me faltará (Sal 23:1). No nos ha prometido banquetes, pero sí sustento. Estar ansioso acerca de ello equivale, pues, a dudar de la fidelidad de Dios a Sus promesas, o de la bondad y sabiduría de la divina providencia. Dice Pedro: Echando toda ansiedad sobre Él, porque Él tiene cuidado de vosotros (1Pe 5:7). La Palabra de Dios está llena de referencias a esta actitud de confianza filial que debe ser una característica de los creyentes.

3. No os afanéis por vuestra vida. Aun tratándose de esta vida terrenal, que es el máximo valor de las cosas temporales: «todo lo que el hombre tiene, lo dará por su vida» (Job 2:4). Sin embargo hemos de dejarla confiadamente en manos de nuestro Padre: En tu mano están mis tiempos (Sal 31:15). ¡Están en buenas manos!

4. No os afanéis por el día de mañana (v. Mat 6:34); en general, por el porvenir. ¡No estemos ansiosos por el futuro! Así como no debemos jactarnos del día de mañana (Stg 4:13-16) tampoco debemos estar ansiosos por el día de mañana; ya sea dulce, ya sea amargo, lo que nos depare el porvenir, hemos de ponerlo en manos de Dios como un cheque en blanco, y rubricarlo con un Amén.

II. Razones y argumentos con que Jesús fundamenta esta prohibición. Para mostrar cuánto interés tiene en esta materia, y cuánto le agrada el que los suyos tengan absoluta confianza en la providencia divina, Jesús respalda su mandato con las más poderosas razones. Para librarnos de todo pensamiento de angustia en este asunto, Cristo nos sugiere los más consoladores pensamientos para que llenemos de ellos nuestra mente y nuestro corazón. Si nuestra razón pura no es suficiente para quitarnos la ansiedad, la fe viva es más que bastante para vencerla.

1. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? (v. Mat 6:25). Sí, claro que lo es; se trata de algo evidente para todos: la vida es más importante que el sustento. La comida y el vestido están destinados para la vida, y el fin es más noble y excelente que los medios. El manjar más exquisito y el más suntuoso vestido proceden de la tierra mientras que la vida procede del aliento de Dios (Gén 2:7). Esto nos sirve de estímulo para esperar de Dios que nos conceda el alimento y el vestido necesarios y así desprendernos de toda ansiedad acerca de ellos. Si Dios nos ha dado la vida y el cuerpo, ¿qué no podrá o no querrá darnos para mantenerlos y protegerlos? Si nosotros nos afanamos por Las cosas del alma y de la vida eterna, que valen mucho más que el cuerpo y la vida temporal, podemos dejar en manos de Dios el cuidado de proveernos alimento y vestido, que son de menor importancia. El que nos guarda de los males a los que estamos expuestos, nos proveerá de los bienes que necesitamos.

2. Mirad las aves del cielo … Considerad los lirios del campo. Aquí tenemos un argumento sacado de la providencia que Dios tiene con las criaturas inferiores. ¡A qué bajo estado ha debido de caer el hombre, para que se le envíe a esta escuela de las aves del cielo para que le enseñen!

(A) Mirad a las aves y aprended de ellas a depender de Dios para su alimento (v. Mat 6:26). Observad la providencia de Dios con respecto a ellas. Hay muchas clases de aves, algunas muy numerosas, algunas muy voraces, pero todas hallan el alimento conveniente para su especie. Estas aves, comoquiera que, en su mayor parte, prestan poco servicio al hombre, tampoco están al cuidado del hombre; los hombres se alimentan de ellas con frecuencia, pero raras veces las alimentan a ellas; pero no les falta el sustento: Vuestro Padre celestial las alimenta (v. Mat 6:26). Él conoce todas las aves silvestres de los montes mucho mejor que lo que tú conoces las aves domésticas de tu corral. Pero lo más digno de notarse en este punto es que dichas aves hallan alimento sin que ellas trabajen o se esfuercen por encontrarlo: No siembran, ni siegan ni recogen en graneros. Cada día, tan seguro como que el sol se levanta cada mañana, encuentran el sustento necesario, y todas ellas esperan en Dios, para que les de su comida a su tiempo (Sal 104:27), y Él provee a todas abundantemente, pues Sus ojos están en todo lugar (Pro 15:3). De aquí podemos sacar ánimo y consuelo abundante para acrecentar nuestra confianza en Dios: ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? dice Jesús . Sí es cierto; los herederos del Cielo valen mucho más que las aves del cielo; como seres más nobles y excelentes, pueden, mediante la fe, volar más alto que las aves. Dios es el Hacedor, el Dueño y el Sustentador común de aves y hombres; pero sólo de los suyos es Padre; nosotros somos sus hijos primogénitos (Heb 12:23); ahora bien, quien alimenta a sus pájaros no dejará morir de hambre a sus hijos. Si las aves confían en la providencia de nuestro Padre, ¿no vamos a confiar nosotros en ella? Al depender de Dios, viven ellas sin preocupación por el mañana; por eso, disfrutan de una vida más alegre que ninguna otra criatura inferior, como lo muestran cantando en las ramas de los árboles. Si nosotros, por fe, estuviésemos tan confiados del mañana como ellas lo están, de seguro que cantaríamos tan alegremente como ellas lo hacen.

(B) Considerad los lirios del campo, y aprended a confiar en Dios acerca del vestido (v. Mat 6:28). Esto es también parte de nuestra ansiedad: ¿Qué hemos de vestir? Esta pregunta recurre casi con tanta frecuencia como la del sustento diario. Considerad los lirios del campo; no os contentéis con mirarlos (cualquiera puede hacerlo para admirar su belleza), sino reflexionad sobre ellos; hay muy buenas cosas que aprender de lo que vemos todos los días, si nos paramos a meditar. ¡Los lirios son tan frágiles! Son la hierba del campo, que hoy es y mañana se seca y se echa en el horno. Así el hombre es también frágil: Es cortado como la flor, como la hierba (v. Job 14:2; Sal 103:15; Isa 40:6, Isa 40:8), aunque algunas de las cualidades del alma y de las prendas de un cuerpo hermoso sean como lirios y reciban mucha admiración, todavía son como la hierba. Esta hierba hoy es y mañana se echa al horno; dentro de poco, el lugar donde vivimos nos negará diciendo: Nunca te vi (Job 8:18). Tu nombre desaparecerá de la puerta del despacho, de la nómina de la empresa, del padrón del ayuntamiento; hasta tu recuerdo irá difuminándose paulatinamente en la memoria de los vivientes. ¿Para qué pensar sobre lo que nos pondremos mañana, pues quién sabe si mañana lo que nos pondrán (no lo que nos pondremos) será una mortaja? Consideremos cuán libres de ansiedad están los lirios: no se fatigan como los humanos para poder comprar vestidos, ni hilan para hacerse el vestido. No quiere decir que no hayamos de trabajar o desempeñar con esmero y sentido de la responsabilidad nuestro oficio o nuestra profesión en esta vida. El perezoso tienta a Dios en vez de confiar en Él. ¡Considera qué bellos y qué finos son los lirios; cómo crecen, y de dónde salen! La raíz del lirio está, en el invierno, escondida y soterrada, pero cuando vuelve la primavera, reaparece y se levanta en poco tiempo; esto ilustra la promesa de Dios a Israel, de que había de crecer como el lirio (Ose 14:5). ¡Considera en qué se convierte en pocos días su tallo! Desde la oscuridad en que estuvo soterrado durante el invierno, llega a ser en pocas semanas una flor tan vistosa, que ni Salomón, en medio de todo su esplendor, se vistió como uno solo de ellos. Por muy bien que un hombre se vista, se ha de quedar por debajo del esplendor de los lirios, y un parterre de tulipanes le dejará deslucido. Ambicionemos, pues, la sabiduría de Salomón más bien que su gloria y esplendor, en lo que un solo lirio le supera. La inteligencia y la gracia son perfecciones específicas del hombre, no la belleza del cuerpo, y mucho menos la elegancia y finura del vestido. Aquí se nos dice también que Dios viste a la hierba del campo (v. Mat 6:30). Todas las excelencias de las cosas creadas proceden de Dios. Él es quien ha dado al caballo su fuerza y al lirio su hermosura. ¡Cuán instructivo es todo esto para nosotros! (v. Mat 6:30). En efecto, lo es:

(a) En cuanto a los vestidos lujosos, pues nos enseña a no preocuparnos de modo alguno en adquirirlos, a no envanecernos llevándolos, a no codiciarlos, porque, después de todo, los lirios nos han de sobrepujar en esto con mucha ventaja; si no podemos vestirnos tan elegantemente como ellos, ¿por qué nos hemos de empeñar en rivalizar con ellos? Por otra parte, su belleza es tan pasajera como la nuestra.

(b) En cuanto al vestido necesario, pues nos enseña a echar sobre Dios toda nuestra ansiedad (1Pe 5:7). Si Él viste tan finamente a la hierba, ¿cómo no se cuidará de que sus hijos dispongan de la ropa conveniente? Nótese el título que da Jesús a sus oyentes al final del versículo: hombres de poca fe. Esto puede tomarse, primeramente, como un reproche por una fe débil, aunque sea verdadera. Si tuviésemos más fe, tendríamos menos ansiedad; en segundo lugar, puede tomarse como un estímulo para tener fe, incluso cuando sea débil. Jesús recomienda tener más fe, pues una fe mayor puede llevar a cabo grandes cosas, pero la fe pequeña no será rechazada. Dios provee para los creyentes sanos, incluso cuando no son santos; cuando son firmes, aunque no sean aún fuertes. Porque, también en una familia, se les da alimento y vestido a los niños lo mismo que a los mayores, y con un cuidado y una ternura especiales.

3. ¿Y quién de vosotros podrá, a fuerza de afanarse, añadir a su vida una sola hora? Esta es una traducción mejor que: añadir a su estatura un solo codo (v. Mat 6:27), ya que encaja mejor en el contexto y en el uso normal del término griego helikía, especialmente en nuestro caso, pues pocos hombres se acongojan por añadir un codo a su estatura, mientras que la mayoría desean prolongar su vida. Podrá objetarse que, especialmente en esta última parte del siglo XX, la medicina y la cirugía han hecho notables progresos para prolongar la vida de los seres humanos, pero de nada sirven todos los esfuerzos humanos sin la bendición de Dios, y por eso decimos de uno que se muere, que le ha llegado su hora, la que Dios tenía marcada en su reloj, pues sólo Dios puede hacer que la sombra retroceda diez grados en el reloj (2Re 20:11). Por otra parte, es bien conocido el hecho de que pocas cosas hay que acorten la vida tanto como el disgusto o la ansiedad, ya que son fenómenos psicológicos concomitantes, interrelacionados con la úlcera y el cáncer de estómago, aparte de otras enfermedades del sistema nervioso. No es extraño que la fe, la confianza absoluta en Dios, sea la mejor medicina en estos casos.

4. Porque todas estas cosas las buscan con afán los gentiles (v. Mat 6:32). Los gentiles buscan todas estas cosas, porque no conocen mejores cosas; se afanan por todo lo de este mundo, porque son extranjeros para el otro; están ansiosos y preocupados por estas cosas, porque están sin Dios en el mundo (Efe 2:12) y, por ello, no saben nada de la providencia divina. Tienen sus ídolos, los adoran y les sirven, pero no pueden confiar en ellos. Por eso mismo es una vergüenza para los cristianos el que, al poseer principios más nobles, anden como andan los gentiles, los mundanos, y llenen su cabeza y su corazón con las mismas cosas que ellos.

5. Vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Es decir, de todas estas cosas necesarias: el alimento y el vestido. Dios conoce nuestras necesidades mejor que nosotros mismos. A veces pensamos: Si tal amigo o pariente mío supiese en qué aprieto me hallo, pronto correría a sacarme del apuro. Pensemos, ante todo, que Dios, nuestro buen Padre conoce nuestras necesidades, nos ama, tiene compasión de nosotros y está presto a ayudarnos, porque sabe, quiere y puede hacerlo. Aunque, por otra parte, quiere también que se lo digamos y echemos sobre Él nuestra ansiedad, pues Él es quien cuida de nosotros. Veamos finalmente, que Jesús habla de lo que necesitamos, no de lo que nos sea superfluo o nocivo o de lo que sea producto de nuestro capricho. Como bien dice Crisóstomo: «Jesús no dijo: «Considerad cómo vuelan las aves», cosa imposible a los hombres, sino que «vuestro Padre celestial las alimenta» para que no sufran congoja, cosa que podemos alcanzar nosotros también».

6. Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas (v. Mat 6:33). Hay aquí un argumento doblemente poderoso para ahuyentar de nosotros la ansiedad y el afán atormentador acerca de las cosas temporales; como si dijese: No os afanéis ansiosamente por la vida del cuerpo, porque: (A) Tenéis mayores y mejores cosas en que afanaros: la vida del espíritu y la eterna bienaventuranza; esto es lo único necesario (Luc 10:42), en lo que deberíais ocupar vuestro pensamiento. (B) Tenéis un medio más seguro, fácil y sencillo de obtener las cosas necesarias para esta vida y es buscar primero el reino de Dios.

(a) Hay aquí la demanda de un gran deber el cual es la suma y compendio de todos nuestros deberes: «Buscad primero el reino de Dios». Nuestro deber es «buscar», «no que lo haya alcanzado ya» (v. Flp 3:12); pero si nuestro buscar es sincero, si nuestro proseguir a la meta es sin desmayo, será sin duda acepto a los ojos de Dios, aunque en muchas cosas tropecemos y nos quedemos por debajo del nivel deseado. Pensemos que el Cielo es nuestra meta, y la santidad nuestro camino. Si no es camino para el Cielo, de nada nos sirve nuestra religión. La felicidad de tal reino es consustancial con su justicia o rectitud. Profundizando en este concepto, y con la experiencia que suministran tanto el examen de nosotros mismos, como el trato con los demás, podemos asegurar, sin temor a equivocarnos, que la razón principal por la que los incrédulos e indiferentes se muestran reacios a entregarse a Cristo, y los cristianos carnal es a ponerse totalmente bajo el control del Espíritu Santo, es porque, más o menos conscientemente, no perciben la perfecta ecuación entre santidad y felicidad; piensan que una vida santa es triste y penosa y procuran seguir su camino haciendo lo que más les agrada. Pero si Dios es infinitamente feliz, y la vida eterna es la suprema felicidad, ¿cómo es posible que alguien se imagine que va a perder en punto a gozo y felicidad lo que gane en íntima comunión con Dios y fruto del Espíritu Santo? Buscar primero es también buscar desde la más temprana edad (la vida es muy corta ¡no la desaprovechemos!) y desde el alborear de cada día (las primeras resoluciones después de despertar, tienen una influencia decisiva en lo restante del día). Quien es en todo el Primero, bien está que tenga lo primero.

(b) La gloriosa y generosa promesa aneja a tal deber: Todas estas cosas (lo necesario para la vida) os serán añadidas. Y nos serán añadidas, como suele decirse, con propina porque la medida del galardón de Dios es muy grande (v. Luc 6:38). «La piedad dice Pablo tiene promesa de esta vida presente …» (1Ti 4:8). Si comenzamos con Dios, comenzamos por el lado correcto en nuestros quehaceres, y podemos estar seguros de que, en las cosas de esta vida, Jehová-jireh = Dios proveerá tanto cuanto nos sea, no sólo necesario, sino conveniente y más de lo que podamos desear, pensar y pedir. El Israel de Dios, no sólo fue introducido en Canaán, sino que fue mantenido y protegido por Dios durante toda su peregrinación por el desierto.

7. El día de mañana traerá su propia inquietud. Le basta a cada día su propio mal (v. Mat 6:34). Cada día trae consigo su carga, sus molestias, sus problemas y sus preocupaciones; pero con la providencia de Dios, trae también consigo la fuerza, el ánimo y la provisión consiguientes. ¡Deja que el mañana se ocupe del mañana! Si el problema y el tormento de hoy se renuevan mañana, también las misericordias de Dios son nuevas cada mañana (Lam 3:22-23). Él sacia de bien tu boca de modo que te rejuvenezcas como el águila (Sal 103:5; v. Isa 40:31). Dejemos, pues, para las fuerzas del mañana el trabajo de mañana y la carga de mañana. Esto no prohíbe una sana solicitud y prudente previsión, sino una angustia atormentadora y una necia presuposición de dificultades y calamidades que rara vez ocurren. Como alguien ha dicho, «el noventa por ciento de nuestros disgustos son mero producto de nuestra imaginación». Lo que el Señor desea es que concentremos nuestra atención en la obra presente, hacer la obra del día a su tiempo, y dejar el futuro en las manos de Dios. El día de hoy tiene en sí suficiente quehacer y exige suficiente dedicación, para que no dupliquemos nuestra carga anticipando la que vendrá mañana y pidiéndole prestado al día de mañana su propio mal para añadirlo al de hoy. No tratemos, pues de llevar a hombros en un pesado saco la carga desmesurada que Dios ha ordenado sabiamente que llevemos repartida en pequeños paquetes. Con nuestras diarias oraciones, obtendremos las fuerzas diarias para hacer frente también a los problemas y tentaciones de cada día. Es muy de notar que uno de los errores más funestos con que el enemigo de las almas consigue engañar a los hombres, es hacerles vivir en el pasado o en el futuro, de recuerdos o de ilusiones, mientras pierden el aquí y ahora de cada momento (¡hasta tomar como una diversión «matar el tiempo»!, contra Efe 5:16; Col 4:5), que Dios nos da generosamente para que de él saquemos eterno peso de gloria (2Co 4:17, no sólo en la tribulación, v. Apo 14:13).

Mateo 6:25 explicación
Mateo 6:25 reflexión para meditar
Mateo 6:25 resumen corto para entender
Mateo 6:25 explicación teológica para estudiar
Mateo 6:25 resumen para niños
Mateo 6:25 interpretación bíblica del texto

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí