Mateo 8:28 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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En esta porción se nos narra el episodio de dos endemoniados, de los que Cristo arrojó fuera a los espíritus inmundos. El objetivo de este capítulo es mostrar el poder de Cristo. Cristo tiene todo poder, no sólo en el cielo y en la tierra, y en las profundidades del abismo sino que posee también las llaves del Infierno mismo. Se observa en general (v. Mat 8:16) que Cristo echaba fuera los demonios con Su palabra, y aquí tenemos un ejemplo particular de ello. Aunque Cristo había sido enviado especialmente a las ovejas perdidas de la casa de Israel hizo también unas pocas salidas fuera de los límites de Israel, como aquí, para derrotar en todos los terrenos a Satanás. Respecto a esta legión de demonios, obsérvese la labor que hacían, tanto donde estaban como donde fueron echados.

I. La obra que hacían donde estaban se echa de ver en la miserable condición en que se hallaban estos dos posesos.

1. Vivían entre los sepulcros; de allí salieron cuando vinieron al encuentro de Jesús. Viviendo entre los sepulcros, no es extraño que aumentasen la melancolía y la locura de los pobres endemoniados, y también les hacía más temibles de parte de la gente, que generalmente se asusta mucho de todo lo que sale de entre sepulcros.

2. Eran feroces en gran manera; no sólo eran indomables sino dañosos, al haber sin duda perjudicado a alguien; por lo que tenían tan asustada a la gente que nadie podía pasar por aquel camino. El diablo infunde maldad en la gente, y lo muestra haciendo que los hombres desprecien y teman los unos a los otros. Las mutuas enemistades, donde debería existir cooperación y estímulo, las concupiscencias que hacen la guerra en nuestros propios miembros, el orgullo, la envidia, la malicia, la venganza, incapacitan al hombre para vivir normalmente en sociedad, y le hace indigno de ella, y tan perjudicial para la buena marcha del orden público como lo eran estas pobres criaturas poseídas por el demonio.

3. Se muestran desafiantes ante Jesús, al expresar despectivamente el poco interés que tenían en Él (v. Mat 8:29). El hecho de que no pudiesen evitar encontrarse con Cristo, demuestra el poder de Dios sobre los demonios. Jesús pudo encadenar con Su palabra a quienes los hombres no podían sujetar con ninguna clase de cadenas. Puestos en presencia de Jesús, protestan contra lo que tienen por intrusión, y montan en cólera: ¿Qué tenemos nosotros que ver contigo, Hijo de Dios? Aquí tenemos:

(A) Una palabra que el demonio habló como un santo, al dirigirse a Cristo como al Hijo de Dios; palabra buena y, en la ocasión en que fue pronunciada, palabra grande también. Incluso los demonios creen y confiesan que Cristo es el Hijo de Dios, pero se quedan tan demonios como antes (Stg 2:19). No es el conocimiento, sino el amor lo que distingue a los santos de los demonios.

(B) Dos palabras que el demonio habló como un diablo, y en esto mostró su verdadera cara: (a) una palabra de desafío: ¿Qué tenemos nosotros que ver contigo? Es cierto que los demonios no tienen nada que ver con Cristo como Salvador. ¡Oh, qué misterio tan profundo del amor de Dios, que los hombres caídos tengan tanto que ver con Cristo, cuando los ángeles caídos no tienen nada que ver con Él! Por eso, es tanto más triste que haya hombres, incluso entre los que confiesan que Jesús es el Hijo de Dios, que no quieren tener nada que ver con Él. También es cierto que los demonios no desean tener nada que ver con Jesús como Rector del Universo, pues le odian y están llenos de enemistad contra Él, pero no pueden escapar de Su dominio. Por otra parte, no es cierto que los demonios no tengan nada que ver con Cristo como Juez pues no sólo tienen que ver con Él, sino que, además lo saben. (b) Una palabra de miedo y deprecación: ¿Has venido acá para atormentarnos antes de tiempo? Estos espíritus malignos sabían sin duda, que llegaría una «sazón» (esta es la palabra en el original) en la que sufrirían penas peores que las que habían sufrido hasta entonces, y pensaban que la presencia de Cristo era un indicio de que había llegado el momento (Jud. v. Jud 1:6; Apo 20:10). Pero el hecho mismo de que Cristo les impidiese hacer el daño que estaban causando, ya era para ellos un tormento especial también. Nosotros deberíamos tener por tormento únicamente lo que nos impide hacer el bien.

II. Veamos ahora la obra que hicieron en el lugar al que fueron echados, cuando fueron arrojados fuera de los hombres y se les dio permiso para entrar en los cerdos, que se hallaban a cierta distancia de ellos (v. Mat 8:30). Estos gadarenos (o gerasenos o gergesenos pues de las tres formas aparecen ) parece que eran judíos, aunque vivían al otro lado del Jordán; pero entonces, ¿qué tenían que ver con los cerdos?

1. Cómo se hicieron los demonios con los cerdos. Aunque estaban a cierta distancia de ellos, se ve que tenían un ojo puesto en ellos.

(A) Rogaron a Jesús que, si les echaba fuera, les enviase a los cerdos (v. Mat 8:31). De este modo, (a) mostraban su inclinación a hacer daño, y el placer que esto les causaba. Ya que no se les permitía continuar haciendo daño a los hombres en sus personas, al menos podrían hacerles daño en sus bienes, y aun en eso mismo, les harían daño en sus almas, predisponiéndoles contra Jesús. (b) Reconocen el poder de Jesús sobre ellos, ya que saben que, si Él no les permitiera esto, no tendrían poder ni siquiera para hacer daño a un cerdo. Esto debe servir de consuelo y ánimo al pueblo de Dios pues aunque el poder del diablo es muy grande, sin embargo es limitado y muy inferior a su malicia (¿qué sería de nosotros, si no lo fuera?), y vemos que está especialmente bajo el control de nuestro Señor Jesucristo.

(B) Tuvieron que salir. Cristo les dijo: Id (v. Mat 8:32), como le dijo Dios a Satanás, cuando este deseaba atormentar a Job. En sus sabios y santos designios, Dios permite con frecuencia que Satanás desahogue su rabia y haga el daño que desea. Cristo permitió esto para castigo de los gadarenos, los cuales, aunque probablemente eran judíos, se tomaban la libertad de comer cerdo en contra de la Ley, en todo caso el apacentar cerdos rayaba ya en maldad. Los demonios, al obedecer a Cristo, salieron de los hombres y, al contar con el permiso de Jesús salieron y se fueron a los cerdos. Véase cuán trabajador es Satanás y qué enemigo tan rápido es; no pierde tiempo para hacer el mal.

2. Adónde condujeron a los cerdos cuando se apoderaron de ellos. Les hicieron precipitarse en el mar por un despeñadero, donde todos perecieron en número de unos dos mil (Mar 5:13). La posesión que el diablo toma es para destrucción. De la misma manera precipita el diablo a los hombres en el pecado haciéndoles apresurarse a veces hacia aquello que ellos mismos habían decidido no hacer, pues sabían que les había de causar pesar y vergüenza. Así lleva a la ruina a mucha gente.

3. El efecto que esto tuvo en los dueños de los cerdos. Pronto les llegó el informe que de lo ocurrido les dieron los pastores de la piara quienes parecían más preocupados de la pérdida de los cerdos que de cualquier otra cosa, pues no contaron lo de los endemoniados hasta que pasó lo de los cerdos (v. Mat 8:32). Cristo no entró en la ciudad, pero sí llegaron las noticias de que estaba cerca de allí. ¿Qué hizo entonces esta gente?

(A) La curiosidad les llevó a salir para ver a Jesús: Toda la ciudad salió al encuentro de Jesús (v. Mat 8:34). Así hay muchos que van a Jesús por curiosidad y aun por admiración, pero no le tienen verdadero afecto ni buscan en Él al Salvador.

(B) Su avaricia les indujo a rogarle que se retirara de sus contornos. En lugar de invitarle a que viniese a la ciudad o de presentarle los enfermos para que los sanase, estaban deseando que se retirara de sus contornos. De este modo, los demonios consiguieron lo que pretendían al precipitar al mar a los cerdos y ahogarlos allí. Así es como el diablo siembra cizaña en el campo de Dios. A lo largo de los siglos se ha venido repitiendo este extraño fenómeno, que los hombres han rechazado a Cristo porque han preferido a los cerdos y, así, al no recibir al Salvador, no han llegado a la salvación.

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