Números 16:12 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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I. La insolencia de Datán y Abiram, y su rebelión traicionera. Moisés había escuchado lo que Coré había dicho, y le había respondido convenientemente; ahora convoca a Datán y a Abiram a que presenten sus quejas (v. Núm 16:12); pero ellos desobedecen y se niegan a acudir, a la vez que envían su requisitoria contra Moisés, acusándole de cosas muy serias. 1. Le acusan de haberles hecho mucho daño con sacarles de Egipto, y hablan de este país con palabras que son un plagio insolente e irónico de las que Moisés había empleado para describir la tierra prometida (v. Núm 16:13). 2. Le acusan de abrigar una intención malévola respecto a ellos, y dicen que lo que intentaba era hacerlos morir en el desierto. 3. Le acusan del intento de menoscabarles la libertad al enseñorearse de ellos imperiosamente. ¡Señor imperioso sobre ellos! ¿No era Moisés para ellos como un padre lleno de ternura y abnegación? Aún más, ¿no era para ellos un siervo fiel y plenamente dedicado a procurar su bien, por amor a Jehová y a Israel su pueblo? 4. Le acusan de engañarles, estimulando su esperanza de entrar en una tierra tan buena, y después defraudarles miserablemente: No nos has metido, como prometiste, en tierra que fluya leche y miel (v. Núm 16:14). Es cierto que no los había introducido todavía, pero ¿de quién era la culpa? Les había conducido hasta los mismos límites de Canaán y, con la ayuda de Dios, estaba a punto de darles posesión de aquella tierra, pero ellos la habían rechazado lejos de sí y se habían cerrado a sí mismos las puertas; de modo que era pura y totalmente culpa de ellos el no estar ya ahora en Canaán ¡y aún se atreven a echarle la culpa a Moisés!

II. El justo enojo de Moisés ante tal insolencia (v. Núm 16:15). En estas circunstancias:

1. Apela a Dios respecto a su propia integridad, Dios le era testigo de que: (A) Nunca había tomado nada de ellos: Ni aun un asno he tomado de ellos, ni siquiera como recompensa o regalo por todos los buenos servicios que les había prestado; mucho menos, por vía de soborno o extorsión. Ganó más hacienda siendo pastor del rebaño de Jetró, que siendo príncipe en Jesurún. (B) Que no habían sufrido ningún perjuicio de su mano: Ni a ninguno de ellos he hecho mal (v. Núm 16:15).

2. Ruega a Dios que defienda su causa, y le descargue de todas esas acusaciones, y que muestre su desagrado cuando vayan a ofrecer el incienso, con quienes habían conspirado Datán y Abiram: Señor, dice Moisés, no mires a su ofrenda.

III. Moisés propone una especie de careo entre los acusadores y Aarón. 1. Moisés les reta a presentarse con Aarón a la mañana siguiente al tiempo de ofrecer el incienso matutino, y dejar el asunto en manos del juicio de Dios (vv. Núm 16:16-17). 2. Coré acepta el reto, y se presenta con Moisés y Aarón a la puerta del tabernáculo, para hacer buenas sus pretensiones (vv. Núm 16:18-19). Tomó cada uno su incensario. Quizás estos incensarios eran los que los jefes de las familias habían usado en sus altares hogareños.

IV. Se celebra el juicio, el Juez ocupa su lugar en el tribunal y amenaza con dictar sentencia contra toda la congregación. 1. La gloria de Jehová apareció a toda la congregación (v. Núm 16:19). La misma gloria que se apareció para dar primeramente posesión de su oficio a Aarón (Lev 9:23), se apareció ahora para confirmarle en él y para confundir a quienes se le oponían. 2. Dios amenazó con consumirlos a todos ellos en un momento (v. Núm 16:21) y, para ejecutarlo, pidió a Aarón y a Moisés que se apartaran de ellos.

V. La humilde intercesión de Moisés y de Aarón en favor de la congregación (v. Núm 16:22). 1. Su actitud fue de terror y de oración ferviente: Se postraron sobre sus rostros, se postraron delante de Dios, suplicando ansiosamente que Dios manifestase su misericordia. Aunque el pueblo les había abandonado traicioneramente y había hecho causa común con quienes se habían levantado en armas contra ellos, ellos sin embargo se mostraron dignos de la confianza que se había depositado en ellos como pastores de Israel, dispuestos a estar en la brecha cuando vieron que el rebaño estaba en peligro. Nótese que, cuando otros dejan de cumplir las obligaciones que tienen con nosotros, no por eso quedamos nosotros descargados de nuestra obligación hacia ellos, ni nos excusa del deber de procurar su bienestar. 2. Su oración fue una plegaria bien razonada, y demostró, por los resultados su eficacia. Obsérvese en esta oración: (A) El título que dan a Dios: Dios de los espíritus de toda carne; es decir, el Hacedor y Conocedor infinito de todos los corazones humanos y que puede, por tanto, distinguir muy bien entre los verdaderos culpables y los que son descarriados por los culpables. Espíritu y carne; de ahí lo que es el hombre: espíritu en la carne, una criatura maravillosamente compuesta de cielo y tierra; he ahí lo que es Dios: el Dios de los espíritus de toda carne, de toda la humanidad. (B) El argumento en que ponen el énfasis se parece mucho al de Abraham cuando intercedía por Sodoma: ¿Destruirás también al justo con el impío? (Gén 18:23). De modo parecido, dicen éstos ahora: ¿No es un solo hombre el que pecó? ¿Por qué airarte contra toda la congregación? (v. Núm 16:22).

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