Números 23:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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I. Grandes preparativos para maldecir a Israel. Lo que se pretendía era comprometer al Dios de Israel a que desamparase a su pueblo y que se pusiera de parte de Moab o permaneciese neutral, como si Dios deseara comer carne de becerros y beber sangre de carneros. Era ridículo esperar agradar a Dios con estas cosas y obtener su favor, cuando no había en ellas el ejercicio de la fe o de la obediencia. Con todo parece ser que ofrecen estos sacrificios al Dios de los Cielos, no a sus falsas divinidades.

II. La maldición se cambia en bendición, por el omnímodo poder de Dios que todo lo controla, llevado del amor hacia su pueblo, como lo atestigua Moisés en Deu 23:5.

1. Dios pone la bendición en la boca de Balaam. Mientras ardían los sacrificios, y Balac se quedaba allí según la costumbre babilónica, Balaam se retira a una altura pelada o a solas (pues el hebreo puede significar ambas cosas hay incluso quienes piensan que el término shef y es abreviatura de shol fi y = inquirir de la boca de Jehová ). Esto es todo lo que sabía, que la soledad proporciona buena oportunidad para la comunión con Dios. Pero Balaam abrigaba sólo conjeturas de que Jehová le saliese al encuentro (v. Núm 23:3), puesto que, al ser consciente de su pecado y saber que Dios le había salido al encuentro con ira la vez anterior, tenía muchas razones para hablar con dudas: Quizás Jehová me vendrá al encuentro. Lo cierto es que, fuese cual fuese su intención, Dios estaba decidido a hacer de él un instrumento de su gloria y de la de Israel y, por eso vino Dios al encuentro de Balaam (v. Núm 23:4). Dios iba a constreñirle a pronunciar en honor de Jehová y de Israel una alabanza tan estupenda, que dejase para siempre sin excusa a cuantos quisiesen levantarse en armas contra el Israel de Dios y el Dios de Israel. Al encontrarse con Dios, Balaam se jactó del preparativo que había hecho: Siete altares he ordenado y en cada altar he ofrecido un becerro y un carnero (v. Núm 23:4). Todos estos sacrificios eran gran abominación para Dios, pero Dios para cumplir su propio designio, puso palabra en la boca de Balaam (v. Núm 23:5).

2. Balaam pronuncia su bendición en los oídos mismos de Balac. Ve a los israelitas dichosos y a salvo, y les bendice.

A) Declara implícitamente que Israel está a salvo, fuera del alcance de los venenosos dardos de maldición que él mismo le preparaba. (a) Reconoce que su designio era maldecirles; que Balac le llamó de Aram, su país, y que él vino con esta intención (v. Núm 23:7). (b) Reconoce que el intento ha fracasado, y confiesa su propia incapacidad para llevarlo a la práctica. No puede pronunciar contra Israel ni una sola mala palabra: ¿Por qué maldeciré yo al que Dios no maldijo? (v. Núm 23:8). No da a entender Balaam que no quiere maldecir, sino que no puede maldecir. Esto comporta una clara confesión. Primero: De la debilidad e impotencia de sus poderes mágicos. Segundo: De la soberanía y el dominio del Dios Omnipotente. Viene a decir que él no puede hacer más de lo que Dios le permite hacer. Tercero, de la inviolable seguridad del pueblo de Dios.

B) Declara también que Israel es dichoso por tres conceptos: (a) Dichoso en su peculiaridad, y por ser distinto del resto de las naciones: Desde la cumbre de las peñas lo veré (v. Núm 23:9). Parece ser que fue una gran sorpresa para Balaam ver un campamento tan extenso con señales tan excelentes de disciplina, de buen orden y distribución tan armoniosa, cuando es muy probable que se lo hubiesen presentado como una turba ruda y desordenada, que infectaba los países circunvecinos en partidas de vagabundos. Es deber honorable de cuantos están dedicados al Señor, estar separados del mundo y mantener un buen testimonio ante el mundo. Quienes tienen conciencia de sus deberes peculiares, son los que mejor han de disfrutar de los privilegios peculiares.

(b) Dichoso en su número; no tan pocos ni tan despreciables como pudieron decirle, sino una formidable compañía que nadie podía contar: ¿Quién contará el polvo de Jacob? (v. Núm 23:10). El gran número de los israelitas era precisamente lo que más le preocupaba a Balac (Núm 22:3). Se percata primero: Del polvo de Jacob aludiendo sin duda a la descendencia de Jacob, de la cual se había profetizado que sería tan numerosa como el polvo de la tierra (Gén 28:14); en segundo lugar: Del número de la cuarta parte de Israel, aludiendo quizás a la formación del pueblo en cuatro escuadrones. Los judíos suelen traducir el término rabá como progenie. A primeros del siglo XX, un erudito rabino encontró que, en el arameo de los cristianos de Palestina, dicho término es sinónimo de polvo, lo cual es confirmado por el Targum samaritano, que lo traduce por cenizas en Gén 18:27, como lo hace nuestra Reina-Valera.

(c) Dichoso en su final: Muera yo la muerte de los rectos, es decir, de los israelitas, y mi postrimería sea como la suya. Aquí, en primer lugar: Se da por supuesto que todos los hombres han de morir también los rectos han de morir. Bueno es para todos nosotros el aplicarnos personalmente, como hace Balaam, el pensamiento de esta ley general de la muerte, aunque él lo dijo bajo la incoercible influencia del poder de Dios, no porque él estuviese en disposición de morir como los rectos, ya que tuvo la muerte de los malvados (Núm 31:8). En segundo lugar: Pronuncia implícitamente dichosos a los rectos, no sólo mientras viven, sino también cuando mueren. Y en tercer lugar: Muestra que sus opiniones religiosas son mejores que sus resoluciones prácticas. Hay muchos que desean morir la muerte de los rectos, pero no se esfuerzan por vivir la vida de los rectos; desean su final, pero no su camino o, lo que es lo mismo, querrían ser santos en el cielo, pero pecadores en la tierra, como si el cristianismo fuese únicamente una religión para bien morir.

III. Se nos dice a continuación cuál fue la reacción de Balac ante las palabras de Balaam (v. Núm 23:11). Pretendía honrar a Dios con sus sacrificios y obtener de Dios una respuesta favorable conforme a sus deseos; pero, al ver que Dios no ha respondido como él quería, se olvida de Jehová. Pero Balaam viene a decirle que no ha tenido más remedio que pronunciar lo que Dios había puesto en su boca (v. Núm 23:12).

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