Números 35:9 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Órdenes dadas respecto a las ciudades de refugio.

I. En esta porción hay leyes muy buenas para casos de homicidio.

1. Todo homicidio voluntario había de ser castigado con la muerte, y en este caso no había santuario que sirviese de refugio ni se había de admitir rescate ni conmutación de la pena. Donde se ha perpetrado un daño voluntario, hay que hacer restitución; y, puesto que el homicida no puede restituir la vida que alevosamente quitó, debe pagar con su propia vida, no para satisfacer a los males del prójimo ni al espíritu de la persona asesinada, sino para satisfacer a la ley y a la justicia pública, y para que todos los demás que se sientan tentados a cometer homicidio tomen aviso y escarmienten en cabeza ajena. No sólo la persecución del criminal, sino también su ejecución, quedaban encomendadas al pariente más próximo de la víctima, quien, de la misma manera que debía ser el redentor de la hacienda de su pariente si llegaba a estar hipotecada, también había de ser el vengador (lit. redentor) de la sangre de su pariente; él había de dar por su propia mano muerte al homicida (v. Núm 35:19).

2. Pero si el homicidio no había sido voluntario, sino que había sido cometido sin intención de perpetrarlo, casualmente, sin asechanzas, sin verlo, ni sin ser su enemigo (vv. Núm 35:22-23), en este caso había ciertas ciudades de refugio, a las que podía acogerse el homicida involuntario. Las leyes modernas suelen condenar al infractor involuntario al pago de cierta cantidad por supuesta imprudencia, pero no incurre en las penas fijadas contra los homicidas voluntarios. Respecto a las ciudades de refugio, la ley era:

A) Que, si alguien mataba involuntariamente a otra persona, estaba seguro en estas ciudades y bajo la protección de la ley hasta que se hubiese celebrado el juicio delante de la congregación; es decir, delante de los jueces en audiencia pública.

B) Si, celebrado el juicio, resultaba ser homicidio voluntario, ya no le servía de ninguna protección al homicida la ciudad de refugio, pues ya estaba determinado que se le había de quitar del altar para darle muerte (Éxo 21:14).

C) Pero si se hallaba que había ocurrido por error o accidente, y que se había hecho sin intención de hacerle daño a la víctima o a cualquier otra persona, entonces el homicida podía continuar a salvo en la ciudad de refugio, y el vengador de la sangre no tenía ningún derecho a meterse con él (v. Núm 35:25). Allí debía permanecer exiliado de su casa y patrimonio hasta la muerte del sumo sacerdote (v. Núm 35:25). Ahora bien:

(a) Mediante la preservación de la vida del homicida involuntario, Dios nos quería enseñar que los hombres no deben sufrir por lo que es más bien una desdicha que un crimen.

(b) Mediante el exilio del mismo fuera de su ciudad, y su confinamiento en la ciudad de refugio, Dios quería enseñarnos a concebir un santo horror a los crímenes de sangre, y a estimar debidamente la vida propia y ajena.

(c) Mediante la limitación del confinamiento del homicida involuntario hasta la muerte del sumo sacerdote Dios quería honrar este sagrado oficio. Comoquiera que todas las ciudades de refugio eran ciudades de los levitas y el sumo sacerdote era el jefe de la tribu, los que estaban confinados en dichas ciudades bien podían ser considerados como prisioneros del sumo sacerdote y así, a la muerte de éste, recuperaban su libertad plena.

II. Estas ciudades de refugio tenían para nosotros un sentido típico altamente simbólico, y a ellas parece aludir el Apóstol cuando habla de ser encontrado en Cristo (Flp 3:9), mientras que el autor de Hebreos (Heb 6:18) habla más explícitamente de los que nos hemos refugiado para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros. 1. Había varias ciudades de refugio, y estaban ubicadas de tal forma en distintas partes del país, que el homicida, fuese cual fuese el lugar donde se hallase, pudiese en pocas horas llegar a una u otra de ellas; de un modo todavía más conveniente aunque hay un solo Cristo establecido para nuestro refugio, este refugio está siempre al alcance de nuestra mano para nuestro perdón, consuelo y ayuda, dondequiera que nos encontremos, puesto que cerca de nosotros está la Palabra (Rom 10:8), y en la Palabra, Jesucristo. 2. El homicida estaba a salvo en cualquiera de aquellas ciudades; así también, cualquier persona que, con fe se refugia en Él y descansa en Él, está a salvo de la ira de Dios y de la maldición de la Ley, porque ninguna condenación (ni mucha ni poca) hay para los que están en Cristo Jesús (Rom 8:1). 3. Todas ellas eran ciudades de levitas; era una muestra de bondad hacia el pobre prisionero el que los levitas pudiesen acogerle con benevolencia, consolarle y animarle; así también es tarea de los ministros del Evangelio acoger benignamente a los pobres pecadores para llevarlos a Cristo, y asistir con su enseñanza y consejo a quienes, por la gracia de Dios, ya están en Cristo. 4. También los extranjeros y peregrinos, aun cuando no eran israelitas, podían beneficiarse de estas ciudades de refugio (v. Núm 35:15). De la misma manera, para buscar refugio en Jesucristo, no hay diferencia entre griego y judío (Rom 1:16, Rom 3:21; 1Co 12:13; Gál 3:28; Efe 2:14-16). 5. Incluso los suburbios (ejidos y campos) de las ciudades de refugio ofrecían al ofensor involuntario suficiente seguridad (vv. Núm 35:26-27). Así también incluso en la orla del manto de Jesús había suficiente virtud para curar y salvar a los pobres pecadores.

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