Números 8:5 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Ya leímos anteriormente lo de la separación de los levitas de entre los hijos de Israel, cuando fueron contados (Núm 3:6, Núm 3:15), para ser empleados en el servicio del tabernáculo. Ahora tenemos aquí las instrucciones para su dedicación solemne (v. Núm 8:6), y la realización de la ceremonia (v. Núm 8:20). Todo Israel debía saber que no se habían arrogado tal honor, sino que habían sido llamados por Dios para tal oficio; tampoco era bastante que fuesen separados de entre sus hermanos de otras tribus, sino que debían ser dedicados solemnemente a Dios. Todos cuantos están al servicio de Dios deben estar dedicados a Él, conforme a la medida del oficio que desempeñan. Si los creyentes han de ser bautizados, los ministros deben recibir una inducción al ministerio. Primero debemos darnos nosotros mismos al Señor, y después hemos de ofrecerle nuestros servicios. Obsérvese el método con que se hizo esta dedicación de los levitas:

I. Primero debían ser purificados. Los ritos y ceremonias de esta purificación debían ser realizados: 1. Por ellos mismos. Así leemos: Purificaos los que lleváis los utensilios de Jehová (Isa 52:11). 2. Por Moisés. Él tenía que rociar sobre ellos el agua de la expiación (v. Núm 8:7), la cual estaba preparada bajo la dirección de Dios. Es nuestro deber purificarnos, como hay promesa de Dios que Él nos purificará. Nuestra es la disposición; suya, la realización.

II. Al Estar así ya preparados, los levitas habían de ser presentados delante de Dios en una asamblea solemne de todo Israel, y los hijos de Israel habían de poner sus manos sobre ellos (v. Núm 8:10) para indicar que toda la comunidad se identificaba con ellos y los ofrecía al servicio de Dios como representantes de todo el pueblo. Esta imposición de manos a los levitas por parte de los representantes de las tribus de Israel, no los constituía ministros del santuario (v. Hch 13:3), sino que, tras identificarse con ellos, era como una despedida de en medio de la vida secular, para consagrarse a la milicia de Dios; despúes eran entregados a Aarón, para que éste los ofreciera al Señor.

III. Se ofrecía por ellos un sacrificio de expiación y un holocausto, para hacer expiación por los levitas (v. Núm 8:12). 1. Que todos somos totalmente indignos e incapaces de ser admitidos y empleados en el servicio de Dios, hasta que la expiación hecha por el pecado nos sea personalmente aplicada a fin de, por ella, tener paz para con Dios (Rom 5:1). 2. Que es por medio de un sacrificio, por el gran sacrificio de Cristo, como somos reconciliados con Dios, y hechos aptos para ser ofrecidos a Él. Por Él son santificados los creyentes para las obras de su cristianismo, y los ministros para la obra de su ministerio.

IV. Los levitas mismos fueron ofrecidos por Aarón delante de Jehová en ofrenda de los hijos de Israel (v. Núm 8:11). Aarón los ofreció a Dios, después que ellos se ofrecieron a sí mismos, y después que fueron ofrecidos por los hijos de Israel.

V. Dios declaró que los aceptaba: Serán míos los levitas (v. Núm 8:14). Todos los que son de Dios, son usados por Él; los ángeles mismos tienen sus servicios peculiares.

VI. Luego, son dados en don a Aarón y a sus hijos (v. Núm 8:19), aunque sus servicios habían de redundar en beneficio de todos los hijos de Israel. 1. Los levitas habían de actuar como subalternos de los sacerdotes Para asistir a éstos. Aarón los ofrece a Dios (v. Núm 8:11), y luego Dios se los devuelve a Aarón (v. Núm 8:19). De la misma manera, nuestros corazones, nuestros hijos, nuestros bienes, etc., nunca son tan verdaderamente nuestros, como cuando los ofrecemos de antemano a Dios, porque de su mano se nos devuelven enriquecidos con las mejores bendiciones divinas. 2. Deben actuar en favor del pueblo. Los ministros de Dios, mientras se mantienen dentro de la esfera de su oficio y lo desempeñan concienzudamente deben ser considerados como unos de los más útiles servidores de la comunidad nacional.

VII. Se fijan la edad y tiempo de su ministerio. 1. Habían de tener veinticinco años cuando comenzasen su ministerio (v. Núm 8:24). Esta es una buena edad para que los ministros del Señor comiencen su ministerio público. Como dato curioso de información, es digno de notarse que la Iglesia de Roma ha tomado de la ordenación levítica la edad canónica de sus ministros, pues su Código fija en 25 años la edad para el presbiterado como la de los levitas y en 30 la de los obispos como la de los sacerdotes levíticos . 2. Los levitas habían de jubilarse a los cincuenta años, para no volver a ejercer su ministerio (v. Núm 8:25), aunque habían de seguir haciendo las guardias en el tabernáculo (v. Núm 8:26). Según los rabinos, estaba a su cargo el cerrar las puertas del santuario y asistir al canto coral con los demás levitas. De esta manera quedaban descargados del trabajo más pesado, para darles algún descanso conforme a su edad. Si la gracia de Dios provee para que los hombres tengan capacidad conforme al trabajo que han de desempeñar, la prudencia de los hombres ha de cuidar para que los hombres desempeñen su trabajo conforme a la capacidad que tengan. Los de más edad suelen ser más aptos para tomar responsabilidades; los más jóvenes, para los trabajos que requieren vigor y fuerza.

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