Romanos 11:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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1. Como en muchas otras porciones de este libro, el apóstol parece escuchar una objeción, tras el cuadro sombrío de los últimos versículos del capítulo anterior: ¿Acaso repudió (lit. hizo de lado) Dios a su pueblo? (v. Rom 11:1). Y, también como en otras ocasiones, responde: «¡De ninguna manera!» Allí está él mismo, israelita, descendiente de Abraham, de la tribu de Benjamín, la más pequeña de las tribus de Israel (1Sa 9:21), Pablo, no repudiado por Dios, sino elegido desde el vientre de su madre (Gál 1:15). Y muchos otros, seguramente muchísimos más de 7.000, cuando Pablo escribía esto, eran judíos convertidos. Quedaba un remanente ¡lo mismo que en tiempo de Elías! (vv. Rom 11:2-5).

2. Este remanente no es producto del esfuerzo, del mérito, de la piedad o cualquier otra obra de ellos, sino que es enteramente fruto efectivo de la gracia divina, recibida por fe, puesto que el apóstol hace aquí entre gracia y obras (v. Rom 11:6) la misma contraposición que, en otros lugares (Rom 3:28; Efe 2:8, Efe 2:9), hace entre fe y obras. Por eso, al citar libremente de 1Re 19:18, dice: «Me he reservado, etc.». Añade ese «me» que no está en los LXX, pero por otra parte, refuerza así el texto griego con base en el hebreo, que dice literalmente: «He hecho que queden, etc.». Siempre se ve la soberanía de Dios en la obra de la salvación.

3. Hay, pues, un remanente de escogidos que alcanzó (v. Rom 11:7) lo que la masa del pueblo judío no supo alcanzar: establecer una correcta relación con Dios. ¿Por qué no lo alcanzó? Porque lo buscó por un camino equivocado, por el de la propia justicia, en vez de someterse al plan de Dios en Jesucristo (Rom 10:3). Los lugares del Antiguo Testamento que Pablo cita con el fin de explicar la razón por la que la masa del pueblo judío equivocó el camino, podrían llevar a pensar que fue Dios mismo quien los extravió, los cegó y los endureció directamente. No estará de más repasar lo que dijimos en el comentario a 9:18. Además, ¿cómo podríamos explicar los lugares, todavía más numerosos, en que Dios exhorta a no endurecerse? Puede verse también el comentario a los textos que Pablo cita (Deu 29:3; Is. 6:9; 29:10). Especial atención merece la cita del Salmo 69:22, 23, donde David usa ciertas imprecaciones contra los que le han hecho traición (v. el comentario a este salmo). No hay que olvidar que David ve en sus enemigos a los enemigos de Dios; del mismo modo, Pablo ve en los judíos incrédulos a los enemigos de Cristo, al que desecharon y condenaron a muerte. David pedía que a los traidores se les pagase con la misma moneda: que otros les hiciesen lo que ellos le habían hecho a él. Esto es también lo que les ha sucedido a los judíos incrédulos en los días de Pablo: Por estar cegados (v. Rom 11:8), tropezaron en Cristo (v. Rom 11:9); en círculo vicioso, se cegaron más todavía (v. Rom 11:10) y, bajo el peso del pecado, su espalda (v. Rom 11:10) no ha cesado de temblar continuamente. Las persecuciones de que han sido objeto los judíos, a lo largo de la historia, hasta culminar en el «holocausto» por orden de Hitler, evidencian lo serio del gran tropiezo de Israel. Si hubiesen comprendido lo que pedían cuando, ante Pilato, dijeron: «¡Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos!» (Mat 27:25).

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