Romanos 1:19 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

Estudio Bíblico | Explicación de Romanos 1:19 | Comentario Bíblico Online

1. Los malvados son inexcusables, porque Dios no se dejó a sí mismo sin testimonio (Hch 14:17), sino que Dios manifestó, hizo patente lo que, por medio de la razón natural, puede conocerse de Él (v. Rom 1:19). Dios es espíritu infinito, invisible (Jua 4:24), pero hay ciertas perfecciones divinas, su eterno poder y deidad, que, aunque son invisibles, se reflejan en las cosas creadas, haciéndose claramente visibles a la mente humana, no a los sentidos («siendo entendidas») desde la creación del mundo. El Universo muestra a la mente humana el poder eterno, pues antes de la creación no había tiempo, y la deidad, es decir, la naturaleza divina, trascendente a todo lo creado, de Dios. Dios actúa en secreto, pero manifiesta en público lo que ha creado El hecho de una idolatría general, fuera del círculo de aquellos a quienes fue dirigida la revelación positiva y directa de Dios, demuestra que, aunque los hombres han podido conocer de Dios lo suficiente para no tener excusa en no rendirle adoración ni gratitud (v. Rom 1:21), el estado de naturaleza caída en que nos hallamos antes de ser salvos obstruye el paso de la luz desde la mente al corazón (comp. con Efe 1:18), por lo que las famosas «pruebas racionales de la existencia de Dios» han sido ineficaces, sin la gracia, para convertir a nadie. En efecto, el hombre es atraído por Dios en Cristo (Jua 6:44, Jua 6:46). Lo que nos convence de pecado y nos hace anhelar la salvación, no es el eterno poder y divinidad de Dios, sino su santidad infinita y su infinito amor a los pecadores, y esto no se puede ver mediante las cosas creadas. El Dios de los filósofos puede imponer temor, pero no amor. El Dios Salvador es el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo. Desde luego, una razón no enturbiada por el pecado (v. Rom 1:21) se da cuenta de que, de la misma manera que no puede existir reloj sin relojero, así tampoco pueden existir sin Dios las innumerables maravillas del Universo; tanto del macrocosmos como del microcosmos. Nos asombra lo que podemos ver, tanto con el telescopio como con el microscopio.

2. Por eso, Pablo pasa a denunciar la grosera idolatría de los que, aunque tienen ojos no ven; no ven porque no quieren ver, ya que la luz les molesta, pues les descubre sus malas obras (Jua 3:17-21). Si los judíos, que disfrutaban de la revelación directa de Dios, eran inclinados a la idolatría, ¿qué podemos esperar de los paganos? En lugar de glorificar y dar gracias a Dios, «por esta infidelidad, dice Vicentini, a la primera luz recibida, los hombres se han metido en caminos ilusorios, se han tomado vacíos», pues eso es lo que significa el verbo se envanecieron, es decir, se hicieron inútiles, vacíos; por eso, dieron culto a vaciedades, a los ídolos. Al cerrar el paso a la luz (v. Rom 1:18), el centro del ser (el «corazón» en sentido bíblico) quedó en tinieblas; no es extraño que los razonamientos (dialoguismois, vocablo de la misma raíz que «diálogo» y «dialéctica») quedasen vacíos de sentido. Lo peor y lo más cegador (comp. con Jua 9:41) de estos impíos es, que siendo necios, tontos de remate hasta la locura (gr. emoránthesan), alardeaban de ser sabios (lit.).

3. De la ideología vana de los impíos, pasa Pablo a describir sus prácticas idolátricas (v. Rom 1:23). Dios hizo al hombre a su imagen semejante (Gén 1:26, Gén 1:27), pero el hombre caído hizo sus dioses a su propia imagen: «cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible». Más aún, a causa del estado de naturaleza caída, el ser humano, si no es elevado a la dignidad y condición de «superhombre», hijo de Dios por la gracia de Dios, se queda en la triste condición de «infrahombre», «como el caballo o como el mulo, que no tienen entendimiento» (Sal 32:9), por lo que los idólatras llegaron a rendir adoración a imágenes de aves, de cuadrúpedos y de reptiles (v. Rom 1:23). En realidad, siempre que el ser humano pone el corazón en las obras de sus manos, es un idólatra. Como dice Trenchard: «Hoy en día, un elevado porcentaje de la raza humana son idólatras en el sentido de este pasaje. En regiones donde predomina un cristianismo decadente, el mismo desvarío halla su satisfacción en la adoración de imágenes. En países de gran desarrollo técnico, la ciencia y la tecnología, las riquezas, la pasión por el mando o por adquirir una elevada posición social hacen las veces de ídolos ».

4. Dios a nadie fuerza a servirle, sino que le da a cada uno lo que cada uno busca (v. Rom 2:7, Rom 2:8). A la salvación y al cielo lleva aun a los que no le buscan (v. Rom 10:20), pero a nadie manda al infiemo; es el impío el que se va allá, por haber escogido vivir sin Dios o contra Dios. Dios ama al hombre de todo corazón, pues ésa es la naturaleza de Jehová o Jehová (v. Éxo 34:6, Éxo 34:7, que de una forma u otra se repite con frecuencia a lo largo de la Biblia). Cuando Dios castiga, lo hace, como dice F. F. Bruce, «contra su gusto». Esto ha de tenerse en cuenta para entender bien lo que sigue. Después de exponer la locura e insensatez de los impíos e idólatras, Pablo pasa a declarar lo que Trenchard llama «la triple entrega judicial de Dios» (vv. Rom 1:24-32), que se presenta en una escalada de menos a más (seguiremos en el resto del capítulo la NVI):

(A) «Por eso, Dios los dejó a merced (esto significa en estos versículos el verbo «entregar») de las pecaminosas pasiones de su corazón». Dios no quiere el pecado y, por eso, no quiere la muerte del pecador, sino que se arrepienta y viva. Pero si el paciente no se somete a lo que el médico le prescribe, no hay que culpar al médico de los fatales síntomas que de esa desobediencia se siguen por su curso natural, sino al enfermo. El corazón del hombre es, por naturaleza, perverso y engañoso (Jer 17:9). Ni el propio individuo puede percatarse de la perversidad engañosa de su corazón, pero por ella queda encadenado al pecado y al vicio (Jua 8:34). Como advierte J. Murray, dejarlos a merced de sus pasiones presupone que iban por el camino de la corrupción. No se deslizaron por ese camino por dejarlos Dios, sino que Dios les dejó ir sin freno por el camino que ellos ya llevaban. Es de notar que (v. Rom 1:25) el pecado en la esfera religiosa, que es el primer cambio de la verdad por la mentira, trae como consecuencia natural el pecado en la esfera moral. Ya en el versículo Rom 1:24, Pablo apunta inequívocamente hacia la homosexualidad de la que va a tratar con más detalle en los versículos Rom 1:26, Rom 1:27. La frase final del versículo Rom 1:25 («el cual [el Creador] es bendito por los siglos. Amén») era frecuente en los judíos después de nombrar a Dios (comp. con Rom 9:5); aquí es una reacción contra el ultraje a Dios.

(B) El apóstol prosigue, in crescendo, en esta entrega judicial de Dios (vv. Rom 1:26, Rom 1:27). Al cambiar la verdad de Dios por la mentira (v. Rom 1:25), los dejó Dios a merced de la más vergonzosa corrupción sexual, de forma que ellos cambiaron el recto uso del sexo (la unión con el sexo opuesto, pues los sexos se complementan mutuamente) por la homosexualidad. Se nombran primero las mujeres, no porque este pecado sea entre ellas más corriente, sino por ser más antinatural; por eso dice: «INCLUSO sus mujeres cambiaron el uso natural del sexo por el que es contra la naturaleza» (v. Rom 1:26). La homosexualidad entre los hombres se describe a continuación (v. Rom 1:27) con los colores más vivos, mientras que a Pablo le ha repugnado, por delicadeza, dar más detalles sobre las mujeres. La última frase del versículo Rom 1:27 merece especial atención: «recibieron en sus propias personas la penosa remuneración que correspondía a sus extravíos». Esta remuneración consiste, según W. G. T. Shedd, «en la corrosión misma producida por la sensualidad insatisfecha, junto con las terribles consecuencias físicas y morales de tal libertinaje». Esto lo escribía en 1879. Hoy, con la epidemia de AIDS (SIDA para los españoles), esta «remuneración» ha cobrado un aspecto trágico, del que hasta los niños inocentes son víctimas.

(C) La tercera «entrega» nos hace ver hasta dónde llega, en su corrupción y desvarío, la mente reprobada. Para mejor inteligencia, vamos a dividir en tres partes esta sección (vv. Rom 1:28-32):

(a) Dice el versículo Rom 1:28: «Además, como quiera que pensaron que carecía de todo valor el poseer el conocimiento de Dios, a su vez Dios los dejó a merced de una mentalidad pervertida, que les llevó a cometer cosas inconvenientes». La NVI aclara, para uso del lector, lo que el original significa, pero no estará de más traducir literalmente el versículo, que dice así: «Y por cuanto no aprobaron tener a Dios en reconocimiento, los entregó Dios a una mente reprobada, para hacer lo no correcto». Nótese lo siguiente: No dice Pablo que estos impíos no conocieron a Dios (iría contra el v. Rom 1:21), sino que no le reconocieron, esto es, no le dieron a Dios el valor y la estima que se merece como Ser Supremo y Creador de cuanto existe. Dice la nota a este versículo en la NVI («Las Grandes Nuevas», hasta ahora): «El original, con términos muy expresivos, viene a decir que quien descalifica a Dios hasta no merecer la pena conocerle, recibe en pago (o, mejor, demuestra tener) una mentalidad descalificada, inepta para obrar con sensatez». Con un símil perfectamente inteligible para los estudiantes españoles, podemos decir que, por no darle a Dios un «aprobado», Dios los deja a ellos con un «suspenso».

(b) A continuación (vv. Rom 1:29-31), Pablo procede a detallar toda clase de pecados, que son consecuencia de la mentalidad pervertida: «Así es que quedaron sumidos en toda clase de maldad (lit. injusticia), de perversidad, de avaricia, de malicia (lit. maldad); henchidos de envidias, homicidios, contiendas, fraudes (estos cuatro vocablos están en singular en el original, pero es un singular «colectivo») y malignidad. Son chismosos, calumniadores, aborrecedores de Dios, insolentes, arrogantes y fanfarrones; ingeniosos para encontrar nuevas maneras de hacer el mal, desobedientes a sus padres; insensatos, desleales, sin entrañas y despiadados». La lista es impresionante, aunque no es exhaustiva (comp. con Gál 5:19-21, donde hay también otros vicios). Es probable que el primer vocablo, «injusticia» (gr. adikía), sea como el epígrafe de los 20 vicios que siguen. Notará el lector que el segundo vocablo de la lista es «perversidad», no «fornicación». La razón es que el griego ponería está mucho mejor atestiguado en los MSS que porneía (¡las mismas letras en diferente colocación, lo que dio lugar al error de los copistas!)

(c) El versículo Rom 1:32 nos presenta el clímax de toda la porción, y en él se describen las circunstancias agravantes de dichos vicios, ya de por sí gravísimos: (a) Estos impíos, «a pesar de conocer el justo decreto de Dios que declara reos de muerte a los que practican tales cosas, no sólo continúan poniéndolas por obra, etc.». Conocían la ley, y conocían la pena sancionada por la ley; su misma conciencia se les decía (comp. Rom 2:15). El pecado se agrava cuando es contra conocimiento; es como precipitarse con presunción contra la punta de la espada. Se agrava todavía más cuando se continúa en él, hasta convertirse en costumbre, en vicio. (b) «No sólo continúan poniéndolas por obra, sino que hasta aplauden a los que les imitan en tales prácticas». Estos malvados no se contentaban con pecar ellos mismos, sino que animaban a otros a imitarles, con lo que se convertían implícitamente en cómplices de todos los demás pecadores. En realidad, todo pecador busca cómplices como para justificarse de su propia maldad al verla generalizada; nadie quiere permanecer pecador «en solitario»; lo cual es ya una especie de autoacusación, aunque en realidad es como una confederación a favor de los intereses del reino del diablo. Gozarse en el pecado por amor al pecado mismo es el más bajo escalón del egoísmo, contrario al amor que «no se alegra de la maldad, sino que se complace en la verdad» (1Co 13:6, NVI).

5. Ahora, pónganse todas estas cosas en un montón, y que diga alguno si el mundo pagano puede quedar justificado delante de Dios, esto es, puesto en correcta relación con Dios, por medio de cualquier clase de obras que, por su propia naturaleza, pueda hacer. Escribía Agustín de Hipona: «Nadie tiene de suyo otra cosa que mentira y pecado».

Romanos 1:19 explicación
Romanos 1:19 reflexión para meditar
Romanos 1:19 resumen corto para entender
Romanos 1:19 explicación teológica para estudiar
Romanos 1:19 resumen para niños
Romanos 1:19 interpretación bíblica del texto

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí