Romanos 13:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Como observa J. Murray, toda esta porción de la Epístola, hasta Rom 15:13, no es un paréntesis o una sección aparte, sino que también «las obligaciones que respectan a nuestra sujeción a las autoridades pertenecen a lo que Dios quiere: lo bueno, lo agradable y lo perfecto (Rom 12:2)». Hay quienes olvidan que nuestra ciudadanía es doble: la del cielo, que motiva toda nuestra conducta en este mundo; y la de la tierra, que pertenece también a lo que Dios quiere de nosotros. En realidad, los cristianos han de procurar ser los mejores ciudadanos del Estado, del que son súbditos, con los beneficios y obligaciones que ello comporta.

1. Pablo comienza mencionando la sumisión que debemos a las autoridades superiores (v. Rom 13:1). El término griego para «sumisión» indica «subordinación voluntaria», no sujeción servil; es el mismo de Efe 5:21. Para «persona», Pablo usa psyche, que también se traduce por «alma», quizá para indicar que nuestra sumisión ha de ser cordial, no sólo exterior. Las autoridades aquí mencionadas son sin duda alguna, las que gobiernan en cada Estado «civiles, judiciales y militares» (Trenchard), desde el rey o presidente hasta el alcalde del lugar; hay que obedecerlas en todo lo que no se oponga a la ley de Dios.

2. La razón que da el apóstol (vv. Rom 13:1, Rom 13:2) es que toda autoridad deriva de Dios su fundamento y su ejercicio: su razón de ser y su poder coercitivo. Precisamente, por haber sido establecidas por Dios (v. Rom 13:1), los que se oponen y resisten a estas autoridades, se oponen a lo establecido por Dios (v. Rom 13:2) e incurren, no sólo en el juicio (gr. krima) o pena que el magistrado (vv. Rom 13:3-5) pueda imponerle por su desobediencia, desacato, resistencia o rebelión, sino también (contra la opinión de Trenchard) en el juicio de Dios, puesto que es cuestión de conciencia (v. Rom 13:5). No importa que el poder sea administrado por un tirano, un dictador, etc. Es obvio que el apóstol trata del poder de facto, de hecho; de lo contrario, cada uno podría hacer de su capa un sayo. ¿Quién era el supremo magistrado del Imperio cuando Pablo escribía esto? ¡Nerón! Por eso, al mencionar las autoridades, dice el apóstol «las que hay», es decir, las existentes de hecho. Dice Ryrie: «Esto no quiere decir que sólo determinadas formas de gobierno hayan sido establecidas por Dios. Dios ha establecido, y sostiene, el principio de gobierno, aun cuando haya gobiernos que no cumplen los deseos de Dios».

3. Pablo profundiza más en esta razón (vv. Rom 13:3, Rom 13:4) al considerar las funciones asignadas a los gobernantes (gr. árkhontes), las cuales no están, de suyo, orientadas a perseguir y atemorizar a los buenos ciudadanos, sino a los que cometen crímenes, violan las leyes y perturban el orden público. Decimos «de suyo», porque también en las autoridades de todo género puede entrar la corrupción, la violencia y la sinrazón en el modo de legislar y de ejecutar las leyes, pues no somos gobernados por ángeles, sino por hombres de la misma naturaleza que nosotros y expuestos a las mismas pasiones y tentaciones. Pablo añade que el gobernante es un servidor (gr. diákonos) de Dios para nuestro bien, para el bien del que obra el bien (v. Rom 13:4) y, en esa condición de servidor de Dios, es vengador (gr. ékdikos, ejecutor de la justicia) para castigar al que practica lo malo. La frase «porque no en vano lleva (gr. phorei, esto es, como emblema significativo y parte integrante de su oficial uniforme) la espada» indica, ni más ni menos, la autoridad con que Dios ha investido al magistrado para imponer la pena capital en casos determinados, por lo que la autoridad conferida al gobierno en el pacto noético (Gén 9:6) no puede considerarse caducada. Quienes objetan, pues, contra la pena de muerte, no pueden apelar a la Biblia para sostener su opinión.

4. Al ser los gobernantes servidores de Dios, la sumisión que se les debe no es sólo por razón del justo castigo (v. Rom 13:5) que pueden imponer, sino también por causa de la conciencia, es decir, es un caso de conciencia delante de Dios, como siempre que Pablo alude a la conciencia del creyente. El enlace con el versículo Rom 13:6 («Pues por esto») da a entender que es también un caso de conciencia pagar los tributos, ya que los gobernantes se dedican continuamente a recoger los tributos públicos y distribuir los beneficios públicos como funcionarios públicos (gr. leitourgoí, de donde viene «liturgia») de Dios, como delegados de Dios para el bien común; el texto original, pues, pone de relieve la gran dignidad de esta función del gobierno y, en consecuencia, la grave responsabilidad del gobierno en la justa administración de los fondos públicos. Los gobernantes, en palabras de Calvino (citado por Murray), «deben recordar que todo lo que reciben del pueblo es propiedad pública, no un medio de satisfacer sus personales pasiones y procurarse un cómodo bienestar».

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