Romanos 13:11 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Estos versículos, como bien advierte Trenchard, tienen un marcado tinte escatológico y nos recuerdan lo que el apóstol había escrito (según el orden cronológico, no el de nuestras Biblias) en 1Ts 4:13-18; 1Ts 5:1-11.

1. El apóstol comienza esta sección con un «Y esto …», como si dijese: «La exhortación que os dirijo adquiere mayor urgencia si nos percatamos del momento actual» (lit. del tiempo; gr. kairón, sazón u oportunidad). Recordemos que Pablo, como toda la Iglesia primitiva, vivía en la expectativa de una pronta Segunda Venida del Señor. Al comparar con 2Pe 3:3-10, vemos el porqué de la respuesta del Señor en Hch 1:7. El mejor medio para tener a la novia bien preparada (Apo 19:7) para la llegada del Esposo Celestial, es ignorar a qué hora éste va a venir; de lo contrario, sucumbiría a la tentación de dejarlo todo para después.

2. Al ser, pues, siempre urgente, inminente, la Venida del Señor, es menester permanecer despiertos (v. Rom 13:11), en vela constante, en tensa expectación de la salvación final (comp. Rom 8:22, Rom 8:23; Heb 9:28; 1Pe 1:5), la cual comenzó cuando creímos (v. Rom 13:11), pero cada día que pasa se acerca más y más a su cumplimiento, a su llenura, en la Venida del Señor. Despertar del sueño incluye, pues, sensibilizarse mejor a nuestro deber de hacer el bien y de evitar el mal, a nuestro deber de amar, y no ofender, a Dios y al prójimo.

3. Pero de poco nos serviría estar despiertos si continuásemos con las ropas de noche. Por eso, el apóstol expresa ahora la cercanía de la Segunda Venida de Cristo como un amanecer, un hacerse de día (v. Rom 13:12): «La noche va ya muy avanzada; está a punto de hacerse de día» (NVI). Cuando se comparan esta noche y este día. Si el día señala la Venida del Señor, con la que todo quedará iluminado, la noche señala el tiempo presente, la negrura de las obras de las tinieblas que se hace cada vez más patente en los tiempos que vivimos y nos indica la cercanía de la Venida del Señor, a la vez que nos estimula a desechar tanto más esas obras del mundo cada vez más negro, más oscuro y horrible, y a vestirnos las armas de la luz (comp. con Efe 6:10.). Nótese el contraste entre obras (de la noche) y armas (del día). Un soldado no combate si está dormido. Dice Trenchard: «Las armas de luz son muy distintas de una bata usada y cómoda que vale para echarnos a dormitar en un sofá. No significan ocio, sino lucha». De ahí que Pablo combine la metáfora del vestido con la de las armas.

4. Lejos de yacer, dormidos, en las obras de la carne, hemos de andar. El Espíritu no se nos ha dado para estar meramente de pie, sino para avanzar (Gál 5:25) como de dia (v. Rom 13:13), a luz plena y, por tanto, honestamente, con el decoro que requiere nuestro carácter cristiano, lejos de la conducta viciosa de los hijos de este siglo, de los hijos de las tinieblas. El apóstol clasifica magníficamente (v. Rom 13:13) en tres pares de vicios similares, la conducta abominable de los mundanos: (A) Orgías y borracheras; (B) Fornicaciones (lit. lechos) y lascivias (desenfreno exhibicionista); (C) Contienda y envidia. El vocablo koite (que traducimos por «fornicación») puede significar «lecho» simplemente, como en Luc 11:7, «lecho conyugal», como en Heb 13:4; el «acto sexual conyugal», como en Rom 9:10; o «el acto sexual ilícito», como aquí. Es probable que estos pares hayan de traducirse, como opina Vicentini, en hendíadis: «comilonas donde uno se embriaga, fornicaciones que terminan en desenfrenos, rivalidades fomentadas por los celos». Estos vicios serían bien conocidos de los lectores, pues se practicaban sin recato en la corrompida sociedad romana.

5. El remedio radical contra esos vicios es (v. Rom 13:14) revestirse de Cristo. El verbo sale 28 veces en el Nuevo Testamento, pero sólo dos veces se habla de revestirse de Cristo: aquí, en imperativo de aoristo (de una vez por todas), y en Gál 3:27 (en indicativo de aoristo). Esto nos lleva, al comparar ambos textos, a Rom 6:1-10. Por fe, hemos muerto al pecado y resucitado a una vida nueva en Cristo y con Cristo. Ese «revestimiento de Cristo» se expresa gráficamente en el bautismo de agua, símbolo del revestimiento interior cuando, al ser justificados, quedamos unidos a Cristo de una vez por todas. Pero no basta con el recuerdo de aquel acto, es necesaria una continua actitud de santidad y pureza, a ejemplo del Señor del que un día nos revestimos, lo que el apóstol exhorta mediante otro imperativo, pero esta vez en presente continuativo: «y no pongáis por obra lo que la carne aconseja para (satisfacer) las concupiscencias» (lit.). La frase es semejante a la de Gál 5:16: «y de ningún modo llevéis a cabo el deseo (gr. epithumían, el mismo vocablo que usamos para concupiscencia en Rom 13:14) de la carne», aunque aquí el verbo está en aoristo de subjuntivo. La comunión con el Señor exige la mortificación de la carne (comp. con Rom 8:13); no puede haber santificación donde no se le pone freno a la concupiscencia.

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