Romanos 14:13 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Esta porción pone de relieve la necesidad de no poner tropiezo, en cosas de suyo lícitas, a ningún hermano débil.

1. El versículo Rom 14:13 sirve de enlace con la porción anterior, ya que, tras establecer la conclusión de que no hemos de juzgarnos ya más los unos a los otros (el verbo está en presente de subjuntivo con fuerza de imperativo), el apóstol dice que, más bien, hemos de decidir (el mismo verbo, pero en imperativo de aoristo; se usa en sentido de decisión judicial en Hch 15:19) no poner tropiezo (gr. próskomma, obstáculo en el camino; a veces, hallado casualmente, sin mala intención de parte de nadie) u ocasión de caer (gr. skándalon, una trampa puesta adrede) al hermano.

2. Los versículos Rom 14:14 y Rom 14:15 explican en qué consiste este tropiezo puesto al hermano y dónde radica su gravedad. Pablo emplea los términos más fuertes para expresar, de entrada, su convicción de que ningún alimento es ya inmundo en sí mismo (v. Rom 14:14, comp. con Mar 7:15; Hch 10:15; 1Ti 4:4). «Yo sé y estoy persuadido dice (los dos verbos usados en 2Ti 1:12) en el Señor Jesús», no sólo por la enseñanza del Señor en Mar 7:1., sino en unión con el Señor, dentro de la nueva humanidad (2Co 5:17). Todo creyente maduro, fuerte, tiene esta misma persuasión, pero el hermano inmaduro, débil, sin el debido conocimiento de esta materia, piensa que algo es inmundo, y para él lo es subjetivamente, con lo que peca, por no obrar con plena convicción (vv. Rom 14:5 y Rom 14:23). De ahí el deber del hermano fuerte de no comer, delante del hermano débil, lo que pueda ser para éste causa de tristeza y ruina (v. Rom 14:15). Ambos términos requieren atención:

(A) El que contrista al hermano, ya no anda conforme al amor (v. Rom 14:15) porque hace daño a un hermano, y el amor no destruye, sino que edifica (1Co 8:1). El hermano débil puede ser entristecido de dos maneras: (a) por ver a otro hermano tenido por espiritual, que come, o bebe, cosas que él tiene por ilícitas; (b) por comer o beber, contra su conciencia, esas cosas, ya sea vencido por la tentación al ver a otros, ya sea por no aparecer escrupuloso o «bicho raro». Lo cierto es que peca.

(B) El verbo arruinar (gr. apóllue), se traduce también por destruir y, en voz media-pasiva, por perecer o perderse (v. Jua 3:16), pero es obvio que no tiene aquí el sentido de perdición eterna, pues el creyente, por débil que sea, es salvo para siempre. «Ruina» aquí es la pérdida de la comunión con el Señor, al pecar contra su conciencia. Esta ruina es ocasionada por el hermano fuerte que, inconsideradamente, pone tropiezo, ocasión de caer, al hermano débil, por una vianda (gr. broma, de donde viene el castellano «broma», cuyo origen fue el uso de tales juegos alegres durante la comida o en la sobremesa) que tiene un uso tan pasajero y material (el mismo vocablo de Mar 7:19). El argumento de Pablo cobra nueva fuerza, al comparar (v. Rom 14:15) la ruina causada por un plato de carne a una persona, con la muerte que Cristo sufrió por esa misma persona. Los versículos Rom 14:20 y Rom 14:21 no añaden nueva doctrina, sino algunos detalles particulares a lo dicho en los versículos Rom 14:14, Rom 14:15. Por lo que bien pueden empalmar con ellos en el estudio de esta porción.

3. En los versículos Rom 14:16-19, el apóstol comienza y termina con exhortación, además de añadir nuevas razones con que fundamentar su enseñanza sobre toda esta materia.

(A) El versículo Rom 14:16 queda clarísimo en la NVI: «No deis, pues, lugar a que lo que vosotros consideráis bueno sea objeto de maledicencia». Se da ocasión a críticas, más o menos justas, dentro de la congregación, si se sabe el perjuicio que un hermano ha causado a otro por una comida o una bebida. Y esto es lo que Pablo desea que se evite. Y añade (v. Rom 14:17) que el Reino de Dios no se establece comiendo y bebiendo, sino que, en el poder espiritual que tal Reino comporta, «se establece con la adquisición de la justicia, que nos pone en paz con Dios y produce alegría espiritual» (Vicentini). De este Reino dice Trenchard: «Es la esfera donde rige la voluntad de Dios, y no debe extrañarnos que tenga muchas «provincias», con aspectos pretéritos, presentes y futuros».

(B) Que se trata de una «justicia cumplida», lo confirma Pablo en el versículo Rom 14:18: «Porque el que en esto sirve a Cristo, agrada a Dios y es aprobado por los hombres». Cumple un servicio al Rey según las normas del Reino y es así como resulta agradable (gr. euáreston, el mismo vocablo de Rom 12:1 y Rom 12:2) a Dios y merece la aprobación de los hombres; aunque no todos le comprendan y hasta haya quienes le critiquen, tendrá la conciencia tranquila y podrá descansar en el Señor, que ve el corazón.

(C) «Así que concluye el apóstol (v. Rom 14:19), sigamos (lit. persigamos, es decir, vayamos siempre en busca de) lo que contribuye a la paz, a la concordia fraternal, y a la mutua edificación» (comp. con 1Co 8:10-13; 1Co 14:26; 2Co 10:8; 1Ts 5:11).

4. Los versículos Rom 14:22, Rom 14:23 se entienden mejor en la NVI, que hace, en realidad, una paráfrasis iluminadora para el lector del texto sagrado: «Así pues, la seguridad de conciencia (lit. la fe) que tú tengas respecto a esta materia, guárdatela para ti mismo en la presencia de Dios. Dichoso aquel a quien la conciencia no le acusa (gr. krínon, juzga culpable) en lo que tiene por conveniente hacer (lit. da por bueno después de ponerlo a prueba). Pero quien come con dudas de si hace bien o mal, ya es culpable ante Dios (lit. queda condenado, ha sido condenado; pero no en el sentido de perdición eterna. V. el comentario al v. 15), porque no procede con seguridad de conciencia; y todo lo que no se hace con seguridad de conciencia, es pecado». Dice Trenchard, al comentar esta última frase: «Es muy solemne la declaración de que cuanto no procede de fe es pecado, pues tiene una amplia aplicación a distintos aspectos de la vida cristiana». El vocablo griego pistis sale unas 174 veces en las Epístolas de Pablo (si se incluye Hebreos) y corresponde al hebreo emunah, fe o fidelidad, de la raíz amán, estar seguro. La fe es, pues, siempre una seguridad que, por parte del hombre, corresponde a la fidelidad, la veracidad y el poder de Dios para asegurarnos; esta «seguridad» puede ser: (a) acerca de lo que Dios ha hecho por mí (fe salvífica, como en Efe 2:8); (b) acerca de lo que Dios puede hacer por mí, como en las 24 veces que aparece en los evangelios (Mt., Mr. y Lc.; nunca en Jn., quien siempre emplea el verbo creer, y una sola vez, en 1Jn 5:4, menciona el vocablo fe); (c) acerca de lo que debemos hacer con plena convicción, como en los presentes versículos, así como en Stg 1:6 y en Heb 11:1, donde se describe a la fe como una base de sustentación (gr. hupóstasis, latín substantia), por lo que Heb 1:3 aplica hupóstasis a la íntima realidad del ser de Dios.

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