Romanos 16:25 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Pablo cierra aquí la Epístola con una grandiosa doxología, más larga que en ninguna otra de sus Cartas, y que viene a ser también una especie de resumen doctrinal. Dice J. Murray: «Al comienzo de la Carta, Pablo había expresado su deseo de visitar Roma e impartir algún don espiritual a fin de que los creyentes de allí pudiesen ser consolidados (Rom 1:11). Nótese el comienzo del v. Rom 16:25: «Y al que puede consolidaros …».

1. Describe primero el medio de esta consolidación: «conforme a mi Evangelio, es decir, el mensaje que le había sido encomendado por Dios (1Co 15:1; Gál 1:11; Gál 2:2, Gál 2:7; Efe 3:6; 1Ts 2:4; 1Ti 1:11), y la predicación (lit. proclamación) de Jesucristo». Como lo indica el vocablo griego kérugma, dicha predicación no significa lo que Cristo predicaba, sino lo que Pablo predicaba acerca de Jesucristo; por lo que el Evangelio de Pablo y la proclamación de Jesucristo son una misma cosa. «Según la revelación del misterio que ha sido mantenido en silencio desde tiempos eternos» (v. Rom 16:25) se entiende según el sentido que el apóstol suele dar al vocablo misterio (en Rom 11:25, por ejemplo). Algo que sólo después de la Obra de la Cruz y del descenso del Espíritu Santo ha salido a la luz (comp. Efe 3:9). No sólo los gentiles estaban ignorantes de ello, sino también los judíos y aun los discípulos de Cristo antes de Pentecostés. En cuanto a la diferencia entre «misterio» y «evangelio», dice Vicentini: «En el misterio, el acento se pone en la profundidad impenetrable de Dios, que ha decidido la salvación de todos los hombres. En el evangelio hay que colocarse en la perspectiva del hombre alejado de Dios, privado de sus bienes, que recibe el anuncio de la intervención divina».

2. Es de notar el contraste con el ahora (v. Rom 16:26) del tiempo en que Dios ha tenido a bien manifestar, es decir, sacar a la luz pública, la voluntad eterna de formar, de judíos y gentiles, un solo Cuerpo de Cristo, lugar de común salvación para todos los hombres (Hch 4:12). La mención de las Escrituras Proféticas (lit.) en este versículo choca a primera vista con lo del misterio mantenido en silencio hasta ahora, de los versículos Rom 16:25, Rom 16:26, ya que sólo de los profetas del Antiguo Testamento tenemos escritos inspirados, pero el propio Pablo ha usado con relación a los tiempos presentes profecías del Antiguo Testamento (v. Rom 15:9-12). Copiamos de Trenchard: «En sus contextos originales, estas profecías vislumbran la bendición de los gentiles por medio de una nación de Israel restaurada en el reino futuro, pero no dejaban de señalar el propósito de Dios de universalizar la bendición por llevar a la obediencia aun a los gentiles. Pablo aplicaba tales predicciones libremente a la bendición de los gentiles en el ámbito de la Iglesia en esta dispensación, sin dejar de insistir en la tremenda novedad de la revelación que él mismo recibió». «Según el mandamiento del Dios eterno» indica no sólo la autoridad que «el mandamiento de Dios» otorga a la proclamación universal del Evangelio, sino también a la comisión que el apóstol Pablo había recibido de proclamar dicho Evangelio. Para la frase «obediencia de la fe», véase el comentario a 1:5.

3. Así como en el versículo Rom 16:25, Pablo había puesto el énfasis en el que puede, en el versículo Rom 16:27 glorifica al que sabe, pues es especialmente la sabiduría de Dios la que brilla en el misterio al que se refiere Pablo en estos versículos (comp. con Rom 11:33-36 y con 1Co 2:6-13). El «único Dios sabio» no quiere decir que haya «dioses necios». Lo de único afecta a Dios: Hay un solo Dios, y este Dios es infinitamente sabio. Éste es aquí el pensamiento del apóstol. Y así como toda gracia viene por medio de Jesucristo (Jua 1:17), toda gloria ha de subir al Padre, también por medio de Jesucristo, como por medio de Él ha de subir toda oración (v. Heb 4:15, Heb 4:16). Aunque el versículo Rom 16:27 dice literalmente: «Al único sabio Dios por medio de Jesucristo, a quien (sea) la gloria por los siglos. Amén», no cabe ninguna duda de que la gloria va dirigida a Dios por medio de Jesucristo. Si la gloria fuese dirigida aquí a Cristo, la primera parte del versículo carecería totalmente de sentido.

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