Romanos 3:19 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

Estudio Bíblico | Explicación de Romanos 3:19 | Comentario Bíblico Online

De todo esto, Pablo infiere que es en vano buscar justificación (es decir, ponerse en correcta relación con Dios) por medio de las obras de la ley (esto es, mediante el cumplimiento de la ley), sino que es menester hacerlo por medio de la fe (v. Rom 3:28): «Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley». Bajo la corrupción enorme y general que el apóstol ha descrito en los versículos Rom 3:9-18, nunca puede el hombre, con ninguna clase de obras, ser aceptado por Dios. Tiene que depender enteramente de la gracia soberana de Dios, con base en la obra acabada del Señor Jesucristo. El apóstol arguye, para probar esto, desde dos puntos: La culpa del hombre, para mostrar que no puede ser justificado por las obras de la ley; y la gloria de Dios, para mostrar que debemos ser justificados mediante la fe.

I. Arguye primero de la culpabilidad general de la raza humana. El argumento es claro y contundente: No podemos ser justificados ni salvos por medio de una ley que todos hemos quebrantado. En cuanto a la culpabilidad de los hombres:

1. Se dirige especialmente a los judíos (v. Rom 3:19): «Lo que la ley dice, lo dice para los que están bajo la ley», es decir, para los judíos. «Para que toda boca se cierre», añade, al tener en cuenta Rom 2:1. y, especialmente, Rom 2:17., donde se habla de la jactancia de los judíos frente a los gentiles. Los que son justificados cierran la boca convencidos de su culpabilidad; los que no son justificados cierran también la boca, convictos de su incredulidad; si no lo reconocen ahora, un día lo reconocerán.

2. Lo extiende después a todos, pues dice: «y todo el mundo tenga que reconocerse reo (gr. hupódikos, bajo acusación legal) ante Dios» (v. Rom 3:19. NVI). «Reo ante Dios» es cosa terrible (v. Heb 10:31). Todos somos reos ante Dios y, por tanto, todos necesitamos de una justicia, de una rectitud legal, antes de aparecer ante el tribunal divino (v. Rom 3:23): «Puesto que todos han pecado y están privados de la gloria de Dios» (NVI). Comenta Vicentini: «Todos están privados de la gloria de Dios; es decir, todavía no ha irradiado sobre ellos la bondad de Dios en sus gloriosas manifestaciones para redimir al hombre». Sin embargo, tanto J. Murray, como Ryrie y Trenchard, opinan que aquí se trata de falta de conformidad con el carácter glorioso de Dios, el cual se reflejaba en el hombre antes de la caída, pues estaba hecho a imagen y semejanza de Dios (v. 1Co 11:7; 2Co 3:18; 2Co 8:23).

3. Lejos de afirmar que la justificación pueda obtenerse por medio de la Ley, asegura que la Ley se limita a dar el diagnóstico (v. Rom 3:20): «porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado». Nos convence de pecado y nos condena, pero nunca puede hacernos entrar en correcta relación con Dios. Abre la herida, pero no la sana (comp. con Rom 7:9). Por eso, ha dicho al comienzo del versículo: «ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de Él (Dios)». La corrupción general y universal de la naturaleza humana es tal, que nadie puede ser, mediante obras o méritos, ser acepto a los ojos de Dios.

II. Arguye después y se basa en la gloria de Dios para probar que la justificación del pecador sólo puede obtenerse por medio de la fe en la obra acabada del Señor Jesucristo. ¿Queda alguna esperanza? ¿Es incurable la herida a causa de las transgresiones? ¡No! Gracias a Dios, no lo es (vv. Rom 3:21, Rom 3:22); hay otra vía abierta para nosotros: Ahora, en la dispensación de la gracia, aparte de la ley, es decir, dejando a un lado las obras de la Ley (la preposición khorís significa separación, comp. con Jua 15:5), se ha manifestado la justicia de Dios, es decir (como en Rom 1:17), esa voluntad de Dios de salvar al hombre pecador y que se lleva a efecto tan pronto como quedan satisfechas las demandas de su santidad. Esta justicia de Dios ya estaba anunciada, testificada por la ley y por los profetas, esto es, en todo el Antiguo Testamento. La ley no nos justifica, pero en esa misma ley hallamos anunciado otro camino por el que podremos ponernos en correcta relación con Dios. Este camino es la fe en Jesucristo (v. Rom 3:22), la fe que tiene a Cristo por centro y objeto. Por medio de esta fe es como la justicia de Dios (v. Rom 3:22), ya explicada en relación con Rom 1:17; Rom 3:21, se aplica a todos los que creen en Él (en Jesucristo), sin distinción ni excepción. Porque no hay diferencia. No hay diferencia en cuanto al remedio, porque tampoco hay diferencia en cuanto a la herida, ya que (v. Rom 3:23) «todos pecaron». El verbo está en aoristo, lo mismo que en Rom 5:12, pero, como bien advierte J. Murray, ello no significa que el apóstol se limite al pecado que tenemos como consecuencia de la caída de Adán, sino que «el interés del apóstol aquí es afirmar que, sean cuales sean las diferencias que existan en los miembros de la raza con respecto a las agravantes con que la pecaminosidad se intensifica, todos sin excepción ni discriminación entran en la categoría de pecadores». En cambio, la segunda parte del versículo Rom 3:23, ya explicada, está en presente de indicativo, y da a entender una situación permanente de carencia.

III. En tres versículos (Rom 3:24-26) densos de doctrina, el apóstol expone ahora el origen, la naturaleza y el fin del remedio que Dios ha provisto para la justificación del pecador.

1. Vemos primero el origen del remedio que Dios ha provisto (v. Rom 3:24): Ha sido puramente por la libre y soberana gracia de Dios, como un regalo inmerecido (gr. doréan, gratis), mediante la redención, la que hay en Cristo Jesús (lit.). El vocablo griego apolútrosis indica el rescate que se paga para libertar a un preso o a un esclavo. Ese rescate está siempre presto para ser aplicado al que cree, lo mismo que la propiciación de que se habla en el versículo siguiente. Esto muestra el alto precio que ha sido pagado por nuestra redención (v. 1Pe 1:18-20). Así que cuando decimos «gratis» es para subrayar que se nos da de regalo, sin mérito ni esfuerzo de nuestra parte, pero a Dios le ha costado muy caro (v. Hch 20:28, según lectura probable).

2. Vemos luego cómo se aplica este remedio: «por medio de la fe» (v. Rom 3:25). La sintaxis de este versículo oscurece el sentido de dicha frase, tanto en la Reina-Valera como en la NVI, por lo que los lectores deben ponerla entre paréntesis o entre comas. La verdadera traducción de la primera parte del versículo Rom 3:25 es la siguiente: «Al cual (Cristo Jesús) presentó públicamente Dios (el Padre, comp. Hch 2:23) como propiciatorio (comp. Heb 9:5) en la sangre de Él (Cristo), mediante la fe; es decir, todo ello se aplica al que cree». Aunque el propiciatorio del Lugar Santísimo es, en hebreo, kapporeth, algo que sirve para tapar o borrar (ésta es la etimología de expiar), la propiciación ofrecida a Dios con la sangre de Cristo va más lejos, pues realmente, no sólo en figura, aplaca la ira de Dios o, mejor dicho, satisface a la justicia de Dios (en esto se diferencia del concepto de «redención»), pues, como Pablo declara, es el mismo Dios quien exhibe a Cristo en sacrificio de expiación por el pecado.

3. Finalmente (vv. Rom 3:25, Rom 3:26), Pablo declara la finalidad de esta obra de Dios: «Para mostrar en este tiempo (vv. Rom 3:25, Rom 3:26), en la dispensación de la gracia, su justicia, es decir, su actividad salvadora, porque en su aguante (lit., esto es, la capacidad de soportar, comp. Efe 4:2), Dios pasó por alto (no castigó, no tuvo en cuenta; comp. Hch 14:16; Hch 17:30) los pecados cometidos anteriormente». El perdón de los pecados, pasados presentes y futuros, sólo se debe a la obra acabada de Cristo (redención, propiciación, expiación, reconciliación), como se expone en ésta y en otras porciones de la Escritura. A los antiguos se les aplicaba por fe en el Mesías Redentor que había de venir, a nosotros, en el Mesías Redentor que ha venido. Por eso (v. Rom 3:26), al justificar al impío, que no obra, sino que cree (Rom 4:5) en Jesús, Dios demuestra ser justo, por cuanto, al exhibir a Cristo en sacrificio de expiación, quedan satisfechas las demandas de la santidad, esto es, de la justicia inmanente de Dios. «El que es de (gr. ek) la fe de Jesús» significa: «el que es de los que ponen su fe en Jesús». La forma en que la frase aparece en el original no se repite en el resto de las Escrituras. Según J. Murray, «hay en esta única fórmula el toque de ternura por una parte, y el de majestad por otra».

IV. No es extraño que el mismo Pablo (Efe 1:3.) nos diga que la obra entera de nuestra salvación es «para alabanza de la gloria de su gracia», puesto que a Dios se debe toda la gloria en dicha obra, mientras queda excluida toda jactancia de nuestra parte (v. Rom 3:27). El verbo griego indica «cerrar con llave un local y dejar a una persona en la calle de una vez por todas». No hay lugar para que nadie se jacte de privilegios personales ni raciales. Esto tiene un peso especial para el judío. Y sigue preguntándose Pablo: «¿Por qué ley?», esto es, ¿qué sistema normativo ha decretado esa exclusión de la jactancia? ¿El de las obras, el sistema en que las obras son un medio de justificación? ¡No, por cierto, sino por la ley de la fe, esto es, en virtud del sistema en que la justificación se obtiene exclusivamente por la fe, puesto que la fe es una gracia de dependencia absoluta, de vaciamiento de sí mismo y arroja su corona delante del trono! (Apo 4:10). Si nos salvásemos por obras, bien podríamos conservar esa corona en la cabeza y llevarla con orgullo. De todo esto, saca Pablo la siguiente conclusión (v. Rom 3:28): «Pues sostenemos que el hombre (todo ser humano) es justificado por fe, sin tener nada que ver con las obras de la ley» (NVI).

V. El apóstol finaliza esta sección al apelar a la universalidad, tanto de los que necesitan ser justificados como del Dios que justifica a todos. Este sistema rige para todo «hombre» (v. Rom 3:28), por cuanto Dios no es solamente Dios de los judíos, sino también de los paganos (v. Rom 3:29, comp. con 1Ti 2:5). No hay diferencia (vv. Rom 3:22, Rom 3:23) en cuanto al pecado, y no hay diferencia en cuanto a la gracia, sino que (v. Rom 3:30) ese único Dios es el que justificará a los circuncisos en virtud de (gr. ek) la fe, y a los incircuncisos por medio de (gr. diá) la misma fe» (NVI). La variedad de preposiciones no indica que haya dos modos de justificarse por fe (comp. con Gál 3:8, en que aparece la preposición ek). Opino, no obstante (nota del traductor), que hay alguna razón por la cual Pablo usa aquí dos preposiciones en vez de englobar con una a judíos y gentiles. La preposición ek es de origen y por tanto, muy apta para ser aplicada al judío, que poseía tipos y sombras de la redención futura; y, en ellas, una base para poner su fe en el Mesías, de cuya obra había de proceder la aceptación ante Dios. El versículo Rom 3:31 podría causar alguna confusión. Dice textualmente: «¿Abolimos (o dejamos sin efecto), pues, la ley mediante la fe? ¡De ninguna manera! (la misma expresión de vv. Rom 3:4 y Rom 3:6), sino que ponemos en pie la ley» ¿En qué sentido queda en pie la ley? ¿Como norma de conducta? ¡Esto iría contra el contexto y contra toda la teología paulina! Basta Rom 10:4 para refutar esta teoría. La ley queda en pie con el papel que Pablo mismo ha descrito en este capítulo: Dar el diagnóstico del enfermo (v. Rom 3:20): «Porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado».

Romanos 3:19 explicación
Romanos 3:19 reflexión para meditar
Romanos 3:19 resumen corto para entender
Romanos 3:19 explicación teológica para estudiar
Romanos 3:19 resumen para niños
Romanos 3:19 interpretación bíblica del texto

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí