Santiago 1:26 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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En los versículos Stg 1:19-25, Santiago ha mostrado que lo que cuenta no es oír en vano, sino obrar lo sano; en los versículos Stg 1:26, Stg 1:27 va a mostrar que lo que cuenta no es hablar en vano, sino ayudar al hermano. Esto es algo que Santiago expresa, de una manera u otra, a lo largo de toda la epístola (v. especialmente, además de estos versículos, Stg 2:15, Stg 2:16). Dice así la presente porción en la NVI: … El que se tiene por religioso, pero no le pone freno a su lengua, se engaña a sí mismo y su religión no sirve para nada. La religión que Dios nuestro Padre acepta como pura y sin mancha consiste en lo siguiente: en socorrer a los huérfanos y a las viudas en su aflicción, y en conservarse inmune de la contaminación de este mundo».

1. Lo primero que se advierte en esta porción es su trasfondo veterotestamentario, tanto por lo que hace al socorro del desvalido (comp. con Isa 1:11-17; Isa 58:3-7; Jer 7:21-23; Ose 6:6; Amó 5:21-25; Miq 6:8), como por lo que hace a la abstención de lo inmundo (v. en una buena Concordancia las veces que salen en el Antiguo Testamento el verbo contaminar y el adjetivo inmundo). Esto es una consecuencia de la exhortación: «Santos seréis, porque santo soy yo Jehová vuestro Dios» (Lev 19:2) que, de un modo u otro, se repite con frecuencia, ya desde Éxo 19:6. En efecto, la santidad de Dios consta de dos aspectos que se complementan admirablemente: (A) Su trascendencia, por la que se halla infinitamente distante de todo lo que contamina. (B) Su inmanencia, por la que está infinitamente cercano a toda miseria. Ambos aspectos se hallan en el versículo Stg 1:27: La imitación de la santidad trascendente, en la frase final del versículo; la de la santidad inmanente, en la frase anterior.

2. Nótese que Santiago (v. Stg 1:26) dice: «Si alguno piensa ser religioso» (lit.), no: «Si alguno es religioso» (comp. con Stg 2:14 «si alguien dice tener fe», lit.). Se trata de un pensamiento engañoso, por cuanto no le pone freno a la lengua (V. Sal 39:1; Sal 141:3), por lo que se engaña a sí mismo y su religión no sirve para nada. Examinemos de cerca este versículo Stg 1:26:

(A) Santiago no intenta mostrar aquí la esencia de la espiritualidad cristiana. No habla siquiera de devoción (gr. eusébeia), sino de religión (gr. threskeía). Tanto el adjetivo threskós, religioso (única vez que tal vocablo se halla en toda la Biblia), como el sustantivo threskeía, designan, más bien que una disposición interior del corazón, la exterior observancia de las prácticas religiosas, especialmente las que tienen que ver con el culto. Tenemos, pues, aquí una diatriba parecida a las del Señor Jesús contra la tendencia puramente ritualista de los fariseos de su tiempo (v. por ej. Mt. cap. Mat 23:1-39; Mar 7:15.).

(B) Aunque, más tarde (Stg 3:5-12), Santiago va a tratar de los pecados de la lengua, en este versículo parece considerar lo del freno en la lengua conforme a lo que dijo en el versículo Stg 1:19 («lento para hablar»), pues en este sentido general se halla repetidamente en Proverbios (v. por ej., Pro 13:3; Pro 18:7, Pro 18:21; Pro 21:23) y es también el que predomina en Pro 3:1-4 de esta misma epístola.

(C) El verbo apatáo, que Santiago usa aquí en participio de presente, para indicar que el individuo en cuestión está en un continuo engaño, ocurre únicamente aquí y en Efe 5:6 y 1Ti 2:14, pero el sustantivo apáte, engaño, ocurre en otros siete lugares. Su sentido es de usar maniobras tramposas, fraudulentas, bajo la apariencia de «juego limpio», con lo que el engañado se siente fascinado, como seducido por una brillante demostración. Nótese que Santiago no dice que sea su corazón quien le engañe a él, como ocurre cuando, incluso a personas de porte muy «honesto», les traicionan los perversos motivos subconscientes (v. Jer 17:9), sino que él mismo está engañando a su corazón, como al poner programaciones falsas en la computadora del subconsciente. No es, pues, un engaño que toma al sujeto por sorpresa, sino un engaño conscientemente madurado.

(D) De ahí que su religión, todo el culto que esta persona cree rendir a Dios, sea vana (gr. mátaios, vacía, inútil); «no sirve para nada», como ha traducido la NVI.

(E) «La religión (v. Pro 3:27) que Dios nuestro Padre acepta como pura (gr. kathará, sin mezcla de escorias) y sin mancha (gr. amíantos, libre de contaminación o profanación, como en Heb 7:26; Heb 13:4 y 1Pe 1:4, los cuatro únicos lugares en que este término ocurre en todo el Nuevo Testamento) consiste en lo siguiente:

(a) «En socorrer a los huérfanos y a las viudas en su aflicción» (NVI). Ésta es la religión verdaderamente aceptable a los ojos de Dios nuestro Padre, quien prefiere la misericordia al sacrificio (Ose 6:6), pues los sacrificios en que más se complace son la sincera alabanza a su nombre y el hacer el bien al prójimo (v. Heb 13:15, Heb 13:16). Se menciona en particular a los huérfanos y a las viudas porque no tienen quien les defienda, les proteja y les proporcione el sustento. El verbo episképtomai, que Santiago usa aquí, sale en otros diez lugares y significa propiamente «hacer una visita de inspección» para enterarse cómo van las cosas y qué nuevas necesidades o problemas han surgido. «En su aflicción» no quiere decir que la visita ha de hacerse cuando haya sobrevenido un nuevo problema o una especial tribulación (gr. thlípsei), sino que la aflicción es el estado continuo de huérfanos y viudas sin defensa. Siempre es conveniente (sobre todo, en el caso de las viudas) que la visita sea hecha por señoras de la congregación, o por un líder con su señora, o por dos líderes a la vez. La razón es obvia, aun cuando se trate del caso de las que son verdaderamente viudas (v. 1Ti 5:3-16).

(b) «Y en conservarse inmune de la contaminación de este mundo» (NVI). El creyente que obra así procura ponerse a salvo de las atracciones del mundo y de la carne, lucha contra las tentaciones y huye en los casos en que hasta la lucha es peligrosa, como ocurre en los ataques de la impureza sexual. De la misma manera que el Señor Jesús no pidió para los suyos que el Padre los sacase del mundo, sino que los preservase del mal (v. Jua 17:15), tampoco Santiago propone como «religión más perfecta» la huida del mundo a un monasterio o a una ermita, sino conservarse inmune de la contaminación del mundo, no de vivir entre mundanos (comp. con 1Co 5:9-11). El peligro no está en que la iglesia se halle dentro del mundo, sino en que el mundo se halle dentro de la iglesia.

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