Significado de AMONITAS, AMÓN Según La Biblia | Concepto y Definición

AMONITAS, AMÓN Significado Bíblico

¿Qué Es AMONITAS, AMÓN En La Biblia?

Territorio al este del Jordán que coincide aproximadamente con el estado moderno de Jordania. Los amonitas eran un pueblo semítico que vivía al noreste del Mar Muerto en la región aledaña de Rabá y que peleaban a menudo con los israelitas por la posesión de la zona fértil de Galaad. Amón, el reino de los amonitas, era apenas un poco más que una ciudad estado que incluía la ciudad capital, Rabá o Rabat-amón (“ciudad principal” o “ciudad principal de los amonitas”), y el territorio inmediatamente circundante. Rabá estaba ubicada en la cabecera del Río Jaboc donde el extremo sudeste de Galaad mira hacia el desierto. La productividad agrícola de Galaad, las aguas del Río Jaboc y la de los arroyos afluentes como así también la ubicación defendible de Rabá hicieron que esta ciudad fuera medianamente importante en tiempos antiguos. Asimismo, la proximidad de los amonitas a Galaad hizo que fueran enemigos constantes de los israelitas, que reclamaban esa ciudad y de hecho tuvieron control sobre ella durante los reinados de ciertos reyes poderosos tales como David, Omri, Acab y Jeroboam II.
La mayor parte de nuestra información acerca de los amonitas proviene del AT, aunque los reyes de este pueblo se mencionan ocasionalmente en los registros asirios. Por ejemplo, a partir de estas últimas constancias sabemos que un rey amonita llamado Ba’shá, junto con Acab de Israel y otros reyes de la región, defendieron Siria y Palestina frente a Salmanasar III en el 853 a.c. Una inscripción amonita, la denominada Inscripción de la Jarra de Sirán, y varias impresiones de sellos han provisto información adicional sobre los amonitas.
Los arqueólogos han excavado solamente una pequeña parte del sitio de la antigua Rabá (la denominada “ciudadela” en el corazón de la ciudad moderna de Amán). La región aledaña permanece inexplorada en gran parte. Además de la inscripción y los sellos mencionados, el busto de un guerrero (o dios) amonita y los restos de torres redondas de piedra que se consideran de origen amonita constituyen descubrimientos arqueológicos significativos que arrojan luz sobre este pueblo.
El conflicto entre los amonitas y los israelitas se desencadenó ya en los primeros tiempos de la época de los jueces. Los primeros hicieron guerra contra los israelitas de Galaad induciéndolos a apelar a Jefté, jefe de una banda local de asaltantes renegados, para que organizara y liderara la resistencia. Jefté aceptó el desafío pero solo después de obtener la promesa de parte de los ancianos de Galaad de que, si realmente tenía éxito y derrotaba a los amonitas, sería nombrado gobernador de ese lugar. Al mismo tiempo le hizo una promesa a Yahvéh: “Si entregares a los amonitas en mis manos, cualquiera que saliere de las puertas de mi casa a recibirme, cuando regrese victorioso de los amonitas, será de Jehová, y lo ofreceré en holocausto” (Jue 11:30 b – Jue 11:31). Jefté tuvo éxito y los galaaditas se sometieron a su gobierno, pero luego su joven hija salió a saludarlo cuando regresó (Jue 10:6-18; Jue 11:1-40).
En otra ocasión en que los amonitas estaban atacando la ciudad de Jabes de Galaad y los jabeos intentaban negociar los términos de la rendición, los primeros demandaron nada menos que sacarle el ojo derecho a cada hombre de la ciudad. En su desesperación, los jabeos enviaron mensajeros a Gabaa para pedirle ayuda a Saúl. Este organizó un ejército, se dirigió apresuradamente a Jabes y levantó el sitio. Como resultado, los jabeos respaldaron fuertemente a Saúl en años posteriores (1Sa 11:1-15; 1Sa 31:11-13). El rey amonita que Saúl derrotó en Jabes era Nahas. Se presume que fue el mismo Nahas con quien David tuvo buenas relaciones pero que su hijo Hanún renovó las hostilidades (2Sa 10:1-19; 2Sa 11:1; 2Sa 12:26-31). Las guerras subsiguientes entre Israel y Amón incluyeron el enfrentamiento entre las tropas de David y las de Hadad-ezer de Soba (2Sa 10:6-19), y dieron ocasión al amorío entre David y Betsabé. Urías, el esposo de Betsabé, fue asesinado mientras se tomaban por asalto los muros de Rabá (2Sa 11:1-27; 2Sa 12:1-31).
No se registra ninguna guerra con los amonitas durante el reinado de Salomón. Por el contrario, él tomó una o más esposas amonitas y permitió en Jerusalén la adoración de Milcom, el dios amonita (1Re 11:1-8). Es probable que la adoración de Milcom haya continuado en Jerusalén hasta que Josías la abolió muchos años después (2Re 23:13). Sabemos poco acerca de las relaciones entre los amonitas e Israel o Judá durante la primera mitad del siglo en que los reinos estuvieron divididos, probablemente porque ninguno de los reinos hebreos intentó ejercer influencia en Transjordania. La coalición de los reyes de Siria y Palestina, que incluía a Ba’shá de Amón y Acab de Israel, detuvo la marcha del rey asirio Salmanasar en el 853 a.c. No obstante, el éxito fue temporal. Más tarde Salmanasar penetró en el corazón mismo de Siria-Palestina exigiendo tributo de los israelitas y, aunque no está registrado, probablemente también de los amonitas. Al final, todos los pequeños reinos de la región cayeron bajo el poder asirio y fueron incorporados al sistema de provincias asirias o controlados como satélites. Los reyes amonitas les pagaron tributo a Tiglat-pileser III, a Senaquerib y a Esar-hadón.
Los israelitas reconocían a los amonitas como parientes, aunque más lejanos que los edomitas. Esta relación se puede ver en las genealogías. Específicamente, los amonitas eran descendientes de un antepasado llamado Ben-ammi, uno de los dos hijos que Lot tuvo con sus dos hijas. Los moabitas eran descendientes del otro hijo (Gén 19:30-38). Los amonitas también se mencionan de vez en cuando en la literatura poética de Israel. Ver, por ejemplo, la profecía de Amós contra los amonitas en Amó 1:13-15. Aparentemente, para el siglo III a.c. , Rabá se había reducido a una aldea insignificante tras lo cual Ptolomeo II Filadelfo (285–246) la reedificó y le puso el nombre “Filadelfia” en base a su propio nombre. Filadelfia se llegó a considerar una de las ciudades de Decápolis, federación de diez ciudades griegas de Palestina (Mat 4:25) y se anexó al Imperio Romano en el 90 d.c. junto con toda la región de Decápolis.

J. Maxwell Miller

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