Significado de ÉTICA Según La Biblia | Concepto y Definición

ÉTICA Significado Bíblico

¿Qué Es ÉTICA En La Biblia?

Estudio del buen comportamiento, la motivación y la actitud a la luz de la revelación de Jesucristo y de la Biblia. La disciplina de la ética trata temas como: ¿Qué debo hacer?, ¿Cómo debo actuar para hacer lo que es bueno y correcto?, ¿Qué es el bien?, ¿Quién es una buena persona?
De igual manera, la ética bíblica hace algunas de las mismas preguntas. A pesar de que ninguno de los Testamentos posee un término abstracto o global, ni una definición que se compare al término moderno “ética”, tanto el AT como el NT abordan el tema de la forma de vida que las Escrituras prescriben y aprueban. La palabra hebrea que más se aproxima a “ética”, “virtud” o “ideales” en el AT, es musar, que significa “disciplina” o “enseñanza” (Pro 1:8); o incluso derek, que significa “camino” o “sendero” de lo bueno y lo correcto. En el NT, la palabra griega que más ofrece un paralelo es anastrofe, que significa “tipo o estilo de vida” (aparece nueve veces en sentido positivo, y en 2Pe 3:11 se encuentran los usos más significativos). La palabra griega ethos aparece doce veces en el NT (Luc 1:9; Luc 2:42; Luc 22:39; Jua 19:40; Hch 6:14; Hch 15:1; Hch 16:21; Hch 21:21; Hch 25:16; Hch 26:3; Hch 28:17; Heb 10:25). La forma plural aparece una vez en 1Co 15:33. Comúnmente se traduce “conducta”, “costumbre”, “manera de vivir” o “práctica”.
La definición bíblica de ética está relacionada con lo doctrinal
El problema al tratar de hablar de la ética de la Biblia es que el material ético no se ofrece aisladamente de la doctrina y de la enseñanza bíblica. En consecuencia, lo que Dios es en Su carácter y Su naturaleza, lo que Él desea en Su revelación define lo que es correcto, bueno y ético. En este sentido la Biblia tuvo influencia decisiva para modelar la ética en la cultura occidental.
Algunos han cuestionado si realmente hay una única ética a lo largo de la Biblia. Sienten que hay demasiada diversidad en la amplia variedad de libros y tipos de literatura en la Biblia como para decidir si existe armonía y una posición ética básica en función de lo cual se deben tomar todas las decisiones éticas y morales. No obstante, al seguir las afirmaciones de los libros de la Biblia, algunos consideran que dicho mensaje constituye una contribución al tema actual y permanente del carácter y la voluntad de Dios. Esta narración sobre el carácter y la voluntad divina es la base apropiada para contestar estas preguntas: qué clase de persona debo ser; cómo debemos vivir, pues, para hacer lo correcto, lo justo y lo bueno.
Tal como algunos han señalado, la búsqueda de diversidad y pluralismo en el estándar ético es tanto resultado de una decisión metodológica previa como también búsqueda de unidad y armonía de esos parámetros. No se puede afirmar que la búsqueda de diversidad sea más científica y objetiva que la búsqueda de armonía. Este punto se debe decidir sobre la base de una investigación de los materiales bíblicos y no como una decisión impuesta al texto.
Las tres suposiciones fundamentales
¿Pueden las decisiones éticas o morales subyacer en la Biblia, o acaso se trata de una idea absurda e incoherente? Tres suposiciones ilustran la manera en que un estudioso contemporáneo de la ética o una persona de conducta moral pueden basar sus decisiones en el contenido ético del texto bíblico de una era ya pasada. Estas tres son:
(1) las declaraciones morales de la Biblia debían aplicarse a una clase universal de pueblos, épocas y condiciones;
(2) las enseñanzas de las Escrituras tienen una congruencia tal que presentan un frente común a las mismas preguntas en todas sus partes y para todas las culturas pasadas y presentes;
(3) Cuando hace alguna afirmación o pedido, la Biblia se propone dirigir nuestra acción o nuestra conducta. La Biblia es congruente y procura ordenar cierta conducta moral.
Consideremos en primer lugar la universalidad de la Biblia: cada uno de sus mandamientos, ya sea en un código legal, un texto narrativo, de sabiduría, de carácter profético, de los Evangelios o de las epístolas, fue originalmente dirigido a alguien, en algún lugar y en alguna situación en particular. Dichas particularidades no tenían por objeto condicionar su uso en otros tiempos, lugares o personas. Detrás de cada uno de estos mandatos específicos hay un principio universal. En base al principio general, una persona en una situación diferente puede usar la Biblia para obtener orientación para una decisión específica.
¿Son nuestros problemas, nuestra cultura o nuestros patrones sociales tan diferentes que, aun cuando podemos universalizar los mandatos específicos de las Escrituras, en la actualidad carecen de toda relevancia? ¿Podemos suponer que existe congruencia entre las culturas y las épocas para esta ética? Lo que aquí se requiere es que el mismo escritor bíblico nos haya proporcionado también en otros sitios un patrón completo de pensamiento ético que conduzca a este mandamiento particular y contextualizado. Si podemos suponer que el escritor no cambió su manera de pensar de un momento a otro, podemos dar por sentado que mantiene sus principios para todas las situaciones similares, independientemente de épocas y culturas.
Por último, la Biblia reclama su autoridad sobre los mortales, hechos a la imagen de Dios. Sea que el material ético esté en modo imperativo o indicativo, la diferencia es poca. Los escritores bíblicos tenían el propósito de hacer algo más que informar; se proponían encauzar la conducta.
Cinco características básicas de la ética bíblica
En contraste con la ética filosófica que tiende a ser más abstracta y centrada en lo humano, la moralidad bíblica estaba directamente relacionada con la fe religiosa. De allí que los hombres y las mujeres inmorales eran por esa misma razón hombres y mujeres irreligiosos, y las personas irreligiosas eran también personas inmorales (Sal 14:1).
La ética bíblica es, en primer lugar, personal. La base de esta ética es la persona, el carácter y la expresión de un Dios absolutamente santo. En consecuencia, se insta a los individuos: “Santos seréis, porque santo soy yo Jehová vuestro Dios” (Lev 19:2).
En segundo lugar, la ética de la Biblia es enfáticamente teísta. Se centra en Dios. Conocer a Dios era saber cómo practicar rectitud y justicia.
De manera más significativa aun, la ética bíblica está profundamente vinculada a la respuesta moral interna más que a las meras acciones externas. “Jehová mira el corazón” (1Sa 16:7). Este era el clamor repetidamente anunciado por los profetas (Isa 1:11-18; Jer 7:21-23; Ose 6:6; Miq 6:6-8).
La motivación ética de la Biblia estaba orientada hacia el futuro. La creencia en una futura resurrección del cuerpo (Job 19:26-27; Sal 49:13-15; Isa 26:19; Dan 12:2-3) era razón suficiente para hacer una pausa y comprender que cada acción no se limitaba a la situación cuando ocurría y ni carecía de consecuencias para el futuro.
La quinta característica de la ética bíblica es su carácter universal. Abarca el mismo patrón de rectitud para cualquier nación y persona sobre la tierra.
El principio organizador: el carácter de Dios
Lo que da plenitud, armonía y congruencia a la moralidad de la Biblia es el carácter de Dios. Así pues, las instrucciones éticas y la moralidad bíblica estaban fundadas, en primer lugar, en el carácter y la naturaleza de Dios. Lo que Él exigía era lo que Él era y es. La esencia de cada mandamiento moral era el tema que aparecía en Lev 18:5-6; Lev 18:30; Lev 19:2-4; Lev 19:10; Lev 19:12; Lev 19:14; Lev 19:18; Lev 19:25; Lev 19:31-32; Lev 19:34; Lev 19:36-37, “Yo Jehová”, o “Seréis santos, porque yo Jehová vuestro Dios soy santo”. Asimismo, Flp 2:5-8 concuerda diciendo: “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios […] se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”.
El carácter y la naturaleza del Dios santo encontraron su expresión ética en la voluntad y en la palabra de Dios. Estas palabras pueden dividirse en leyes morales y leyes positivas. La ley moral expresa el carácter divino. El ejemplo más importante son los Diez Mandamientos (Éxo 20:1-17; Deu 5:6-21). Otro ejemplo es el código de santidad (Lev 18:1-30; Lev 19:1-37; Lev 20:1-27). La ley positiva afectaba a hombres y a mujeres durante un tiempo determinado en virtud de la autoridad del que les había hablado, o sea, Dios. La ley positiva exigía lealtad de las personas solo por el tiempo y en las situaciones que la autoridad de Dios había determinado al momento de emitir originariamente esa ley. Por lo tanto, en las palabras divinas en el huerto del Edén, “del árbol de la ciencia del bien y del mal, no comerás” (Gén 2:17), o la orden del Señor “desatadlo [al burro] y traedlo” (Luc 19:30) estaban destinadas solo para la pareja en el jardín del Edén o para los discípulos. No tenían el propósito de ser mandatos permanentes. No se aplican a nuestro tiempo. Un estudio de la ética bíblica nos ayuda a distinguir entre la ley moral siempre válida y el mandato temporal de la ley positiva.
La ley moral es permanente, universal y con autoridad sobre todos los seres humanos en todos los tiempos. El mejor ejemplo de esta ley es el Decálogo de Moisés. Su profundidad puede entreverse con facilidad al observar la amplitud de los temas y la simplicidad de su expresión. Unas pocas observaciones pueden ayudarnos a interpretar estos Diez Mandamientos.
(1) La ley tiene un prólogo. Este establecía la gracia de Dios, vista en la experiencia del éxodo, como base para cualquier requerimiento a los individuos. La ética era una respuesta amorosa a la gracia, no una respuesta de temor ante un mandato.
(2) Toda ley moral tiene dos facetas que apuntan a la acción positiva y a alejarse de la negativa. No importa si la ley está expresada en forma negativa o afirmativa porque cada acto moral, cuando se adopta una acción positiva, es al mismo tiempo un freno para la contraria.
(3) El simple hecho de omitir o refrenarse de hacer algo prohibido, no es un acto moral. De otra manera, la mera inactividad podría considerarse cumplimiento de la orden. Pero en el ámbito moral, esto es simplemente otra manera de referirse a la muerte. La ética bíblica es un llamado a participación activa en la vida.
(4) Cuando se prohíbe el mal mediante una orden moral, se debe poner en práctica lo bueno antes que a uno se lo considere obediente. No solo debemos rehusarnos a ser homicidas sino que debemos hacer todo lo que esté a nuestro alcance para socorrer la vida de nuestro prójimo.
La esencia del Decálogo puede encontrarse en tres áreas:
(1) relaciones correctas con Dios (primer mandamiento, una adoración íntima a Dios; segundo, una adoración externa a Dios; tercero, una adoración verbal a Dios);
(2) relaciones correctas en lo que se refiere al tiempo (cuarto mandamiento); y
(3) relaciones correctas con la sociedad (quinto mandamiento, santidad de la familia; sexto, santidad de vida; séptimo, santidad del matrimonio y del sexo; octavo, santidad de la propiedad; noveno, santidad de la verdad; y décimo, santidad de la motivación).
El contenido de la ética bíblica
La ética bíblica se fundamenta en toda la revelación de la Biblia. El Decálogo y sus expansiones en los otros tres códigos legales básicos se unen al Sermón del Monte en Mat 5:1-48; Mat 6:1-34; Mat 7:1-29 y el Sermón del Llano en Luc 6:17-49 como textos fundamentales de la enseñanza bíblica en el orden moral y ético. Todos los otros textos bíblicos, o sea, las narraciones de las acciones incorrectas, la colección de Proverbios, las solicitudes personales de cartas, todo contribuye al conocimiento de la ética bíblica. La Biblia no ofrece una lista de donde podamos elegir. Insiste sobre un estilo de vida y llama a ponerlo en práctica.
Varios ejemplos del contenido de la ética bíblica pueden ayudar a entender mejor de qué manera el carácter de Dios, en particular Su santidad, establece la norma para todas las decisiones morales.
Honrar o respetar a los padres era una de las primeras aplicaciones de lo que implicaba la santidad, según Lev 19:1-3. Esto no debería sorprender, ya que uno de los primeros mandatos que Dios dio en Gén 2:23-24 establece que la relación monogámica es el fundamento y la piedra angular de la familia.
Marido y mujer debían ser iguales ante Dios. La esposa no era una simple posesión, un bien ni solamente una “procreadora”. No era solo regalo “del Señor” (Pro 19:14) y “corona” de su esposo (Pro 12:4), sino también “una fuerza igual” a él (la palabra “ayuda” en Gén 2:18 NVI, se traduce mejor “fuerza, poder”). El requisito de honrar a los padres no podía darse como excusa para no asumir la responsabilidad de ayudar a los pobres, a los huérfanos y a las viudas (Lev 25:35; Deu 15:7-11; Job 29:12-16; Job 31:16-22; Isa 58:1-14; Amó 4:1-2; Amó 5:12). Los oprimidos debían hallar consuelo en el pueblo de Dios y en sus autoridades.
De igual manera, la vida humana se debía considerar tan sagrada que al asesinato premeditado le correspondía el castigo de la pena capital a fin de mostrar respeto hacia las víctimas afectadas, creadas a la imagen de Dios (Gén 9:5-6). De esta manera, la vida de todas las personas, ya sea las que no habían nacido y que aún estaban en el útero (Éxo 21:22-25; Sal 139:13-16) o aquellas que provenían de una nación conquistada (Isa 10:1-34; Hab 3:1-19), para Dios tenían un valor infinito.
La sexualidad humana era un regalo de Dios. No era una maldición ni una invención del diablo. Fue concebida para la relación matrimonial y para disfrutar (Pro 5:15-21), no solo para procrear. La fornicación estaba prohibida (1Ts 4:1-8). Las aberraciones sexuales, tales como la homosexualidad (Lev 18:22; Lev 20:13; Deu 23:17) o el bestialismo (Éxo 22:19; Lev 18:23-30; Lev 20:15-16; Deu 27:21) resultaban repulsivas ante la santidad de Dios y, por lo tanto, estaban condenadas.
Finalmente, mandamientos sobre la propiedad, la riqueza, las posesiones y el interés por la verdad sentaron nuevas normas. Estas iban en contra de la propensión humana universal a la codicia, a valorar las cosas por encima de las personas y a preferir la mentira como alternativa de la verdad. No importa cuántos temas nuevos se abarcaran en el discurso ético, el resultado final permanecía donde el último mandamiento lo había colocado: los motivos y las intenciones del corazón. Por esto la santidad en el ámbito de la ética comenzaba con el “temor de Yahvéh” (Pro 1:7; Pro 9:10; Pro 15:33).
El resumen de instrucción ética más importante lo dio nuestro Señor en Mat 22:37-39 : amar a Dios y amar al prójimo. También estaba la “regla de oro” de Mat 7:12. La mejor manifestación de este amor era la disposición a perdonar a los demás (Mat 6:12-15; Mat 18:21-35; Luc 12:13-34).
El NT, al igual que el AT, incluye como parte de su enseñanza la ética social y el deber que uno tiene hacia el estado. Puesto que el reino de Dios estaba obrando en el mundo, era necesario que la sal y la luz también estuvieran presentes en la vida santa.
Mientras ambos Testamentos comparten la misma posición en temas como casamiento y divorcio, el NT a menudo adoptaba en forma explícita sanciones diferentes. Así, en el caso del incesto mencionado en 1Co 5:1-13 se recomienda la disciplina aplicada por la iglesia antes que la lapidación.
La principal diferencia entre los dos Testamentos es que el NT presenta a Jesús como el nuevo ejemplo de obediencia incondicional a la voluntad y a la ley de Dios. Jesús no vino a abolir el AT sino a cumplirlo. El NT está lleno de exhortaciones a vivir de acuerdo a las palabras y a andar en la senda propuesta por Jesús de Nazaret, el Mesías (1Co 11:1; 1Ts 1:6; 1Pe 2:21-25).
Algunas motivaciones para vivir vidas éticas y morales llegan desde el AT, pero se le agregan la proximidad del reino de Dios (Mar 1:15); la gratitud por la gracia de Dios manifestada en Cristo (Rom 5:8); y la obra consumada de la redención, la expiación y la resurrección del Señor (1Co 15:20-21). Al igual que en el AT, el amor es una motivación poderosa; con todo, no ocupa el lugar de la ley. El amor no constituye la ley; es una palabra que dice “cómo” pero que nunca nos va a decir “qué” debemos hacer. El amor es el cumplimiento de la ley (Rom 13:9) porque nos induce a cumplir con lo que la ley enseña. Por lo tanto, el amor crea afinidad con el objeto amado y afecto hacia él. Proporciona una obediencia voluntaria y alegre más que una aceptación forzada y coercitiva.
Finalmente, el contenido de la ética bíblica no es solo personal sino de amplio alcance. Las cartas de Pablo y de Pedro enumeran un amplio espectro de deberes éticos; hacia nuestro prójimo, respeto por el gobierno civil y sus deberes, el significado espiritual del trabajo, la responsabilidad en el manejo de las posesiones y las riquezas, y mucho más.
La ética que exigen y aprueban las Escrituras tiene como parámetro y fuente la santidad de la Deidad; el amor a Dios como fuerza motivadora; la ley de Dios como se la encuentra en el Decálogo y el Sermón del Monte, como su principio directivo, y la gloria de Dios como la meta que lo gobierna.

Walter c. Kaiser (h)

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