Significado de TEMOR Según La Biblia | Concepto y Definición

TEMOR Significado Bíblico

¿Qué Es TEMOR En La Biblia?

Respuesta emocional natural ante lo que se percibe como una amenaza a la seguridad o al bienestar general. Varía en grado de intensidad, desde una sensación de ansiedad o preocupación hasta un terror absoluto. Puede ser una emoción útil cuando conduce a tomar precauciones o medidas adecuadas para proteger el bienestar personal. Por otra parte, si el temor es inducido por un error o si se prolonga y supera otras emociones más positivas como el amor o el gozo, puede ser un impedimento para disfrutar la vida, y tal vez lleve a incapacidad para participar de las actividades normales de la vida. No obstante, en la Biblia, el temor se considera con más frecuencia que en la cultura popular como una conducta sabia, y no como una simple emoción.
Terminología
La Biblia se refiere varios cientos de veces al concepto del temor, ya sea en forma explícita o implícita a través de sus efectos, tales como temblor, agitación, transpiración o llanto. El grupo de palabras que se asocia con mayor frecuencia al temor en el Antiguo Testamento (aparecen 435 veces) es el verbo yara’, “temer, honrar”, el adjetivo yare’, “atemorizado, temeroso”, y los sustantivos relacionados, mora’, “temor, terror, pavor” y yir’ah, “temor, adoración”. Estos se complementan con otro grupo de palabras como el relacionado con la raíz chatat, “estar aterrorizado, descorazonado, abatido”, y pacad, “temblar, estar aterrado”.
En el Nuevo Testamento el concepto de temor se asocia con más frecuencia a la raíz phob- (146 veces), como en el verbo phobeo, “temer, reverenciar o respetar”; sustantivos relacionados, phobos, “temor, terror, reverencia, respeto” y phobetron, “visión aterradora”, y el adjetivo phoberos, “temeroso”. También se encuentran sinónimos, como tarasso, “inquietar, aterrorizar” y el grupo de palabras deilia, “cobardía”, deiliao, “ser cobarde, temeroso”, y deilos, “cobarde, tímido”.
Sensaciones de terror y ansiedad
El familiar concepto de temor inducido por una situación amenazante es común en la Biblia. La primera emoción a que se hace referencia explícita es el temor de Adán y Eva al castigo divino por comer del fruto del árbol prohibido (Gén 3:10). En este caso, el temor los indujo a ocultarse. El temor de Jacob a Esaú lo indujo a orar (Gén 32:11). A veces el temor produce silencio o inhibe la acción, como cuando Is-boset “no pudo responder palabra a Abner, porque le temía” (2Sa 3:11; comp. 2Cr 17:10).
Un tema bíblico frecuente es el temor a los enemigos, que por lo general aparece en pasajes donde Dios anima a no temer. Por ejemplo, antes de entrar en batalla, el sacerdote de Israel debía exhortar al pueblo diciendo: “no desmaye vuestro corazón, no temáis, ni os azoréis, ni tampoco os desalentéis delante de ellos”. Y el Señor mandó a Josué: “Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo dondequiera que vayas” (Jos 1:9; Deu 31:6; Isa 44:8; Luc 12:32; Jua 16:33). Por otra parte, Dios le prometió a Israel que provocaría pánico entre sus enemigos y que estos huirían aterrorizados (Éxo 15:14-16; Éxo 23:27; Deu 2:25; Deu 11:25). Se podría decir que un creyente es alguien que le teme solo a Dios (Deu 7:21; Pro 29:25; Isa 8:13; Mat 10:28).
En base a estos pasajes, debemos observar que la Biblia no describe el temor al peligro simplemente como una emoción de la cual el creyente carece de control. El mandamiento bíblico de no temer se refiere a no entrar en pánico ni quedar paralizado por el temor, y a no permitir que el temor ante la percepción de una amenaza obstaculice la obediencia a Dios. El antídoto para ese temor es la convicción de que Dios puede proteger y cumplir Su voluntad y que podemos confiar en Sus promesas (2Re 6:15-17; 2Cr 15:7-8; Sal 34:4; Sal 56:3-4; Pro 3:24-26; Isa 41:10; Isa 43:1; Mat 10:26-31; Heb 13:6; 1Pe 3:13-17; Apo 2:10).
Lo mismo se podría decir de la ansiedad, que puede ser tan destructiva para la fidelidad como el terror (Flp 4:6). Probablemente la ansiedad de Abraham por la falta de hijos hizo que Dios, en Gén 15:1, le ordenara no temer, y fue el incumplimiento de esa orden lo que condujo al nacimiento de Ismael en el cap. Gén 16:1-16. El temor ansioso o la preocupación se convierten en pecado de orgullo e incredulidad cuando desvían nuestra atención para que dejemos de seguir al Señor (Isa 51:12-13; Mar 4:19; Luc 10:41) o hacen que confiemos en nuestros propios recursos y capacidades o en los de otra persona en lugar de confiar en Dios (Mat 6:19-34; Sal 55:22).
Actitud de respeto y sumisión
Otra indicación de que el concepto bíblico del temor no era necesariamente un sentimiento involuntario, es que las mismas palabras se usaban también para indicar la respuesta adecuada frente a una autoridad: un niño frente a sus padres (Lev 19:3), los ciudadanos frente a sus líderes (Jos 4:14; Rom 13:7), un siervo frente a su amo (Mal 1:6; Efe 6:5), y una esposa frente a su esposo (Efe 5:33). En estos casos, “temor” tiene la connotación de obediencia. El respeto o la honra pueden haber sido la forma en que el pueblo de Israel “temió” a Salomón cuando observó que este tenía sabiduría de parte de Dios (1Re 3:28). El respeto o la reverencia también es la actitud adecuada hacia el santuario de Dios (Lev 19:30). El temor puede ser lo opuesto a tratar a alguien o algo como común, insignificante, irrelevante o no digno de atención (Est 5:9).
Temor a Dios
Cualquiera de estos sentimientos (terror, honor, sumisión) pueden estar presentes cuando el objeto del temor es Dios, con el sentido adicional de adoración. Para los que son enemigos en lugar de seguidores del Señor, lo adecuado es sentir miedo (Jer 5:22). Ese temor es limitado porque Dios no es caprichoso sino que actúa en forma coherente con Su carácter justo y Su voluntad revelada. No obstante, los culpables de idolatría e injusticia tienen razón para temer la ira y el juicio venidero de Dios (Sal 90:11; Isa 13:6-11; Isa 30:30-33; Sof 1:18; Heb 10:26-31). A menos que nuestra seguridad esté garantizada, el terror es la única respuesta razonable cuando uno se enfrenta con un Ser cuyo conocimiento y poder son ilimitados. La Biblia incluye muchos casos de apariciones divinas o angélicas donde el temor es la respuesta natural (Éxo 3:6; Éxo 20:18-20; Dan 10:10-12; Luc 1:12-13; Luc 1:30). Después de la resurrección de Jesucristo, por ejemplo, la aparición de los ángeles hizo que los guardias de la tumba temblaran de miedo, mientras que a las mujeres que creían se les dijo que no tenían nada que temer (Mat 28:4-5).
Con frecuencia se dice que la actitud adecuada de los creyentes frente a Dios debería ser respeto, reverencia y sobrecogimiento en lugar del temor. Sin embargo, la terminología bíblica es la misma, y el carácter de Dios no cambia. La descripción de Dios que a menudo se traduce “formidable” es literalmente “temido” o “temible” (Éxo 15:11, Neh 1:5; Job 37:22; Sal 89:7; Dan 9:4). Limitar la actitud del creyente ante Dios a “reverencia” o “sobrecogimiento” en lugar de “temor” puede hacer que se pierdan de vista aspectos del carácter divino que conducen a la obediencia: su perfecta santidad y justicia, y su poder y conocimiento ilimitados. Saber que la ira de Dios fue satisfecha en Cristo libera al creyente del temor a la condenación, pero no de la responsabilidad frente a un Dios santo (2Co 5:10-11; 2Co 7:1; 1Ti 5:20; 1Pe 1:17).
En la literatura del antiguo Cercano Oriente, “temor” y “amor” se hallan asociados con la lealtad al pacto. Temer a Dios es tener lealtad hacia Él y, en consecuencia, a sus enseñanzas, de tal manera que afecten nuestros valores, convicciones y conducta (Gén 20:11; Lev 25:17; Lev 25:36; Lev 25:43; 1Sa 12:14; 1Sa 12:24; Sal 128:1; Pro 8:13). A menudo se hace referencia a los verdaderos creyentes diciendo que son aquellos que temen a Dios (Gén 22:12; Job 1:9, Sal 31:19; Sal 33:18; Sal 103:11; Sal 103:13; Sal 103:17; Sal 115:11; Sal 115:13; Sal 118:4; Mal 3:16; Mal 4:2; Luc 1:50). El temor a Dios expresado en humilde sumisión y adoración es esencial para la verdadera sabiduría (Pro 9:10; Pro 15:33; Isa 33:6). Un verdadero creyente se podría definir como aquel que tiembla ante la palabra de Dios (Gén 22:12; Éxo 1:17; Sal 119:161; Isa 66:2; Isa 66:5; Jer 23:9). Ver Reverencia.

E. Ray Clendenen

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